TRINI REINA. Tomares (Sevilla)
Empecé a escribir a los cuarenta y cuatro años, recién recuperada de un cáncer de mama. Creo que a raíz de esa experiencia, comencé a apreciar lo que la vida me ofrecía y que antes, imbuida en otros menesteres, había obviado. Digamos que, anteriormente a esa etapa, yo cabalgaba por la vida y que una vez superada, emprendí un sereno paseo por ella. Pienso que ahí nació mi amor por la poesía, que no por la palabra, que ya amaba desde que tuve uso de razón.
Ahora ya no entendería mi mundo sin la literatura y, cuando me preguntan qué razón me motiva a escribir, respondo, quizá pecando de un exaltado ego, que escribo para que cuando muera quede una huella tangible o leíble de mi paso por la vida. Pienso que si dejo mis sentimientos y pensamientos impresos, de alguna manera, cuando alguien me lea, seguiré presente, aunque sea en el instante en que esté leyendo aquello que un día, quién sabe cuántos años atrás; una mujer sencilla, y no por eso menos vehemente, trazó.
En ningún otro género humano se establece una relación tan estrecha con la Naturaleza como en el género femenino. La mujer, delante de situaciones adversas de toda índole, mantiene batallas internas y externas para corresponder a una constante evolución y dejar su huella perenne. Trini, desde su poemario nos acerca a ése universo femenino y vital que renace siempre tras cada tropiezo. Gracias Trini.
Entelequia XX
Surgió de lo oscuro...
Surgió de lo oscuro.
Sombra deshabitada.
En los previos de la aurora,
quietud felina la delata
y en las ramas de sus cabellos
lleva -como de agua-
el aura de una fiesta negra.
Pasa sin sonido,
espectro perturbador que avanza
por una calle sin nombre
alguna madrugada.
VOZ Y VACÍO
El frío externo penetra
las paredes de la alcoba clausurada.
Crujen bastidores y vitrinas,
de abandono y carcoma.
Un insecto zumba y se precipita
contra la lámpara
y la tulipa se estremece
cual sonaja en desdicha.
Roto el silencio de tumba,
serpentea el vacío a sus anchas
y rasguña y hurga y sisea,
tras la clepsidra aquietada
de saetas y minutos.
SOLITUD
En la llanura del seno conmovido:
Toda la sal de tu doblez
lloviendo bajo el agua de mis aires.
Toda la holgura de la distancia,
sin cartografía donde afirmarme.
Toda la marea del silencio
suspendida a la deriva de la sangre.
Toda la sinrazón de tu partida
agigantando las horas por delante.
Todo el estío voraz
que derramó en mi vientre tu desaire.
Todo el abismo anochecido,
donde el orgullo y su raíz se baten.
Todo el dolor alargando esta pavura
sin costuras que me legaste…
Toda la verdad desvestida y cayendo
sobre los huesos de mis soledades…
LA LEVEDAD DE LA VIDA
El día que me dejaste, con negra seda cubrí los espejos y a media luz dejé oscilar la llama de mis velas, en mi alma se instaló el crepúsculo, y sobre mí, como un diluvio, calló la tristeza.
Luego, pensé en la levedad de la vida, y en los duelos ineludibles que esta nos lega, y culpable me sentí, por vivir condoliéndome cual trágica plañidera, por un amor, que ya sofocado, había pasado a engrosar; el libro de las leyendas.
Así que, descorrí las cortinas de las ventanas de mi pena y el sol penetró por mi piel, hasta alcanzar con sus rayos mis frígidas venas, entibiando mi sangre hasta tornarla vivaz y ligera.
En mis labios se reanudó la sonrisa, que con tu adiós, quedó del dolor prisionera, y al mirarme a los espejos, ya sin su luto de seda, en mi mirada vislumbré la sombra; de una esperanzadora promesa.
ME LLEVA
Me lleva. Hasta ti el corazón me lleva: tañendo me empuja, jubiloso me apremia,
a seguir el rumbo que traza tu estrella.
Camino. Pisando charcos camino. Vadeando trochas, cruzando vías, abandonando andenes. Descalza a ratos, calzada con escarpines alados a veces; la vista clavada en el horizonte que tu luz promete.
El alma, vieja experta en desengaños, ahíta de soledades, al corazón grita ¡despierta! huye de este extravío, que el invierno se allega y piedad no tiene con los desatinos.
Más el corazón, no se intimida, y con valentía ahueca velas, invocando al viento que sople y lo auxilie en su carrera. Y el viento, que se apiada de los enamorados, se disfraza de Levante, y silbando, espolea al corazón hacia delante.
Te encuentra. Varado en un viejo puerto, mi corazón te encuentra, sin mi amparo perdido; sumergido en oscuras decadencias.
Me deja. En las lindes de tu alma, el corazón me deja y aquí me quedo para ser tu compañera. De glorias y sermones, triunfos y fiascos; discrepancias y avenencias. Porque aquí, donde el corazón me trajo, quiero erigir mis fronteras, para albergarte entre mis brazos y descubrirte siempre a mi vera.
Vigilia
En mi cuerpo la tristeza arde como frente enfebrecida. Avanza la noche sembrando estrellas que en mis ojos no brillan.
Llevo al invierno ceñido a la garganta y al estío clavado en las pupilas. Nunca en mi pecho ocupó tanto espacio la melancolía.
Enmudecido el aire, acompaña mis horas tristes. Antes me coronaron otros silencios, mas no tan hondos ni tan nocivos. Toda mi piel tiembla de soledades y no existe abrazo que la consuele, ni suaves palabras de dulce abrigo.
Esta noche de nuevo mostrará sus garras la vigilia, convirtiendo los minutos en eternas pesadillas. Hasta que al alba cante el gallo y huyan los fantasmas, temerosos del tributo de esperanzas que aporte el día.
¡Y qué!
¡Y qué...!, si te sientes emocionalmente estafada.
Eleva los ojos, descarados, al frente, y oculta el dolor que se ha desatado en la dulzura de tu mirada.
A nadie ha de importar la hondura de tu herida, ni el negro pozo que se formó en tu alma. Despliega al aire tu sonrisa, que ni el sol, con toda su luz, adivine que es falsa.
Camina a paso firme y con brío, que no se aperciba el duelo en tu estampa. Y pon a trabajar a la mente, dile que elabore el antídoto que devuelva la salud a la esperanza, para que torne a creer en nuevas promesas que, a buen seguro, te harán porque la vida es ancha.
Y así alivies el destrozo, que la desilusión, en el corazón que ama, causa. Y pronuncia para tus adentros una porfiada plegaria, para que éste sea el último acero que te clavan por la espalda.
Amigos y enemigos
En un sarao de mala uva y caro vino
un viejo amigo otorgó luz a tu ausencia.
Habló de prólogos y abriles,
de favores y estrategias,
de noches de hierba y vodka ,
de laureles compartidos,
y de huídas.
Habló de ases duplicados,
personajes sin estrella,
de derrotas.
Y cuando incendiabais esquinas,
años y empaques.
No pude evitar aquel círculo
de directrices trasnochadas.
Quise aquietar en mi pecho los latidos sin cordura,
detener el cataclismo que me ardía,
derramarme,
cimbrarme en el aire
y fugarme
como tenue música
hacia la aurora.
En los ojos ubiqué una indiferencia
fingida como letras en el aire,
los labios perdían carmines por segundo
y mi máscara -antes perfecta-
sin esmero fue, por su voz, flagelada.
Me cubrí con un lienzo de silencio
y así mal evité mi desangrarme.
Y callé.
Callé la contienda discordante
que enemigos nos ha hecho.
Distancias
A pulso
me distancio
de esta isla
sin orillas
ni puertos
donde la felicidad
es utopía.
Redimida
en cada huella
soy respiro
fin
ala
hora
sosiego.
Y me alejo
sumando dichas
al exilio.
Yo
Yo,
cuerpo único,
rebelde,
nave de velas contenidas,
tengo diez derrotas que me exceden,
un cordel de sueños suspendidos
y el nudo de una ausencia recurrente.
Yo,
cuerpo aridecido,
breve,
aspirante a las cenizas,
tengo en el seno un temor que muerde,
en barbecho el corazón
y, en la boca, media luna alegre.
Yo,
cuerpo definido,
transparente,
verbo casual a la deriva,
tengo voluntad de amanecerse,
altos delirios como estrellas,
y, en los ojos, una fiesta verde.
Yo,
cuerpo avenido,
consecuente,
isla de pródigas orillas,
pan que con ansias se ofrece,
tengo raíces aguerridas
que sobre el latido prevalecen.
Camino. Pisando charcos camino. Vadeando trochas, cruzando vías, abandonando andenes. Descalza a ratos, calzada con escarpines alados a veces; la vista clavada en el horizonte que tu luz promete.
El alma, vieja experta en desengaños, ahíta de soledades, al corazón grita ¡despierta! huye de este extravío, que el invierno se allega y piedad no tiene con los desatinos.
Más el corazón, no se intimida, y con valentía ahueca velas, invocando al viento que sople y lo auxilie en su carrera. Y el viento, que se apiada de los enamorados, se disfraza de Levante, y silbando, espolea al corazón hacia delante.
Te encuentra. Varado en un viejo puerto, mi corazón te encuentra, sin mi amparo perdido; sumergido en oscuras decadencias.
Me deja. En las lindes de tu alma, el corazón me deja y aquí me quedo para ser tu compañera. De glorias y sermones, triunfos y fiascos; discrepancias y avenencias. Porque aquí, donde el corazón me trajo, quiero erigir mis fronteras, para albergarte entre mis brazos y descubrirte siempre a mi vera.
Vigilia
En mi cuerpo la tristeza arde como frente enfebrecida. Avanza la noche sembrando estrellas que en mis ojos no brillan.
Llevo al invierno ceñido a la garganta y al estío clavado en las pupilas. Nunca en mi pecho ocupó tanto espacio la melancolía.
Enmudecido el aire, acompaña mis horas tristes. Antes me coronaron otros silencios, mas no tan hondos ni tan nocivos. Toda mi piel tiembla de soledades y no existe abrazo que la consuele, ni suaves palabras de dulce abrigo.
Esta noche de nuevo mostrará sus garras la vigilia, convirtiendo los minutos en eternas pesadillas. Hasta que al alba cante el gallo y huyan los fantasmas, temerosos del tributo de esperanzas que aporte el día.
¡Y qué!
¡Y qué...!, si te sientes emocionalmente estafada.
Eleva los ojos, descarados, al frente, y oculta el dolor que se ha desatado en la dulzura de tu mirada.
A nadie ha de importar la hondura de tu herida, ni el negro pozo que se formó en tu alma. Despliega al aire tu sonrisa, que ni el sol, con toda su luz, adivine que es falsa.
Camina a paso firme y con brío, que no se aperciba el duelo en tu estampa. Y pon a trabajar a la mente, dile que elabore el antídoto que devuelva la salud a la esperanza, para que torne a creer en nuevas promesas que, a buen seguro, te harán porque la vida es ancha.
Y así alivies el destrozo, que la desilusión, en el corazón que ama, causa. Y pronuncia para tus adentros una porfiada plegaria, para que éste sea el último acero que te clavan por la espalda.
Amigos y enemigos
En un sarao de mala uva y caro vino
un viejo amigo otorgó luz a tu ausencia.
Habló de prólogos y abriles,
de favores y estrategias,
de noches de hierba y vodka ,
de laureles compartidos,
y de huídas.
Habló de ases duplicados,
personajes sin estrella,
de derrotas.
Y cuando incendiabais esquinas,
años y empaques.
No pude evitar aquel círculo
de directrices trasnochadas.
Quise aquietar en mi pecho los latidos sin cordura,
detener el cataclismo que me ardía,
derramarme,
cimbrarme en el aire
y fugarme
como tenue música
hacia la aurora.
En los ojos ubiqué una indiferencia
fingida como letras en el aire,
los labios perdían carmines por segundo
y mi máscara -antes perfecta-
sin esmero fue, por su voz, flagelada.
Me cubrí con un lienzo de silencio
y así mal evité mi desangrarme.
Y callé.
Callé la contienda discordante
que enemigos nos ha hecho.
Distancias
A pulso
me distancio
de esta isla
sin orillas
ni puertos
donde la felicidad
es utopía.
Redimida
en cada huella
soy respiro
fin
ala
hora
sosiego.
Y me alejo
sumando dichas
al exilio.
Yo
Yo,
cuerpo único,
rebelde,
nave de velas contenidas,
tengo diez derrotas que me exceden,
un cordel de sueños suspendidos
y el nudo de una ausencia recurrente.
Yo,
cuerpo aridecido,
breve,
aspirante a las cenizas,
tengo en el seno un temor que muerde,
en barbecho el corazón
y, en la boca, media luna alegre.
Yo,
cuerpo definido,
transparente,
verbo casual a la deriva,
tengo voluntad de amanecerse,
altos delirios como estrellas,
y, en los ojos, una fiesta verde.
Yo,
cuerpo avenido,
consecuente,
isla de pródigas orillas,
pan que con ansias se ofrece,
tengo raíces aguerridas
que sobre el latido prevalecen.
Es estupendo tener a Trini, excepcional poetisa, aquí. Enhorabuena a ella por sus méritos y a Fernando por incluirla con justicia aquí.
ResponderEliminarAntonio Gómez.