Rosa Berbel
(Sevilla, 1997). Estudiante de Bachillerato. Algunos de sus artículos y escritos han aparecido en medios culturales especializados como iWrite, Achtung! Magazine, Granite and Rainbow, Obituario y Culturamas. Recientemente ha sido antologada por Luna Miguel como una de las quince voces de la poesía posnoventista. Trabaja en un primer poemario. Su blog: http://conrderevolucion.blogspot.com
Granada
Granada fue el nombre de todos mis sueños
de infancia, la fisura equivocada
entre el miedo y el vacío.
El desajuste.
Emprendí conmigo misma un viaje
cada verano
y mis ojos no veían más allá de
mi memoria, de mi cuerpo descarnado.
El desencanto.
Dejo que mane de mí
esta ebriedad desconocida.
Despedazo una a una
las imágenes de aquel espeso envite de las formas.
No hay más noche que su oscuridad
remota en el perfil de sus calles sin fondo:
un laberinto, una herida, un recuerdo.
Ante el poema creó la luz,
creó los pasos, la dulzura
en espiral voraz
en cada esquina. No hay un verso
que no insista en el abismo,
en la agonía,
en la biografía de este mapa cadavérico.
Me escuecen las palabras en su ausencia,
me ausento y parpadeo y tropiezo y crujo
y en cada amanecer me implora:
vuelve.
Al asfalto de piel entumecida,
a la historia ante el eco del olvido,
a la lengua que extiende mis sentidos,
a los hombres que engulleron mi silencio.
Vuelve.
Granada, mi voz te llora y mi nostalgia
busca en cada ciudad
un pedazo de tu esencia. Y no hay imagen
ni ruinas, no hay aire ni cielo ni sexo
ni arte lejos
del eco de tus pasos.
Crecí y amé hasta que pareció imposible contener
tanto aliento en un pecho tan ínfimo y rasgado,
tan oscuro que el roce de un instante
silenciaba su trote.
Crecí y amé el absurdo de estar vivos,
el gemido taladrando la noche,
la ilusión de quizá teneros a todos,
amantes de recreo, esculpiendo en mis nalgas
un verso que dijera eternidad.
Amé como se ama sin sentido, sin certezas
ni miedos, sin palabras, sin corazones
que aullaran un perdón en el bolsillo, amé revelando
los hilos de sutura de mis heridas desnudas.
Amé la noche y las tormentas y el eco de mi voz
dormida helando la falsa calidez de vuestros nombres,
desconocidos y envueltos en la condición de esclavos
de mi ensueño.
Amé todas nuestras manos conjugadas
como una misma palabra infinita
que se desintegra y se funde en un pálpito
de ardiente impunidad.
Antes del amor nada existía.
Antes del amor sólo abandono
ante el umbral de la memoria.
Crecí y amé sin saber que nada era antes de ti,
sólo ceguera y podredumbre. Sólo ensayos
y violencia, amor, mis labios aún no pronunciaban
tu nombre.
(Elogio de la locura)
I
No volvería a besarte de nuevo.
No te alumbraría los ojos.
No miraría tu perfil confidente aunque guardara
en mis brazos un secreto a voces.
(Despierta ya, te he abandonado para siempre
y este rastro de arrepentimiento
se va desdibujando)
Todo lo que sé de ti lo descubrí
evitando tu presencia, tu historia
tu paciencia, mis ruinas,
mi sangre perezosa,
oprimiendo mi voz
cuando tus manos temblaban.
Todo lo que sé de ti lo descubrí
entregándome a esta rabia desmedida
de no reconocerte,
cubriéndote con el pálido manto
de mi gemido que todo lo puede.
Qué pensarán de mi locura,
de mi sueño, de tanta turbación y tanta
forma extraña de temer
tu vuelta,
del viento cerrado,
de tu dulce violencia como una caricia
desgarrándome la piel
suavemente.
La noche va creciendo a tu lado, amor,
en este roce
como en un baile de muertos
si pudiera
escupiría el veneno de tus dientes
volvería a llorarle a las estrellas
miraría mi reflejo en tu reflejo
¿no eran tus palabras una encrucijada,
una cárcel, una vida?
Aprendería mil veces el silencio y bastaría
una palabra
de tu boca
para olvidar mi tristeza.
II
Todo está aquí. En mi mente,
en mis labios, mi recuerdo
que surca tu pasado.
Todo es un espejismo en la pared
bajo las sombras de mi ánimo
desierto, nuestros dedos, mis costillas,
nuestros viajes, el amor, qué delirio.
Camino y asciendo en espiral y
tu embestida es lenta, mi placer aún
muge en mi garganta,
tu silencio es tajo entre mis piernas.
Agonizo al verte en un ritual de dolor.
No queda en mí
un átomo de cordura, ni un pensamiento
útil, ni una esperanza cierta.
III
Si el poema,
esta idea absurda de buscarte en mis pedazos
de anhelarte en otras formas,
de perderme en otros llantos, otra estirpe,
otra belleza,
si el poema no es para ti
para quién.
(Trazos)
1
La continuidad fluyente de la vida,
ruina y calma, túmulo encarnado
sobre la marmórea superficie de la nada.
2
Un cuerpo que tiembla, una voz,
un alma conjugada con
la húmeda polvareda que se desliza
entre mis dedos.
Sólo la sed en este septiembre blanco
impetrará el aplaque de las horas.
3
El ocaso cederá ante las sombras;
el alba ante la puerta clara del recuerdo.
La libertad está reservada a lo insignificante:
una luz tenue consumiéndose en la noche,
la fugacidad de un verso infinito.
(No tañes lo incalculable, el furor de lo inmenso.)
4
Se oye el bailable susurro del tiempo
devorando instantes.
Este salto irremediable al vacío.
Esta pulcra necesidad de atrapar la ausencia.
Estas arrugas como órbitas de aire
engullendo la esperanza.
5
No más el espejo roto en mil pedazos,
el barco que zarpa, la efigie antiquísima
fundiéndose en el fuego del ayer.
Sin embargo el silencio,
el latido de la palabra no amaina
en la lejanía. Tras la llamada
de la muerte acecha oscura y clara como
el mar etéreo.
6
He rezumado tantas lágrimas que moriré
ahogada entre mi propia abundancia,
un constante torrente de melancolía.
He evocado el origen, he pulverizado
el miedo a nacer de nuevo,
he acallado el grito de lo impenetrable.
He desertado mi lugar como una jaula.
He abrasado los recodos de
mi propio
vacío.
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