Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

martes, 16 de junio de 2015

ÁNGEL MORA CASADO [2.102]


Ángel Mora Casado 

Nació en Alcázar de San Juan (Ciudad Real) pero ha pasado casi toda su vida en Algeciras (Cádiz. España) lugar donde reside. Ya en la década de los 70 del pasado siglo comenzó a publicar sus poemas en la mítica revista de poesía Bahía, que creó y dirigió el poeta Manuel Fernández Mota, hasta su desaparición con su número 50. 

Angel Mora ha publicado Agua dulcemente dura  en Jizo Ediciones (2006), Ni pies ni cabeza en Ediciones Vitruvio (2010), Música para el desvelo en Ediciones En Huida (2014), El que pasa mirando en Editorial Renacimiento (2014) y Sonetario también en Renacimiento (2014).





POÉTICA 
(SONETO)
   
Si todo lo que escribo, sólo fuera 
ofuscación, humo, hojarasca, nada, 
mentira piadosa desesperada, 
o soledad, o amor que yo tuviera,
escribo porque así, a mi manera, 
vuelvo la náusea rosa iluminada, 
la vacuidad del ser es conjurada 
y expande en el vacío una escalera.
Lo demás: ojos, lluvia, sol o bruma, 
o labios, son las torpes marionetas 
que manejo, frágiles como espuma.
Y mis versos me sirven de muletas 
mientras miro la vida que se esfuma. 
Así lo hicieron siempre los poetas.




Estuve allí

Yo estuve allí, en el principio,
cuando explotó el silencio
y surgieron disparadas las galaxias.
Yo lo vi todo: era un átomo más
flotando a la deriva;
alguien que mal me quería
torció mi rumbo y me envió a la tierra.
Antes de ser lo que ahora soy,
fui dinosaurio, pez, helecho;
uno tras otro interpreté
los personajes que el tiempo arrastra,
conozco, por eso, la materia que soporto.
Sin embargo, nada sabría decirte
del sitio original de donde vengo,
ya no me acuerdo.
… Pero vengo de muy lejos,
estoy cansado,
y todo lo comprendo.



Cadáver exquisito

Al poema
Apareces de pronto cuando no te persigo,
mas si te llamo no llegas,
que así es la rosa.
Yo, que quise ser tu carcelero,
a zaga de tu huella
vivo en vilo.
No te tardes, que me muero,
que cuando tú no estás,
ni es oro bruñido el sol, ni el lilio bello.



La protesta

“Cuál gritan esos malditos”
J. Zorrilla

Algo debe pasar, la gente está en la calle,
hay banderas de todos los colores
y pancartas que resumen
la infamia de sus vidas.
Qué querrán, qué buscarán:
a ratos gritan como perros rabiosos
y a ratos cantan emocionados y altivos,
esos malditos.
… Razones hay de sobra para exigir
un mundo nuevo.
Pero mundo sólo hay uno:
aquel soñado, el imposible




En las nubes

Mejor que aquí se está en las nubes.
Las nubes siempre son más cómodas,
más blandas. Y no tienen aristas.
Allí ni frío ni calor ni existe el desengaño,
que el tiempo allí no vierte su corrosivo ácido.
Allí puedes tocar el cielo con las manos
y nadie va a decirte que dejes de tocarlo.
Yo, si pudiera, estaría siempre en las nubes:
vida más alta y mejor hay en las nubes,
mucha más realidad tienen los sueños.



Tan sin nada

Tan leve amanece, tan sin nada,
que aún casi dormidos se nos pasó la mañana.
Que no éramos conscientes, dicen los libros.
Pero el día ya no para:
la gracia crece, el vello asoma.
Que estábamos locos, nos gritaban.
Después la gracia mengua,
el vello cae, el resplandor se apaga.
Que no te olvidan, dirán las lápidas.



Música para el desvelo, de Ángel Mora

Es Ángel Mora un poeta ensimismado, verdadero, que permanece observando la vida en Algeciras, la ciudad que le ha acogido desde hace ya tantos años, alejado del ruido y las farsas de los cenáculos literarios, para ir lentamente construyendo una obra delicada, depurada, minuciosa, que da sus frutos a lo largo de más de cinco años, pero que ahora se nos hace totalmente necesaria, porque una vez que es leída, cuando llegamos a la poesía de Ángel Mora, se queda con nosotros para siempre, como el tiempo, compañero fiel, y se hace absolutamente imprescindible para entender el mundo y la vida.

Porque es la vida, con todo lo que esto significa e implica cuando trazamos sobre el papel esa palabra, el tema único de la poesía de Ángel Mora, con todo lo que ésta viene a mostrarnos, porque, Cogimos aquel tren porque era el único / que por allí pasaba, se nos dice en “El primer día”, el poema que abre este Música para el desvelo, publicado por Ediciones en Huida, esa joven editorial sevillana, que tan excelente poesía viene arrojando en sus publicaciones. Y de la vida se desprende uno de sus problemas fundamentales, ¿quiénes somos?, y Ángel Mora nos define como un puzzle, el puzzle somos nosotros, nosotros mismos, pero un puzzle donde no siempre encajan las piezas, porque muchas de las veces están ajadas, deterioradas por el tiempo, y las heridas han cicatrizado mal, si es que lo han terminado de hacer. La identidad es ese oculto secreto que escondemos bajo múltiples estratagemas, bajo los gestos cotidianos que realizamos o las palabras forzadas y mecánicas que pronunciamos, pero nuestro más auténtico yo, aquel que guarda nuestras más altas virtudes y nuestra más honda mezquindad, ese no lo mostramos nunca: Así que ya lo sabes: ni aún entre otras manos / un rostro se desnuda, ni aún bajo la luna . Y convivimos con nuestro yo más horrendo, como si por más que nos lavásemos las manos, fuera imposible borrar esas manchas de sangre que el crimen ha dejado en ellas, así afirma en “Nocturno dentro”, Toda la noche y a solas, / con toda mi sombra dentro, / con mi propia sombra horrible / mostrándome mis defectos. Pero la verdad de lo que somos, nuestra más íntima esencia, no puede ser ocultada a los ojos de los demás, pues precisamente, a través de éstos es revelada, y el otro, el que camina a nuestro lado, puede saber de nuestro más oculto ser, Si los ojos hablaran, / si los ojos contaran lo que han visto, / las palabras sonarían de otra manera.

Mas un elemento vertebrador de la vida es la memoria. A través de ella fijamos lo único que llegamos a ser; recuerdos, tiempo, ya que como afirmaba el poeta Juan Luis Panero, sólo somos tiempo y memoria, y de la memoria y el tiempo, se ocupa la poesía de Ángel Mora, en este espléndido libro que es Música para el desvelo, afirmando en una imagen de profunda intensidad, Estas rosas, tan viejas, en su aroma/ guardan su primera espina. Pero el poeta reflexiona ante el paso del tiempo y de la vida, y toma una actitud vital ante ambos, un estar tal vez cansado, hastiado en el mundo, ¿tal vez, sin esperanza, con convencimiento, como afirmaba el poeta Ángel González?. Ángel Mora nos dice en “Irremediablemente”: así miro yo la vida mientras pasa:[…]/sin nostalgia ni esperanza, y en el mismo poema escribe, Son ganas de sufrir / de involucrarse en algo/ que tarde o temprano / nublará el olvido. Pero el poeta no cae en la más absoluta de las desesperanzas, también celebra la vida, ese don otorgado, que se vivencia en la más pequeña de las cosas, y llega a calificar el tiempo como Un hermoso regalo, sin duda inmerecido. Aunque poco podemos hacer para oponernos al discurrir de la vida, ésta es un río inconmensurable que nos arrastra, que nos envuelve y a veces nos hace danzar como unas marionetas sin voluntad: Imparable la vida su prisa nos da alcance, / nos va dejando atrás sin miramientos.

A veces, Ángel Mora desea enajenarse, olvidarse de todas las miserias humanas, de todo el tráfago que es el vivir, y tal vez habitar una vida más alta y más pura, que sería aquella constituida por nuestros más íntimos anhelos, por nuestros sueños, Yo, si pudiera, estaría siempre en las nubes: / vida más alta y mejor hay en las nubes, /mucha más realidad tienen los sueños. En ellos tal vez podemos encontrar una forma más alta de pureza, de verdad, porque Las fieras, claro está, somos / nosotros, amor, nosotros mismos. Pero la vida, es esa materia gris que transcurre en los días que realmente configuran nuestra vida, los días laborables, los días entresemana, que son los que verdaderamente constituyen la vida, como el poeta Karmelo C. Iribarren sentenciara en muchos de sus poemas; y así pasa la vida, mientras estamos ocupados en nuestras tareas cotidianas: Así que pasó desconocida,/ como si no pasara: tímida gacela, / como siempre pasa. Pero una de las más demoledoras sentencias sobre el tiempo que el poeta Ángel Mora escribe en este Música para el desvelo, se enuncia en el poema “Otra vez el otoño”, un poema que no necesita de ninguna exégesis, pues su descarnada elocuencia, implica que no realicemos ningún otro apunte que empañe su decir: Pero ya no me engañan. Ahora sé que es mentira / Sólo existe un otoño. / Sólo existe un otoño en la vida. / Y un solo verano. / Y una única primavera. / Y un ignoto invierno helado en una noche perpetua. ¿Pero qué nos queda de todo ese tiempo, de ese único otoño, primavera y verano, qué nos queda de todo el vivir?, Ángel Mora nos responde con claridad: De todo lo que había ya sólo queda esto:/ escombros, argamasa.

En el poema “Donde está la poesía”, dedicado al también poeta y autor del prólogo del libro, Juan José Téllez, se formula una suerte de poética, y se indaga sobre dónde se puede encontrar la poesía; para Mora no se haya exclusivamente en los libros ni en el arte, para él la más sublime Belleza puede encontrarse en lo más cercano y cotidiano, muchas veces en un cardo/ en un autobús mugriento /[…]/planchando una camisa, /al cruzar la puerta,/ en plena guerra/[…]/¡misteriosamente en todas partes, a todas horas!.

La poesía de Ángel Mora es una poesía que nos habla de nuestras más íntimas preocupaciones, las más hondas, las esenciales. El poeta delimita con sus poemas un espacio donde puede encontrarse con el lector, donde las vivencias de uno y de otro se encuentran; porque Ángel Mora transciende la mera anécdota vital y se sitúa en lo universal, que es el territorio de la auténtica poesía, de la gran poesía que este poeta practica, y que nos es necesaria para entender y comprender el mundo y la vida.

Mora, Ángel, Música para el desvelo. Sevilla. Ediciones en Huida, 2014, 113 pags.


http://www.revistavisperas.com/musica-para-el-desvelo-de-angel-mora/








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