Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

viernes, 7 de febrero de 2014

1864.- JUAN GONZÁLEZ OLMEDILLA


Juan González Olmedilla

Poeta, narrador, dramaturgo y periodista español, nacido en Sevilla el 6 de diciembre de 1893. Según el Diccionario de escritores, maestros y oradores naturales de Sevilla y su actual provincia (Sevilla, 1922-25), de Mario Méndez Bejarano, "nació en la calle Resolana [...], y en la parroquia de la Macarena recibió las aguas bautismales. Desde muy temprano cultiva la poesía, y en La Andalucía ofreció gallardas muestras de su ingenio. En 1912 dio a la estampa un libro de versos titulado Poemas de Andalucía, que contiene hasta 90 composiciones de variados metros y diferentes tendencias, predominando en muchas de ellas cierto altivo pesimismo, de que el autor se cree invadido".

Al parecer, el propio González Olmedilla fue uno de los fundadores de la citada revista Andalucía, circunstancia que le valió para introducirse en el panorama literario hispalense y colaborar, poco después, con otros muchos medios de comunicación, tanto sevillanos como del resto de la Península. Así, sus artículos y composiciones poéticas vieron la luz en La Tribuna, El Liberal, Por esos mundos, Los Lunes del Imparcial, La Esfera y Nuevo Mundo, y en algunos de estos medios ejerció como crítico literario habitual. También colaboró en el Cancionero del Heraldo, y -una vez instalado en Madrid- llegó a ocupar algún cargo destacado en la Junta Directiva del Ateneo.

Sin embargo, sus colaboraciones en prensa más valoradas en nuestros días son las que dejó estampadas en la revista cultural sevillana Gran Gvignol, uno de los principales cauces de difusión (junto con la revista Grecia) del pujante movimiento ultraísta que floreció en la capital andaluza alrededor de 1920. En efecto, Juan González Olmedilla fue una de las cabezas visibles del famoso grupo Ultra, a cuya consolidación contribuyó tanto con su obra poética original como con sus aportaciones teóricas. He aquí una muestra de su particular concepción de esta estética vanguardista, plasmada en una de sus composiciones líricas aparecidas en Gran Gvignol: "Mujer que vienes a perderme, / ¡huye de mí!; mi carne inerme / para las persuasiones de tu mano, / no te responde, y mi alma duerme / en su celibatismo de azul nefelibata, / soñando ante un paisaje boeckliniano: / -¡Oh, mi íntimo y divino plenilunio de plata".

En líneas generales, la creación poética de Juan González Olmedilla siguió una trayectoria que es común a muchos de sus compañeros de generación: tras un primer momento de clara influencia modernista, evoluciona hacia unos deslumbrantes postulados de vanguardia que, a la postre -y por agotamiento- dejan florecer una estética más tradicionalista y popular. Entre sus obras impresas, conviene recordar los títulos siguientes: El rey Baltasar (Madrid, 1914), La llave de oro (Madrid, 1914), El hijo pródigo (Madrid, 1914) y La ofrenda de España a Rubén Darío (Madrid, 1916).

Según los cronistas de su época, como novelista no brilló a gran altura por la fuerza y originalidad de sus creaciones, aunque mostró en todo momento un hábil dominio de las técnicas narrativas que estaban en boga en su tiempo. Tampoco destacó mucho como autor dramático, si bien dejó escritas algunas obras en las que supo combinar ciertos excesos tópicos y casticistas con una intención crítica poco frecuente en la escena española del momento. Sus dos obras teatrales más celebradas por la crítica y el público son las comedias tituladas La vida loca (1928) y El tango de moda (1929).




Pastora Imperio inspiró a un joven Juan González Olmedilla.
http://www.papelesflamencos.com/search/label/Poes%C3%ADa





























EL MONJE OBSESO

Virgen de Ghirlandaio, sensual y somnolienta, 
al verte, tiembla bajo mis hábitos talares 
la carne en rebelión... En tus propios altares 
haría con tus rosas una ofrenda sangrienta.

Bajo el canto seráfico y equívoco del coro, 
mi misa oficiaría sobre el ara desnuda; 
y tú, nueva Danae, estupefacta y muda 
de espanto, sentirías como una lluvia de oro...

Tu cáliz calmaría esta sed torturante 
que me mata. Tu voz —arroyo, seda, plata...—
diría el epinicio en un grito... (Las piedras

del templo temblarían de gozo; y deslumbrante, 
la vidriera gótica, con su luz escarlata 
tu cuerpo cubriría de fantásticas hiedras...)








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