Juan Varo Zafra
(Granada, 1969) es licenciado en Derecho y Filología Española, y Doctor en Filología Hispánica y miembro de la Academia de Buenas Letras de Granada. Es autor de los libros de aforismos Jugador de ventaja (Diputación de Granada, 2000); Desaforado (Salobreña, Alhulia, 2002); y Mudo pez en el mar (Benalmádena, Ediciones de aquí, 2011). Ha publicado la antología de aforismos de Juan Ramón Jiménez, Río arriba (Madrid, Visor, 2007). Es autor de los libros Alegoría y metafísica (Universidad de Granada, 2007), Isla de los días. Aproximaciones a la poesía de Antonio Carvajal (Salobreña, Alhulia, 2008), Tres años de cine (2006-2008) (Granada, El genio maligno, 2009), Juan Ramón Jiménez en el Archivo Histórico Nacional: Volumen 1. Bonanza (Vigo, Academia del Hispanismo, 2011) y La Guerra de Granada de Don Diego Hurtado de Mendoza en su contexto histórico (Universidad de Valladolid, 2012). Actualmente es profesor de Literatura Española en la Universidad de Granada.
AFORISMOS
Hay que evitar aforismos del tipo “A es B”, entre otras cosas porque A nunca es B. Pero suelen ser buenos aquellos que responden al tipo “A no es A”.
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Tolero (y a menudo agradezco) que me mientan; pero no perdono que me dejen por mentiroso.
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Los favores no se pagan con favores sino con servicios.
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No comprendo el ansia de inmortalidad, de continuar la vida después de la muerte. Y mucho menos comprendo que ese deseo se refiera a la continuación de la memoria. Yo quiero olvidar y creo que con una vida es más que suficiente, a veces es incluso demasiado. Una vida necesita toda una eternidad previa para hacerse y toda una eternidad posterior para reponerse.
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La igualdad es la utopía de los desiguales.
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Lo que llamamos talento desaprovechado no es más que el talento en desaprovecharse.
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Entre dos extremos injustos es inútil y engañoso buscar el justo medio.
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La ética sólo es posible en un ámbito de libertad amenazada.
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Icaria: Aquel año volamos alto sólo por el placer malsano de vernos caer durante más tiempo.
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Cuanto más solo me sientes, más solo me dejas; y solo dejado, más solo me siento.
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Casi todos los hombres de éxito deben su triunfo en buena medida a las circunstancias históricas de su época que hacen posible el aprovechamiento de sus virtudes; en cambio la mayoría de los fracasados lo hubieran sido en cualquier momento de la historia. Ese es el raro talento universal que hace a los perdedores ser vagamente apreciados cuando no están demasiado cerca.
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Las revoluciones que pretenden redimir al género humano se llevan a cabo por hombres desgraciados, resentidos o psicóticos. Estos son los que se postulan como hombres nuevos, pero su inestabilidad mental y su impiedad los hacen fugaces; pronto son sustituidos por los burócratas de la utopía, los racioneros del terror, los fabricantes de insecticida.
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Dios nos libre de aquellos criminales qui sin encontrar placer alguno en el crimen los encuentran todos en el remordimiento.
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No es que las cosas sean efímeras, es que no han empezado a durar.
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Todo lo que no tiene precio termina por no valer nada.
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Soberbia es creer que lo que uno escribe es bueno; vanidad es pretender que lo crean los demás.
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Cómo te gustaría sacrificar un brazo por un ser querido y pasar el resto de la vida enseñándole el muñón.
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Hay un infinito objetivo, lo incompleto; y un infinito subjetivo, lo inacabable.
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Cuando uno sustantiva un adjetivo y lo ama se convierte en coleccionista.
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De cada cien patitos feos dos se convierten en cisnes; el resto en buitres.
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Todos los paranoicos que conozco merecen ser perseguidos.
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Me aterran los que confunden mi desparpajo con la embriaguez. Y, al contrario, me parecen dulcemente halagadores los que toman mi embriaguez por desparpajo.
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La vida se parece más al póker que al ajedrez: el ajedrez premia a los osados; la vida a los prudentes.
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