JOAQUÍN ÁLVAREZ
(Andújar, JAÉN 1713 - 1791)
Escritor jesuita
La presencia jesuita en Andújar ha propiciado a lo largo de la historia que muchos paisanos nuestros hayan descollado por su formación e intelectualidad. Ya hablamos hace unos meses de Alonso del Caño y del padre Juan de la Fuente. Y no acaba con Joaquín Álvarez la nómina de escritores jesuitas, ya que habrá que referirse también más adelante a Martín de Albarracín. Pero hoy preside nuestra entrada este andujareño que nació un 22 (ó 26) de julio de 1713 y que falleció en Rávena (Italia) el 15 de abril de 1791.
Ingresó en la Compañía de Jesús el 24 de marzo de 1731. Su formación la llevó a cabo, según parece, en el Colegio de San Hermenegildo de Sevilla (donde, por cierto, fue catedrático de Teología hasta su muerte Martín de Albarracín). En 1743 lo encontramos en tierras americanas, profesando los cuatro votos el 15 de agosto de 1747 en Quito. Fue profesor de Filosofía en la Universidad de San Francisco Javier (Panamá) de 1745 a 1747. Después lo fue de la Universidad Gregoriana de Quito (1747-1749) y más tarde enseñó Sagrada Teología en varios colegios de la Compañía. En 1767 fue desterrado, junto con toda su comunidad, merced a la Pragmática Sanción de Carlos III. En ese momento, el padre Joaquín era rector del Colegio de Latacunga (en la actual nación de Ecuador) y provincial de Quito. Como tantos otros jesuitas, pasó a Italia y allí siguió siendo provincial en el exilio. La muerte, como arriba queda indicado, le sorprendería en su destierro italiano.
El profundo conocimiento de la filosofía aristotélica le lleva a escribir varias obras, de carácter docente. Entre ellas hay que mencionar: Tripartitus Philosophiae Aristotelicae. Las dos primeras partes llegan a ser publicadas. De las otras dos solo nos han llegado sendos manuscritos (fechados en 1748 y 1749 respectivamente). También son suyos otros escritos sobre cuestiones filosóficas y teológicas: Tractatus de Sacramento Poenitentia, Tractatus scholasticus de Merito Theologico (1752), De essentia et attributis Dei (1753) y Tractatus Theologicus de Sacramentis in genere et in specie.
Portada del sermón
No obstante, su obra más famosa es un sermón: Flor de lis tres veces considerada: lis nacida, lis vista, lis transplantada: nacida en Francia, vista en España, transplantada al Paraíso. Aparece publicado, junto con otros sermones, en Sevilla en el año 1742. Se trata de una sentida oración fúnebre que le encargó la ciudad de Carmona tras el fallecimiento en París de la que fuera reina de España, doña Luisa Isabel de Orleans. En aquella época Joaquín Álvarez pertenecería al Colegio de San Hermenegildo de Sevilla ya que en el preámbulo del sermón, recibe el elogio del padre Juan Bautista Tomati, maestro de Prima en ese mismo colegio. Se destaca de él su erudición y su preparación, a pesar de la juventud del orador. El sermón se divide en cuatro partes: primero, un poema introductorio dedicado a la difunta. Después, una presentación del tema que se va a desarrollar. En tercer lugar: el sermón en sí mismo, donde bajo el lema “Flores aparuerunt in terra nostra tempus putationis advenit”, nos habla de la finada como digna heredera de la familia real francesa (de ahí lo de la “flor de lis”), recibiendo una esmerada educación en Versalles (“lis nacida”), gozando de su estancia en tierras españolas, como consorte del Luis I (“lis vista”) y pasando sus últimos años en un convento francés tras enviudar a edad temprana (“lis transplantada”). Hay que valorar el tono casi hagiográfico de esta pieza oratoria, sobre todo si tenemos en cuenta que Luisa Isabel de Orleans ha pasado a la historia como una desequilibrada, famosa por comportamientos tan excéntricos que iban de pasearse semidesnuda por palacio o montar a caballo en camisón, a eructar y ventosear en público, sin reparo alguno. Según el doctor Vallejo-Nágera, este personaje de la historia fue el resultado de, no solo la famosa endogamia de los Borbones, sino también de una ausencia de educación idónea y de una gran falta de afectividad en su infancia.
De laalacenadelasideas.blogspot.com
Se cierra el sermón fúnebre con un soneto latino, donde la que fuera reina de las Españas se dirige a todos aquellos que contemplan el fin de sus días. El poema lo traduce el propio padre Álvarez:
Quien quiera que tú seas, caminante,
sin honrar esa pira condolido,
sin escuchar las voces advertido
de sus ecos, no pases adelante.
Francia, de regias flores abundante,
regia flor me engendró: y en mí vertido
el raudal sacramente esclarecido
cristianísima flor o lis triunfante
lis con lis me enlazó felice fuerte,
Luisa con Luis Rey, flor hispana;
mas robó tantas glorias crudamente.
Si es la edad de la flor, y vida humana
el espacio de un día, hombre, advierte
que anochece también por la mañana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario