Sor María de la Antigua
La venerable Sor María de la Antigua, religiosa clarisa, nació en 1566 en Cazalla de la Sierra (Sevilla), junto a la ermita de la Virgen del Puerto, en soledad y desamparo.
Bautizada con el nombre de María, tomó el sobrenombre de Antigua en el convento de Nuestra Señora de la Antigua, de Utrera, donde sus padres trabajaban para las religiosas Dominicas.
A los 13 años de edad ingresó en el convento, hoy desaparecido, de Santa Clara, en Marchena. A lo largo de su vida religiosa se distinguió por vivir heroicamente las virtudes, particularmente la caridad y la humildad, manifestando también gran amor por la saalvación de las almas. Vivión santamente con el deseo de ser mártir. Destaca, entre sus escritos, el libro titulado "desengaños de religiosas y almas que tratan de virtud".
Recibió la inspiración de Dios de promover la fundación del Convento de la Purísima Concepción (Santa María), situado dentro del palacio de los Duques de Arcos, en la Ciudad de Marchena. Falleció el día 22 de septiembre de 1617; su cuerpo reposa en esta iglesia, acompañado por la oración y el agradecimiento de sus hermanas religiosas y de tantas personas que acuden a su intercesión.
Su cuerpo reposa en la iglesia del Convento de la Purísima Concepción (Santa María), donde tantas personas acuden a su intercesión
Romance
Socorred ya, Señor mío,
el fuego de mis entrañas,
que el alma cuando os recibe
parece que ya se abrasa.
Es el fuego tan inmenso
que quiere abrasar el alma,
que afectos de Dios unido
le causan divinas llamas.
Mas el alma como niña
que la regalan y acallan,
en lugar de alegres risas,
se convierte en vivas aguas.
Mas, ¡cómo siente consuelo
en verse encender el alma
con los regalos dichosos
en cuyas llamas se abrasa!
Son los regalos de Dios
llamas que encienden el alma,
con las cuales se aligeran
los afectos de esperanza.
Y espera que ha de gozar
el alma en la eterna Patria
de la presencia de Dios,
sin jamás desear nada.
Y cuando el alma suspira,
no es de pena ni enojada,
sino por verse tan rica
en las gustosas moradas.
Que el alma cuando contempla,
luego el Esposo la llama
y la lleva a sus retretes
donde el alma está abrasada.
Amorosas quejas tiene
que acaban de descargarla,
para que juntos los dos
en vivas llamas se ardan.
Alegres ojos míos,
mira, no tarda,
que en fuego divino
se abrasa el alma.
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