Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

viernes, 5 de octubre de 2012

1401.- MARTA ANTONIA SAMPEDRO




Marta Antonia Sampedro nació en Jaén, Andalucía, España, en 1.959. Denominada 'Poeta Obrera' por su compromiso social con Las Letras, tiene diversas publicaciones de Relato corto y de Poesía y Premios Literarios. 'Un corazón leonado y otros relatos', 'Días en Singapur', 'Cuadernos de Penélope', entre otras, es parte de su extensa obra literaria.



Guadalén

Como fantasma vestida de limpio
acudo a este horizonte de agua,
a comprobar si contigo estuve
y un compartido sueño negar.

Las estaciones se aposentan
devorando recuerdos
y soles derretidos.

Frente a este muro
donde escribo añoranzas
chocabas contra mí
tu cuerpo desaparecido.

Las hojas con otro canto hablan,
mortecinas quedan bajo los cielos;
reconocida soy por ellas
en subterráneos y vacíos.

Confiesan que te has ido
al punto contrapuesto
de cuanto pensamos vivo.

El faro inútil por no ser astro,
ruinosos los hundidos tejados
y estos peldaños
de mis pies y tus zapatos,
donde quebrados pinares y caminos
sembraron tantos olvidos.

Las noches derribadas,
tan lejos que tu nombre encuentro
y pronunciarlo aún no puedo
(en Singapur un breve permiso
me concedieron,
para ver a un sueño enfermo).

Los cerros absorbieron los besos,
estas olivas sin fruto viejo o nuevo...

Me dicen los árboles
que he muerto.

Y ensordecida huyo de mí,
de estos cipreses
sin cementerio o cuervo
donde me alojara un día
reencarnada
en golondrina de invierno.

Por qué te has ido, amor.

Dónde enterrar este sentimiento
que devuelven tierra y piedras,
los adentros del tiempo.
Lo traen y llevan libélulas,
mariposas, palomas y jilgueros
amarrados a quietos vuelos.

La Fuente de nuestros besos
aún no tiene agua
(insuficiente fue en cariño lento
y en demasía sus palabras).

De qué tienes miedo.
Dime.
No te escondas en otro cuerpo.

Caduca el tiempo,
no es de agua su segundero,
sino de veloz y eterno fuego.

Avanzas a mi cuaderno
de poetisa de lo incierto,
y a esta cruz sin clavos
me adhiero
mendigando al cielo deseos.

En el vaivén de las ramas planeo,
las hojas me indican:
“silencio, silencio...
el llanto espanta al viento;
despreocúpate del amor,
Otoño se encargó de ello”.

En el Guadalén
no habitan ya tus besos,
ni mis ojos despiertos
te apagan los miedos.

Se convirtieron en alimento
de ahogados suicidas
en las profundidades
de los cerros.

He venido sabiéndolo.





En las horas de aburrimiento,
a mis hombres les da emoción
buscar entre las olas, botellas de mar.

Se encuentran muchas.
Tantas como voces apresadas
el vidrio pueda recoger en su vacío.

Pero hace días que no había suerte.

Uno de los mensajes, decía:
'Te amo. Vuelve.'
No nos dimos por aludidos.
Sólo el marino poeta,
que acercó a su pecho
las palabras
y echó una lágrima
por el Amor Muerto.

Otra, anunciaba:
'Tengo caracolas de oro.
Isla de Ricacholandia'.

El azar nos sonreía.
Todos corrimos a los mapas.

En ninguna parte figuraba
tal isla de la abundancia.

Broma pesada,
que a los pobres nos levanta
y a sentarnos en paz nos torna
agachando la mirada.

Rompimos el mensaje
de pura rabia.

Así, una y otra botella,
donde pena, amor,
o ambas tragedias,
alguien echara al mar
como si éste oídos tuviera
para los creyentes
[el mar sólo escucha
a quien domina su lenguaje].

Mas hubo una botella,
que nos dio felicidad nocturna
y momentánea.
Qué felicidad no lo es.

No decía nada.

Al destaparla,
olimos su líquido ámbar
y sus maduras algas.

Nos la bebimos.

Sorbos de esperanza.

La luna cuadrada estaba.

La mar, la sombra era
de nuestra casa,
más distante, aún,
que cualquier estrella
compañera.

Un huerto las aguas,
en su calma.

Las olas cobijaban
animales de carga,
añorada labranza.

Qué cantidad de palabras
guardaba.

Nadie pudo atraparlas.

Qué gran idea es
lanzar botellas al mar.

Aunque nadie te haga caso.
Aunque nadie sepa que existes,
que amas o penas
en las sedas, en las cuerdas...
Que allende el corazón
espere algo que no llega.

Qué gran idea es
lanzar botellas,
para marineros sedientos
por cambiar las horas
que se alejan.





DESMEDIDAS

La vida no es un invento
ni una manzana que golpea
una bombilla incandescente
ingeniería técnica
o genética,

la vida nos aprieta
es calzado ajustado
camisa de fuerza
corbata que ahoga
desierto sin oasis
barco sin velas
luceros que se alejan,

los días aparecen
de sorpresa en sorpresa
y sin amor somos piedra
o arena pisada
perros salvajes
o algodón renegrido
a tientas.

La vida es un recuerdo
que aún no ha nacido
ni quiere nacer
por sí mismo
y se enfrenta
con nosotros
jugando con los tiempos
nuevos o perdidos,

la vida es fuerza
molde de ilusión
persona fugaz
espacio para ella,
y a veces se desaloja
por derribo
ante la advertencia
de elegir muerto o vivo
y hacemos lo sentido.

En las hojas caídas
se aprende de la vida,
es de humanos comprobar
adónde se van
los esfuerzos de ventiscas
el curso de los ríos vacíos,
nunca se atina
o se desacierta,
la vida no tiene color
y no precisa retoques,
solamente empuje
intuida señal de veleta,
pasión o dolor que expresa
alguna ventaja puntual
que ha de tener
ser nada excepcional
y una vez se muera.

Parecerá mentira
la verdad,
ésta quimera
pero no importa,
somos co$3>$3>s sueltas,
nubes de estaciones,
guerreras intrépidas
o soldados rebeldes 
desnudas de ideas,

en sus magias desmedidas
la vida es misterio
pensamiento y acción,
opciones de ternuras
y a veces nada más
que instantes secretos
de las alas benditas,

sirva este adelanto
mientras ves
mi soliloquio de fantasmas,
que los poetas somos
rompecabezas o sombras,
alguien que perdiera la razón
la cinta métrica
y se empeñe en pesar el mar
valorar la frialdad
de los polos opuestos, 
diseñamos amores
en vez de obligarnos a ser
vuelos sedientos
sin horizontes,

y así dormimos a solas, 
cálidamente solos,
al amparo del cartón completado
a desmedidas sílabas
con puntos y final
casi siempre momentáneos. 




A NOSOTROS
NO NOS MIRA NADIE

Los dioses valen menos
que las banderas.

Yo expreso
que mienten quienes dicen ayunar,
para compensar la furia
que a los dioses provocan,
los pecados de los ateos
[qué dios adoran éstos,
sino la osadía objetiva,
subjetiva intuición,
libertad, en definitiva].

Sin dioses no hay ley,
más que la norma de ser honestos,
valientes, débiles o sinceros,
sin miedo al puñal eterno
y golpes de pecho
con transacciones de rezos.

Qué guía es para ti
encender velas a ciegas;
que a culpas tu frente rompa
un muro de piedra.
Tener alfombra o suelo,
lucir pañuelo
o cabello al viento.
Lugar de exclamaciones;
considerar impurezas
células muertas.
Pasear estatuas espantadas
de dolor y tintada sangre.
Qué giro el sol y la luna tengan.

Ese pensar que te acechan dioses
para no matar, mentir, traicionar,
robar, ir por delante del pecado,
si al hacerlo te absuelve el rezo
a una figura sin existencia,
que no puede contestar.

A nosotros no nos mira nadie.
Sólo el valor ajeno
si nuestras palabras
van por delante nuestro.
Un respeto por la vida
sin miedo al fuego o cielo.
Un acierto en la igualdad
de líneas, tierras, géneros.
Alimentos que nada digan
de tu dios,
del dios de otro
o de ninguno,
sino exterminar pobreza
usando lo que vemos,
sin más premio
que alcanzarlo.

Los dioses valen menos
que las banderas,
[éstas pierden
el miedo al gran ojo
y a los tronos en reserva,
y no entienden de rodillas
para conformarse].

Y los pasos de sus siervos,
libres del terror a su dios,
es su expresión
de si vale o no,
creerlos,
y que tomen cuerpo.






Entremedias

La muerte era
como la habitación a oscuras.

Frente a su lecho,
luz color anís aguado,
entremedias
de unas cortinas unidas
que hacían camino
de la gran penumbra negra
de la oscuridad
más rotunda.

Lloraba por ella misma,
lo sabía tan cierto,
y a falta de público de entierro
en las sombras figuras
esbeltas, gruesas,
altas y bajas acompañaban
su cadáver latiendo.

Entremedias de hojas de lecturas
que ya no comprendía
en su tiempo,
no estaba sola.

¡Oh, qué mujer llora
en su propio entierro!
Pérez Galdós en isa canaria
gimiendo.

¡No vale gemir
cuando mañana cantarás flamenco!
José Agustín Goytisolo animando
a un muerto.

¡Bendito el verso
que se robe al aire parado!
Miguel Hernández combatiendo.

Y Antonio Machado en silencio
se recuesta a su lado,
sonámbulo, que no muerto.

Ella sabe que el exilio de un poeta
es a veces la propia espera
de comprenderse a sí mismo
en las Letras.

El agua corre
tras la luz.

Murmuran los versos.

Las golondrinas
del patio del edificio
duermen.
Todo es quietud.

Mas las sílabas aletean
espantando tinieblas.

Duerme, niña poeta.
Entremedias de la muerte
está la vida.

Sueña que vuelas.

De la obra  "Arma de pluma".  




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