Rafael Valdivia Castro
Nació en Valdepeñas de Jaén en 1920 y murió el día 5-10-2004. Durante toda su vida se destacó por su gran humanidad. Hizo los estudios primarios en el Colegio de Nuestro Padre Jesús ("Escuelas de los Curas" para el vulgo) de Jaén,. Ingresa en el Seminario Menor de San Felipe Neri de Baeza en 1934 hasta 1936, continuando sus estudios sacerdotales después de la guerra civil (1936-1939) en el Seminario Menor de Granada y en la Facultad Teológica de Cartuja (PP. Jesuitas) de la misma ciudad.
Fue ordenado sacerdote el 22 de Marzo de 1947, ejerciendo el ministerio sacerdotal en Huelma, Montizón, Canena, Higuera de Calatrava, Baños de la Encina, Porcuna y Jaén. Fue Archivero de Curia del Obispado hasta finales del 2001, miembro del Consejo del Presbiterio de la Diócesis y Adscrito a la Parroquia de San Ildefonso de Jaén desde 1985.
Destaca su colaboración en prosa o en verso en varias revistas de Jaén y otras localidades desde joven, entre las que se encuentra Claustro Poético; y su colaboración en las antologías poéticas "Exaltación a Jesús", "Exaltación al Espíritu Santo", "Exaltación al Padre", "Exaltación a la Eucaristía" y "Exaltación a la Virgen María", con ocasión del Jubileo del año 2000.
Obtuvo la mención de honor en el I Premio Provincial de Poesía "Federico Mayor" con su libro "Mi antiguo Jaén", le otorgaron el "II Premio Provincial de Poesía Federico Mayor" con el libro "Cristiana y mora" y el I Premio Regional de Poesía "Claustro Poético" con su libro "Luces y sombras". Su último libro, "Confidencias", fue publicado por CajaSur en 2004, poco antes de su muerte.
LA LUZ BRILLO EN LAS TINIEBLAS
Noche de oscuridad y de tristeza,
el hombre vive en la desesperanza,
felicidad que sueña y que no alcanza,
triste mendigo anclado en su pobreza.
Amanecer que en la tiniebla empieza,
primavera que brilla en esperanza,
la tempestad que cambia en la bonanza,
se hace el desierto oasis de belleza.
Ángel que anuncia dicha a los pastores,
nació en Belén el Niño prometido,
la Virgen Madre un Hijo os ha parido.
Rey y Señor de todos los señores,
es medicina de todos los dolores
y alegría del mundo entristecido.
SOMBRA Y LUZ
I
En la dureza de mi noche oscura
recorro mi camino en solitario,
es subida que llega hasta el calvario
de una soledad que se hace dura.
Perdido voy en bosque de espesura,
desgranando las cuentas del rosario
del duro caminar, que es lo diario,
y en densa oscuridad que me perdura.
Espero que amanezca bella aurora
que ponga hermosa luz en mi camino,
suavizando lo duro, lo cansino
de esta mi soledad de cada hora.
El alma, mi Señor, espera y llora
un rayo de tu luz claro y divino.
II
Cuando la niebla invade mi morada
y su aguijón punzante le perfora
la paz en que descansa, el alma llora
y busca su reposo en tu mirada.
Queda a su paso el alma quebrantada
y, en su silencio, solitaria añora
tu dulce amanecer de bella aurora
que deja mi penumbra ya dorada.
En esta soledad el alma indaga
en duro interrogante que atormenta:
¿Por qué se me oscurece la tormenta
con esta oscuridad que es como daga?
Mas siempre tu presencia me la apaga
y brota tu sonrisa que me alienta.
III
Aunque mi alma dolorida muera,
perdida en los recodos de la pena,
quiero que me aparezca muy serena
y sólo una sonrisa salga fuera.
Tan sólo sé mirar a tu ribera,
que es plena afloración en limpia arena,
llena de hermosa luz y tan amena
que tu bonanza la hace primavera.
Acrecienta mi pena tu tardanza,
el día se hace largo en demasía
y la espera aumenta mi agonía,
pues retarda su pago a mi esperanza;
pero mi gozo pleno hoy se alcanza
pues me llega contigo un bello día.
MATERNIDAD
Como roce de flor, copo de nieve,
beso tibio de sol, que ya amanece,
en seno acogedor, que se le ofrece,
se posa bello ser, pequeño y leve.
Al notar su presencia, se conmueve
el corazón materno se estremece;
y el árbol de su dicha le florece
si el niño en las entrañas se le mueve.
El débil ser muy confiado mora
en la tibia morada de u nido;
flotando en su mansión, se ha dormido.
La madre que lo sueña y que lo adora,
impaciente y feliz, con ansia añora
el día en que su hijo esté nacido.
NACIÓ DE UNA ILUSIÓN
Henchida de ilusión brotó a la vida
pequeña mariposa enamorada
que refleja la luz en la mirada
de su rosada aurora amanecida.
Ella vuela feliz, recién nacida,
y corta el cielo azul, ilusionada,
que le deja su estela salpicada
de ráfagas de amor y de acogida.
Cinco años vivió y fue su vuelo
corto, tal vez, pero también fecundo;
y alegre y generosa dio a este mundo
la semilla de paz, y fue su anhelo
plantar la bella flor en cada suelo
que vive en aridez y no es fecundo.
RENACER
Crisálida de ella mariposa,
larvada en tu silencio te ocultaste;
perdida entre la bruma te quedaste
cubriéndote la espera con su losa.
Te fue tanta quietud muy onerosa
y, en esta hibernación, tú recordaste
a tanta cosa bella que cantaste
por ser parte de ti y ser hermosa.
Fieles tus centinelas te velaron,
esperando que pronto resurgieras,
que estrenaras las nuevas primaveras
más hermosas que aquellas que pasaron.
De nuevo renacida te cantaron
al verte tan hermosa como eras.
CLAUSTRO POÉTICO
Alegre amanecer de idea difusa,
levísimo ascender de nubecilla
que sueña ser raíz, tallo y semilla,
muy clara quiere ser, nunca confusa.
Quiere cantar con leve semifusa
como alegre gorjeo de avecilla
y quiere ser aroma y florecilla
nacidos del ensueño de una musa.
Brotárosle mil flores de ilusiones
y plumas preparadas para el vuelo
y así poder volar sobre este suelo
diciendo desde arriba sus canciones.
Quiere patatar temores y tensiones
y decir lo que inspiran tierra y cielo.
RESUCITAR
Se apaga mi vivir continuamente
y apenas si se nota ya encendida
mi lámpara vital, como dormida
luciérnaga sin luz y decadente.
Una fuerza interior como un torrente,
tira de mí hacia el punto de partida,
al manantial fecundo de la vida
nacida de tu amor y de tu mente.
El ansia de vivir me está quemando;
y no quiero morir; esto se acaba;
un volcán interior con voz tan fuerte
me grita que hallaré –no sabré cuándo-
en tu Vida inicial, donde me hallaba,
la vida vencedora de mi muerte.
AL NIÑO CALLEJERO ABANDONADO
Mirada recelosa y dolorida
le endurece su cara demacrada;
la flor de su inocencia, deshojada;
yace sobre la tierra ya podrida.
De harapo y soledad viste su vida,
flotan nubes de miedo en su mirada
y su ilusión temprana, evaporada,
del cuenco de su mano desnutrida.
Espera unas migajas de cariño
y el arco acogedor de una sonrisa
que amortigüen la pena de este niño
llevando hasta su playa tenue brisa.
Culpable y con dolor mi alma se queda,
pues no le doy amor, sino moneda.
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