María Jesús Soler Arteaga
(Sevilla, 1977) es licenciada en Filología Hispánica y doctora por la Universidad de Sevilla. Actualmente ejerce como profesora de lengua y literatura en un instituto de secundaria y es investigadora del grupo Escritoras y escrituras de la Universidad de Sevilla.
Es autora de los poemarios Carta lunar (2011), Las horas muertas (2008) y Ciudad imposible (2005) traducido al inglés por el profesor Curtis Bauer de la Universidad de Texas con el título At the End of the Day. Ha participado en las antologías No quedará la noche (2004), Poesía viva de Andalucía (2006) y Homenaje a la Generación del 27 (2009), en el libro colectivo de relatos Desde ellos (2005), en la muestra de poesía del siglo XXI Prometeo Digital y en las jornadas Poesía Última de la Fundación Rafael Alberti (2006), colaborando con distintas revistas como Ágora, Mester de Vandalia, Horizonte, Cuarto Creciente, La piedra del molino, etc. Jurado de diversos premios literarios, ganadora del premio Voces Nuevas 2007 y del VI Premio Noches del Baratillo con el poemario Recóndita armonía y coordinadora del ciclo Femigrama y de la antología del mismo nombre.
Como investigadora ha publicado numerosos artículos en los que aborda la obra de autoras como Elena Soriano, Carmen Conde, Concha Lagos, etc., y los volúmenes Palabras, palabras, palabras… Escritoras románticas sevillanas (2006), Elena Soriano: Mujer y ensayo (2009) y El Urogallo (1969-1975) revista literaria bimestral (2010) y Palabras sin rumores. Poetas románticas españolas (2015).
RECODO
Los mismos kilómetros, cada día,
luz amarillenta del mediodía,
luz cenizosa de la noche,
sin embargo cada día el camino
es igual y distinto;
el recodo no sabe de horas
y espera que describas
su trazo inmenso y gris.
Ves el paisaje o sólo lo intuyes,
repasas lo que dijiste,
lo que tenías que haber dicho,
lo que se queda en el tintero
reseco y negro, hondo como un pozo.
La curva no pregunta,
te escupe de su seno
con las respuestas que ya no darás.
CIUDAD
Caminarás las mismas calles,
envejecerás en los mismos barrios, encanecerás
en las mismas casas].
Siempre acabarás en esta ciudad.
Kavafis
Dejé el libro abierto sobre la balda
inferior de la mesa de trabajo,
pensé en esas palabras del poeta
acerca de la ciudad, en la que su destino
concéntrico trazaba espirales sin descanso;
pensé en las palabras marcadas,
las que subrayé y copié en mi cuaderno,
en que nada de aquello me bastó,
me empeñé en escribir
de mi puño y letra mis impresiones
vagas y desdibujadas sobre una ciudad
que no habité más que en la estación del mediodía,
en las paradas de autobuses
de recorridos circulares
y en lugares de paso
a los que volver es siempre obligado.
COPAS A LAS 6
Tacones imposibles, perlas falsas,
negro intenso insinuando la congoja
y curvas impostadas bajo el crespón.
Copas a las seis en la barra
de bares elegantes, tugurios
de mala muerte donde se declinan
los martinis blancos sin guarnición.
Diálogos imposibles, besos falsos,
negro intenso insinuando la congoja.
AGUA
Me senté en aquella terraza
que bañaba el sol en verano.
Había pedido agua, un vaso doble.
Me perdí mirando los arañazos
del cristal envejecido y gastado.
Empecé bebiendo con parsimonia
tragos largos que me dejaban sabor a nada.
Luego apuré el vaso hasta el fondo;
pedí más, como si la sed
me perteneciese a mí por entero
y no importasen más que aquellas marcas,
no pensé en el agua saltando
entre las piedras ni en la fuente,
sólo en aquellas marcas.
Agua en un vaso gastado,
en una terraza sin sol.
LAS PUERTAS DE LA CIUDAD
¿Por la ciudad preguntas, extranjero?
¿Por la ciudad preguntas?
(P. Ginferrer)
Llegó como un susurro
a las puertas de la ciudad
el eco de aquellos pasos errantes
del peregrino de las Soledades.
Con la voz jadeante
y la garganta seca,
preguntó dónde estaba
a un ciudadano que encontró
al límite de su perímetro.
-¿Por la ciudad preguntas?
–dijo al forastero.
Era una pregunta obsoleta
pero contestó dando
cada uno de los nombres
que había tenido desde la antigüedad
a sabiendas de que el peregrino
siempre sería un extranjero.
6 : 00 A.M.
Cuando sólo las calles están puestas,
las siluetas se insinúan
bajo la luz indiferente
de las farolas, que agoniza
sobre el asfalto húmedo,
conocidos que miden las distancias
caminan arrastrando
sus vidas destartaladas,
blasfeman, miran con piedad
o se abrazan a su propio vértigo.
Sólo las calles están puestas,
el eco acompaña los pasos,
las miradas se cruzan con recelo
y somos sólo extraños
que deponen las armas
a la primera sonrisa.
ESPERANTO
Estoy escribiendo en las servilletas
de bares en los que no bebo
la gramática absurda
del esperanto de los tímidos,
que se esconden detrás de las palabras,
de los atriles, del desnudo
y hasta de sí mismos;
los tímidos que nunca dan la cara,
porque su piel es transparente
y les falta valor
para pedir a voz en grito
cuanto merecen por derecho
y se les niega por costumbre.
Es una gramática huera
del esperanto que usan
los que no quieren ser oídos
y mucho menos descifrados,
los que tapian cada mañana
las fronteras de cuerpos
débiles como papel de fumar
ladrillo a ladrillo, incansables,
convencidos de la seguridad
del anónimo, sea o no delito.
Así, cuando me marche,
quedarán en la mesa,
rodarán por el suelo,
sólo pequeños papeles impregnados
de alcohol, humo y ceniza
que alguien derramó
Los tres poemas pertenecen al poemario
Ciudad imposible (2005).
ARCOS
Esta tarde infinita
invita a hundir todos los arcos,
todos los círculos inconfundibles
de esa postal dorada,
que no sabe de horas ni de días,
y permanecen desafiantes,
porque nada los roza.
Cada tarde imposible
es una invitación
a restituir fronteras
y reinventar la independencia,
porque dos orillas
de un mismo río
no han de darse la mano
Mª JESÚS SOLER ARTEAGA. ANTES DE QUE OLVIDES
(Anantes, Sevilla, 2016)
por MANUEL GUERRERO CABRERA
Como si de un aviso se tratara, Antes de que olvides llega después de cinco años de la publicación de Carta lunar. Como un afortunado encuentro con alguien con quien no coincidías en bastante tiempo, sus versos aparecen «como una pequeña luz a lo lejos, / como una esperanza que crece», porque «quedan grabados los detalles / […] que nos mantienen vivos».
Además de los títulos antes citados, Mª Jesús Soler Arteaga (Sevilla, 1977) es autora de los poemarios Recóndita armonía (2010), Las horas muertas (2008) y Ciudad imposible (2005); ha participado en varias antologías, como Poesía viva de Andalucía (2006) y Homenaje a la Generación del 27 (2009) y ha colaborado en distintas revistas (Ágora, Mester de Vandalia, Saigón, Cuarto Creciente, etc.); ha obtenido el premio Voces Nuevas 2007 y el VI Premio Noches del Baratillo con el antedicho Recóndita armonía. Bien justo y merecido es destacar aquí su labor de investigadora de la literatura femenina (Carmen Conde, Elena Soriano, etc.)
Los poemas de Antes de que olvides se agrupan en cuatro partes (La luz, Las palabras, Un lugar, Los paseantes) y cada uno nos lleva desde su título a París, un paseo poético para el amor, los cafés, las bibliotecas, el río, porque
Después de atravesar la noche,
los mapas, las señales,
la tierra y los paisajes,
saldremos a la luz.
[…] brotaremos como palabras
de amor en las aceras. (‘Gare D’Austerlitz’)
La luz es uno de los elementos esenciales del poemario y a ella pertenece la primera parte. La poeta establece toda una definición de lo que somos desde los primeros compases del libro:
Luz. Somos luz. Éramos luz.
[…] lo que un día nos arrancaron
porque era luz. (‘Notre-Dame’)
Lo que somos, lo nuestro, todo lo que cabe en un nosotros es luz:
La sensación oscura y penosa
de estar siempre fuera de sitio,
en un lugar que no podemos
llamar nuestro, […]
Luz del día
al romperse la noche. (‘Châtelet’)
Y, por supuesto, el nosotros, el tú y el yo, dando sentido a un límite de tiempo:
Hay un instante de triunfo,
el momento en el que tus ojos
despiertan a la luz del día. (‘Triomphe’)
O, cuando el tiempo ya se ha consumido, como en ‘Père-Lachaise’, que alude al cementerio parisino, obviamente, desde la muerte, pero también desde el amor y el dolor, en uno de los mejores poemas del conjunto:
Si alguna vez la vida nos separa
que sea yo quien caiga en el olvido,
quien me adentre en las calles
de Père-Lachaise […]
quien pregunte a sus habitantes
por el tiempo perdido.
En la segunda parte del libro, Mª Jesús Soler nos deja las palabras para proseguir el paseo; evidentemente, las palabras de cada poema, de cada imagen, de cada sensibilidad, las escritas y las habladas:
Será como decir amor
en todos los idiomas.
(‘Shakespeare& Co.’)
Las palabras son las que permanecen contra el olvido, como ‘Les invalides’ o ‘Montparnasse’, las que construyen lo cotidiano como poesía, como ‘Place du Tertre’ o ‘Jardin des Plantes’, al que pertenecen estos versos:
Sonríes en las sílabas
que no habitan mis versos
cuando la vida se convierte
en algo más que unas pocas metáforas
y unas páginas hilvanadas.
La visita continúa con la sección de “Un lugar”, en la que ‘Orsay’ nos habla de que la ciudad no nos pertenece, porque se transforma del mismo modo que nosotros; que llama al recuerdo en ‘Rivoli’, ‘Seine’ o en ‘La Bastille’, siempre acompañado de la pesada losa del tiempo («Han pasado veinte años / y ahora es tu sombra la que deambula / por los pasillos y se sienta / a la cabecera de aquella mesa»).
Los paseantes «de lo vivido y lo venidero» completan el camino por París. Sentimos lo andado, porque «estos pies doloridos y cansados / son la muestra prosaica / de la vida como camino»; un trayecto que decidimos realizar con esta lectura y que nos deja tantos recuerdos…
de manos enlazadas,
dos nombres que se anudan
cuando la eternidad
se difumina efímera
y vana cada atardecer.
El amor se vuelve sutil erotismo en la parte final del libro:
cuando los que pasean
se abracen al miedo que los ahoga,
cuando los amantes enlacen
sus manos y también sus cuerpos.
(‘Bois de Vicennes’)
Este poema es el cierre del libro, que supone un brillante broche final, por las connotaciones recibidas en el poemario, por la sugerencia final, en palabras de la prologuista Anabel Caride «no podrían ser mejor epílogo para la obra completa»:
El jardín en silencio,
la ciudad y su historia,
la noche y los amantes
aguardan una palabra de amor
prendida en un instante de vida.
Como insinuábamos al comienzo, Mª Jesús Soler es una poeta con un largo recorrido de títulos, que no nos agotan; con esto quiero decir que Antes de que olvides no solamente se realiza sobre París, sino también sobre las logradas imágenes que la autora construye y a la que nos tiene tan acostumbrados:
Aquellos fueron buenos tiempos,
la gente, el río, los poemas perdidos
en el fondo de la memoria,
al otro lado del espejo del agua,
como esta tarde y el susurro del río.
Pero, además, las estructuras bimembres (alguna trimembre) y los paralelismos aportan ritmo, una musicalidad natural a sus poemas; que se complementa con el uso reiterado del relativo, que consigue envolver la idea en el desarrollo de cada verso:
con la certeza y la esencia del tiempo,
con la nostalgia de la tierra
que va quedando atrás.
Mª Jesús Soler abría el poemario con una cita de Baudelaire, quien escribió en ‘Confesión’, en boca de una mujer que lo acompañaba:
Que tout craque, amour et beauté,
Jusqu'à ce que l'Oubli les jette dans sa hotte
Pour les rendre à l'Eternité!
El instante de vida, el amor, el recuerdo, la vivencia. Antes de que se olvide, antes de que vuelva eterno, todo se ofreció en París.
GARE D'AUSTERLITZ
Después de atravesar la noche,
los mapas, las señales,
la tierra y los pasajes,
saldremos a la luz.
Quedarán atrás como un sueño
las estelas que dibujamos
en lugares de los que no aprendimos
el nombre y que serán un vago apunte,
los recuerdos sobre el papel
de unos días robados
al desaliento de la escarcha
llorando en los tejados.
Y mientras todo se derrumba,
saldremos a la luz,
brotaremos como palabras
de amor en las aceras.
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