Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013
lunes, 21 de marzo de 2011
300.- PRUDENCIO SALCES
Prudencio Salces Jiménez
Nace en el mes de mayo de 1951 en Montalbán de Córdoba. Poeta y narrador. Su madre tuvo quince partos, de los cuales viven doce hermanos. Una piara de cabras era el principal sustento de la familia y con ellas empezó Prudencio a conocer el mundo. En el pueblo pasa la mayor parte de su existencia y allí empezó a escribir, con un esfuerzo increible de autodidacta.
Participó activamente en el desarrollo del movimiento obrero en su pueblo, manteniendo un gran interés por el movimiento cultural. Trabajador agrícola hasta 1975, desde entonces -excepto un periodo intermedio de cuatro años que vuelve al campo- Ayudante de laboratorio en la Universidad de Córdoba.
Es autor de seis libros de poesía, así como de un compendio de relatos y palabrario sobre el habla de la campiña sur de la provincia cordobesa.
Publicaciones
Ensayo
La república hablanera (Córdoba, Universidad, 2006).
Poesía
Versos a la deriva (1978).
Patrimonio (1988).
Cuerpo de soledad (1991).
Contrapunto al sueño de la vida (1994).
Derivadario (1995). (Los cuatro últimos con el seudónimo de Latino Salces)
El mesto de las rosas (Premio Juan Bernier de Poesía; Córdoba, Arca del Ateneo, 1996).
El Mesto de Las Rosas, segunda edición corregida y aumentada. Universidad de Córdoba, 2008.
A ciertas horas tontas del recuento
siempre le ocurre igual al perdedor:
desprecia el marchitable rostro de los piropos
y esquiva esa dulzura ingrata de los tristes
que sienten compasión y dan consejos.
Amor de pacotilla que abarata
y hace más negro el túnel de la vida.
Lo propio del momento es el sablazo,
esa huida hacia adentro que no comparte nadie
y usar de la baraja a contraluz. Apostar otra vez.
Jugador contumaz. Temerario rival su propio espejo.
Ni siquiera contigo el juego es plenitud,
saludable, ni llegar. Pero el canalla insiste.
(Contrapuntos…)
(1969)
Hay una estrella roja en el costado de este cielo de sur, cuyo nombre quisiera no decir hasta el amanecer. Hay una estrella roja cada noche que me habita las piernas de la imaginación, y aunque no sea cierto, todos diríamos que tiene altura de mujer y caballo.
Es la edad de los sueños y de las conclusiones. Los olvidos comenzaron a ser ciertos, la sangre continúa su andadura, y los cuchillos presentes, sin demora, rompían contra la muerte el himen desesperado de las endechas. La estuve buscando un día / por entre las zarzamoras. / ¡Donde no estaba perdida!
(El Mesto de las Rosas)
Historia de Talbania
(fragmento)
He llegado hasta el sur desde Vasconia, allá donde me esperan los naufragios
es igual que si huyendo en el desierto de un corazón por mí deshabitado
mi padre fue el Cantábrico, me dicen las palabras, ese mar cuyos montes donde Obaba, mito más fundamento
vi subirse de nieves cuando umbríos, vi poblarse de vidrios y batallas detrás de mi sospecha, detrás del miedo mío ante los hombres
hoy soporto una espera en la penumbra de las incertidumbres, ¿qué haré tras este abismo?
mi madre fue el meneo de un sauce en el otoño, su ofrenda al claroscuro de los tiempos, un sauce en el clamor del valle abierto hacia un Mediterráneo de impurezas
del que naciera yo, como polen u hoja y nervadura, producto del placer y escalofrío, simiente en asechanza
dejándome llevar, dejándome arrastrar, éxodo y solo, por el frío del norte hasta la edad senil de los olivos
hasta el ancho y profundo territorio donde reina el cristal de las sequías, donde reina una luz cuya alma alea sobre la agricultura abigarrada
(Inédito)
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