FRANCISCA SÁNCHEZ SEVILLA
Poeta de Berja (Almería).
Francisca Sánchez Sevilla, realizó estudios de Filología Hispánica en la Universidad de Almería, Máster de Alta Especialización en Lengua y Literatura en el Centro Superior de Investigaciones Científicas en Madrid. En la actualidad ejerce como Coordinadora del Área Sociolingüística, Jefa del Departamento de Lengua y Francés y profesora en el IES Villavieja de Berja, y lleva a cabo distintos trabajos de investigación sobre escritores almerienses (Carmen de Burgos, Francisco Villaespesa, Agustín Gómez Arcos, hermanos Salmerón Pellón), lo que compagina con la creación literaria, sobre todo, en el campo de la poesía.
En 2006 recibió el Premio de poesía joven (Accésit en categoría C), organizado por el IAJ; tiene publicados tres poemas en la obra miscelánea Las vírgenes no están tan locas (Editorial Publidisa, Barcelona, 2010) y colabora con sus creaciones en el blog del grupo poético “Poetas argáricos”, ha sido ponente en la ruta histórico-literaria sobre los escritores virgitanos Manuel y Miguel Salmerón Pellón, ha participado como actriz en dos cortometrajes producidos en Madrid y dirigidos por el cineasta novel mexicano Rodrigo Durana, en otro producido en Almería y dirigido por Juan Pedro López y en varias performances, junto a Francisco Escudero, del grupo ELA (Espacio Libre de Acción), y ha llevado a cabo varios recitales poéticos en distintos puntos de la provincia: Alcazaba, Tetería “Aloe” de Almería, Pub “Blacky” de Adra, “Casino” de Berja y en el centro donde trabaja. Actualmente, tiene proyectadas varias exposiciones de sus poemas junto con otros trabajos (ilustraciones, cuadros, fotografías, música,…) de distintos artistas.
Cuerpos completos...
Cuerpos completos e imbricados,
resistiendo, fallecen las embestidas.
En aquella llanura, se hizo frío el pecado
volviendo su rostro para no serlo.
Un secreto, y dos y tres…
¡qué más da el resto!
Como tus mejillas, encarnado,
para punzar el pecho ligero,
vino aquel travieso alado,
volviendo todo dulce arresto.
Reacción ante lo oculto.
Sólo el vacío turba la armonía
de su Universo.
Fundidos y apartados,
expulsados del Edén,
aguardan errando.
Hoy entendí...
Hoy entendí que un café existe
como algo más que un brebaje oscuro;
esencia es del poder milenario
que despierta el entendimiento.
Al sorbo primero, fuerte y amargo,
le siguen prestos otros más dulces.
Y, en el culmen, alcanzas el fin
(salida de un túnel o un antro)
blanco de la taza intacta e inexpresiva.
Percibes, inconsciente, los detalles implícitos
de cada una y de todas las situaciones vividas,
que, en gran parte, concebiste de la nada,
como quien mejora, con forma, flácida arcilla.
El ansia por hallarte...
El ansia por hallarte la llevó sobre tus pasos.
Ignorante, descorrió la cortina de un golpe
y, ante él y todos y él,
la verdad manifiesta la hizo única.
Abrió su mente de par en par
y vio correr instantáneas teatralizadas,
que abofetearon incesantes
tantos años iletrados.
Berreó pronto el ánimo del amante,
herido en su viril estado.
Desde lo más recóndito del absurdo,
se escuchó el estruendo del fraude.
No dejó el efecto dominó
títere con cabeza, ni pilar en pie
en aquel mundo idílico
que habían forzado ayer.
Calle abajo...
Calle abajo te encuentro.
Tú siempre, calle abajo,
con tu pañuelo al cuello
y tus insufribles antojos.
Llegas a perder el rumbo,
cortando el cordón hacia lo importante.
Con paso ligero hacia ese suicidio
inesperado, te veo acudir
como quien va a una cita.
¡Que nadie se atreva a molestarte en tu gloria!
¡Universo en pausa por mandato tuyo!
Y, ahora, de pronto
te hallas frente a frente,
(un portazo en las narices)
con la torpe espera del que espera algo
sin moverse.
Encerrada en la realidad erigida,
como quien se queda en casa,
una y mustia, allí a lo lejos,
subsistiendo en tu micromundo.
Y pintar con las manos sucias la pared...
Y pintar con las manos sucias la pared,
dibujar trazos sin sentido,
sin razón de ser
ni de existir siquiera.
Sólo en la esquizofrenia de la más loca
de entre los locos,
supe que la inteligencia de la demencia
va de la mano.
Y trazar una línea en el panel simulando
la silueta de la verdad velada,
golpear una roca hasta dar con su imagen,
captar con un tercer ojo un instante,…
Incluirse dentro del rebaño de humanos
es para muchos un logro.
Vi mirar con ojos asustados
la inocencia de mi desvarío;
la ignorancia de mi estado
me fingió más voluble.
Que mi esencia sea una y todas
desprecio.
Única, ente distintiva,
precisa en cualquier acto
y rebajada en todos.
Jugar, jugar con los colores
y mancillar con la mano el salón familiar,
impuro desde que llegué.
Sólo mío, mi botín para siempre.
Debajo de los siglos...
Debajo de los siglos que pasaron
degustamos el manjar de los pobres.
La gran orquesta tocó murmullo de agua
y canto de ave común,
mientras derrochábamos la limosna
y hacías la cata de la naranjada.
Desde el otro lado, a lo lejos,
los anteojos brillaban sin sonrisa,
pues toda ella era nuestra,
sublime y omnipresente.
Frente a las abundantes bandejas
de humeante almuerzo,
las caras descorchadas
brindaban por tener lo que tuvimos.
Allí, sin nada, poseímos todo,
hasta que el Astro Rey sufrió golpe de estado.
Lánguidos pasos...
Lánguidos pasos desde la escuela, al son aburrido de las tres en punto;
olvidados, niños olvidados.
Ningún titiritero les hizo burla.
Bufones de la comedia más trágica
que no se leen en ningún cuento.
Mientras, los más viejos escudriñan el consistorio
para hilvanar en la plaza su diaria invectiva.
“El alcalde pagó una generación por cuatro perras”.
Generación sacrificada, sombría y adormecida.
Tugurio éste donde llega nada que interesa a nadie.
Las matrículas de los coches aquí enigmas no son.
Las familias se hacen doble nudo de sangre,
reparando en la linde su disposición.
¿Buscas paz?
La paz pesa cuando está atada.
Y el recreo se hace húmedo
cuando escampa.
En ti...
En ti, nebulosa, descansa la percepción del hombre,
tu silueta impresa en el cielo, rompió el horizonte en dos.
Trazos incoloros, trazos unidos por tu esencia;
amarrados con metal ardiente, suspiran las piedras que acaricias.
Percibo, frente a frente, aquel tacto inefable,
la posición camaleónica de tus piernas,
gargantas marcando el compás del trago
y esencias de vapores primarios.
En aquel campo de esqueletos pajizos
rayé tu nombre en el crepúsculo,
para no olvidarlo en el recuerdo,
para ser, sin ser en ti, impura.
En la constelación del páramo en penumbra,
una visión anegó el espacio.
Luz insólita, luz empañada
de moléculas grises y turbios disfraces.
Luz no iluminada, insatisfecha,
escasa y emigrada.
Chispeo aquél que no anida en ti, que eres
luz única, de geografía inconstante.
INICIO
El Arte me apresa porque me quiere suya.
Celoso, quiso traducirme en sueños vagos
y espejismos el poder de pertenencia.
Rompió con todo, nuestros hilos trenzados,
como quien rompe a llorar.
Ahora sé que no fueron casualidades
los incansables presagios. Fueron.
Los malos augurios adquirieron
tez de realidad.
Él me arrancó del mundanal estado adquirido;
me deshizo, replegándome, arrebatándome
la máscara de humanidad
y dotándome de mi esencia melancólica
de soledad creativa.
Me devolvió a mí, pura, poeta.
Catarsis
I
Dejaste aquella imagen como agua fría, en película,
quieta y triste, para que no se lamentara más de esa vez.
Al levantar las piedras para ver dónde te escondías,
tambaleaste el mundo.
Abandonó todo y te echará de menos
al retomar el punto donde abandonó todo.
Cuando el camino vuelva a ser de arena y cortijos blancos,
te echará de menos en su desierto de pitas.
Otro día te arrinconará y te sorprenderá distinta,
sin la gente que cediste como un regalo.
II
La bilis negra recorre tu iris y el perro a tu lado ladra sin conocerte.
¿Estás enfermo de Arte?
Acercas la mano a la mejilla e inclinas la cabeza hacia la mesa nocturna.
Y el perro, que te mira, deja de ladrar, oliendo el cambio.
¡No me compadezcas, perro! Yo aún soy persona.
Quise poseer a una muñeca,
su piel de plástico y sus ojos de cristal temblaron aquel día.
Vestida de negro (negro cuervo, negros ojos, negra bilis que me corroe),
espera allí, infinito, junto al león de piedra.
III
El lenguaje puede revelar lo que no debiera ser.
Traición hubo la noche en la que escribir no fue el remedio.
Las palabras no atraparon a nadie y volaron los versos.
Luminosa. Helena luminosa.
¿De nuevo me esquivas?
Mi nada no tiene ni definición ni sinónimo, pero sí historia.
Mi nada está agotada, ni vacío ni hueco quedan.
Muda y sin lengua. Y yo... naufrago, desdeñado y ausente.
© Publicado en Las vírgenes no están tan locas (2010)
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