Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

martes, 18 de febrero de 2014

1879.- FERNANDO GÁMEZ VERA


Fernando Gámez Vera

Natural de Cabra (Córdoba), donde ejerció su profesión de maestro de instrucción primaria mucho tiempo, a fines del siglo XIX y principios del XX, era muy aficionado a estudios prehistóricos y asiduo investigador geológico y de datos antropológicos. De sus descubrimientos llegó a deducir que en las inmediaciones al sitio donde hoy está situada la villa de Cabra hubo otra población desde los más remotos tiempos, creyendo él haber encontrado restos de dos panteones de bastante antigüedad a poca distancia del pueblo actual.

Por legado de un pariente suyo, D. Francisco Herrera, y por sus investigaciones, llegó a reunir un considerable número de objetos interesantes para los estudios prehistóricos, que, coleccionados, vendió al Estado, y se conservan en el museo de Ciencias Naturales.



Fernando Gámez Vera, primer cronista de Cabra del Santo Cristo


Ya hemos adelantado algunos datos acerca de este personaje con el que los cabrileños estamos en deuda, no en vano se puede decir que se trata del primer cronista de la localidad.
También, y a tenor de las palabras de D. Juan Cristóbal Fernández Pérez -el Alcalde de Cabra cuando tuvo lugar el acto de reparto de premios-, D. Fernando debió ser un maestro ejemplar. Aparte de la afición a la historia y a la antropología, Fernando Gámez fue un apasionado de la música y estuvo muy relacionado con la banda local, llegando a dirigirla en algún momento, no en vano tocaba cuatro instrumentos: el violín, la flauta, el piano y el clarinete. Sabemos que murió en abril de 1917, cuando contaba con 73 años. Estuvo casado con Dª María de los Ángeles Navarro Morales, natural de Santo Tomé, con quien tuvo cinco hijos; Francisco, que fue primer flauta en la orquesta nacional; Manuel, quien creemos que se dedicó al teatro; Antonio, quien siguió los pasos de su padre y se hizo maestro; Rosario y Ángeles.
A comienzos de 1908 D. Fernando fue nombrado vocal de la Junta Local de Protección a la Infancia10. Las juntas de Protección de la Infancia fueron creadas en 1904 por real orden de 12 de agosto, si bien su reglamento no fue publicado hasta enero de 1908, año en el que se constituyó la Junta de Cabra del Santo Cristo. Debido a la falta de ingresos, en los primeros años el papel de estas instituciones se limitó a labores de vigilancia y tutela moral. Con fecha 17 de marzo de 1908 se constituye la primera junta en Cabra y D. Fernando Gámez Vera formaba parte de esta en calidad de maestro. La presidía el entonces Alcalde, D. José Olmedo y se elije como secretario al médico D. Joaquín Jiménez. También formaban parte de esta junta el párroco, D. Rosendo García, el juez de paz, D. Antonio Pugnaire; la profesora, Dª Concepción Benítez; los padres de familia, D. Francisco Fuentes y Dª María Teresa Caro Rodríguez11; y el obrero, D. Cristóbal Fernández. Esta junta velaría por diversos aspectos de tipo sanitario, pero también referidos a la educación, luego no resulta muy descabellado si consideramos que ese pudiera ser el germen de ese acto multitudinario realizado en la plaza del pueblo. Acto organizado apenas cuatro meses después de que se constituyera y para cuando ya había cambiado esa junta, pues el Alcalde ya no era José Olmedo, sino Juan
Cristóbal Fernández como podemos leer en el artículo de “El Liberal”.


2. Los hallazgos arqueológicos de Fernando Gámez Vera

Ramón López Rodríguez

Cuando encontré el nombre de Fernando Gámez en aquel artículo recordé que hacía poco había leído un artículo de la revista Sumuntán en el que se exponían estos y otros hallazgos que se calificaban como “escasamente documentados y, en ocasiones, de dudosa fiabilidad”. Fue entonces cuando me propuse localizar esos objetos, utilizando como primera fuente internet, donde encontré dos referencias, la primera la que citan los autores del artículo mencionado y la segunda, la de todo un personaje del mundo de la arqueología, Juan Cabré. Se trataba de una cita que hacía referencia al hallazgo de Fernando Gámez Vera en una cueva situada en la sierra de Cabra, concretamente la situada en el barranco de la fuente de las Víboras. Escribí al museo de antropología solicitando información sobre la colección de don Fernando y pronto obtuve la respuesta de su Directora, Dª Pilar Romero de Tejada:

“Muy Sr. mío: Contesto a su correo en el que solicita información sobre unos objetos prehistóricos. Le comunico que en el actual Museo no se encuentran dichos objetos, pues no hay objetos prehistóricos. Cuando en los años 40 del siglo pasado se hace una pasaron al Museo Arqueológico, y los restos líticos que había actualmente en el Museo se han depositado en el Museo de Altamira. Pues este Museo desde dichos años 40 se dedica a la antropología socio-cultural. Atentamente”.

Ante ello volví a escribir solicitando copia de las mencionadas actas de 1924, concretamente de la página 100 donde Juan Cabré citaba al ídolo de alabastro encontrado en la cueva mencionada. Pronto me llegó lo que esperaba:

“Don Ramón López, la dirección de nuestro Museo nos ha remitido su E-mail en el que nos solicita copia de las pg. 100 y 180 de las Actas y Memorias de la Sociedad Españl. de Antropología ..... Le adjuntamos copia de todo el artículo de CABRE AGUILO D.J..Nos hemos puesto en contacto con personal que ha estudiado el tema y nos da la siguiente referencia: Actas y Memorias de la Sociedad Españl. de Antropología ...1924 vol. 3 Sesión XXIV CABRE AGUILO D.J. comunicación 35. En el apartado 5º habla del Ídolo de alabastro incompleto hallado en la Fuente de las Víboras, y de otros objetos hallados. pg. 99, 100, 101,”
Don Fernando, según su manuscrito, había vendido aquellas colecciones al museo de Ciencias Naturales, entonces, ¿por qué en 1924, año en el que Juan Cabré escribe ese artículo, al menos estos objetos encontrados en la cueva de la Fuente de las Víboras ya estaban en el museo de Antropología? La respuesta la da el propio Cabré en el comienzo de su artículo:
Los objetos que vamos a describir constituyen parte de los antiguos fondos de las colecciones del Dr. Velasco y del Museo de Historia Natural, que sirvieron de base para la formación de la sección de Prehistoria del Museo de Antropología.
Me queda la duda si pasaron a este museo, todos, o sólo una parte de los objetos que Fernando Gámez vendió al museo de Ciencias Naturales, pues pese a ponerme en contacto con personal de este museo, hasta la fecha no me han podido aclarar esa duda.
Luego envié otro correo electrónico al museo Arqueológico Nacional en el que
preguntaba acerca de esa colección, obteniendo la siguiente respuesta por parte de Dª Carmen Cacho Quesada, del Departamento de Prehistoria de dicho museo:
Estimado Sr. López Rodríguez: Efectivamente el Museo Arqueológico Nacional cuenta entre sus fondos con la colección de Gámez Vera y los materiales de Cabra del Santo Cristo. Nuestro museo está ahora inmerso en obras de reforma y todas las colecciones están embaladas, así que desgraciadamente no es posible acceder a estos materiales ni a sus fotos, ya que el Servicio de Fotografía está suspendido. Atentamente le saluda.
Queda pendiente por tanto una visita a ese museo, una vez finalicen las obras en 2011 ó 2012, para conocer de primera mano cuáles son exactamente y fotografiar todos esos objetos.


3. La revista cómica de Fernando Gámez Vera


Manuel Urbano Pérez Ortega

Cuenta Fernando Gámez con sesenta y dos años de edad cuando redacta y envía a su hijo Manuel la carta y el extenso poema jocoso que sigue a estas líneas21, y del que tan satisfecho y divertido se sintiera, pues está fechado el día cuatro de octubre de 1906, justo después de que concluyesen las fiestas de Cabra en honor del Santo Cristo de Burgos, las que tuvieran lugar, como era la tradición, por San Miguel, durante los últimos días del mes de septiembre y los primeros de octubre, concretamente, durante los días veintiocho de septiembre al cuatro de octubre.
El texto poético, sin duda excesivo, contiene la friolera de quinientos cuarenta y un versos, albergados en setenta y tres seguidillas dobles, amén de tres grupos de diez en otras tantas letrillas. Desde su título queda claro que la intención última del maestro es la de provocar la risa cómplice del lector y carece de mayor ambición literaria; no obstante ello, a nuestro ver, es evidente una nada desdeñable formación del autor quien, amén abordar formas de estructura clásica, se entretiene en otras, caso de las seguidillas, de amplia aceptación en el modernismo, que tan dilatada aceptación obtuvo en nuestro ámbito provincial en ese tiempo. Pero hay más, Gámez Vera no busca otra difusión que la local, de aquí la entrada en su crónica de personajes conocidos del pueblo y a los que cita por sus nombres y apellidos o apodos –Pateta, Borrego, Camorra, Cabrero, Diego Maza, etc., los que ahora nada dicen, entre los que destaca un individuo no bienquisto por él, Maroto, el fiscal22 y, según lo dibuja, personaje engolado y petulante que hace continua ostentación de su bastón de mando con sus borlas -bellotas, en expresión popular que toma Gámez- de pasamanería; de aquí que al final del poema lo pregone con unos tonos y en diálogo que bien recuerda el característico de las ya casi olvidadas “cencerrás”:



Se da de censura un voto
a Maroto:

¿Qué es en la localidad?
El fiscal.

¿Dónde pretende lucir?
Aquí

Pues es preciso pedir
que le quiten el bastón
porque causa indignación
Maroto, el fiscal de aquí.



El treinta y uno y el día que le sigue, nuevos días de toros, con la novedad de que se suelta un becerro de muerte, que es banderilleado y muerto a estoque por algún maletilla que comienza su carrera.
De todos estos acontecimientos irá dando cuenta nuestro poeta-cronista, incrustando su reportaje numerosos lances y sucedidos chuscos y divertidos. Una fiesta que Gámez Vera resume en esencia con los diez versos de esta estrofa de resonancias clásicas, a mi juicio, lo más granado de toda la entrega:



Con fervor al Cristo aclaman
en Cabra.
Es el primero en venir
Guadix;
trae bandera grande y buena
Jimena,
Pues si el redoblante suena
y en sus redobles aprieta,
es que van a hacer la fiesta
Cabra, Guadix y Jimena.





Revista Cómica

Voy a hacer la revista
de lo que he visto,
en las fiestas de Cabra
del Santo Cristo.

Musas venid,
y llevarme al Parnaso
que escriba allí
El día veintiocho
las cofradías
trajeron a este pueblo
mucha alegría,
que las campanas,
con sus sonidos claros
nos anunciaban.

Los de Guadix nos dicen
con sus cohetes
que ya tienen armados
sus gallardetes;
y en las afueras
vemos a Pinchauvas
con la bandera.

Salen las comisiones
de Ayuntamiento,
del Clero y de Cofrades
con gran contento,
y es de admirar
ver delante a Maroto
como fiscal.

Sin duda este sujeto
se pensaría
que iba a encausar a toda
la cofradía,
y era ocasión
de lucir las bellotas
de su bastón.

Al llegar el cortejo
al Nacimiento
mediaron los saludos
de reglamento.

Nuestro fiscal
dicen que estuvo fino
al saludar
Al pueblo se encaminan
desde muy lejos
con la música dulce
de dos pellejos,
yendo delante
el simpar Pinchauvas
y el redoblante.

Las mujeres se asoman
a las ventanas,
bellas como el lucero
de la mañana,
con la alegría,
que hay siempre a la entrada
de cofradías.

Con entusiasmo ardiente
cual no se ha visto
resuenan vivas y vivas
al Santo Cristo.

La procesión
llega por fin al templo
con devoción.

La parroquia recibe
con cruz alzada
a todos los devotos
que hacen la entrada,
y ya en la iglesia
al Santo Cristo adoran
con reverencia
Se juegan las banderas
hasta enrollaras,
en el asta que sirve
para ostentarlas
y al concluir
¡Viva el Cristo de Burgos!
se oye decir
Así concluye el día
y por la noche
cohetes y campanas
a troche y moche;
y hasta otro día
en que hacen la fiesta
las cofradías.

Llega el día veintinueve,
¡Que animación!
y suena en mis oídos
Revolución.

¡Cuan perecieron
aquellas libertades
que se adquirieron!
Vuelvo a tomar el hilo
de mi revista
no sea que del asunto
pierda la pista.

Principiaré
por reseñar la feria
tal como es.
Por todas partes suenan
voces y voces
de mujeres chillonas
chicos y hombres.

¡A los torraos!
tiernos y calentitos
recién tostaos.

¿Quién pide otra medía
de esta avellana
que está muy tostaíca,
de esta mañana?
¡Qué tiernecitos
están estos buñuelos
tan huequecitos!
Hay tiendas de quincalla,
relojería,
muchos puestos de dulces
y platería,
ollas, pucheros,
y pandera que toca
un cedacero.

Para dar a la fiesta
bombo y grandeza,
la música que traen
es de Baeza;
que entra tocando
y delante, los chicos
vienen saltando.

Son las diez, los festejos
en este día
principian recogiendo
las cofradías,
y es de rigor
que la música vaya
a por el prior
Luego al Ayuntamiento
que convidados
tiene a los que componen
este Juzgado,
y es ocasión
de que Maroto luzca
con el bastón.

A la iglesia encaminan
todos, sus pasos
cada cual en su puesto
como hace al caso,
porque en la fiesta
no haya nunca cuestiones
por etiqueta.

Una misa solemne
con su sermón
oyen todos los fieles
con devoción,
después, refresco
se da luego en la sala
de Ayuntamiento.

Durante este refresco
con gran limpieza
la música ejecuta
bonitas piezas,
y es de admirar,
que ninguno la música
sabe apreciar.

Sale el Cristo a la tarde
en procesión
recorriendo las calles
de la estación,
que presidida
por el alcalde ha sido
toda la vida.

Ahora causa sorpresa
que en ocasiones
van cuatro concejales
y ocho bastones.

Temeridad
es el ver tanta insignia
de autoridad.

Bastón lleva el alcalde,
los dos tenientes,
y el juez municipal,
y su suplente,
los alguaciles
y Maroto que forma
con los civiles.

Mas, yo pregunto ahora:
¿qué autoridad
significa en la calle
este fiscal?
¡Cómo se nota
lo mucho que le gustan
las dos bellotas!
Si come, las bellotas
pone a su lado,
si va a orinar las lleva
al escusado;
lleva el bastón
lo mismo que Borrego
lleva el pendón.

Termina al fin y al cabo
la procesión,
y todo el mundo tiene
la precisión
de prepararse,
para ir a los fuegos
que han de quemarse.

Las nueve de la noche;
hora en que suenan
las notas de la música
dulces y amenas,
luego cohetes
que juntan en la plaza
toda la gente.

Continúan los fuegos
queman juguetes
que ya los tiene vistos
el pueblo este,
siendo seguro
que a estos tontos les cuesta
sesenta duros.

Termina el veintinueve
y llega el treinta
haciendo los Señores
la misma fiesta
que antes hicieron,
todas las cofradías
que aquí vinieron.

Por la noche Gorillo
saca el dinero
por quemar otros fuegos,
a los arrieros,
con cada trueno
que le quema las barbas
al Padre Eterno.

Hacen estos la fiesta
igual igual
que la hicieron los otros
por variar
y hubo velada
en la cual ocurrieron
cosas muy raras.

La plaza fue adornada
con farolillos
de distintos colores
todos bonitos,
que distraían
al público tan grande
que concurría.

La música tocaba
el Puñao de Rosas
cuando una voz decía
entre otras cosas:
“hemos dispuesto
tomar buenas medidas
y arreglar esto.”
“que no paseen las novias
con sus galanes”
decía el fiscal de un modo
severo y grave.

Estas y otras
disposiciones daba
con las bellotas.

Cuando tanto ordenaba
dijo un guasón:
¡Que se ha escapado un toro!
¡Qué confusión!
Una oleada
dio la gente que huía
muy asustada.

Caen unos sobre otros
en pelotón
se maltratan e hieren
sin intención.

Decir se oía
¡Que me matan!¡salvadme
Virgen María!
Cuando se convencieron
de que no había
ni toro, ni otra cosa
todos decían:
“¡Ay Santo Cristo
milagro tan patente
nunca se ha visto!”
Por todas partes suenan
los alaridos,
los sollozos, los ayes
de los heridos;
la calma asoma,
así que comprendieron
que era una broma.

Había en la plaza una
buñolería,
y al correr tanta gente
decía la tía:

¡Malditos sean
los toros y los hombres
que los desean!
Pateta que corría
rompió el hornillo
derramando el aceite;
y en el lebrillo
metió la pata,
lo rompió y tiró al suelo
toda la masa,
¡Ay qué lengua tenía
la buñolera!
en alta voz decía
porque la oyeran:
¡Que me lo han roto,
el lebrillo de masa
unos y otros!
La música tocando
hizo que luego
volvieran a la plaza
los que se fueron
y, ¡Quién pensara
que otra vez la bromita
los dispersara!
Así acabó la noche
de la velada
que se tendrá presente
hasta olvidarla.

Al día siguiente
solo pensaba en toros
toda la gente:
La música tocando
calle por calle,
anuncia que los toros
son a la tarde.

Vamos allá
que en la plaza veremos
quien va a rodar.
Ya vienen los toreros
con sus capotes
dispuestos a lucirse
con sus recortes;
se ve enjaezada
una bonita yegua
bien educada
El joven que la monta
va muy ceñido
para pedir la llave
como es debido,
que se la echan;
y enseguida a la plaza
le da dos vueltas.

Ya sale la cuadrilla
dando el paseo
y todos ellos traen
grandes deseos
de torear
para matar el hambre
que es vieja ya.

Traen un catre a la plaza
donde un maleta
fingiéndose él enfermo
en él se acuesta,
y hay otros dos
que a los lados se ponen
del que enfermó.

El reloj marca en punto
las tres y media,
cuando sale a la plaza
la vaca negra
que el catre vió,
y del primer derroche
lo destrozó.

Terminada la suerte
del catre así
la vaca se dirige
hacia el toril;
sale otra vez
y a Camorra empitona
la brava res.

Lo llevan a la casa
de Ayuntamiento
y el médico lo cura
con mucho tiento,
y ya curado,
se dice que Camorra
quedo castrado.

Al haber un herido
estuvo pronto
a pasear la vara
el tal Maroto.

Hubo chacota
y decían: Ahí va ese
con las bellotas.
Se ve tan engreído
que causa risa;
y está como el que nunca
tuvo camisa;
¡Cuando el bastón
se lo dieron por una e…
quivocación!
Encierran la morita
sale otra res
florida, corniabierta
de buenos pies;
cogió un maleta
a quien de un topetazo
le hizo dar vueltas.

Corrieron varias mas
en esta tarde
sin que ninguna de ellas
fuera cobarde
y así acabó
el primer día de toros.
¡Vaya con Dios!
Es preciso añadirle
una posdata
de una cosa importante
que se olvidaba
y es que Cabrero
a mas del empresario
se hizo torero.

Segundo día de toros;
principia ya
lo mismo que el primero
¿Que ocurrirá?
¡Si alguna res
castrará otro torero
como el de ayer!...
Ya la música llama
desde el tablado,
y han soltado un novillo
gordo y pintado;
da poco juego
por cuya circunstancia
vuelve al encierro
El público con voces
pide que corra
la vaca que ayer tarde
castró a Camorra.

Sale a la plaza
y alcanzó en la carrera
a Diego Maza.
Curaron al herido
y este se queja
de haberle entrado el cuerno
por una oreja,
porque creyó
que el cuerno había quedado
donde se hincó.

Un novillo esta tarde
han de matar
con las reglas del arte
de torear.

Sale el becerro,
que es cobarde y tan manso
como un cordero
Terminada la brega
de las capillas
sonó enseguida el toque
de banderillas,
que las pusieron
sin trabajo ninguno
como quisieron.

Se oye el segundo toque
de la corneta
y principia el trasteo
con la muleta;
era un disloque
ver lo mal que lo hacía
el del estoque.

Como tanto temía
el que mataba
Cabrero se echó al suelo
y lo insultaba;
trae la muleta,
le dijo: y se fue al toro
como una flecha.

De pronto se arrepiente
pensando así:
¡así es fácil que me mate
y el Cabrero…
se acobardó
y el público una silbá
le propinó.

Se encarga de los trastes
el torerillo
que segunda vez vuelve
hacia el novillo
que lo miró,
y el estoque de pronto
se le cayó.

Por último la espada
clava en el pecho
del torete, y se vuelve
muy satisfecho.
Así acabó
el cornúpeto bravo
que se mató.

Tercer día de toros:
música suena
y me voy a la plaza
que estará llena,
llego y me siento
y aguardo que suceda
lo que presiento.

Empieza la corrida;
ya veo rodando
a un maleta de estos
que están lidiando;
los pantalones
se los rompió la vaca
con los pitones.

Otra res, y otra y otra
todas son bravas,
que divierten y envisten
al que las llama;
sale el torete
que morirá esta tarde
con el florete.

Este vicho que corre
por todas partes
lo capean con las reglas
propias del arte.

Las banderillas,
se nota que le hacen
muchas cosquillas.

De matar suena el toque;
sale un moreno
que en todo le parece
a Cacaseno,
con la muleta
en la izquierda, y la espada
en la derecha.

Vengan y vengan pases
vengan pinchazos,
que iban derechos todos
al espinazo,
y el toro huyendo,
por bajo del tablado
se fue metiendo.

El torero lo acecha
tras de una viga
y le clava la espada
por la barriga,
y de esta suerte
a un becerro tan bravo
le dio la muerte.

Con fervor al Cristo alaban
en Cabra:
Es el primero en venir
Guadix;
Trae bandera grande y buena
Jimena;
Pues si el redoblante suena
y en sus redobles aprieta
es que van a hacer la fiesta
Cabra, Guadix y Jimena.

Se da de censura un voto
a Maroto;

¿Qué es en la localidad?
el fiscal;

¿Dónde pretende lucir?
Aquí:

Pues es preciso pedir
que le quiten el bastón
porque causa indignación
Maroto, el fiscal de aquí.

¿Qué abundó en cien ocasiones?
los bastones;
¿Hubo en la velada gusto?
y sustos;
¿Qué causó penas y lloros?
los toros;
Pues se ve que hubo de todo
y que gastos no omitieron
en las fiestas que tuvieron
bastones, sustos y toros.



Fernando Gámez Vera
Cabra del Santo Cristo, 4 de octubre de 1906.






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