Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

jueves, 21 de abril de 2011

344.- JUAN RUIZ PEÑA


Primera línea, de izquierda a derecha: Luis Jiménez Martos,
José Ledesma Criado, Ángel García López, Guillermo Díaz-Plaja,
Juan Pérez Creus; segunda línea: Carlos Murciano, Luis Rosales,
Gerardo Diego, Juan Ruiz Peña; tercera línea: Antonio Amado,
Ramón Pedrós, Jacinto López Gorgé y Francisco Salgueiro. 1975.
(Foto: Cervantes Virtual).




Juan Ruiz Peña, nacido en Jerez de la Frontera el 25 de marzo de 1915 y fallecido en Sevilla el 25 de abril de 1992, es poeta y escritor.

En Jerez de la Frontera transcurrió su infancia y adolescencia, y realizó estudios de primaria y bachillerato. En 1932 se trasladó a Sevilla para estudiar Filosofía y Letras en la Universidad, en cuyas aulas fue alumno de Jorge Guillén y comenzó su obra poética con el aliento de Juan Ramón Jiménez. En 1935 fundó con Luis F. Pérez Infante y Francisco Infantes Florido la revista Nueva Poesía, [1] de la que salieron cuatro números antes de que fuera interrumpida por la Guerra Civil. En 1940 publicó en Cádiz su primer libro poético, Canto de los dos.
Tras cortos periodos en Algeciras y Madrid en 1946 fijó su residencia en Burgos donde viviría hasta 1963 como catedrático de Instituto. En la ciudad castellana publicó Vida del poeta y La vida misma, y creó el personaje de Mambruno andariego y soñador de sus libros de prosa poética, como Historia en el Sur, Memorias de Mambruno y Papeles póstumos de Mambruno.
En agosto de 1963 se trasladó a Salamanca donde se integró en el ambiente cultural salmantino, y con el poeta José Ledesma Criado fundó la revista Álamo en 1964, de la que fue director y de la que aparecieron 58 números hasta 1976. Publicó los libros poéticos Nudo y Maduro para el sueño, así como continuó su obra en prosa desdoblándose en otro alter ego salmantino y meditativo, Verecundo Abisbal, en libros como Aforismos de Verecundo Abisbal y Nuevos aforismos de Verecundo Abisbal.
En 1974 seleccionó su obra poética con el título de Versos juntos que obtuvo el Premio Nacional de Poesía Antonio Machado en 1975. En 1983 publicó Arco Iris. En los últimos años hasta su jubilación ejerció como catedrático en la Escuela Universitaria de Estudios Empresariales de Salamanca.
Falleció en Sevilla, de vuelta de Jerez de la Frontera, donde sus paisanos le habían ofrecido un homenaje.

Verso
Canto de los dos, Cádiz, Imprenta de don Salvador Repeto, 1940.
Libro de los recuerdos, Madrid, Adonáis, 1946.
Vida del poeta, Madrid, Adonáis, 1950.
La vida misma, Madrid, Ínsula, 1956.
Andaluz solo, Madrid, Ínsula, 1962.
Nudo, Salamanca, Álamo, 1966.
Maduro para el sueño, Salamanca, Álamo, 1970;^Versos juntos, Madrid, Ínsula, 1974.
Arco iris, Madrid, Ínsula, 1983.

Prosa poética
Historia en el Sur, Madrid, Ínsula, 1954.
Memorias de Mambruno, Madrid, Ínsula, 1956.
Cuadernos de un solitario, Burgos, Diputación Provincial, 1958.
Nuevas memorias de Mambruno, Madrid, Ínsula, 1961.
Papeles póstumos de Mambruno, Burgos, Diputación Provincial, 1963.
Aforismos de Verecundo Abisbal, Málaga, Publicaciones de la Librería Anticuaria El Guadalhorce, 1971.
Nuevos aforismos de Verecundo Abisbal, Salamanca, Álamo, 1973.

Epistolario
Correspondencia con Jorge Guillén (1934-1982), edición, estudio preliminar y notas de José Antonio Sáez y Pedro M. Domene, Almería, Colección Batarro, 1995.


VIENTO DEL SUR

Blanca de cal, Molinero,
calle donde yo nací,
donde la luz se hizo sueño.

Qué lejos de ti, qué lejos.
Olor a jazmín me trae
el viento del Sur, ¡mi viento!







ACABO DE VER

Acabo de ver una estrella
sola,
en la noche clarísima, de luna,
ahondo: brillan acuosas varias estrellas más,
me parece un misterio su fulgor,
yo no sé qué pensar;
abajo, allá, se ven
ventanas encendidas de rascacielos, torres,
calles, gentes, ruidos
de motores, eléctrico
colorido de anuncios luminosos;
vuelvo a mirar la estrella
que parpadea dorada como si Tú la hicieras
brillar con un resorte,
pero yo sé que tú
estás y no estás en lo lejano, como mi alma,
porque dentro te siento
infundiéndome vida, conciencia universal,
Padre inmenso del mundo.








EL ALMA ESTÁ EN LA MATERIA

El alma está en la materia
como la sangre en las manos,
domingo, sol, la ventana,
los visillos del despacho
y la claridad de abril
poniendo un nimbo azulado
sobre las cosas, sentimos
sus almas dentro y vibramos
profundamente, el amor
descubre el latido humano
de la madera, del cuero,
del vidrio, del calendario,
o burgalés cofrecillo
en que se cifra el pasado;
nada de sueños, verdad,
el camino de los álamos
y con el norte de cara,
el viento barría el páramo
sonoro de carrascales,
y crujir de escarcha y barro
mientras rasgaba a una nube
un azor, negro relámpago;
luego sentado en las piedras
el hombre hallaba descanso
y nunca fue más feliz
que en el silencio olvidado.








INVOCACIÓN

Jarrón de lilas frágiles
que la casa perfuman,
y fulgor
morado del ocaso brillando en la penumbra.

Mi esposa es queda sombra.
Los visillos repliegan
leves manos
que en mis brazos confían a la niña despierta.

Pluma es su dulce peso;
en mi pecho reclina
la cabeza,
y en sus ojuelos negros aflora la sonrisa.

Si mirándola río,
soy dolor en el fondo;
con el alma
en lágrimas, Señor, vuestra piedad invoco:

¡Alárgame la vida!
¡Vea logrado el fruto
de mi amor!
¡Déjame que lo guarde del huracán del mundo!







CATEDRAL DE BURGOS

¿Qué ángel labró tu esbelta arquitectura,
ojiva que de nubes se recama?
¡Oh, erguida catedral, aguda llama,
por ti vibra en la piedra la hermosura!

Aguja que el ocaso transfigura,
torre en que el sol su púrpura derrama,
y el cielo arrebolado aguza y ama,
azucena de piedra hacia la Altura.

Si al abrirse tu cáliz me envolvieras,
cimbreante, columna yo sería,
o relámpago azul de tus vidrieras,

que al flotar en la atmósfera dorada
de tus bóvedas altas, cantaría
la asunción de la piedra eternizada.







MI ALMA ES UNA CERILLA

Mi alma es una cerilla,
puede avivarla el soplo del norte cuando ulula
en las viejas callejuelas en torno a la catedral,
cuando rasca con uñas
nevadas en las piedras verdinosas de siglos.
El viento enciende el alma.
Debajo de la ojiva es sombra el cuerpo,
sombra voluminosa de carnes y de penas,
que cruza, entre columnas altas, góticas
naves, al fulgurar rojizo del crepúsculo,
mirando las vidrieras translúcidas de oros.
Más alta, oh alma, más allá,
más alta, ángel que ríe y piedra de esperanza.







VERSO LARGO

Verso largo como la senda del bosque,
como el cielo infinito, armonioso
como la creación.
Cruel y terrible como un océano afilado
de tiburones,
el verso más largo que se haya escrito jamás,
y uncido como un buey a él mi corazón
desesperado,
que sabe que lo mejor sería no haber nacido.
Corazón desolado como el muro de los
fusilamientos,
corazón solitario como el barco
que se hunde en alta mar.
Porque el hombre
es menos que un fósforo, menos que un montoncillo
de cenizas, que un sueño.
Clavado aquí velo a mi propia alma
incrédula.
Me repugna soñar: transcribo lo que soy
humildemente, sin color,
sin música e incluso
con sintaxis cavada como una trinchera,
donde se guarece el que yo fui,
el vagabundo, el enamorado,
el realista que escribe esto
por afán de escribir un verso oceánico,
arco iris entre el sueño y lo real,
dardo relampagueante que llegue a ti, Señor.

Andaluz solo, 1962.









LÁMPARA DE ORO

Mi fe es una lámpara
de oro,
con cien mil soles dentro,
pero su claridad es poca
aún, y mi alma
apenas un temblor, sonido, hoja
de otoño o suspirar amarillo del bosque.
Qué importa, si te siento
en mi sangre, en hervor,
si te escucho, resuello de niño dormido,
si te respiro, iris teñido de ilusión.
Te busco con mi lámpara,
pasan los años,
y soy tiempo
desnudo, soledad, trabajo, amor,
tonel de sufrimiento.
Yo te ofrendo la vida,
dame la paz en cambio,
oh Invisible, mi lámpara no puede alumbrar más.


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