Miriam Jurado Roales (Sevilla, 1977) licenciada en Ciencias de la Información, es una apasionada de la cultura árabe y oriental.
Aunque ha publicado diversos poemas en revistas literarias, su primer libro de poesía. “La muchacha del Mar Rojo” es una inmersión en un mundo distinto y lejano, pero a la vez cercano a la autora que recrea sus viajes por el Cuerno de África y el Océano Índico. Los poemas poseen la magia de lo exótico con sutiles rasgos de ternura y sensualidad, y ofrecen una interrelación marcada entre la poesía arábigoandaluza, la religiosidad coránica, el pensamiento sufí y la literatura árabe tanto clásica como contemporánea. Lo que le da al libro un carácter muy personal. Su lenguaje es brillante al mismo tiempo que cotidiano.
Pisada de los sables, de Miriam Jurado
Premio de poesía Versos del Sur 2011
PISADA DE LOS SABLES
El Ruh de la memoria
El sendero más corto hacia Allah,
es la multiplicación de tu Recuerdo
del nombre de Allah
(El Diwan de los Amantes de Ibn al-Habib)
Los recuerdos
Rozan tus ojos de cal oscura
Y ahogan besos
De boca ya gastada.
Palpo la piel
De grietas y humedades
Como cuentas de un tasbih
De palabras hermosas.
Todo cura
el tiempo fugitivo.
Florece, madura y muere.
Impasible
como un alfanje
sediento de cólera,
helado
por las raíces
de la soledad de los versos invisibles.
Retornos inesperados
La sal de tus lágrimas
Saborea el cuenco desnudo
de tu celda.
Ternura del último minuto.
Besos que no son para nosotros.
En el exilio,
los barcos no atracan
en bellos puertos,
ni fondean como ladrones
a la luz de antiguas murallas.
Son humos
de foto de familia
que guardo en espacios
deshabitados en el tiempo.
No hay regreso
para el soldado malherido.
No hay ventanas
que devuelvan nuestro eco.
Plegarias de fayr
Soy la ola caída en sueños
El faro
El relámpago
Y el grito de una garza
Soy la fatiha
que abre tu guarida
la lluvia
Eterna
Que quema las ramas
Perfume de un hadiz
Porque no hay miradas
que coleccionen caracolas
más allá
de los confines de una lágrima.
Ni Legión Extranjera
que incendie el mundo
entre danzas de fuego
y encantadores de serpientes.
Si fui un tesoro
que quise ser encontrado,
no evoco niños con nombres de estrellas
ni susurro palabras confusas
mientras palpo tu cuerpo
en el secreto perfume del mihrab.
El califa y la niebla. Kun
Y saliste del océano desnudo de las almas
De lo hondo de las estrellas de los nombres
De lo profundo de un géiser enmudecido
Para nacer califa de las costas invernales
con el bostezo de la lluvia como almohada.
Fuiste dique
roto por el salitre de tu cuerpo desatado,
aún lejano,
del eco inventado de tu nombre.
Afuera es invierno, Omar
Te envuelven los brazos
helados de la ría
como alfombras de letras inventadas
como susurros que brotan en plegarias.
Nana para Sebreniça
A mi madre, a todas las madres
Porque el Paraíso está a los pies de las madres,
El cielo
desgarra los velos
y hace brotar la lluvia
cargada de vida y arena.
Las letanías de algodón dulce
palpitan en el viento
como la alabanza de un derviche
que gira
sin perder el eje de su mirada.
Porque el Paraíso está a los pies de las madres
La Rahma
descendió a tu cuerpo
de lunar incandescente
y formó los surcos
que marcan la tierra.
Uniendo para siempre
el aroma de rosas secas
más allá de la tierra
estéril de la muerte.
Porque el Paraíso está a los pies de las madres
He orado
en mezquitas de penumbras
y rezos falsos,
sin conjugar el verbo
que calma la ternura
y alimenta de sal
los besos de los amantes.
Eterno cambio de extraña belleza.
Sus miembros
Sus órganos
Sus sentidos
Su piel y su carne
desbordan Amor
que arropa y calienta
como ardor del desierto
que envuelve
entre llantos de dolor
la tristeza serena de las perlas.
Souvenir para el olvido
(a Ricardo Piñeiro)
Océanos eternos y té de las Maldivas
Resplandor de vidrio empañado.
Cubierto de sal.
Arenas de mezquitas
que encierras en el frasco del Djinn
para traerlo a tu patria
de árboles sin rostros.
Vino de palma y de miel
Que derramas en tus ojos de tormenta y de arena
Como una fotografía amarga
en los límites de la pleamar.
¿Quién puede olvidar un viaje?
¿Cómo borrar el oleaje de las dunas
que escriben nuestros pasos atrevidos en el silencio?
Tus labios besan mi frente
Como a un viejo cementerio de barcos
Abandonado
Como a una brújula
Sin rumbo
En el rumor de la espuma
En el susurro de las ostras
Nana de la oración del alba en las tierras del Zenj
Una ola...........................Zasssssssss
Y el cristal se quiebra
en la frente dormida del mumin.
(Silencio)
Mil heridas
subhanallah
Subhanallah
Subhanallah
Y cicatrizan,
en los brazos agradecido de un banano
que ofrece sus frutos a la tierra
perfumada
de frangapini y buganvilla seca.
Hijo del océano y de los vientos,
con leche derramada en los labios,
Cierra tus ojos
dormido
y sin techo.
En la fitra de Allah,
subhanallah
en las olas
y en la mar.
La basmala enterrada
Un extranjero en los confines de levante da gracias a la brisa
(Ibn Zaydun)
Por los poemas nunca escritos de mi padre
he arrojado mi astrolabio
al fondo,
de un mar perdido y ausente.
Y he aprendido
a recitar la azora
de la vida oculta de las esporas.
Por los poemas nunca escritos de mi padre
asomo cada día mi rostro
al olor del chocolate negro en su boca.
Y tiemblo
ante las hojas de piel de sapo,
que pierden la inocencia
en los latidos
de un ciprés
cubierto de escamas.
El llanto de Nusrat en la takkiya
Entre cristales de inviernos vaporosos
Y lunas de pechos turquesas
Los fieles lamen en la penumbra
el ocaso malva embriagado.
Las huríes cubren su sari
con dulce de loto fresco
y derraman sobre su vientre
la leche de búfala amarga
Recita una lágrima.
Recita
Recita con sitares envueltos en cardamomo:
Allah, Mohammed, Char, Yar
Sueños del mediodía en la medina
Encontré tus ojos de cúpula dorada
Erosionados
Por los murmullos
de un árbol viejo.
El sol quema las sombras
de los azulejos enlazados como alas.
Dos alacranes rezan
a los pies de la tumba de un sheij santo.
Súbitos adhanes
Truenan:
Hayya al salat
Hayya al falaj
Por la megafonía de cuerpo de serpiente.
Y vi el rumor de un torso sediento.
Y vi la sed un reflejo apagado.
Y vi una boca abierta como la bahía.
Vestidos de invierno
Soñabas cubrir tu desnudez
con recortes de mares imposibles.
Recuerdos de un cielo plomizo
eclipsado,
por el latido enfermo
de la lluvia.
Después del amor,
los deseos duermen
en la piel de un dátil maduro.
Naufragio de aritmética persa
Vuela sobre tu cuerpo desnudo
Noventa y nueve pájaros de noventa y nueve mares.
Vuela.
Vuela más allá del rosal que crece en la ladera.
Noventa y nueve alas en una sola.
Noventa y nueve
Vuela
Vuela sobre tus patas manchadas de sangre
que huelen a té verde y pistachos frescos.
Noventa y nueve libros con noventa y nueve signos.
Noventa y nueve
Vuela
¿Quién eres
ojos vendados de fuego?
Noventa y nueve cuencas de noventa de nueve abismos
¿De dónde vienes
cáscara de nuez moteada?
De noventa y nueve almas sin noventa y nueve nombres
Noventa y nueve.
Noventa y nueve vuelos en noventa y nueve pájaros.
UNO
Y vuela
Vuela
Vuela
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