Antonio Almendros Aguilar
(Jódar , 1825 - Jaén, 1904) político y poeta jiennense, considerado uno de los mejores de su tiempo, muy inconstante respecto a su estilo y la temática de su obra.
Fue homenajeado con un monumento en Jaén. Dicho monumento se encuentra en la Plaza de San Juan, frente a la Iglesia homónima. La obra fue planeada en 1915 por Jacinto Higueras, pero fue Jacinto Higueras Cátedra, su hijo, quien la llevó a cabo casi cincuenta años después, en 1961.
Se matriculó en la escuela de Ingenieros de Caminos, lugar en el que conoció a Sagasta, con el cual entabló una estrecha amistad, y quién le facilitó la toma de algunos públicos en los gobiernos civiles de Ávila, Almería, Navarra, y Gerona. Fue también concejal del Ayuntamiento de Jaén en 1862, ejerciendo un gobierno liberal, por su tradición familiar. Activo y emprendedor, gestionó la llegada del ferrocarril a Jaén y los fastos con motivo de la visita de Isabel II a la ciudad. Fue socio de la Real Sociedad Económica de Amigos del País.
Perteneció a la Academia de Buenas Letras de Sevilla y es el autor de varios sonetos, entre ellos:
A la Cruz
A Mendizábal
Al asesino de Abraham Lincoln
A la libertad
Se puede encontrar en la Cruz del Castillo de Santa Catalina el "Soneto a la Cruz”, tallado por el cantero Antonio Prieto.
EL DESTERRADO
Dices que dije mal cuando te dije
que desterrado de tus ojos muero.
Yo desterrado al hombre considero
que ausente mora del amor que elige.
El sitio al que nuestra alma se dirige
patria es del hombre, amante verdadero;
todo otro espacio, el universo entero,
desierto es que el corazón aflige.
Forman la patria en los humanos seres
la esperanza, la luz y la creencia
de intenso amor y célicos placeres.
Luego en destierro estoy, pues que en ausencia
vivo lejos de ti, de ti que eres
luz, esperanza y fe de mi existencia.
La cruz
Muere Jesús del Gólgota en la cumbre,
con amor perdonando al que le hería,
siente deshecho el corazón María
del dolor en la inmensa pesadumbre.
Se aleja con pavor la muchedumbre
cumplida ya la Santa Profecía,
tiembla la tierra, el iluminar del día
cegando a tal horror, pierde su lumbre.
Se abren las tumbas, se desgarra el velo,
y a impulsos de un amor grande y fecundo
parece estar la cruz, signo de duelo,
cerrando augusta con el pie el profundo,
con la excelsa cabeza abriendo el cielo
y con los brazos abarcando el mundo.
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