Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

lunes, 21 de marzo de 2011

297.- OLGA GUADALUPE




OLGA GUADALUPE
(Málaga, España, 1964)
Actualmente ejerce la docencia en la Universidad Antonio de Nebrija de Madrid, pero antes la ha ejercido en universidades de EEUU y Haití. Sus publicaciones incluyen reseñas en la Hispanic Review y artículos en publicaciones universitarias de EEUU y España en el ámbito de la filología y la pedagogía de lenguas extranjeras.
Sus poemas aparecen en diversas revistas y antologías españolas e hispanoamericanas. Su primer poemario se titula De amor tan solo (Vitruvio, 2007).






Un vacío afirmándose siempre
tan fiel a tus recuerdos
que puestos a escuchar
con oído atento, un silencio
ensordecedor parecieras:
estás lejos y lates cerca.
Siente el estruendo remansarse en la página.
El poema apuntalando las ruinas.






Majestad insoportable

y se convierte en delicioso añico
aquella majestad insoportable.
CARLOS BOUSOÑO

La cadencia de la tarde
amplifica el amoroso momento, su sonido envolvente,
pero ha bastado la sorpresiva complicidad de una frase
tuya
para deshacer su majestad insoportable
y al estallar en risa los lúcidos pedazos
tus ojos se detienen fijos, curiosos,
atónitos en los míos…no sé qué dicen, no sé qué diera
por mirarme con tus ojos, por saber lo que dices
con ellos…

Vislumbro luego al recrearme en su moroso recuerdo
que es un vano mirar la curiosidad con que me miras
un contemplarse deliciosamente en los añicos del espejo,
un orgullo secreto de aplomo y poderío
–majestad insoportable, dijiste–
al que se atreven audaces tus palabras.

Que no era a mí a quien mirabas.






Tropiezo

Aquí el oscuro asalto
irrumpiendo en la claridad del día,
en la luz diáfana del día,
que como un breve dios reencontrado
emerge de la sombra, cruza mortal en el camino
sus pasos con los míos.
He aquí el ademán ya desplegado,
el beso ungidor, el abrazo uncido
curvando, domando resistencias
en un instante continuo
que se resistiera a sus bordes.

No sé si es él o es su sueño
ni si es sol o sombra
lo que aquí me ciega.
Fulmíneo astro de luz es el asedio de su cuerpo,
gozoso cuerpo amontonado y táctil
ciñéndome encendido en un instante de agolpado deseo.

Pero sé que pasó, su ser más suyo es pasar
como el detenido mirarme que al pasar
completa la mañana, soleada como otras mañanas
de otoño en la plaza. Sonrisa escapándose
sin riendas más tarde. El eco de lo que vi y aún escucho
cuando el amor impaciente ya no le aguarda
y su cuerpo aún me parece hermoso
como el de un dios destronado
en plena posesión del día, como su beso
dulcemente en los labios.
















De amor tan solo

I

Corazón tan maduro

El corazón maduro,
todo el encendido aliento
madurado en días dulces y sombríos,
ya no espera que lo bajes para estrenar la vida.
Se ha cerrado el discurrir del tiempo
y el corazón ya no madura ilusión
y se cierra igualmente al desaliento.

¿Qué me falta si me faltas?
El abrazo, muestrario del mundo,
tu abrazo sin cuya esfera el mundo
no muestra: se cierra.
El labio, corona del sueño
sin cuyo roce se detiene la vida,
se clausura el cielo, la memoria, el aire.
El aire que a respirar ya no alcanzo.

Me falta el espejo del mundo
en que te miro para verme.


II
De tan alta marea

Yo sé bien de las formas repetidas de una misma pena.
Será porque es el mismo efímero amor
lo mismo que si esa misma pena
esa misma y no otra
gravitara peregrina sobre el mismo porvenir de ayer.
Ah, que tú furtivamente abandones
en este mismo instante que de tan alta marea
me estiro y crezco y me paseo por tu pecho
y erijo monumentos de ti
a expensas de tu corazón pequeño...
Al fin lo conseguimos
ya estamos como ayer:
solos con la pena a solas.


III
Rendición tan dulce

Cómo tus palabras quisieran dulces apaciguarme
Cómo me dulcificas, con cuánto triunfo dulce
te llena la victoria de mi dulce mansedumbre
y sellas con un cálido beso
el premio que dulcemente arrebatas
a la fiera que dulcemente amansas.

A mí que quise apenas condenarte
me rindes tierna con cuanta música lenta
bajas por los riscos de mi pecho fiero
con cuan pocas palabras dulces desciendes
y esparces ya por el silencio mío
para suavizarme
para deshacerme
y coronar tu trofeo
con el más quieto, reposado y dulce beso.


IV
Seguro asombro

¿Por qué tú, por qué yo
por qué azaroso cruce de vidas
por qué seguro azar
comenzamos a ser
acertamos a estar
en el instante
que se arrojaba
(exacto)
a la maravilla
del amor intacto?


V
Pasos contrarios

Cuando llegas, ah, cuando llegas
como un dios antiguo
de esbeltas piernas
derecho a lo que quieres
puedes vencerlo todo a tu paso
ah, cuando te acercas
qué júbilo de mañana, el pinar, el paseo
el café, la mirada, las palabras
hablan disimuladas
más cómplices que abrazo o beso
qué de estreno la vida cada mañana...
qué gozo la tarde cuando llegas
derecho a lo que quiero
al abrazo, al beso
el café si nos dejan antes las manos...
Cuando te alejas, ah, qué inclemencia
la coraza del fondo de tus ojos
ese mirar tan sordo
y tus pasos, apresurados,
derechos a lo que no quiero:
a la disimulada y sorda culpa.
Al inmenso abandono.


VI
Arte de olvido

Y llaman olvido
a esta quietud que se llena de tus otros nombres
que son los mismos nombres
con más surcos, con más garras,
que se colma de signos, de voces,
llamados a vencer el rigor de tanto silencio,
a torcerle sus férreas líneas al tiempo,
pero que no son
sino su terco aliento,
este desesperado cerco
con que me acompaño de ausencias.


VII
Última ausencia

¿me escuchas? Soy yo que como alambre
tengo mi corazón amoroso aquí fuera. (Vicente Aleixandre)
De tanto preguntarme
entre qué cielos o qué nubes te propagas
qué formas comprueban tus manos
y qué actos sucesivos vienen con tus pasos,
de tanto preguntar (en dónde, en dónde)
qué distancias te salen al encuentro
con qué lejanías se crece tu mirada
qué vida entreabierta cercas con tus labios,
de este preguntar incesante...
por el lugar en el mundo que rebosas de presencia
por las sombras que rompes con tu cuerpo luminoso
(y tu cuerpo dónde, en dónde)
por ese choque imposible el de tu pecho contra qué pecho,
he aquí
que de preguntarme tanto
me voy vaciando de palabras para darte, amor,
de palabras que hieren como ausencia repentina
y heme aquí, todavía, frente al último clamor:
¿Me escuchas? soy yo que como ala malherida, pájaro roto,
tengo mi desolado corazón aquí afuera.


VIII
Fervor

Acude fulgurante a mis ojos,
en mis ojos irradiando, y como el rayo
me mira su mirada
que allí fulgura y se reconoce
en los ojos, y como el cuerpo
que ya me arrastra por los cauces de su arena...

Para que yo desista de ti
hoy, lacerada por el fulgor iridiscente de tu cuerpo,
por el recuerdo de bocas, de piernas entrelazadas,
de respiraciones, de surcos, de pechos que palpitan,
de manos trenzadas,
para que yo desista de esta red de encrucijadas,
no basta este griterío ardiente de silencios
si persiste no aquel mismo y dulce y furioso hálito
de unos cuerpos desnudos,
no aquella urdidumbre de ardimientos:
Es una idea enamorada de su cuerpo
la que allí arde y no desiste,
una noche de hogueras
la que en su lumbre en mis ojos se pulsa
cuando la persona amada, ya desistida, ya no existe
y sólo queda una raíz de involuntarios fulgores,
una pulsión precipitada hacia su centro
que allí crepita, en este lento crepúsculo de olvidos.


IX
Plegaria

con varios besos muertos
que aún baten, que aún quisieran.
(Miguel Hernández)
Un hálito, un halo,
un haz de luz ahondada
que cancele este rumor
de alas batidas, de besos besados,
que aún laten, que aún quisieran.

Una cancela para mi corazón cancelado.

http://www.ariadna-rc.com/numero34/lab06.htm












LIV


Lo que ansío recobrar es lo que fuimos
la fusión de pasado y porvenir en el presente,
la avidez aquella que encendía todas las hogueras,
el interés que cobraban los gestos, las cosas más pequeñas.


Lo que ansío restaurar es lo que fui
recuperar, reimplantar en su centro
el corazón entregado
casi sin querer y enteramente a otro,
irrecuperable ya, perdido para siempre.







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