Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

miércoles, 21 de marzo de 2012

1125.- IVÁN ONIA VALERO



Iván Onia Valero,
- 1980, Sevilla, España

Finalista Plumier de versos V 2009
Administra el blog www.laspuntasdeltiempo.blogspot.com

Bibliografía:
Antología del Premio Plumier de versos V. Editorial Nuño 2009
Tumbada Cicatriz. Ediciones en Huida. 2011

El veneno por la literatura y, más concretamente, por la poesía y los libros se lo inoculó en el Instituto Luis Cernuda el profesor D. Tomás del Campo Abón allá por año 1997. Ya por entonces tuvo un par de contactos con la publicación de poesía gracias a un segundo premio en el certamen anual del instituto y su posterior publicación en la revista Perfil del aire, que organizaba el departamento de Lengua y Literatura. Algún año más tarde quiso cursar Filología Hispánica, pero finalmente estudió y se licenció en Pedagogía en el año 2006 por la Universidad de Sevilla.
Hasta la Feria del libro de Sevilla del año 2009, sus contactos con los movimientos de la poesía que se hacía y publicaba en su ciudad eran nulos, se dedicaba a escribir de espaldas al mundo y a recoger algunos poemas en publicaciones propias para hacer llegar su verso a los amigos y familiares que tenían a bien leerle.
En el año 2009 fue finalista del Plumier de Versos V, certamen organizado por la editorial Nuño y su palabra fue recogida a modo de antología en el libro homónimo que editó Nuño Editorial, llevando de esta forma su voz a diferentes espacios de la ciudad y poniendo en contacto su labor con la de otros poetas.


Ha publicado: “GALERÍA DE MUNDO Y OLVIDO”
(Ediciones En Huida, Sevilla, 2013)

Por otra parte administra desde hace más de un año el blog personal laspuntasdeltiempo.blogspot.com dedicado en su mayoría a recoger poemas propios y ajenos sin una pretensión que vaya más allá de la palabra y la estética.
Cree que en el respeto por la Palabra y en el trabajo nudo a nudo, igual que el cestero construye sus cestas, se asienta uno de los pilares de su labor poética. Si bien se trata de un respeto mutuo al que ha logrado llegar después de infinidad de desesperaciones y papeles arrugados, la palabra y él. El otro pilar básico de esta ingeniería de cicatrices es el Tiempo y todo lo que conlleva su vorágine, el porvenir (“te llaman porvenir porque no vienes nunca” Ángel González), el presente inaprensible y sobre todo el pasado y el tizne amarillo que deja en los dedos.
“Como todos los jóvenes yo también vine a llevarme la vida por delante, pero a diferencia del genial Gil de Biedma, siempre he sido consciente de que el tiempo deja esqueletos en la cama y hay que sacudir las sábanas a diario. La obsesión, acrecentada con mis lecturas de poetas que, como yo, veían en el paso del almanaque una amenaza inexorable, me llevaron a levantar un museo con aquellas cosas que se pierden en el camino para no volver. Hay aristas de acero en esos pasajes de la vida que se fueron y, al querer asirlos, resbalan cortándonos las manos, de modo que sólo hallé en el verso la máquina capaz de recolectar todo aquello, si bien no para que hiciera menos daño, sí para hacerlo más bello y susceptible de ser colocado en estanterías. De modo que poco a poco fui rellenando los anaqueles con la arcilla de la memoria, leí a poetas que me enseñaron sus pequeños museos y me mostraron las endecasílabas jaulas donde metían, para más seguridad, su voz y su palabra, me abandoné a la desnudez de la idea y al brillo de la metáfora y quise dejar
constancia de mi virtud en cada poema que llegaba al final con la sentencia firme del que pareciera, de nuevo, mi poema definitivo”.




MI PLUMA


Mi pluma tiene la virtud innata
desde que la adquirí de haber sabido
guardar silencios; largos de cajón
y meses o sencillos, descapuchada
en una desnudez fiel y sin prisas,
aguardando de mis dedos una orden
que trajera a la luz lo que leéis.


Paciente ha soportado con valor
mis infidelidades de putero
sin tapujos
y el alma pendenciera de mis manos,
se ha tragado conmigo y como nadie
la saliva de barro del insomnio
con los ojos abiertos a la nada,
el peso de mis búsquedas nocturnas,
el humo de los flexos, los papeles
en blanco y mi tristeza peregrina.


Hay veces en que sólo nos miramos
sin nada que decirnos, quizás por
cansancio o porque ya esté todo escrito
y encierra en su columna una recámara
de venenos impresos y el sabor
a sílaba que guardan las ternuras.


Mi pluma esconde en su glóbulo negro
la clavícula blanca de un secreto
y el mar de abril con mi última ceniza.










Sacar punta a un lápiz


Sacar punta a un lápiz, aspirar
la ceniza del beso que contuvo
unidos la madera y el grafito
y son ahora sólo hojas que caen
con cada nueva vuelta en la cuchilla,
pálidos abanicos, minifaldas
amarillas y negras de STAEDTLER
que descubren la punta tenaz, mate,
alerta para los blancos senderos
de la página, como un soldadito,
igual que alguien dispuesto a demolerse,
a desgastarse para ser un verso
y asume el riesgo de quedar borrado


Sacar punta a un lápiz es volver
y en cada media vuelta descendemos
caminos sin saber bien los lugares
a los que se regresa, puede que sea
a aquella infancia en la que fuimos cómplices
-goma en ristre- de la equivocación,
para desde allí unir aquel tiempo a este:
promisorio presente de la duda.










LA LIBERTAD


Ver mi barba creciendo hacia el espejo del mar
con la vela extendida en la pupila del tiempo.


Aquí, por la avenida de las tibias farolas
aparecen relámpagos de algunos veranos,
cuando veía a los muchachos saltar al mar
subidos en barandas de piedra, con la piel
de serpiente que deja el agua en la adolescencia.


Eso era la libertad.


Aquel brote de cuerpos, aquellos inmortales
que logré detener en pleno instante hacia el futuro,
aún hoy no han tocado el agua, están volando
encima de un relámpago que no se acaba.


Eran otros veranos y eran otras ciudades,
pero la libertad existía en los gestos
equilibrados sobre la tarde de agosto
inflamándose encima de lo que perecía,
milagro de vencer el transcurrir de lo vivo.


Pero qué inútil ha sido todo en realidad.


Ya me llaman del hombro para viajar, partir
el recuerdo. Me dicen ponlaradio o quéfrío
y todo ha sido tan inútil desde entonces,
desde que olvidé a los muchachos de aquel verano
en la sombra de objetos que creí prescindibles,
hasta que han vuelto eternos, fuertes igual que potros
con esa libertad en los rostros y en los dientes
de aquellos navegantes que regresan intactos.








Presentes


La naranja recién caída que
rueda por el parabrisas del taxi,
una torsión de cuello adolescente,
el músculo o la yugular que brotan
sin aviso ni alarmas,
el agua que tiembla antes de ser rota
por el cuerpo variante o la roca.
Incluso esta rasgadura metálica,
este solo de plumín para tinta
y papel que dura lo que un trazo;
un rabo de a, una curva de eme,
un zigzag, un pensamiento suspensivo,
un punto y final.










Los flacos símbolos


Es esta pobre sangre la que te hará
menos sola mañana si anochece y no estamos.


Pareceré borroso, pero nunca temas porque
vendré a la noche en punto para apartarte el pelo
de la frente y leer lentamente todo aquello
que, sobre la delgada línea del presente,
estoy intentando –triste y lúcido- contarte.


Volveremos a ser nítidos, igual que ahora,
-animales sin tiempo-,
y nunca olvidarás que alguna vez fui un muchacho
y mi amor caminaba sobre los flacos símbolos
con una sencillez que nunca más conocimos.
Que fui un muchacho y te quise
sobre cada palabra que, ahora que no estamos,
tú rescatas igual que a un libro de las llamas.





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