Antonio Pardal Rivas, nacido en Sevilla, el día 6 de julio de 1936, vivió su infancia y adolescencia en Écija, donde estaba destinado su padre, Antonio Pardal Ovejero, como Maestro Nacional.
Estudió la licenciatura de Derecho en la Universidad de Sevilla y ejerció como Secretario de Ayuntamiento en diversas ciudades de la geografía andaluza. Se jubiló siendo Secretario del Ayuntamiento de Torremolinos. Vive en Rincón de la Victoria, localidad costera a 5 kilómetros de Málaga
Es a partir de su jubilación cuando comienza a escribir poesía, que va publicando en una página de internet creada por él mismo, llamada FotoMúsica[1]. A través de ella ha dado a conocer su obra poética tanto en España como en Iberoamérica, encontrándose conceptuado hoy día como uno de los grandes poetas andaluces contemporáneos, que respeta la métrica y rima clásica en casi toda su obra, especialmente en más de doscientos sonetos de contenido muy lírico, melancólicos y hasta tristes, algunos de ellos.
No ha publicado ningún libro ni participado en concurso alguno, pero su obra se halla incluída en el programa Averroes de la Junta de Andalucía, en unión de seis de los más grandes poetas andaluces, todos ya fallecidos. Averroes tiene como finalidad enseñar poesía a los escolares de la Comunidad autónoma de Andalucía.
[http://enciclopedia.us.es/index.php/Antonio_Pardal]
VENDRÁS
Vendrás desde muy lejos a encontrarme,
cruzando mil regatos y cañadas,
buscando en mis veredas y vaguadas,
el sitio en el que habrás de acariciarme.
Y yo a ti me daré, sin demorarme,
seguro que hallarás en mis moradas
las tibias y escondidas pinceladas
que guardan de mi vida humilde adarme.
Llegado ineludible el suave viento,
mis pasos marcharán con sumo anhelo
al sitio donde fluye tu camino.
Y dulce marcará tu fresco aliento
el halo de mi paz y mi consuelo...
Aquel que soñó siempre mi destino...
AMOR LEJANO
Aroma de embrujo que emana una flor,
de mí tan lejana, que no llego a olerla,
pero me provoca tristeza y dolor
el no poder verla.
No puedo entender esta pena tan loca.
Si jamás he visto ese bello tesoro:
sus ojos, sus manos, su cuerpo, su boca...
¿Por qué los añoro?.
¿Que me está pasando que siento y no siento?
¿Por qué tal angustia se alberga en mi pecho?,
Si no la conozco ni aspiro su aliento.
¿Por qué estoy deshecho?.
¿Por qué me obsesiona poderla besar?,
¿Por qué yo me muero tan triste sin ella?,
¿Por qué sus mejillas quiero acariciar?,
¿Por qué sé que es bella?.
A veces pregunto turbado a mi sino,
¿Es bueno o es malo lo que está pasando?
¿Cómo es que sin ver ese cuerpo divino
lo estoy adorando?.
Misterios ocultos que en el alma humana
nacen sin sentido y nublan la razón,
y hacen que repique con son de campana
nuestro corazón...
LUZ
Cuando navego en el mar proceloso
por este mundo maltrecho y herido,
sintiendo el pecho ya casi vencido
por los embates de un tiempo azaroso.
Cuando mi alma se llena de pena
al ver a hermanos luchar contra hermanos.
Cuando de horror ya me tiemblan las manos
viendo crecer esta triste condena...
Siento en el alma una paz infinita,
al vislumbrar, allá lejos, brillando,
un gran lucero de bello trasluz.
Esa eres tú, dulce flor, exquisita,
Esa eres tú, gran mujer, alumbrando
al navegante fulgente de luz.
CAMINO DE SANTIAGO
Me gustaría verlo antes de partir.
¡Era tan grandioso en aquellos tiempos!
Una inmensa nube de miles de estrellas
que no tienen causa, ni tampoco fin.
¡Camino estrellado que Dios había puesto
como auxilio inmenso al que iba a Santiago!
Miriadas de estrellas que cual blanca nube
marcaba los pasos de unos pies cansados.
Mi padre contaba en la oscura noche,
que ella era la ruta por que se orientaban,
cruzando montañas y obstáculos mil,
todos los cristianos que hacia allá marchaban.
¡Hace tantos años que ya no lo veo!
¡Ni en noches sin luna se lo ve siquiera,
pues las luminarias que cubren el mundo
lo ocultan y esconden, cual si no existiera.
Pero allá en mi infancia yo sé que lo vi.
Era lo más grande de la creación.
Era la vía láctea, rodeando la tierra,
como colofón de la obra de Dios.
Hoy todos sabemos de agujeros negros,
y de nebulosas que no tienen fin,
pero nuestros ojos no las pueden ver
aunque se nos diga que se hallan allí.
No puedo olvidarme de la inmensidad
de nuestra galaxia, lechosa de estrellas,
y antes de morir quiero contemplar
la gran majestad de esa inmensa estela.
¿Quedará un rincón en todo el planeta,
donde la negrura persista en la noche?,
¿Donde aún los humanos mantengan lo oscuro?
Desde ese lugar se verá seguro...
¡Camino de estrellas que Dios nos legó!
¡La obra más inmensa que jamás yo ví!
¡Cruzaré montañas, barrancos y mares
por volverte a ver antes de morir...!
CANTARES I
¡Cantes de mi tierra!, ¡De la patria mía!
Cuando los escucho y siento su belleza,
se ensancha mi pecho,
cantando alegrías.
Sentimientos hondos que surgen cantando,
amores, desdenes, tristezas y llantos,
sentires profundos...
de un suave fandango...
Y cuando en el pecho la pena te ahoga
y te duele el alma de tanto sufrir...
¡Suenan soleares bañadas en llanto,
que te hacen gemir...!
Cantares que surgen por penas de amores,
recordando el tiempo en que una chiquilla
te daba sus flores...
¡Son las seguiriyas...!
¡Gente de una tierra que tiene solera!
¡Cantad mientras se oye sonar la guitarra!
¡Cantad la tristeza
de una petenera!
¡Cantes de mi gente!, ¡De la gente mía!
¡Que cuentan cantando sus penas y glorias!
¡Suspiros del alma
de mi Andalucía...!
MELODÍA
Adorable melodía,
que encontré sin yo buscarla,
en un disco de vinilo,
ya por todos olvidada.
Cuando sonaron las notas
de aquella hermosa canción
que hace mil años bailamos
besándonos, ella y yo,
sentí como un gran desgarro,
como una inmensa tristeza,
recordando el dulce tiempo
que gocé de su belleza.
¡Ay, canción que me has traído
este recuerdo fugaz
de la juventud pasada
que nunca más volverá!
¡Dulce música olvidada,
que al sonar me devolvió,
el sabor y la ternura
del amor que nos unió!
Son milagros de la mente,
que va guardando, a escondidas,
los momentos más hermosos
que gozamos en la vida.
¿Por qué sentí al escucharla
tanto dolor y alegría?
¿Por qué lloraban mis ojos,
mientras mi alma reía...?
¡Nostálgica melodía
que sin buscarla encontré,
dile, si ella te escuchase,
que aún la amo... como ayer...!
OJOS
Ojos que miran con suave dulzura
y que me hace feliz contemplarlos,
pues me transmiten tan solo al mirarlos
ese caudal que me ahoga en ternura.
Ojos que cantan la suave blancura
de un alma tierna que goza al mostrarlos,
y que me invitan tenaces a amarlos,
al enseñar de su dueña la albura.
Dicen que son el espejo del alma,
y que tras ellos se ve la fragancia
del tierno amor que su brillo resguarda.
Y así tus ojos transmiten la calma,
al hechizar con la leve prestancia
de esa bondad que en tu pecho se guarda.
SIERRA DE ARACENA
Tus verdes dehesas ancestrales
pobladas por porcinos placenteros
son hitos de mi vida tan señeros
que avivan mis tristezas y mis males.
Recuerdo mis paseos otoñales,
alegre, recorriendo los senderos,
ungido por los soles postrimeros
fulgentes en los viejos arvejales.
¿Do fueron a parar aquellos años
dichosos, en que en pos de la colmena
perdíame en tus mares de castaños?
Te añoro, mi sierra de Aracena,
con Grutas de perfiles tan extraños,
que lejos de su luz muero de pena.
PEREGRINO
Voy recorriendo, tranquilo, el camino
que me aproxima a la hermosa ribera.
Ya voy bajando la cumbre cimera
al lento paso que marca el destino.
Marcho cansado, como un peregrino
hasta la meta que dulce me espera,
donde me aguardas con luz justiciera
Tú que, de siempre, marcaste mi sino.
Hoy ya me acerco al final de la senda
que eternamente me tienes trazada,
a donde reina la paz y alegría.
Pronto podré presentarte la ofrenda
que, para darte, yo tengo guardada.
¡Juzga benigno mi vida ese día...!
pobladas por porcinos placenteros
son hitos de mi vida tan señeros
que avivan mis tristezas y mis males.
Recuerdo mis paseos otoñales,
alegre, recorriendo los senderos,
ungido por los soles postrimeros
fulgentes en los viejos arvejales.
¿Do fueron a parar aquellos años
dichosos, en que en pos de la colmena
perdíame en tus mares de castaños?
Te añoro, mi sierra de Aracena,
con Grutas de perfiles tan extraños,
que lejos de su luz muero de pena.
PEREGRINO
Voy recorriendo, tranquilo, el camino
que me aproxima a la hermosa ribera.
Ya voy bajando la cumbre cimera
al lento paso que marca el destino.
Marcho cansado, como un peregrino
hasta la meta que dulce me espera,
donde me aguardas con luz justiciera
Tú que, de siempre, marcaste mi sino.
Hoy ya me acerco al final de la senda
que eternamente me tienes trazada,
a donde reina la paz y alegría.
Pronto podré presentarte la ofrenda
que, para darte, yo tengo guardada.
¡Juzga benigno mi vida ese día...!
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