Fernán Pérez de Oliva
Hernán o Fernán Pérez de Oliva (Córdoba, ¿1494? - Ibíd. 1531), ingeniero, humanista y escritor español, tío de Ambrosio de Morales. Autor de los siete emblemas del patio de la Universidad de Salamanca.
De noble familia andaluza, cursó tres años en la Universidad de Salamanca y uno en la de Alcalá. Amplió conocimientos en el extranjero: dos años en París (donde tuvo como profesor a Juan Martínez Silíceo, uno de los protagonistas de sus diálogos) y tres en Roma, donde el papa León X le protegió. Fue catedrático de filosofía (filosofía natural y filosofía moral) y teología y rector (1529) de la Universidad de Salamanca y murió en plena juventud. Su labor en la universidad se inclinó hacia las ciencias experimentales: hacia 1530, desde su cátedra salmantina, se ocupó, según propia declaración, de cosas muy nuevas y de grandísima dificultad, cuales han sido los tratados que yo he leído a mis oyentes escritos De opere intellectus, De lumine et specie, De magnete y otros do bien se puede haber conocido qué noticia tengo de la filosofía natural. Sus obras quedaron inéditas a su muerte, pero su sobrino, el también humanista Ambrosio de Morales, las editó en Córdoba en 1586.
Escribió comedias inspiradas en el teatro clásico, en realidad traducciones en una prosa excelente. La venganza de Agamenón es un arreglo de la Electra de Sófocles; la Hécuba triste imita la Hécuba de Eurípides y su Comedia de Anfitrión es una adaptación del Anfitrión de Plauto.
Como humanista resulta muy moderno porque valoró muy positivamente la ciencia y la tecnología. Escribió bastantes diálogos, entre los que destacan Dialogus inter Siliceum, Arithmeticam et Famam y el muy famoso Diálogo de la dignidad del hombre (escrito antes de 1531), publicado y continuado por Francisco Cervantes de Salazar en 1546 y traducido al italiano y al francés. En él, de forma parecida a como hizo Pico della Mirandola en el diálogo homónimo, afirmó que el hombre es un proyecto de hacerse a sí mismo, no una naturaleza prefijada, y que "el libre albedrío es aquel por cuyo poderío es el género humano señor de sí mismo y cada hombre tal cual él quisiere hacerse", de forma que nuestros artificios (inventos, recursos técnicos) son gloria del hombre y manifiestan su valor intrínseco. Dejó sin terminar un Diálogo del uso de las riquezas y un Diálogo de la castidad. También escribió discursos, esto es, lo que llamaríamos ahora ensayos, como el Discurso sobre la lengua castellana. De carácter más doctrinal son un Razonamiento sobre la navegación por el Guadalquivir (1524) y un Tratado en latín sobre la piedra imán muy moderno, ya que llegó incluso a imaginar la posibilidad de utilizar el magnetismo para la comunicación a distancia entre personas. Autobiográfico es su Rasonamiento que hizo en Salamanca el día de la lición de oposición a la cátedra de Philosophia moral. Hizo algunos intentos en el campo de la historia y, por los índices de la Biblioteca Colombina, se sabe que escribió una biografía de Cristóbal Colón que se ha perdido y que, como pensó Bartolomé José Gallardo, tal vez utilizó su hijo Fernando Colón como fuente para componer su mendaz Historia del S.D. Fernando Colombo; Nelle quali s’ha particolare, e vera relatione della vita, e de’fatti dell’ Ammiraglio D. Cristoforo Colombo, suo padre. Et dello scoprimento, ch’egli fece dell’Indie Occidentali, dette Mondo Nuovo, hora possedute del Sereniss. Re Católico: Nuevamente di lingua Spagnnola tradotte nell’Italiana del S. Alfonso Ulloa. Venecia, 1571.
Ocasionalmente compuso algunos poemas, como Lamentación al saqueo de Roma, puesta en boca de Clemente VII, en que adopta la forma de una elegía en coplas de pie quebrado.
Vida y obras de Fernán Pérez de Oliva
Escrito por Marcelino Menéndez Pelayo
Vida y obras de Fernán Pérez de Oliva
El maestro Fernán Pérez de Oliva, vástago de una de las más nobles familias cordobesas, nació en la ciudad de los Abderrhamanes, por los años de 1494. Su padre Fernán Pérez de Oliva, escritor docto, autor de una obra geográfica inédita titulada Imagen del Mundo, procuró darle una esmerada educación literaria. De sus estudios nos da cuenta en el Razonamiento que hizo en Salamanca el día de la lición de oposición de la cátedra de philosophia moral:
«Yo, señores, desde mi niñez he sido siempre ocupado en letras con muy buenas provisiones y aparejo de seguirlas. Y primero oí la Gramática de buenos preceptores que me la enseñaron; después vine a esta Universidad de Salamanca, y oí tres años artes liberales con el fructo que muchos aquí saben. Y de aquí fuí a Alcalá, donde oí un año en tiempo que había excelentes preceptores y grande ejercicio. De ahí, cresciéndome el amor de las letras con el gusto de ellas, fuí a París, do estuve entonces dos años oyendo. Y si era bien estimado entonces, algunos lo saben de los que me oyen. De París fuí a Roma, a un tío que tuve con el Papa León, y estuve tres años en ella, siguiendo ejercicio de philosophía y letras humanas, y otras disciplinas que allí se ejercitaban en el estudio público, que entonces florecía más en Roma que en otra parte de Italia. Muerto mi tío, el Papa León me recibió en su lugar y me dió sus beneficios, y estaba tan bien colocado que cualquier cosa que yo con modestia pudiera hacer, la podía esperar.
Pero porque me parecía que sería aquella vida ocasión de dejar las letras, que yo más amaba, me volví a París, do leí tres años diversas liciones, y entre ellas las Éticas de Aristóteles y otras muchas partes de su disciplina y de otros authores graves y excelentes, de tal manera que el Papa Adriano, siendo informado de estos mis ejercicios, me proveyó, estando yo en París, de cien ducados de pensión, con propósito, según decía, de los conmutar en otra merced de más calidad. Mas él murió y yo vine a España seis años ha, poco más, y los quatro de ellos he estado en esta Universidad, siempre en ejercicios de letras. Assí que, pues me conceden que no carezco de ingenio y como han, señores, oído, toda la vida he pasado en los más nobles estudios del mundo, siempre atentísimo a mis estudios y ejercicios de ellos, por fuerza es que haya hecho fructo, pues trabajando y perseverando con ingenio, se alcanzan las letras. Y si no es así yo querría que alguno me dijese de qué otra manera se suelen alcanzar.
¿Mas qué es menester persuadir por razones lo que por experiencia he mostrado? Vuestras mercedes han visto si sé hablar en Romance, que no estimo yo por pequeña parte en el que ha de hacer en el pueblo fructo con sus disciplinas, y también si sé hablar latín para las escuelas, do las sciencias se discuten. De lo que supe en Dialéctica muchos son testigos. En Mathemáticas todos mis contrarios porfían que sé mucho, así como en Geometría, Cosmographía, Arquitectura y Perspectiva, que en aquesta Universidad he leído. También he mostrado aquí el largo estudio que yo tuve en Philosophía natural, assí leyendo parte della, cuales son los libros de Generatione y de Anima, como philosophando cosas muy nuevas y de grandísima dificultad, cuales han sido los tratados que yo he dado a mis oyentes escritos: de opere intellectus, de lumine et specie, de magnete y otros, do bien se puede haber conoscido qué noticia tengo de la Philosophía natural. Pues de Theología no digo más sino que vuestras mercedes me han visto en disputas públicas unas veces responder y otras argüir en diversas materias y difíciles, y por allí me pueden juzgar, pues por los hechos públicos se conoscen las personas y no por las hablillas de los rincones.
Allende desto, señores, he leído muchos días de los cuatro libros de sentencias, siempre con grande auditorio, y si se perdieron los oyentes que me han oído, vuestras mercedes lo saben. Pero porque nuestra contienda es sobre la lición de la Philosophía moral de Aristóteles, diré de ella en esepcial. Vuestras mercedes saben cuántos tiempos han pasado que en cáthedra ningún lector tuvo auditorio, sino sólo Maestro Gonzalo, do bien se ha nostrado que es cosa de gran dificultad leer bien la doctrina de Aristóteles en lo moral, que no lo puede hacer sino hombre de muchas partes y especial suficiencia. Y también vuestras mercedes saben que no hay lición más impropia para leer extraordinaria que la philosophía moral de Aristóteles, como quiera que no la reputen comúnmente necesaria para los intentos que los estudiantes tienen. Pues si yo he leído muchas veces esta lición extraordinaria, y no con menos oyentes que el Maestro Gonzalo tuvo, cuando tenía más, verosímil cosa es que para esta lición tengo yo la suficiencia que es menester. Así que en este paso yo no alego mis ejercicios en tan diversas disciplinas, ni la experiencia que de ellas he dado, para que por conjeturas vuestras mercedes sepan lo que podría hacer en esta cáthedra, mas alego experimentos que ya de mí he dado en lo que ella está fundada... Alegaré que leyendo a Aristóteles henchía el auditorio y le hacía cada día crecer más, así en theólogos como de otras personas graves y doctas y generosos principales...
Hasta aquí he dicho, señores, de la doctrina y lengua que eran dos partes para esta lición necesarias; agora diré en breve de la experiencia que es la tercera. Yo, señores, anduve fuera de mi tierra por los mayores estudios del mundo y por las mayores cortes. Los estudios fueron Salamanca, Alcalá, Roma, París; y las cortes la del Papa, donde estuve muchos días, y la de España y la de Francia, y anduve de propósito a ver toda la Italia, y no cierto a mirar los dijes, sino a considerar las costumbres y las industrias y las disciplinas. Y si sé hacer relación de todo esto, bien lo saben los que conmigo comunican. Mar, tierra y cortes y estudios y muy diversos estados he conocido y mezcládome con ellos y hallo en mi cuenta, bien averiguada, que fuera de España anduve para esto tres mil leguas de caminos, los cuales creo yo que son más a propósito de tener experiencia que no tres mil canas nacidas en casa. Y esta experiencia que con los ojos he ganado, la he ayudado siempre con lición de historiadores, porque ninguno hay de los aprobados antiguos que no haya leído.
Así, aunque dicen que soy hombre mancebo, con diligencia he anticipado la edad. Otra parte había para el propósito de esta lición que era, como dije, el uso de la virtud; pero desta no me es lícito decir nada ni aún querría, porque en tal caso el vituperio sería impertinente y el alabanza gran vanidad; pero dejando esto y acabando aquí lo que de mi persona había de decir perteneciente a la suficiencia que es menester para esta cátedra, quiero agora responder a lo que por oscurecerla suelen decir algunos, los cuales cuanto yo he sido estudioso en saber y en declararme, tanto ellos han sido diligentes en buscar calumnias contra mí... Unos dicen que soy gramático, otros que soy rethórico, y otros que soy geómetra, y otros que soy astrólogo, y uno dijo en un conciliábulo que me había hallado otra tacha más, que sabía arquitectura. Yo, respondiendo a esto, cuanto a lo primero digo, señores, que entre los hombres sabios con quien yo he conversado, nunca vi que a nadie vituperasen de docto sino de ignorante. Yo nunca oí que con decir no sé, quieran los hombres hacerse opinión de sabios. Yo digo, en verdad, a vuestras mercedes que sé todo cuanto ellos dicen, y que antes es argumento que yo había de tomar para defenderme, porque si en Retórica y Matemáticas, que no oí a preceptor ni leí en escuelas sino raras veces, como todos han visto, los que me han siempre conversado, dicen que sé tanto, ¿qué no sabré en las otras disciplinas que tantos años he ejercitado en escuelas? No saben cierto estos hombres lo que inventan, y queriéndome oprimir me ensalzan.
Mas pregunto a vuestras mercedes: Aristóteles que escribió estos libros que habemos de leer de philosophía moral, ¿sabía de Retórica? Sí, pues que la escribió, y de su excelencia en saberla se maravilla Marco Tulio. ¿Sabía Mathemáticas? Sí sabía, pues están sus obras sembradas de excelentes primores dellas. Luego yo en saber para exponer a Aristóteles lo que él sabía para escribir, no perderé nada, pues no puede ser más conveniente expositor que el semejante al autor. Cuanto más que las disciplinas no se impiden unas a otras antes se ayudan como bien parece, mirando todos los sabios antiguos, cuán universales fueron.»
El lugar es prolijo, pero muy oportuno para manifestar la inmensa erudición que en tan pocos años supo acaudalar el Maestro Oliva. fue su opositor en la cátedra de filosofía moral un Fray Alonso que había sido su maestro de lógica; pero fueron tan brillantes los ejercicios de Fernán Pérez que el voto unánime de los jueces le confirió aquella cátedra que, como dice el mismo Oliva «hacía muchos años que por provisiones apasionadas estaba escurecida y quasi enterrada», habiendo sido instituída como fuente de virtudes, adonde todos viniesen a aprenderlas y tomar luz de ellas. « fue el maestro Oliva, dice su sobrino Ambrosio de Morales, hombre gravísimo y de singular autoridad, muy celebrado y reverenciado de todos los que le conocieron, y por ella mereció primero ser, en 1524, rector de la Universidad de Salamanca, cargo que no se da sino a hijos de señores, y después, poco antes que muriese, estaba señalado, como es notorio, para ser maestro del rey nuestro señor, que entonces era niño». A deshora vino a cortar tantas esperanzas su arrebatada muerte, acaecida en 1533, a la temprana edad de treinta y nueve años. Nicolás Antonio, en su Biblioteca Nova (tomo I, pág. 386, columna primera), cierra así el elogio de nuestro autor: «Vir fuit summo loco ac pretio habitus quibuscum versabatur, doctrinae, prudentiae et gravitatis nomine: qua virtutum commendatione promeritus, dicitur Philipo II, tunc in sacris paternis constituto litterarum magister destinari. Mors tamen cursum fortunae abrupit minorem adhuc quadragenario eum iubens e vita decedere».
Los libros del maestro Oliva quedaron inéditos al tiempo de su muerte. El célebre cronista Ambrosio de Morales, sobrino de Fernán Pérez, recogió sus obras y las dispuso para la impresión que se hizo en 1585. Pero ya treinta y seis años antes había hecho sudar las prensas complutenses el famoso Diálogo de la dignidad del hombre, encabezando la preciosa colección de obras propias y ajenas que, dedicadas a don Hernando Cortés, Marqués del Valle, descubridor y conquistador de Nueva España, dió a la estampa el joven toledano Francisco Cervantes Salazar. Salieron a luz con el siguiente título: Obras que Francisco Cervantes de Salazar ha hecho, glosado y traducido. «La primera es un Diálogo de la dignidad del hombre, donde por manera de disputa se trata de las grandezas y maravillas que hay en el hombre, y por el contrario de sus trabajos y miserias, comenzado por el maestro Oliva y acabado por Francisco Cervantes de Salazar. La segunda es el Apólogo de la ociosidad y el trabajo, intitulado Labricio Portundo, donde se trata con maravilloso estilo de los grandes males de la ociosidad, y por el contrario, de los provechos y bienes del trabajo, compuesta por el protonotario Luis Mexía, glosado y moralizado por Francisco Cervantes de Salazar.
La tercera es la Introducción y camino para la sabiduría, donde se declara qué cosa sea, y se ponen grandes avisos para la vida humana, compuesta en latín por el excelente varón Luis Vives, vuelta en castellano con muchas adiciones que al propósito hacía, por Francisco Cervantes de Salazar»; un tomo en 4.º Precede al diálogo un discurso de Ambrosio de Morales sobre la lengua castellana, reproducido con adiciones y variantes al frente de las obras de su tío (edición de 1585). Sirve de introducción al apólogo de la ociosidad y el trabajo un erudito prefacio del maestro Alejo de Venegas, refundido y acrecentado en 1552 para que precediera a la «moral y muy graciosa» Historia del Momo, compuesta por León Baptista Alberto Florentín, y trasladada al castellano por Augustín de Almazán (Alcalá de Henares, 1553. Madrid, 1598). Al fin del Apólogo se lee: «A gloria y alabanza de Dios Todopoderoso y de la Sacratísima Virgen Santa María, Señora Nuestra, se acaba la presente obra intitulada Apólogo de la ociosidad y el trabajo, maravillosamente compuesto en alto estilo y grande artificio. Es una profunda imaginación para doctrina, provecho y gusto del lector, donde hallará grandes secretos, así de historias sagradas como profanas y ficciones poéticas, mucha erudición de varias ciencias y cosas generales muy declaradas en philosophía natural, documentos muy excelentes en la Éthica, moral, política y todo género de gobernación, todo muy sabiamente anotado y declarado por Francisco Cervantes de Salazar. Imprimíase en Alcalá de Henares, en casa de Juan de Brocar, en el año de nuestra salvación de 1546 años, en el mes de mayo». Después de la Introducción y camino para la sabiduría, última obra contenida en el tomo, se halla una nota del impresor Juan de Brocar, que no merece ser omitida.
«Al lector: Van en este volumen, christiano lector, tres tratados, de los cuales el presente, que se intitula Introducción y camino para la sabiduría, compúsolo en latín el excelente varón, dechado de toda virtud, erudición y bondad, Joan Ludovico Vives. Traduciólo después y adicionólo Francisco Cervantes de Salazar. Esta obra es toda de sentencias y conclusiones, llenas de verdad que nos abren el camino de la sabiduría, en lo que toca particularmente a cada uno en sus costumbres, donde toda la Éthica de los antiguos y la Theología cristiana se hallarán sacadas en limpio por diversas conclusiones; y cuanto a la conversación con los hombres está muy extensamente declarada la política y económica, de manera que todos somos en muy grande cargo al autor que primero la escribió en latín, y a Francisco Cervantes de Salazar, pues como hombre muy leído y amador de su nación la comunicó a los suyos; expresando cada cosa muy enteramente, guardando como fiel intérprete la sentencia y palabras de Luis Vives donde son menester, y como muy ejercitado paraphraste, añadiendo de nuevo al propósito de cada cosa lo necesario, todo muy conforme y dependiente. En la impresión se tuvo miramiento que lo que es de Luis Vives se pone de letra algo más crecida y lo añadido va de letra y renglones algo menores, porque de otra manera fuera casi imposible conocer la diferencia de lo uno a lo otro, tanta es la similitud de lo nuevo con lo viejo, tan sutil y delicada la contextura de lo que Luis Vives escribió y de lo que sobre él añadió Francisco Cervantes de Salazar. Esta obra, como todas las demás, se publica para gloria de nuestro señor y general provecho de la christiana república. Imprimíase en esta casa de Alcalá, a 18 de junio, año de nuestra salvación de MDXLVI.»
De las obras de Francisco Cervantes de Salazar hizo una bellísima edición, en 1772 don Antonio de Sancha. Precédela una doctísima advertencia sobre esta nueva impresión, escrita por don Francisco Cerdá y Rico, que ilustró con notas de escogida y peregrina erudición el Diálogo de la dignidad del hombre y el Apólogo de la ociosidad y el trabajo. Añadió el texto latino de la Introducción y camino para la sabiduría, conforme en un todo con la edición de 1544, corregido y aumentada por el mismo Luis Vives y hecha en Brujas, ciudad de Flandes, y no en Burgos, como erradamente pensaron el mismo Cerdá y otros bibliófilos. Al pie de las páginas anotó puntualmente las variantes que ofrece el texto de esta edición cotejada con las demás que se han hecho de este precioso tratado, y especialmente con la de Basilea, 1565, que contiene todas las obras del filósofo valenciano.
Antes de 1546 corrían impresas dos traducciones de piezas dramáticas griegas y latinas, hechas por el maestro Fernán Pérez de Oliva. Es tal la rareza de estas primeras ediciones, que se han ocultado a la diligencia de todos nuestros bibliógrafos antiguos y modernos. Sabemos positivamente su existencia por el testimonio irrecusable de Antonio de Morales, en su Discurso sobre la lengua castellana. «Para esto se ejercitó primero en trasladar en castellano algunas tragedias y comedias griegas y latinas, las quales andan ya dos impresas». En antiguos índices de la Biblioteca Nacional se cita La Venganza de Agamenón (que es la Electra de Sófocles) impresa en Sevilla, 1541, en 4.º; pero en tiempo de Cerdá y Rico había ya desaparecido. Quizá sea la otra El Anfitrión de Plauto, que tradujo Fernán Pérez durante su residencia en el extranjero, dedicándola a su sobrino Agustín de Oliva. Por su escaso volumen se hubieran perdido los escritos del Maestro Oliva, impresos antes de 1585, si su sobrino Antonio de Morales no los hubiese reunido con el mayor esmero y diligencia en colección preciosa que dedicó al cardenal don Gaspar de Quiroga, arzobispo de Toledo. Se comenzó la impresión de estas obras en Salamanca y se acabó en Córdoba por Gabriel Ramos Bejarano, tirándose sólo mil quinientos ejemplares.
Edición príncipe. Obras del maestro Fernán Pérez de Oliva, con algunas de Ambrosio de Morales, sobrino suyo. En Córdoba, 1586 (otros ejemplares dicen, en Salamanca, 1585). Colofón. «Acabóse de imprimir este libro en la muy noble cuidad de Córdoba, en casa de Gabriel Ramos Bejarano, impresor de libros, a costa de Francisco Roberto; mercader de libros. En el mes de diciembre del año de MDLXXXV.» Síguese esta advertencia: «Al lector, Gabriel Ramos Bejarano. Este libro se comenzó a imprimir en Salamanca y después fue necesario passarlo a Córdova, habiéndose impreso allá no más que hasta el argumento del Diálogo de la dignidad del hombre, en cuatro pliegos. Todo lo demás se acabó en Córdova. Mas porque en Salamanca no se imprimieron más de quinientos, se imprimieron otros mil enteros en Córdova. Por esto tendrán unos libros diferentes principios de otros, y podríasse pensar que fuessen dos impressiones y no es sino todo una misma, como por lo dicho se entiende.» En 4.º, 283 folios. El privilegio está dado a 19 de junio de 1584.
Estas obras, dechado de la pureza, majestad y energía de la lengua castellana, apta como ninguna para tratar con dignidad y alteza las materias filosóficas, sufrieron, no sabemos por qué, las mutilaciones inquisitoriales, como fácilmente verá quien examine con detención los antiguos Índices Expurgatorios del Santo Oficio. Esto, unido a la escasez de ejemplares impresos, hizo muy raras las obras del maestro Oliva, hasta que a fines del siglo pasado se levantó la prohibición, y un bibliófilo, de quien sólo conocemos las iniciales, hizo una curiosa edición arreglada a la primitiva. Lleva el siguiente título: «Las Obras del Maestro Fernán Pérez de Oliva, natural de Córdoba, Rector de la Universidad de Salamanca y cathedrático de Theología en ella y juntamente quince discursos sobre diversas materias, compuestos por su sobrino el célebre Ambrosio de Morales, cronista del Católico rey don Felipe II, la Devisa que hizo para el señor don Juan de Austria, la Tabla de los Cebes, que trasladó de griego en castellano, con el argumento y declaración que hizo della y un discurso del Licenciado Pedro de Valles sobre el temor de la muerte y deseos de la vida y representación de la gloria del cielo. Dirigidas al Ilustrísimo Señor el Cardenal de Toledo don Gaspar de Quiroga. Dalas a luz en esta segunda edición D. A. V. C. Con licencia del Consejo. En Madrid, en la imprenta de Benito Cano. Año de 1787.» Dos tomos en 8.º con un prólogo del editor. Ambas ediciones contienen un lema latino de Ambrosio de Morales: Hinc principium, huc refer exitum. + IHS. A te Principium, tibi desinet. Dulce mihi nihil esse precor si nomen Iesu dulce absit, cum sit hoc sine dulce nihil. Dedicatoria: «Al Ilustrísimo y Reverendísimo señor el cardenal don Gaspar de Quiroga, arzobispo de Toledo, Primado de las Españas, Chanciller mayor de Castilla, Inquisidor general en todos los reinos y señoríos del Rey nuestro señor y de su consejo de Estado. Ambrosio de Morales, Coronista del Rey nuestro señor, besando humildemente sus Ilustrísimas manos, le ofrece las obras del maestro Oliva, su tío. De Córdova y marzo de 1582.»
(...)
Ambrosio de Morales, sobrino del maestro Oliva, al lector. Discurso sobre la lengua castellana. Es el mismo impreso en 1546, con adiciones y variantes, que notó puntualmente Cerdá y Rico en su edición de las obras de Cervantes de Salazar. Nótese el siguiente pasaje, hablando del amor que tuvo el maestro Oliva a la lengua castellana. «Los mismos que le conocieron por extremado en todo género de disciplinas y por hombre prudentísimo y muy virtuoso saben cuánto se pulió en su lengua, cuánto le fue aficionado y cómo estaba todo puesto en dar a entender el mucho fruto de primor que podría producir su fertilidad, siendo bien cultivada; no se puede dar del todo a entender cuán grande fue el amor que tuvo a nuestra lengua, mas entiéndese mucho cuando se considera, cómo un hombre que tan aventajadamente podía escribir en latín y hacer mucho más estimadas sus obras, por estar en aquella lengua, haciendo lo que los hombres doctos comúnmente hacen, no quiso sino escribir siempre el lenguaje castellano, empleándolo en cosas muy graves, con propósito de enriquecerlo con lo más excelente que en todo género de doctrina se halla... Con toda aquella gravedad, con toda aquella insigne autoridad y con toda aquella excelente grandeza de su ingenio y de todo su ser y con todo el menosprecio en que veía ser tenida nuestra lengua castellana, nunca dejó de preciarla, nunca dejó de escribir en ella y nunca perdió la esperanza de ensalzarla tanto con su bien decir, en que creciese mucho en estima y reputación.» ¡Gloria, pues, al maestro Oliva, que a principios del siglo XVI, en medio de la bárbara turba escolástica que infestaba las universidades, se abrevió a tratar en romance las más altas cuestiones filosóficas! Pero continuemos el catálogo de sus escritos:
Diálogo de la dignidad del hombre. Este es aquel diálogo leído siempre con admiración en España, según afirma Ambrosio de Morales, y del cual dice Mayans que si no es de oro, es más precioso que el oro mismo. Le continuó Cervantes de Salazar, añadiendo más de dos tantos a la materia que el maestro Oliva había comenzado. «En esta continuación, dice Ambrosio de Morales, se leen cuantas cosas hay de las dos philosophías (moral y natural), sin otras muchas de diversas disciplinas, clara y agraciadamente dichas, siendo agradable la abundancia de cosas que coge y ayunta, y no menos agradable la propiedad y copia en el lenguaje.» Morales no incluyó el trabajo de Cervantes entre las obras de su tío.
Discurso de las potencias del alma y del buen uso dellas. Tomados de los últimos capítulos del libro sexto de las Ethicas de Aristóteles.
Muestra de la lengua castellana en el nacimiento de Hércules o Comedia de Amphitrión, tomando el argumento de la latina de Plauto. Dedicatoria del maestro Fernán Pérez de Oliva a su sobrino Agustín de Oliva. Argumento de la Comedia de Amphitrión.
La Venganza de Agamenón, tragedia cuyo argumento es de Sófocles, poeta griego. Argumento de la tragedia. Es una traducción libre de la Electra de Sófocles.
Hécuba triste, tragedia que escribió en griego el poeta Eurípides; y el Maestro Fernán Pérez de Oliva, tomando el argumento y mudando muchas cosas la escribió en castellano. Argumento de la tragedia. Al fin añadió Ambrosio de Morales una sentencia que en boca de Agamenón puso su hermano Jerónimo de Morales, y que, como dice el célebre cronista de Felipe II, parece más pronunciada en juicio que fin de tragedia.
Razonamiento que hizo el Maestro Fernán Pérez de Oliva en el Ayuntamiento de la ciudad de Córdova sobre la navegación del río Guadalquivir.
Razonamiento que hizo en Salamanca el día de la lición de oposición de la Cáthedra de Philosophía Moral. Muy celebrado «por la modestia, el gran concierto, la gravedad y el artificio con que lo prosiguió todo, en ocasión donde no teniéndose comúnmente cuenta con esto se desordenan los que allí hablan y parece ponen todo su bien en decir mal de otros.»
Poesías. Advertencias de Ambrosio de Morales. Enigmas (trece estancias de arte mayor). Enigma de la hormiga, continuado por su sobrino Agustín de Oliva (tres estancias). Enigma del gusano de seda, por Agustín de Oliva (cinco estancias).
Lamentación al saqueo de Roma, año 1527, en coplas de pie quebrado, puesta en boca del Papa Clemente. La ponemos a continuación, por ser tan curiosa como poco conocida. Es una imitación de las coplas de Jorge Manrique a la muerte de su padre, y tiene grande interés histórico por referirse a aquella sangrienta jornada, que, como nadie, describió el famoso protestante español Juan de Valdés, cuyos diálogos, que compiten con los de Luciano, todavía no han sido apreciados en su justo valor por la crítica moderna ni reproducidos siquiera por las prensas españolas.
«Oh, fortuna, que rodeas
Con perpetuo movimiento
El mundo de ti contento,
Dime agora,
¿Si me dejarás un hora
En la vida de sosiego,
Pues tras ti andando ciego
Me he perdido;
Mira donde me has traído
Del estado soberano,
Do me alzaste con tu mano
Poderosa.
La vida me es enojosa,
Aborrezco yo mi suerte,
No tengo sino en la muerte
Confianza.
Ya no espero ver bonanza
Entre tales tempestades,
Donde andan mis ciudades
En tormenta,
No hay ninguna que no sienta
Los furores de la guerra,
Igualando con la tierra
Lo más alto.
Todo anda en sobresalto
Y no puedo socorrello
Sino con gran dolor vello,
Desta torre,
De do veo como corre
El río Tibre teñido
Con la sangre que ha salido
De romanos.
¿Do están agora las manos
Que domaron todo el mundo,
Que nos libren del profundo
De los males?
Scipión, César y otros tales,
Todo su bien es pasado,
Y tu fin es ya llegado,
Noble Roma.
Mira el tiempo como doma
A tu antiguo poderío,
Todo el calor vuelve en frío
De los hombres,
Y sus hechos y sus nombres
Todos caen en olvido,
Todo queda destruido
Lo humano.
¡Oh Rey alto soberano,
Dios de verdadera fama,
Oye, escucha, que te llama
Tu pastor.
¿Cómo no ves, oh Señor,
Los lobos en los apriscos,
Y el ganado por los riscos
Asombrado?
¿Dó tu amor y tu cuidado?
¿Dónde tienes las orejas,
Que no oyes tus ovejas
Dar balidos?
Oye, escucha los gemidos
Que salen de entre los fuegos:
Oye, escucha tristes ruegos
Que te envían.
Las madres que no querrían
Algún tiempo haber parido,
Los niños en alarido.
Se te quejan,
Porque sus padres los dejan
Para no los ver morir,
Todos querrían huir
De quien aman,
¿Ya no oyes los que llaman
A tu antigua piedad?
¿Qué es de aquella voluntad
Que tenías,
Los antepasados días,
Cuando, señor, nos compraste
Con sangre que derramaste
De tu pecho? Etc.».
Canción del maestro Oliva.
Fin de las obras del maestro Fenán Pérez de Oliva.
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