Omar Hamido Ortega
Joven poeta de Jaén que desde su infancia siente inquietudes literarias. Por esta razón, empezó a escribir poemas sin ánimo de difundirlos, simplemente como un medio de expresión de las experiencias que vivía. Unida a su vocación literaria está su vocación musical, buscando la perfecta armonía entre música y palabra.
A través del Proyecto Slam Jaén, le surge la oportunidad de compartir sus poemas en público, lo que le anima a seguir escribiendo, sobre todo por la convivencia y relación con otros poetas tanto a nivel provincial como nacional.
Es uno de los fundadores del grupo de poesía joven “El Club de los Imberbes”, que nació en el verano de 2012, cuya pretensión es fomentar la creación poética entre los jóvenes de la provincia de Jaén.
Ha participado en numerosos recitales poéticos tales como el 2º Encuentro de Escritores por Ciudad Juárez en Jaén y lecturas en el CSA “Jaén en Pie”, así como en los recitales mensuales del Proyecto Slam Jaén.
En mayo de 2013 obtuvo el primer premio del “I Certamen de relato breve Arte” organizado por la Concejalía de Juventud del Ayuntamiento de Jaén, con su relato “Cuando el viento mecía la hierba”.
Actualmente estudia en el Conservatorio Superior de Música de Sevilla.
Escribe asiduamente en su blog “Under Pressure” (http://omart-t.blogspot.com.es/)donde publica poemas y reflexiones.
Desentonando
En las mañanas grises de inviernos grises en calles grises abarrotadas de coches grises y gente gris,
mi corazón es rojo escarlata
amarillo luz
azul río
blanco nube
y verde árbol
porque ella solía pintarme las sonrisas
y colorearme el alma
para que fuéramos desentonando con el mundo
para que fuéramos juntos
aunque lejos.
Agua
Hago aguas por todas partes.
Mire donde mire
sólo veo aguas.
Tengo como costumbre
dejarme el alma
sobre el mar
sobre los ríos
sobre las aguas
dejarme caer lentamente
verter mi yo líquido
despacito
y sentir el Sol en el reflejo.
Los atardeceres
besan las aguas
caricias de luz y sombras
de estancias y ausencias
recuerdos de otras aguas que ya pasaron
y algún que otro
barco sin rumbo.
Estoy perdido
me sumerjo en las ondas que hace el agua.
Sentado en la orilla
me desaguo
espero fluir rápido
y dejar atrás todo este desastre.
Autolectura comprensiva
Nunca he tenido respeto por mi caligrafía.
Mi obra es sin duda causa del desequilibrio gramatical
propio de un iluso.
No conozco cohesión alguna,
ni orden lógico,
ni siquiera me apoyo
en razones.
Palabras banales,
estridentes, escribo,
emborronando el papel,
saliéndome de los márgenes.
Grafías y fonemas discordantes,
una ironía superior,
y un ego exacerbado.
Un perfecto embrollo,
una orgía de palabras,
mil y un significados elípticos
y algún que otro, diptongo perdido.
Párrafos torcidos,
caligramas mal delimitados,
lectura,
a ritmo de jazz,
swing,
y metáforas dispuestas
a cada esquina.
¿Poesía?
Al final del bolígrafo, no veo más que un papel con dudas...
Nunca he tenido respeto por mi escritura.
Prender el mundo
Miedo.
Llanto.
La desesperación domina las calles.
La urbe que se alza ante mí, desaparece.
Caen los edificios, las casas, los negocios más pequeños,
y los que aún no se habían asentado.
Caen, en picado,
con gracia, de forma extrañamente irónica.
Los escombros en el suelo, demuestran la magnitud
de la catástrofe.
El suelo se estremecía,
añoraba y lloraba los días en los que de joven,
seguía con encanto las pisadas de quién fuera,
sin importar cuánto poseyera.
Añoraba y lloraba cuando podía sentir la brisa,
antes de que el gris matara al verde,
y cuando los más altos rascacielos eran las secuoyas.
En la estación,
el óxido parasitaba el viejo metal de los trenes abandonados
que en un día de tristeza vieron las vías por última vez.
La gente corría frente a mis ojos,
intentando evitar los desprendimientos para ponerse a salvo.
En la radio, sonaban los últimos acordes de "La Vie En Rose"
La maravillosa voz de Edith Piaf se alzaba por todo el panteón del horror,
en un contraste mágico.
A través de la vidriera,
el cielo color ceniza y un Sol rojo intenso,
dejaban ver el espectáculo.
La caída del mundo.
El fuego.
Las ruinas.
Sobre la hierba amarillenta, se alzaban cadáveres, tumbados.
Unos iban de traje y corbata, casi listos para un meeting político en aquel instante.
Más allá, otros presentaban el atuendo típico campestre,
una familia que había venido a la ciudad a vender patatas a un precio inhumano.
Todos estaban tumbados.
Sin dinero ni estatus político.
Sin diferencias, como iguales al fin.
Y mientras todo aquello se iba a la mierda,
yo, en la estación,
mirando a través de las imponentes vidrieras,
sonreía.
El mundo se estaba desprendiendo de sí mismo.
¿Quería el mundo realmente darnos una lección?
¿O simplemente estaba aburrido de dejar las cosas estar?
No.
El mundo había cambiado las tornas,
porque nos tragamos nuestro orgullo y dijimos sí ante el temor.
El mundo había cambiado las tornas,
porque nosotros mismos, un maldito día, decidimos prenderle fuego.
El observador de la nada.
Sólo me apetecía sentarme, y escuchar.
El mundo tenía muchas cosas que decirme,
sin decir apenas una palabra.
Era un día de otoño, pero parecía invierno.
El frío ya había llegado.
Los pocos transeúntes de aquella calle me miraban.
Me miraban preguntándose que hacía allí,
en aquel banco, sin hacer nada.
Quizás les parecía un loco.
Quizás no lo entendían.
Quizás sólo pensaban que me gustaba estar allí.
Quizás, intentaban ignorarme, bajo sus abrigos y sus agobiantes bufandas.
Observaba la escena.
A mi alrededor ocurrían miles de acciones.
Una mujer sacaba a pasear a su perro, que no ponía de su parte a causa del tiempo.
Al otro lado de la calle, un hombre de apariencia mayor, intentaba aparcar su coche en un pequeño hueco.
Detrás de mi escuché una conversación de una madre con su hija, que quería comprar un nuevo cd de su cantante favorito.
Quizás carecían de importancia. Pero conformaban una escena, y yo la observaba.
Yo sólo escuchaba. Observaba.
Me dí cuenta de que, las nubes que se agolpaban en el cielo, arremolinadas, obstruyendo los rayos de sol, avecinaban lluvia.
Apenas pasaron dos minutos de aquello, una gélida gota cayó sobre mi nuca, y se dejó resbalar por mi espalda.
Las gotas parecían ansiosas por llegar al suelo, a su incondicional destino, pues el ritmo de su caída se aceleró.
La lluvia se hizo más fuerte.
La gente empezó a correr. Supongo que nadie había previsto tal lluvia.
Las carreteras se llenaron de coches.
Y yo, seguía impasible en aquel banco.
¿Estaría loco?
¿Qué hacía sentado, viendo el tiempo pasar ante mis ojos?
Quizás estaba observando un recuerdo.
Quizás sólo observaba el mundo, para intentar comprenderlo.
O quizás sólo estaba observando un triste relato sin sentido, como estás haciendo tú ahora.
Psycho.
Una ventana.
Una mano asoma.
Inerte.
El vecino que me mira
desde arriba,
me vigila.
Nada quiere, nada pide.
Sólo mira, mira y calla.
Le dedico una mirada furtiva,
cual cazador mira a su presa.
Él no reacciona.
No hay signos de sorpresa.
Se accionan los mecanismos
sacados de los abismos,
los que la piel cubre. Todos.
Comienza a llover,
y entonces empiezo a ver.
La ventana del ayer,
la ventana del haber.
Una nube que cubre el cielo, inerte,
una nube de vida y muerte.
Nada más.
Nada más.
Wrong way.
Observo.
Callo.
Observo y callo vuestros errores, errores en potencia que os perseguirán para haceros la vida imposible, sí, errores que os harán tropezar y tropezar... y tropezar...
Escucho.
Y callo.
Suave y despacio... cual quietud de brisa primaveral.
Pero mire donde mire veo errores.
El verdadero error consiste en evitar errar.
Errar es humano.
Errar es humano.
Errar es humano...
Vive tu vida y llénala de errores.
Errores estúpidos.
Errores casuales.
Errores increíbles.
Que todo sea desconcertante, que nada tenga razón.
Así conseguirás tener una vida plena.
Plena-mente llena de errores, equivocaciones, obstáculos que quedarán grabados a fuego en tu memoria.
"¿Y sí no lo hubiera hecho?" "¿Y sí hubiera hecho otra cosa?"
Probablemente no hubieras cometido un error.
Y en el evitar cometer el error reside la naturaleza del propio error en sí.
Errar es relativo. ¿Consiste realmente en hacer algo mal?
¿Si no hacemos algo bien, erramos?
¿Quién pone los límites entre el error y el acierto?
¿Quién dice, hasta aquí se puede errar, todo lo demás es un acierto?
... Nadie.
NADIE.
Y si alguien lo hace, se le llama loco, pecador, asesino, dictador y sucedáneos.
Porque es un errante.
¿Piensas que tu vida es un error? Error.
¿Piensas que tu vida está llena de errores? Error.
¿Piensas que errar es un error? Error.
¿Piensas? Acierto.
Cometer errores, es decir errar, está mal visto, tanto como un error. El error en sí hace que la visión de la humanidad hacia él sea errónea, por lo cual, no se aprecia la verdadera naturaleza del mismo como algo bueno, ni siquiera como algo malo. Es algo que se debe evitar, pero evitándolo no se hace más que cometer más errores y exponerse a una mala crítica de esta, nuestra sociedad.
Conclusión...
Vive errando y sé feliz, porque si lo haces, serás un errante digno.
Tengo miedo a errar, miedo a que descubras mis errores y me dejes ir, miedo a que erres también y yo sea el culpable...
Miedo, miedo inútil.
Pero ahora, es tiempo de errar. Errar para cambiar, para avanzar, no tengo otra opción, mi alma nómada enloquece atrapada en un vaso de cristal.
Prueba.
Prueba y perderás, errarás, pero por suerte tu error valga millones.
Aunque haya miles de razones para errar, siempre hay una para acertar.
Y merece la pena intentarlo, ¿no?
Kimi o ai shiteru.
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