Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

viernes, 2 de mayo de 2014

1.984.- MIGUEL GÓMEZ YEBRA



MIGUEL GÓMEZ YEBRA

Miguel Gómez Yebra, Licenciado en Matemáticas y en Filosofía y Ciencias de la Educación, reside en Alhaurín de la Torre desde el año 2000. 
Nació en Sarria (Lugo), pero desde los once años vive en Andalucía, primero en Málaga y posteriormente en El Puerto de Santa María (Cádiz), donde escribe su novela Más allá del ecuador, por la que le concedieron una mención honorífica en el Premio UPC de Barcelona (1993). 
También fue finalista en el II Premio de Poesía El Ermitaño (El Puerto de Santa María, 1999), con su libro Álbum de otoño, y en el V Premio de Poesía María Luisa García Sierra (2003), con el poemario Visiones de crisálida, que se publica en el año 2006 (Ediciones Dauro). 
En octubre de 2004 publicó su novela Las pirámides de Azulia (Editorial Río Henares). 
En septiembre de 2007 vio la luz su obra La clepsidra de Neptuno (Ediciones Irreverentes). 
Ya en diciembre de 2008 publica, junto a otros autores actuales y clásicos, el cuento Los vampiros del ártico, incluido en la antología 250 años de terror (Ediciones Irreverentes). 
En el año 2009 fue finalista en la IV Edición del Premio El Espectáculo Teatral con su tragicomedia Desguace de estatuas hombre. 
Su novela Almíbar quedó finalista en el Premio Felipe Trigo del año 2009 (XXIX Edición) y en el Premio Ciudad de Badajoz de 2010 (XIV Edición). 
En marzo de 2012 publicó su libro de poesía Amnesia (Ediciones Dauro).





Poemas del libro "Álbum de otoño"


OTOÑO

Regresará el otoño
llamando, ya lo sé, de puerta en puerta,
viejo mendigo antes de Navidad
que nos hiere los ojos
abriendo sus harapos
para dejarnos ver su alma de cobre,
y nos pide una risa
o una flor retrasada
o la luz que explotó sobre el rocío
preñando de galaxias toda la hierbabuena.

Regresará el otoño
con sus dientes de paja
de un presunto amarillo que allanase
los rincones del cielo y de la tierra
mordiéndonos las sístoles que brotan
de un amor ya marchito en algún junio.
¿Dónde estarán las fotos
de aquella boda ajena en que bailamos
sin ganas de bailar?
¿Desde cuándo no vemos
el cisne de cerámica
que quiso regalarnos una abuela?
¿Cómo se nos rompió
el espejo historiado
con hojarasca de oro?
¿Por qué nunca es valiente la memoria
y juega al escondite con nosotros,
baraja talismanes y personas
y sueños que se cortan en la noche
para desordenar
la vida como un álbum
conservando tan solo unos instantes?

¿Para qué nos tortura
el otoño con luces satinadas
volviendo como siempre
antes de Navidad para enseñarnos
su alma rota de cobre?





ISABEL

Porque Isabel prefiere el centro urbano
al arrabal pujante y decidido
a conquistar el resto del planeta
yo también me he impregnado con las ruinas
y con la arquitectura de otros siglos,
que echa viejos como si echara moho,
y cafés en esquinas de museos
tan preñados de estatuas que se mueren
por no saber parir mármol ni bronce.

Pero sigo su sombra adonde vaya
y si no hay sombra yo le sigo el rastro,
el rastro de su piel por todo el cosmos.
Si pretende anidar en buhardillas
me haré pintor romántico
que repita obsesivo
su esbozo sobre el lienzo,
si busca apartamento sin balcones
yo sabré convertirme en jardinera
que suplante petunias y geranios,
si baja a los infiernos
no seré guía ni tampoco un ángel
que quiera rescatarla
tan solo un lazarillo que confunda
sus pasos y la lleve
de vuelta a las aceras y a los parques
a audaces pajarillos y a las fuentes
donde beber el agua con sus labios
para sentir su espíritu en el mío.

Porque Isabel no añora los suburbios
yo me quise perder en el asfalto
y hacerme ajedrecista en adoquines
moviéndome entre iglesias solitarias
descubriendo obeliscos y palacios
donde ella no reinó ni yo fui príncipe
que la invitara a un vals,
únicamente pude
conseguir que un extraño nos hiciera una foto
sacando unos jardines y una cúpula,
pero no me importaba
no hay cúpula que iguale sus cabellos
cuando desciende el sol
para buscar su cuna
y yo encuentro un segundo su sonrisa.

Porque Isabel prefiere el centro urbano
yo seré lluvia que le limpie el aire
y aire que aleje toda la hojarasca
y hojarasca que invente árbol y selva
y selva para huir
con nuestros corazones
unidos divisando el universo.





Poemas de "Visiones de crisálida"


SAN VALENTÍN

Yo no regalo rosas. Sé que las rosas pueden
disfrazar sentimientos, eludir las palabras
valer una sonrisa pocas veces auténtica
arrancar un te quiero, o el no definitivo.
Dicen que hay joyerías sin ánimo de lucro
que ofrecen el cariño muy bien cristalizado,
si eso es la garantía de la fidelidad
los diamantes resultan, desde luego, baratos,
pero he visto subastas de diademas malditas
que encerraban traiciones, amarguras y muerte,
con ellas se extinguieron algunas dinastías
y otras aún aguardan. Mientras pujan, ¿ignoran
el coste que supone su perdición final?
Si me piden que crea yo no estoy muy dispuesto,
nunca porté banderas ni llevé escapularios,
por no seguir, a veces, no me sigo a mí mismo
y me cuesta aceptar que el amor se presente
con código de barras. Confesaré no obstante
que no parezco raro, o al menos no tan raro
como piensa ese mimo fantasmal de mi espejo:
permanece la alianza en mi dedo anular
de la mano derecha, la misma que acaricia
la misma que no escribe nunca cartas de amor.

Ella es tenaz y alegre, aunque con llanto fácil,
claro que últimamente lo tenemos los dos,
y sufre cuando sufro, me anima si decaigo,
nos contamos los planes, confidencias y chistes.
A sus ojos azules me asomo día a día
y diviso, apacible, el cercano horizonte
de su alma que me espera como entrañable océano
donde bogar en calma con rumbo hacia el ahora
olvidando el futuro que acecha imprevisible.
Pero hoy tengo su voz, su aliento, su entusiasmo,
no es capaz mi tristeza de abarcarnos si juntos
recreamos la vida, el mundo, el universo
ese pequeño cosmos, digamos, de bolsillo
para ir a todas partes contando con su luz.
Yo no regalo flores, pero pido disculpas
por no saber decir de otro modo las cosas
y utilizar palabras, fugaces, intangibles,
cuando le hablo al oído, y siento condensarse
el amor como un néctar sin pistilos ni cáliz
sin pétalos que enturbien su desnudez sublime
simplificando el mundo para quedar nosotros
cómplices en la vida, cómplices en un sueño
que compartimos siempre desde la madrugada.





SIEMPRE

Sarampiones de herrumbre se incuban en las rejas,
sangre de amaneceres que escupen el rocío.
Hoy dos lechuzas vuelan en silencio absoluto,
fragmentos de una nube cayendo en los tejados
mientras me acerco, solo, al borde del balcón.
Un breve escalofrío recorre el universo,
una aguda conciencia de soledad total
que me cubre un instante con sus copos de hollín.
Repica una campana, habrá una mano entonces
y un brazo, y una boca, y un corazón latiendo
y un futuro posible brillándole en el alma
orientando sus sueños como estrella polar.
Se rompió el maleficio de las calles vacías,
sombras en negativo anuncian ya la luz
revelando paredes, campanarios, portales.
Una silla de ruedas inaugura calzadas,
pedales en las manos, ¿cupones en el pecho?,
aliento convertido en niebla matinal,
¿adónde irá tan pronto?, ¿quién le espera a las siete?,
él y yo convencidos de poseer el mundo
de poseer el alba por toda la ciudad,
amos del primer tiempo, de los primeros rayos
que repite la historia, que repite un Big Bang
día a día añadiendo alguna variación.
El cristal me refleja y apenas me sorprendo
tras mis ojos se apagan de pronto las farolas
se mueve una veleta, despiertan golondrinas,
permanece la luna, tan pálida, tan tenue
como una gran oblea que el sol no deglutiese.
Con la nueva mañana la paz se desmorona,
las aceras se pueblan con pasos aprendidos,
ya se abren las ventanas, se peinan los cabellos,
se descubren ojeras antes del desayuno,
el alcorque recibe la visita puntual
del perro cotidiano que orina como siempre
y apenas perceptibles crecen los sarampiones,
sarampiones de herrumbre, marcando ya las rejas
con sus lunares rojos mientras conquista el martes
balcones, escaleras, saludos automáticos
y llantos infantiles que despiertan las plazas
en donde todo nace cuando al fin descubrimos
el reloj de una torre parado para siempre.








Poemas del libro Amnesia


                  1

Si fui feliz de niño
lo sabrá un caballito de cartón
un gato que brillaba en el crepúsculo
una armónica grande de hojalata
o los ojos sinceros
de mis hermanos
contándome la vida entre dos cuentos.

Si fui feliz de niño
no parece un asunto de importancia
como el aire encerrado en un colegio
o la inscripción latina de una piedra.
Hubo plazas enormes que encogieron,
catedrales que ya tienen alturas
que hasta yo alcanzaría
en el vuelo de un ángel.

Si fui feliz de niño
no lo recuerdo bien
demasiada hojarasca de noviembres
y demasiados julios                                                                                  
con arenas, polillas y canciones
se han ido interponiendo
entre aquel que soñaba
y este que ya no sueña
pero que se resiste a los avances
del vacío que intenta hacer memoria
evocándote nada
como si nunca hubieras existido.
Y si uno no se da por enterado
puede seguir viviendo igual que un niño
aunque fuera infeliz mientras crecía
algo que no recuerdo bien del todo.


                  15

Olvidé tantas cosas en mi vida
que me siento arruinado para siempre
como si el olvidar fuera perder
porciones de un tesoro que no tuve
que no pienso buscar aunque recuerde
un anhelo infantil
que ya no ambicionaba
porque es mala costumbre arrepentirse
de la resignación a las ausencias.

Y sin embargo soy consciente
de lo que no perdí:
un tren, el álbum con retratos
de un niño, de mi niño, que reía
con todo el universo ante sus ojos
ni la luz que brillaba en mi mujer
reflejada en las olas de un agosto
ni la lluvia de octubre
cuando salía sin paraguas
ni el silencio a las cinco de la noche
creyéndome extraviado en algún sueño                                                   
al borde de la vida y de la muerte
donde ya las fronteras se hacen lágrimas.

El insomnio estimula la memoria
si es que existe memoria de unos años
convertidos en humo que no asciende
por esas madrugadas infinitas
hermanando satélites y estrellas.
Ya no perdonaré a los Reyes Magos
ni a Ulises ni a Simbad ni a don Quijote
su invitación al sueño, a ese sueño
que no deja dormir
que no me da la paz en blanco y negro
a la hora de un semáforo amarillo
tan solo intermitente hasta las seis
a la hora de una nube que te engaña
con sombras de dragón en los cristales.

Y sin embargo soy consciente
de lo que no soñé:
un planeta sin seres que soñaran
exilios en la noche como planes
para recuperar sus mediodías.
No me perdonaré ya las verdades.


                  22

Mi hermano me enseñó papiroflexia
con pajaritas, barcos y dos clases
de aviones de papel.
Nunca salté a la comba con mi hermana
pero aprendí a comer
en diminutos platos de juguete
y a domar a una fiera de peluche.
Tuve un bastón de caramelo
con el que pude hacer cuatro transbordos
en jornadas de tren, en estaciones
oscuras como tos de carbonilla
donde selló mi padre un kilométrico
para viajar a un túnel sin salida.

Por mi cuenta también aprendí cosas
a leer unos versos, demostrar un teorema
enfrentarme al amor desamparado
sin más armas que un sueño y la sonrisa
y ese miedo al rechazo que es exilio
como aquellos transbordos en la noche
camino a nunca, nada, nadie, yo.                                                             

Mi madre remendó unos pantalones
que a mí no me importaban
pero jamás me supo tejer un nido propio
ni una piel que abrazase mis miserias
para resucitarme, para luz
estallando a lo lejos en el túnel
hacia la oscuridad sin horizonte
que nos garantizaba un kilométrico
con infinitos gratis.

La amnesia no permite
restaurar una sombra
restaurar una vida con botones perdidos
en el vagón de un tren sin equipajes
sin calor, sin un pájaro
que nos quisiera perseguir
detrás de ventanillas empañadas
como si nos sobrasen
unas migas de pan en el destierro.

Mi hermano me enseñó papiroflexia
con mi hermana jamás salté a la comba
y, solo, estuve a punto de completar un túnel.









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