Florencio Luque (en el centro), presenta su poemario “Lo que el tiempo nombra”
Florencio Luque
(Marchena, Sevilla 1955) estudió Filosofía en la Universidad de Sevilla. Es profesor de dicha materia en el IES “Ruíz Gijón” de Utrera. Tras haber publicado en la revista de literatura El Fantasma de la Glorieta, participado en diversas exposiciones de pintura y habiendo sido seleccionado y premiado en distintos certámenes nacionales, presenta su primer libro, Lo que el tiempo nombra (Ediciones En Huida, 2014).
Lo que el tiempo nombra está dividido en tres apartados: “Instante” (poemas que aparecen en la iluminación de la brevedad con la que el rayo enciende la noche), “Acontece” (el tiempo como un fluir, al modo de las tesis de Heráclito, en el que estamos) y “Eternidad” (aquello que, más allá de todo asombro, añadiendo perplejidad, permanece). En realidad, un artificio, como toda frontera por la que se desliza la mirada humana, un pretexto, para adentrarse en la oculta casa de la que se alimenta, y extingue, todo ente. Vemos, entonces, la unidad en la multiplicidad por la que transita la sombra y el alba, pues a todo le es dada la igual condición de estarse sometido al tiempo. Nostalgia, anhelos, exaltación, dolor, deseos, la terrible soledad del abandono, la pérdida que se adivina en todo, beben del común pozo de la materia del transcurrir.
Ya no eres la exaltada hoja
en manos del viento,
ni luz fulgente
habitando el paraíso;
te llevó por delante
el humo de los días
mientras crecía la desolación
en la semilla del tiempo.
EL TIEMPO NOS DESHACE
(selección)
1
Soy noche
y ninguna estrella me basta
6
Poséeme: habla por mi boca;
ahora que te veo en todos los rostros,
en todas las sombras;
en el puñal oscuro del ciprés,
en todas las estrellas que caen en los charcos.
Poséeme: mira con mis ojos
(¡Oh devastación de este lugar sin nombre!);
dí que aún te habitan ojos y manos,
que eres carne por la que la luz transita y canta,
espacio donde la perplejidad de vivir anida.
Poséeme: ando rendido y roto;
sabiéndome sin boca, sin ojos;
arrastrado por caminos de sangre encendida,
donde hiere el afilado puñal del ciprés,
donde ahogan las estrellas que reposan en el brillo de los charcos.
Poséeme, pues voy sin manos, sin rostro,
sin carne que alumbre el alma:
náufrago en la pavorosa llama de la ausencia.
7
Mientras nos amemos
no estaremos muertos.
Gime el pájaro en el tejado,
se agosta la grama ahogándose en verdes,
las nubes levantan su plegaria desde el vértigo,
terribles las fieras se aparean;
polvo encendido de muerte y olvido son:
ignoran qué es hacer realidad el deseo.
Amándonos: canta el pájaro,
viva es la espesura,
hermosa la fiera;
Amándonos: no mueren quienes habitan
el vasto territorio de lo imposible.
8
Dame, tierra,
el agujero de un océano rojo
donde el aire no pese como arena sedienta;
un cielo desde el que, invisible y absorto,
me balancee sobre las miserias
y las lágrimas de los inocentes;
la casa de la caracola
donde su eco, húmedo y persistente,
se extienda hasta cubrir la noche
y me haga sordo a las agujas del dolor;
dame, tierra, agujero, refugio,
cielo, océano, caracola,
lugar donde ya no exista este estremecimiento inútil
que se ha de consumir en la nada.
9
La inmóvil soledad de las piedras,
la mansa desolación del pájaro herido,
el inmenso mar oscuro del grito de la sangre,
el errar de quien no va a ninguna parte,
el profundo pozo donde palpitan luceros,
alba y ocaso: soy.
Nada pasa. Silencio. Vacío.
Una densa angustia donde la noche se puebla de cuchillos.
25
¡Oh remoto tiempo donde solo existía el presente!:
Iba yo desnudo, brillando como estrella en la noche,
sin memoria del vasto dolor que aguarda a toda vida;
¿Dónde, ¡oh viejo tiempo de la casa familiar!, te ocultas?:
¡qué mágica la noche poblada de grillos!
¡la transparente alegría de mis hermanos!
¡la sencilla mesa compartida!
¡Qué lejos quedó el futuro ahora que el tiempo lo ha consumido!
26
Mi soledad está encendida de pájaros.
De pájaros negros por donde se oculta el eco de su voz;
mi soledad gira en llamas,
aúlla en su desierto;
mi soledad en la que los pájaros
abren túneles rojos
retorciéndose en la noche
mientras el corazón se escapa
hacia el vértigo de su desangrarse.
http://www.elfantasmadelaglorieta.es/21__florencio_luque.htm
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