Bárbara Grande Gil
(Huelva, 1992) cursa el Doble Grado en Estudios Ingleses y Filología Hispánica, carrera que compagina con aficiones como la música, la escritura y la pintura. Músico polivalente e intérprete polifacética son virtudes que complementan a una artista rompedora e inquieta. Ha participado en algunas antologías poéticas.
En junio de 2015 publica su primer poemario "La luz de las persianas".
"Vértigo" (Ediciones de la Isla de Siltolá, 2016), es su segundo poemario.
La luz de las persianas
Silueta.
Pintarla no es un reto
porque la tengo grabada a fuego.
Está cosida a cada neurona
con la misma decisión
que la de tus huesos
al dibujar sus sombras.
La bordo de día
y me desborda de noche.
No se me ocurre mejor vicio.
Bárbara Grande Gil actualmente cursa el Doble Grado en Estudios Ingleses y Filología Hispánica. Músico polivalente e intérprete polifacética son virtudes que complementan a una artista rompedora e inquieta.
El comienzo de este poemario, La luz de las persianas, tiene una lectura, en apariencia, engañosamente inofensiva. El lector puede apreciar muy precozmente que la voz de esta autora destaca por una punzante intencionalidad que aguarda agazapada para ir golpeándonos con su realidad en cada página:
Dime cómo romper
la ilustre idea de extirparte
sobre la mesa del salón,
con cuidado, cada una de tus excusas.
Realidades desnudas que se imponen llenas de rebeldía:
No hay ni un crítico adiestrado
para sentenciar mis ideas,
y morirán cuando yo lo ordene.
Otras de añoranza y desaliento en las que el lector no podrá mantenerse indemne:
Un grito en el cielo
y tu boca a dos milímetros.
Un vuelo directo hacia el olvido.
Realidades en las que vamos conociendo y desgranando a esta autora que desde su juventud ya tiene una voz propia con la que indaga y cuenta lo bello y lo iracundo, lo frágil y lo rotundo de la vida.
Cocodrilo vs. Caimán
Darle la vuelta al mundo
es cuestión de probabilidades.
Sólo basta con cerrar los ojos y,
al abrirlos,
tener la loca idea
de repetirlo despierto.
Es en la última estructura de este poemario dónde encontramos a la Bárbara más social “apología de lo absurdo” contiene sin duda una reunión de poemas llenos de cotidianidad para ser interpretados y madurados por el lector en los que mantiene su voz más irónica y canalla:
No tengo trocitos ni sabor.
Soy natural,
– ligeramente – azucarado.
Soy un puto yogur.
En definitiva un poemario del que no se puede salir con indiferencia.
EL HUECO
Déjame no existir contigo.
Enséñame a abandonarme
en el vacío
y a irme a la ciudad
donde los besos
ni se recuerdan, ni se olvidan.
Déjame no ser,
para poder compartir
este hueco infinito.
SOBRE EL BORDE
Hablemos de secretos,
de la caja de galletas
del trastero sin espejos
del desfile de marionetas.
Hablemos de las dudas,
el medio giro de tu falda,
mi oído izquierdo, tu pasión muda
el silencio suplicando por tu espalda.
El insomnio de tu acorde
un suspiro en la nevera
mi paciencia sobre el borde
del desierto de mi espera.
ESTRIBILLO
Tu séptima vida en la bañera
tus labios no responden
por mucho que me prometieran.
Letra: Mar Dominguez, Jose Ángel Garrido, Enrique García Bolaños y Bárbara Grande.
Música: Bárbara Grande
Guitarra (rítmica y solista): Enrique G. Bolaños
Voces: Bárbara Grande
Mezcla: Enrique G. Bolaños, Alejandro Padilla Coronel y Bárbara Grande
Fotografía: Enrique García Bolaños
Edición de video: Bárbara Grande
"Vértigo" (Ediciones de la Isla de Siltolá, 2016)
Futurando
Porque el amor te espera en la esquina
y el dolor te espera en cualquier lado.
Andrés Calamaro
Me imagino en una terraza
al sur de aquella fría ciudad.
Con una taza de té en la mano,
calentándome los dedos
con el calor de la cerámica.
Me imagino de noche, necesitando aire,
porque la noche axfisia estando tan lejos.
Me imagino rodeada de no-geranios,
de no-golondrinas,
de gente rara y blanquecina con olor a rancio.
Me imagino en una era de sueños atascados,
recopilando material bello y horrible
del que cura y mata al mismo tiempo.
Me imagino que ya estaré dormida en aquella terraza,
en este momento, dentro de un año.
O tal vez, si hay suerte, estés tú allí, conmigo.
Sujetándome la taza mientras trato de dibujarte,
o de escribirte,
o de soñarte.
[Vértigo]
Porque el amor te espera en la esquina
y el dolor te espera en cualquier lado.
Andrés Calamaro
Me imagino en una terraza
al sur de aquella fría ciudad.
Con una taza de té en la mano,
calentándome los dedos
con el calor de la cerámica.
Me imagino de noche, necesitando aire,
porque la noche axfisia estando tan lejos.
Me imagino rodeada de no-geranios,
de no-golondrinas,
de gente rara y blanquecina con olor a rancio.
Me imagino en una era de sueños atascados,
recopilando material bello y horrible
del que cura y mata al mismo tiempo.
Me imagino que ya estaré dormida en aquella terraza,
en este momento, dentro de un año.
O tal vez, si hay suerte, estés tú allí, conmigo.
Sujetándome la taza mientras trato de dibujarte,
o de escribirte,
o de soñarte.
[Vértigo]
ELLOS
Te tengo impreso
en la incisión de una pregunta;
en el balance del pecado tranquilo y petulante.
Te veo fumando,
volcán en erupción
y lengua,
escapando del pincel
en tu calma y tu cuerpo breve,
chupando con cuidado
el borde del papel.
Te veo en la cocina,
salvándonos a todos del vacío,
quemando el tiempo entre tus dedos,
que sólo a veces se sostienen.
-Están grabados aquí.-
Te veo y te veo en las fresas,
en el champagne.
En la ciudad vampira, en la gran broma final.
En cada historia que bebí de ti, y de ti.
Te veo hace diez, veinte años,
con otros cuerpos y otros ojos,
pero siempre tú.
Siempre aquel jardín y aquel cenicero,
lleno de risas.
Te veo en el dolor de la ausencia,
exangüe,
agarrándote al vino de una mano
y a la lejía con el cuerpo entero.
Te veo pequeña y enorme,
y frágil y bestia.
Te veo en mi cinturón,
en mi útero,
en mis brazos,
en mi garganta,
en mi boca.
Te veo en mí.
Me veo yo, y tú me ves.
Siempre me ves.
.
Yo me quedo con una caja de galletas.
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