Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

sábado, 31 de marzo de 2012

LARA MORENO [1.163]


Lara Moreno

Lara Moreno (Sevilla, 1978) es una escritora española.

Nació en Sevilla pero pasó su infancia y juventud en Huelva. En 2017 fue seleccionada para sustituir a Alberto Olmos como editora en Caballo de Troya. Durante el citado año ella será la responsable de decidir las publicaciones de dicha editorial.

Narrativa

Cuentos

Ha publicado los libros de relatos Casi todas las tijeras (Quórum, 2004) y Cuatro veces fuego (Tropo, 2008). Sus cuentos han sido seleccionados en varias antologías, entre las que destacan Siglo XXI. Los nuevos nombres del cuento español actual (Menoscuarto, 2010) y Antología del microrrelato español. El cuarto género narrativo (Cátedra, 2012).

Novelas

La editorial Lumen publicó su primera novela, Por si se va la luz, una obra coral en la que "a un pueblo casi sin gente, de repente vuelve la vida para mostrar que nada se acaba de verdad mientras haya un niño haciendo preguntas al mundo".2 Esta obra está considerada por la crítica como un exponente destacado de la corriente neorruralista de la literatura española del siglo XXI.3

Su segunda novela, Piel de lobo, se publicó en 2016.

Poesía

Ha publicado los poemarios La herida costumbre (Puerta del Mar, 2008) y Después de la apnea (Ediciones del 4 de Agosto, 2013).

Premios y distinciones

Premio Cosecha Eñe 2013 por el relato Toda una vida.
Nombrada Nuevo Talento Fnac de Literatura en 2013.




Esta luz deforme del infinito
todo lo abarca
desmadre iluminado
corte sin sombra.
Niña andaluza,
camina por el borde
crustáceo de esta tierra,
gentes del mediodía,
piedras de fuego al sol
y a la llanura.
Roja la fruta de agua
entre tus dedos,
sus pipas negras llorando en los pezones.
Roja la carne que esconde nuestros miedos
bajo el vino azulado de este cielo
al pie del continente.

Grano con grano
la arena nos envuelve.
Hombres de la pleamar,
sexo hemisferio.
Océano vivo.
Sólo aquí.
Océano.


*



Me digo:
escribe
de estas cosas horribles
que te merman las tinieblas
aquellas tinieblas que uno atesora
lugares
de oscuridad plastosa
y obligada
ese museo de nadie
donde sólo uno cabe
y donde es.
Me digo:
sácalo todo y
luego:
el qué.
Sí, mujer,
la lava,
el plancton,
la brea.
Esa masa que obstaculiza
la sangre
(objeto limpio exorcizado)
que apoltrona
las hormonas
(objeto útil psicotrópico)
que corroe
las enzimas
(madre vicio y victoria).
Eso.
Me digo: dilo.
Y luego: el qué.
Qué grito de hospital nunca aplaudido
qué famélica visión futurista de una misma
qué pordiosera misión de presente.
Me digo: hazlo.
Y aquí estoy,
ironizando el miedo, el agravio,
lo desesperado
de vivir
la presión
la incógnita maldita.
No quiero, no.
Porque intuyo
que no es suficiente
el tiempo que paso entre tinieblas,
y que aquéllas
sólo son
una esperanza incauta de que quizás
la felicidad
sea algo menos que todo esto.


*



Otro día de sol.
Otro día de sol.
Otro día de sol.
Otro día de sol.
Otro día de sol.
Otro día de sol.
Otro día de sol.
Etcétera, etcétera.
España no produce petróleo.
¿Qué produce España?
Otro día de sol. Otro día de sol. Otro día de sol.
Supongo que alguien tendrá la delicadeza de señalar el camino con flechas,
con marcas en los árboles, con cruces sobre la puerta del centro de la Tierra.
Digo, para los que estamos completamente perdidos.


*


Por la radio no hay luto para nadie por supuesto
Atentado en Marrakech cinco millones de parados boda real en Londres
nuevos duques de Cambridge todo junto
Un día nublado como hoy un día que podría ser soleado un día pesado como hoy
Está todo tan bien
El barril de gasóleo
Tan bien
Tan facilito todo
Yo tomé café en aquella plaza una mañana después de que me timaran
por primera vez en ese país, me sentía extranjera y humillada,
me sentía feliz,
tomé café en aquella plaza mirando el bullicio (el verdadero bullicio)
Está todo tan bien aquí
El embarazo humano es la cosa más larga del mundo
Bueno no tan larga como el desamor y la enfermedad
En el pequeño planeta donde vivo tengo motivos para estar contenta
Porque duermo con el hombre de los ojos más hermosos
Y porque me besa

En el pequeño planeta también escucho las noticias y sé que la alta tecnología, el azar y los conocimientos adquiridos a través de las redes sociales (esa desidia) no nos librarán de tomar café una mañana en la plaza adecuada
En el momento adecuado
No nos librarán

Qué te habías creído

Mientras
Una tormenta tras otra
Y los árboles


*



No tengo cámara web
soy tan informáticamente pusilánime que las cámaras web me dan miedo
cuando voy a un ciber, y ese ojo me mira agarrado al borde superior de la pantalla, lo aparto de un manotazo, por si acaso
¿por si acaso?
confío confusamente en la individualidad y en algunos de los motivos necesarios de la independencia íntima
lo aparto de un manotazo
(en realidad me da vergüenza)

Cuándo vamos a dejar de hablar del fin del mundo
yo cuando tenga tiempo dejaré de hablar del fin del mundo
empezaré a hablar del mundo sin fin
esa mentira

Cuando tenga tiempo a lo mejor me tumbo en mi jardín, lleno de mala hierba, seco (qué súbito ha sido todo), y con los brazos extendidos espero a que suban los insectos hasta que me pique todo el cuerpo
pero lo que es realmente seguro es que me sentaré en una silla, con cuidado de que las garrapatas no transiten mis tobillos, y esconderé mi cara del sol bajo un sombrero, para poder leer durante horas sin dolor en los ojos

Otra vez me esperan los libros, sobre todo uno de ellos; impacientes, olvidados

Incluso cuando el verano prometa consecuencias
yo estaré obsesionada con las causas
dicen que ha llegado ya
pero tú y yo sabemos de sobra
que está aparcado a la vuelta de la tierra
escondido de nosotros
los que aún no somos capaces de desnudarnos.




*


Perder el tiempo no es mirar embobado
el cielo azul de las diez de la mañana.
No es hacerse el remolón en la cama,
decidirse por una leche con miel.

Perder el tiempo no es no tenerlo claro,
o cambiar el taxi por el autobús.
Subir la cuesta del parque del Oeste.

Perder el tiempo no es no saber adónde ir
ni adónde mirar.
Dejar el trabajo para más tarde.
Cancelar las citas del día.
Todas (hasta las verdaderamente importantes).
Dejar que pasen las horas de la mañana
fumando hachís entre medias y frío.

Perder el tiempo no es acercarse a un cuerpo extraño
con todas las dudas colgándote del pelo,
arriesgándote a no sentir,
a no percibir.
Tomar la parte por el todo,
y no querer huir, que ya es tanto.
Recolectar colillas a las tres de la mañana,
oler los gatos en las escaleras.
Una rendición falsa, un aplazamiento.

En la cabeza otro nombre
a punto de salirse por la boca;
mirar de reojo, por si acaso estuviera.
Y sin embargo sentir,
sentir la calma.
A ratos mucha calma.
Las manos ásperas,
los labios blandos.

Hay algo en esta vida que me gusta.

Perder el tiempo no es pararse a mirar a través de los cristales.
Perder el tiempo es otra cosa.
Es estar muerto, en orden.


*



Acaricio su mano y el tacto de las venas en el dorso de la muñeca me estremece. Algo de mis propias venas se remueve hacia el centro, al sentir que estas otras están dispuestas para mí sobre la colcha, como minúsculos ríos de agua que hierve, desnudos ante el acecho de mis dientes.
Sigue en mí el tacto, el pensamiento.
Porque la calma de esta habitación viene a parar al sueño, a la tarde inmóvil de invierno, con el sol caído y unos perros rebeldes desgañitándose al fondo de la plaza.




RENUNCIA

Querría ser
dócil
y estar a merced
de los elementos,
arena frágil de las nubes,
lluvia provocadora,
tantos fuegos como años
llevamos sin querenos.

Ni siquiera dejo de engañarme
cuando el lagarto de la púrpura
está mirándome a los ojos
diciéndome ya sabes qué.
No iré contigo hoy,
reptil del mundo,
me quedo aquí,
en este hoyo de meteorito.
No soy cobarde.
Soy un trozo de piedra que erosiona.

 Después de la apnea (Ediciones del 4 de Agosto, 2013).



TESMPESTAD EN VÍSPERA DE VIERNES MIENTRAS LLEGA EL AMANTE

Como una ruina levantándose, ahogado el silbido del espacio, la aleta de un escualo o un colmillo, así barrunta el huracán tras esta puerta.

No hay resquicio por el que no grite el aire ni madrugada inocente o inofensiva.

Y ni siquiera el humo de la luz que se consume, la espalda quieta en este muro contra nada.

Ya no hay chicharras, ni pasos cuando la feria, y mañana el frío hará escarcha en los cristales, y yo haré balanza: como el recuerdo fresco de la sangre en el plato tras la carne, la ciudad se me parece entre los sueños con los pasos quemados de los amigos, y a pesar de eso, hoy, la soledad hinchada, la noche larga, el teléfono, el vicio, y tecla a tecla: el desafío.

Cuando detrás de las horas vengan tus huesos a juntarse otra vez con todos los míos, y llueva sobre mojado en esta cama, y caiga la gota gorda, piel aunque piel, poro propósito, tarde y marisco, yo haré balanza: el viernes, día de la luna, diente y ombligo, que ningún viento arranque de cuajo esta ballena donde he vivido.

 Después de la apnea (Ediciones del 4 de Agosto, 2013).




RECUERDO DE UN JILGUERO

Mi hija tiene una herida imaginaria.
Es la herida de una aguja en el brazo izquierdo
o más bien el recuerdo de esa aguja.
Herida arañazo de jilguero herida pico clavado en carne blanca.
Ya curó el agujero pero ella no quiere que nadie
toque ahí,
no quiere quitarse la ropa y ni siquiera subirse la manga del pijama.
para lavarse las manos.
Intentamos convencerla de que su herida no existe
pero ella frunce el ceño, pone voz en falsete
y escenifica el momento en que la herida fue causada.
Puedo perfectamente ver la cara de la enfermera entrando,
en las manos asidos los utensilios de abrir vías.
Si insistimos, se enfada.
No, no, no, dice.
Debemos respetarla.
Ella tiene una herida imaginaria
tan fresca que no llega a cicatriz.
Yo sin embargo tengo solo memorias.
Nostalgias de dolores ya cerrados.
Eso es más gratuito que la herida de un pájaro.
Mucho más fantasioso, más pueril.
Pero tengo también algo más peligroso y contundente:
el miedo admonitorio de dolores futuros
heridas vanguardistas
heridas horizonte
un abismal terror a la herida del mañana
la blanda superstición de lo premonitorio.
Yo también necesito que alguien venga a decirme
que la piel de mi brazo está curada
que ya no hay cicatriz ni siquiera un rasguño
leve temblor del daño
que no hay nada
que ha pasado el peligro
por ahora.

Revista Literaria La RaRa, número 4, año 2015 (ediciones RaRo, Jaén, 2015).








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