Rafael Calero Palma (Aguilar de la Frontera, Córdoba, 1970) es Doctor en Filología Inglesa por la Universidad de Granada. Ha publicado el ensayo Charles Bukowski, estética de un salvaje indecente (Ediciones Osuna, Armilla, Granada, 1999); y los poemarios Los poemas del frío (Ediciones Osuna, Armilla, Granada, 2000), Desorden (Ayuntamiento de Salobreña, 2002), Hablando de amor con el cobrador del frac (Editorial Alhulia, Salobreña, 2004), El amor es un helado de fresa derretido en el asfalto (Ayuntamiento de Priego de Córdoba, 2006) y La mirada del jazz (Editorial Alhulia, Salobreña, 2006) un libro en el que el artista Colin Bertholet plasma en imágenes los textos del poeta. También ha participado en la antología Versos para un fin de milenio (Ayuntamiento de Motril, 2001) y en el libro fotográfico-literario Salobreña, la bella y la bestia (Ayuntamiento de Salobreña, 2003). Sus artículos y reseñas sobre Paul Auster, John Fante, Gerald Brenan, Edgar Neville o Langston Hughes han visto la luz en revistas literarias como El Maquinista de la Generación.
http://mimargenizquierda.blogspot.com
Poética
Escribo
para ahuyentar
a los lobos.
Y casi nunca lo consigo
EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL EURIBOR
Te amo,
Un 2% más que el año pasado
Un 2% menos que el próximo año
REALISMO SUCIO
(Charles Bukowski)
Sucio.
Como las calles de una gran ciudad.
Como las ropas de un vagabundo.
Como las manos de un psychokiller.
Como el alma del Presidente de los Estados Unidos de América.
Como los deseos de un pederasta.
Como la parte de atrás del Paraíso.
Como un corazón en descomposición.
Como el cráneo de un suicida que acaba de apretar el gatillo.
Como las venas de un yonki.
Como las trece monedas de plata que cobró Judas el Iskariote.
Sucio.
Eso es.
Completamente sucio.
La princesa Letizia me ha dicho que me ama
Hoy
viendo el telediario en la televisión,
han contado que la princesa Letizia
había estado en nosequé sitio
inaugurando nosequé cosa.
Yo estaba almorzando
y cuando he levantado la vista del plato
he reparado en que la princesa Letizia
me estaba observando.
Un suspiro se le ha escapado
de repente
y mirándome fijamente
me ha dicho: te amo.
Nuestro amor es imposible, le he contestado.
Dame tres buenas razones, ha continuado.
Porque soy anarquista, he argumentado.
Eso no importa, ha sentenciado.
También Bakunin era príncipe y libertario.
Porque ya estoy casado.
Menos aún, se ha carcajeado.
El amor es un gato libre que va por los tejados.
Porque soy poeta.
Joder, eso sí que es chungo.
Poeta tenías que ser.
Nuestro amor ya se ha acabado.
Editorial: Alhulía, 2009
Autorretrato
Me llamo Rafael.
Nací en el mes de febrero.
No soy muy alto.
No soy muy bajo.
Mis ojos son grandes y miopes.
Casi nunca recuerdo mis sueños.
Me gustan las canciones tristes de Tom Waits.
Prefiero una palabra a mil imágenes.
Aún no he aprendido a volar.
HIJOS DE PUTA
El mundo está lleno de hijos de puta
Fito Páez
El mundo es un lugar lleno de hijos de puta.
Sin miedo, salen de sus madrigueras,
tomando el control, poco a poco, de todo:
supermercados, galerías de arte, pastelerías,
tiendas de pianos, empresas de pompas fúnebres.
Los puedes encontrar en cualquier sitio,
por muy extraño que parezca.
Trabajan en los bancos, en los hospitales,
en las peluquerías o en los bares de moda.
A veces llenan el depósito de tu coche
de gasolina o enseñan a leer a tu hijo pequeño;
otras veces te venden una pizza recién hecha,
una película porno o el último premio planeta.
Conducen camiones, autobuses urbanos, taxis.
Algunos son famosos: los puedes ver en televisión,
en los periódicos, en las revistas.
Los hay millonarios y están aquellos otros,
que, literalmente, no tienen donde caerse muertos.
Hombres y mujeres.
Jóvenes lozanos y ancianos decrépitos.
Pueden ser hermosos, atractivos, elegantes.
Pueden ser feos, deformes, malolientes.
Morenos y rubios.
De largas melenas o alopécicos.
Solteros, casados, divorciados.
Algunos votan en todas las consultas electorales:
elecciones municipales, autonómicas, generales,
referendos o plebiscitos sobre cualquier asunto:
otros no lo han hecho nunca (ni piensan hacerlo).
Algunos son donantes de sangre, de semen,
de riñones, de penas.
Otros, sin embargo,
no dan ni la hora a la madre que los parió.
¿Qué le vamos a hacer?
Así es el mundo, un maravilloso lugar lleno de hijos de puta.
25 de diciembre de 2007
Ayer,
veinticinco de diciembre
de dos mil siete
nació en Belén,
actual estado de Israel,
un niño palestino.
Su padre no se llama José.
Su madre no se llama María.
Él se llama Said.
Las estadísticas aseguran
que no cumplirá
los treinta y tres.
Palabras
…porque las palabras son cadáveres…
Francisco Umbral
Palabras
que nombran el mundo.
Palabras que expresan
el dolor de los que pierden,
el deseo de los que aman.
Palabras con forma de navaja,
afiladas,
frías,
metálicas,
que se clavan en el vientre insomne de la noche.
Palabras que describen
el miedo atávico de los hombres,
el azul de los delfines,
el prodigio de las utopías.
Palabras
que
narran
impúdicas
hazañas
bélicas.
Palabras como cadáveres
sobre el asfalto mojado.
Palabras que ya no respiran,
que no llenan el vacío
que van dejando
los días que pasan.
Palabras que disparan como una pistola nerviosa.
Palabras que tiritan de frío
en un banco
de un parque
de Granada.
Palabras solitarias.
Palabras oxidadas.
Palabras exiliadas.
Palabras sin alma.
Palabras que lo dicen todo.
Palabras que apenas significan nada.
ediciones Osuna, 2000
Savoir faire (a Tom Waits)
Una lágrima de regaliz
tatuada en el hombro derecho,
y en el izquierdo,
el beso que le robaste a una rubia platino.
Testarudo como una mula,
sabes que el Diablo es Dios
cuando toma unas copas.
Prefieres a las chicas
cuyos nombres empiezan por la letra M,
de misterio, de mordisco,
y hace siglos que descubriste
la imposibilidad de mezclar
cerveza caliente y mujeres frías.
Viajas con una vieja maleta llena
con la luz de una farola,
los silbidos de una locomotora,
media botella de Ballantine´s
y una buena coartada.
Distorsión
No conozco esta ciudad cuando llueve.
Todo es distinto. La lluvia penetra en cada célula
de mi cuerpo, se pasea por mis venas,
llega hasta las uñas de los dedos de mis pies.
Una paloma mensajera bebe en un charco
y deja olvidado en él una parte de su corazón.
Yo la miro a través del cristal sucio de mi dormitorio,
mientras pienso por qué Gil de Biedma no escribió
una sextina sobre las putas del Barrio Chino.
La muerte no es el principio,
no obstante, tampoco es el final.
Y el suicidio es puntos suspensivos.
Cuando era niño mi hermana solía decir
las gotas de lluvia son lágrimas de Dios.
El agua corre calle abajo. Viene un barco
de papel navegando en la misma dirección,
pero naufraga estrepitosamente
en un arco iris de sangre.
Esta ciudad es como las demás,
pero distinta a todas las otras.
Esta ciudad contiene en su interior cientos de ciudades.
Un perro con tres patas se ladra a sí mismo
con desgana. Quizás haya descubierto
el significado de la palabra espejismo.
Editorial Alhulia, 2004
Extraños en un bar
La encontré una tarde de lluvia y poesía,
solitaria, en el bullicio de un bar,
sentada, supuse, ante una taza de té.
Vestía de negro y parecía perdida
buscando el camino de vuelta
entre el humo azul de su último cigarrillo.
Pensé: me gustaría ser su ángel de la guarda.
Mañana seré humo
María atravesó el espejo
mordiéndose los labios,
en busca de un sendero
que llevara al otro lado.
Palpó a tientas en la semioscuridad
de aquel espacio geométrico
y allí, adivinó,
una estrella emergente
de color amarillo
y un beso de papel celofán,
no sabía muy bien
si naranja o rojo.
Se descalzó suavemente
sintiendo en sus pies
la calidez de un instante lejano
y garabateó sobre un muro,
Mañana seré humo,
con el dedo corazón
de su mano derecha.
Después se sentó a descansar
silbando una canción
que aprendió siendo muy niña
y ese momento
se congeló eternamente
en algún punto perdido
de su memoria.
Y súbitamente entendió
toda la magia
que se esconde
en las pequeñas cosas,
como el fuego purificador
que todo lo limpia,
como una lágrima transparente
que se escurre papel abajo,
como una uña inexperta
que se clava, ansiosa,
sobre la piel morena
que cubre el hueso,
como las olas nerviosas
que rompen en la playa.
Como cada día
Dicen que un chute de heroína es como besar a Dios
Don Winslow
Como cada día
durante los últimos diez años,
el ángel yonki se sentó
en el único sillón
que quedaba en la casa.
Así comenzaba el ritual.
Sacó
una pequeña cantidad
de heroína pura
—parecía azúcar moreno—
de una bolsita transparente.
La colocó cuidadosamente
en una cucharilla de café,
añadió unas gotitas de agua
y, después, aplicó un hilillo de calor
con la llama azulina
de un mechero barato.
Mientras la mezcla se cocía,
su olor iba expandiéndose
por toda la sala.
Era un olor difícil de describir,
pero a él siempre le hacía pensar
en pájaros volando después de la lluvia.
Luego se ató
un trozo de goma
en la parte superior del ala.
Tomó entre sus dedos
sarmentosos
una jeringuilla de plástico
—no acertaba a comprender
cómo algunos yonkis
odiaban la jeringa—,
la acercó a la cucharilla
y absorbió la mezcla.
Respiró hondo,
una, dos, tres veces
y acercó la finísima aguja a la vena,
a punto de explotar.
La clavó despacio.
Y empezó a apretar el émbolo.
El néctar —este era el nombre
que a él le gustaba usar—
se abría paso por la marea roja
con la fuerza de un huracán.
Y llegaba hasta el rincón
más alejado de su cuerpo.
Un sonido fino, brillante,
como de mercurio líquido
—ahora pensaba en Dylan—,
empezaba a llenar la habitación.
Una felicidad invisible
se iba apoderando,
milímetro a milímetro,
de todo su ser.
Y la oscuridad daba paso
a la luz más hermosa
y el dolor dejaba de ser
una sensación física
para convertirse
en un recuerdo borroso
y él volvía a creer
—aunque fuese sólo
por unos instantes—
en la bondad infinita
del universo.
Y en esos momentos
no le preocupaba,
en absoluto,
haber sido expulsado
del Paraíso
para toda la Eternidad.
(De El placer de ver morir a un ángel,
Huerga Y Ferro Editores, 2011)
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