TERESA ARIZA
Mª Teresa Ariza Periáñez, granadina de nacimiento y salobreñera de adopción, pasa su niñez y adolescencia en Chimeneas, estudia en Santa Fe su Bachiller y en Granada Magisterio, Idiomas y Filología Francesa.
Por su profesión de maestra y su experiencia como Directora Escolar, ha vivido siempre muy ligada al mundo de la enseñanza, participando en numerosas actividades, cursos y seminarios.
Mujer inquieta y activa, ha cultivado siempre sus aficiones por el estudio, la música, el teatro o el baile, y más recientemente por el canto coral y el piano. Destaca también su gran pasión por la lectura y la escritura, a las que ha dedicado gran parte de su tiempo como lectora empedernida y escritora a cionada, sobre todo en los últimos años.
Actualmente forma parte de la Tertulia Literaria Continental, en Granada.
Cantos Rodados es su primer poemario.
De la primera parte (ANTES)
ME DEVORA TU AMOR
Me devora tu amor,
me consume por dentro,
al tiempo que me llena hasta saciarme.
Noto mi cuerpo inquieto, atormentado,
enervado, feliz, sobreexcitado,
navegando en tu voz y en tu cintura,
deseando lo nunca deseado,
bebiendo de tus fuentes cristalinas,
empapando mis carnes con tus aguas,
alimentando el alma con tu savia,
calmando mis ardores en tus besos,
llenando mi desván con tus recuerdos,
sintiendo renacer mi alma dolida,
latiendo adolescente el corazón...
Obras en mí el milagro de la vida.
De la segunda parte (DURANTE)
CUANDO TE ABRAZO
Cuando te abrazo,
siento que abrazo a un árbol
fuerte, de verde copa y altos vuelos.
Tu copa me regala su follaje
de colores verdosos y amarillos;
me regala los pájaros inquietos
que se posan y cantan en sus ramas.
Tus brazos me sostienen y yo crezco,
para robar las nubes a puñados.
Tus hojas como lluvia me refrescan
las ganas de vivir y de tenerte.
Y siento al mismo tiempo tus raíces
pegarse a mis raíces y enredarse
mis pies, viejas raíces, con los tuyos
y hundirnos en la tierra mansamente.
De la tercera parte (DESPUÉS)
HUECOS (2)
Donde el llanto corrió como un torrente
nadando en un suspiro atormentado
por cauces desbordados y crecientes,
se arrincona la noche y se acurruca
en el lecho mortal donde no cabe
tanto dolor sin límite ni orilla.
Al calor de las lágrimas calientes
acudo por fundir el duro hielo,
por ver si puedo atemperar mi duelo.
Y me escondo en los huecos de tu ausencia,
esa ausencia que evoca tu presencia,
esos huecos tan tuyos... que los quiero.
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