Pablo Moreno Prieto (Sevilla, 1977). Es licenciado en Derecho por la Universidad Hispalense. Miembro del Consejo de Redacción de Númenor, ha colaborado en publicaciones literarias como "Renacimiento" y "Nadie parecía".
Calificado por alguno como "poeta de largo aliento" ha sido recogido en la Antología de Poesía Joven sevillana La búsqueda y la espera (Kronos, 2001) y en Los cuarenta principales (Renacimiento, 2002).
En el año 1999 publicó su primer Cuaderno de Poesía, De alguna manera , en Númenor, donde también publicó Clara contraseña (Accésit del Premio Luis Cernuda 2001), que puede considerarse su primer libro de poemas.
-Accésit Premio Adonais año 2007, por Discurso de la Ceniza
-Premio de Poesía Fundación Ecoem 2010, por Lauda
Nada que no temiera ningún hombre
ni la lluvia empapara en su declive.
Ningún escalofrío que otro pecho
no conociera con la luz temprana
tras una noche en vela y sudorosa.
Levántate. Tus miedos son los del mundo:
prepara el corazón para el invierno.
[Discurso de la ceniza]
UNA IGLESIA ROMÁNICA
Alguien miró estas piedras camino de la muerte,
una noche de agosto, las estrellas punzantes:
el último paisaje antes de la partida,
del trueno y la metralla.
Es extraño pensar en este raro asunto
del tiempo que nos vive.
Cómo el mudo escenario fue testigo.
Y siempre los mismos
robles, las mismas rocas, quizás el mismo cielo
exacto en sus colores
silenciando el horror -a veces la hermosura-
del hombre que pasaba.
Es extraño también pensar ahora
en otros caminantes que vendrán
por raídos senderos, desde el norte,
a contemplar las mismas piedras
que levantó el románico.
Por eso dejo en el agreste tacto
yo también mi mirada
para que forme parte del paisaje,
y se convierta en piedra y así cruce los siglos.
PREGUNTAS A UNA FOTO
Enseñadme el mercado,
un racimo violeta al terminar agosto.
Las callejas, su leve bisbiseo
de intermitentes sombras, la hora de la siesta.
Mostradme los geranios que vistieron
esta reja llovida, los helechos que hacían de la casa
frontera inexpugnable.
Habladme del regreso terminada la tarde,
del desfile solemne de las bestias, los arrieros
que traían al pueblo
un aroma de pan recién ganado.
Decidme dónde fuisteis. No os quedéis en silencio,
testigos de mi vida, de este roto careo
conmigo y la memoria.
Abuelos, enseñandme dónde nace la estirpe,
la tierra que pisasteis y que os trajo a mi cuarto
esta tarde nublada
en que miro las fotos buscando una respuesta
mejor que este silencio.
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