Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

jueves, 15 de enero de 2015

FELIPE GODÍNEZ [2.059]

Testimonio de la fe de bautismo de Felipe Godínez. Archivo del Arzobispado de Sevilla. 




Felipe Godínez

Felipe Godínez Manrique (Moguer, Huelva, 1582 - Madrid, 3 de diciembre de 1659), fue un clérigo y dramaturgo español del Siglo de Oro.


Felipe Godínez nació poco antes del día de Nochebuena de 1582, en que fue bautizado en la iglesia de Santa María de Moguer, según una copia de la partida de bautismo dada a conocer recientemente por Francisco Javier Sánchez-Cid [2011]; con lo que la fecha se adelanta, en al menos dos años, a las propuestas anteriores.

Pertenecía a una familia de judíos portugueses que habría pasado a esa población atlántica de la Corona de Castilla para aprovechar su proyección americana y potenciar así la actividad mercantil a la que se dedicaba. Lo habría hecho ya antes de la anexión de Portugal, según ha demostrado también el antedicho investigador. Los asuntos le fueron bien, como apuntan las noticias de sus propiedades y negocios, también de sus nombramientos, como el de regidor perpetuo de Moguer a favor del padre, Duarte Méndez Godínez. Su madre se llamaba María Denís Manrique. El matrimonio habría tenido al menos siete hijos, de los que Felipe era el menor. Desde 1598, la familia habría vivido en la calle del Vicario Viejo de Moguer (hoy Cristóbal Colón). De la estricta observancia de las prescripciones mosaicas de ese grupo familiar dan una idea los cargos que se le habrían de imputar en el proceso inquisitorial de 1624. Son bastantes otras las actitudes y actuaciones que conocemos de los distintos componentes que concuerdan con las pautas constatadas desde los inicios del problema judío en los reinos peninsulares: salida a América, incorporación a la milicia, compra de cargos municipales, etc. No era raro tampoco que optaran por la carrera religiosa, como hizo el propio Felipe.

Las investigaciones familiares de Sánchez-Cid [2011], apoyadas en las de Bolaños [1983] y otros, apuntan su pertenencia a esos sectores que se mueven en torno al poder político y económico, aunque su problema racial les hace vulnerables a los cambios en los juegos de fuerzas. Unos datos y otros les señalan en la órbita clientelar del Conde de Olivares, el V Duque de Béjar y el VIII Duque de Medina Sidonia.

Durante años el escritor realizaría trueques en los apellidos, muy probablemente con la intención de eludir señales delatoras de lo que pudiera dificultar su inserción social y profesional, según pautas constatadas en otras personas de su condición. Como Denís Manrique o Denís Godínez aparece en los primeros documentos, para pasar a Godínez Manrique en los cercanos a 1624, y terminar solo como Godínez a partir de entonces.

Etapa andaluza

Sin desentenderse de los negocios familiares, con intereses en la propia Moguer, en Sevilla y en América, realizó estudios universitarios y eclesiásticos en el Colegio Mayor de Santa María de Jesús de la capital hispalense, que le llevarían a obtener el título de Bachiller en Teología en 1610. Al tiempo, cursó la carrera eclesiástica, de cuyos grados hay pruebas documentales en la propia Sevilla y en la portuguesa Faro.

El primer testimonio constatado de su andadura como escritor es de 1604, año en que aparece el libro Mercurius Trimegistus, cuyos preliminares contienen un soneto suyo en alabanza del autor, Bartolomé Jiménez Patón.

En 1610 se incluye otro poema suyo, una Glosa en octavas, en la Relación de la fiesta que se hizo en Sevilla a la beatificación del glorioso San Ignacio. Esto, unido a la abrumadora presencia de obras de escritores jesuitas en una lista de libros que compró en Sevilla en 1613, hace que Sánchez-Cid [2009] proponga la hipótesis de que se hubiera formado en alguno de sus colegios, como el de Santa Catalina de Trigueros, cercano a Moguer. Podrían deberse a esta impronta algunos de los temas dominantes de su teatro: así, las propuestas inmaculistas o su postura en la controversia teológica De auxiliis, sobre la relevancia concedida a la libertad humana y a la gracia divina.

Precisamente, en 1613 están fechadas las primeras obras dramáticas conservadas, que debieron de estrenarse en Sevilla: La Reina Ester, Ludovico el Piadoso y El soldado del cielo San Sebastián, esta última de atribución más problemática. De su faceta como predicador tenemos noticia en las relaciones que ocasionó su presencia en el auto de fe de 1624, que la mencionan por haberse notado en sus sermones proposiciones susceptibles de censura.

El 30 de noviembre de ese año el escritor comparecía en auto público de fe en la plaza de San Francisco de Sevilla. En opinión de Menéndez Onrubia [1977], las imputaciones que en esas relaciones constan permiten pensar que Godínez habría llegado a un concierto de sus antiguas creencias judaicas con las ideas iluministas que experimentaban un rebrote en la Sevilla de esos años.

En todo caso, el episodio inquisitorial habría de tener repercusiones en todos los órdenes, desde el económico y profesional, como consecuencia de la confiscación de los bienes familiares y la inhabilitación sacerdotal, al geográfico, que le haría dejar Andalucía para recalar en Madrid en compañía de su madre María y de sus hermanas Felipa y Ángela.

Etapa madrileña

La notoriedad de su problema, no pequeño en una sociedad hiperestésica en cuestiones de raza, le acompañará en el nuevo entorno: así lo ponen de manifiesto las alusiones satíricas de sus nuevos convecinos, excelsos escritores algunos de ellos, como Lope o Quevedo. Pero, por otro lado, Madrid le debió de permitir contar con algunos apoyos necesarios para seguir adelante tras el descalabro, al ser uno de los centros de asentamiento de comerciantes judíos portugueses, y, por supuesto, le facilitaría el desarrollo de su creatividad como dramaturgo. La Villa era en esos momentos la capital indiscutible de una actividad que estaba alcanzando su máximo esplendor, y que requería mucha mano escritora para atender la fuerte demanda de obras teatrales.

Esta segunda mitad de su vida está mejor documentada. A ella pertenece, además, la mayor parte de las obras dramáticas que se han conservado. Al tiempo que escribía, se ocuparía de sus responsabilidades sacerdotales, ya que su rehabilitación no tardaría en llegar, a pesar de que la sentencia estipulaba que fuera a perpetuidad. Las noticias de sus actividades como sacerdote y predicador reflejan de alguna manera el empeño en mostrar su transformación vital; también lo hacen las obras dramáticas de esos años: en ellas abundan personajes que muestran con sus actos y palabras que el cambio de vida es posible, y la importancia de la misericordia divina y del perdón. No faltan las pullas satíricas de sus contemporáneos, como se apuntó, pero abundan más los elogios a sus ocupaciones religiosas y teatrales. Igualmente, hay huellas de su participación en academias, prolegómenos encomiásticos de libros y compilaciones varias, lo que muestra su integración en la vida cultural de aquel Madrid en ebullición literaria.

Una de las actividades más valoradas es la de predicador, encomiada por Pérez de Montalbán en su Para todos. En la Fama póstuma (1636), en homenaje a Lope de Vega tras su fallecimiento, y coordinada por este mismo escritor, está incluida una Oración fúnebre en prosa. No falta el reflejo de su arte oratoria en sus obras dramáticas. Es evidente que supo ver las grandes posibilidades que tenían los tablados de comedias como púlpitos para el adoctrinamiento.

Esto guarda relación con la importancia que tienen los contenidos religiosos en su teatro. Godínez se hizo con un indiscutible prestigio de autor de «comedias divinas», subrayado por algunas personalidades de la vida literaria del momento, desde la sátira, en el caso de Quevedo, o el elogio, en los de Lope de Vega, Pérez de Montalbán, Ulloa Pereira, Enríquez Gómez o Bances Candamo. También las referencias de la época destacan la profundidad de los conocimientos desplegados en ellas por el dramaturgo, a cuyo apellido siempre acompaña el título de doctor (sin que a día de hoy se haya podido averiguar dónde y cuándo lo obtuvo).

Tanto la escritura como las representaciones de la mayor parte de sus obras conocidas pueden fecharse entre 1624 y el final de la década siguiente. Las tuvieron en sus repertorios las mejores compañías del momento, como las de Juan Martínez, Alonso de Olmedo Tofiño, Antonio de Prado, Bartolomé Romero o Andrés de la Vega, que las exhibirían en corrales y salones palaciegos; lo que de nuevo avala su prestigio como poeta dramático en unos años de tantos y tan notables competidores por el éxito en los tablados.

En los veinte años finales abandonaría o minimizaría su actividad dramática. Las únicas muestras literarias que pueden datarse con seguridad en esa fase son unos pocos poemas de circunstancias. También de entonces hay referencias a su entrega en el desempeño sacerdotal.

Murió el 3 de diciembre de 1659 en su casa madrileña de la calle de la Cabeza y fue enterrado en la iglesia de San Justo y Pastor.


Obra literaria

Godínez es autor de una serie de poemas -glosas, décimas, romances, tercetos y, sobre todo, sonetos-, incluidos en los preliminares de los libros de otros escritores, en su alabanza; o en obras colectivas para la celebración de personas, espacios y acontecimientos. Como apunta Profeti [2009], «son pruebas del ingenio de un intelectual erudito». Como único testimonio en prosa se ha conservado su Oración fúnebre, incluida en la Fama póstuma a la vida y muerte del Doctor Frey Lope Félix de Vega Carpio (1636).
Portada de una suelta de Aún de noche alumbra el sol. Biblioteca Nacional de España.Su relevancia como escritor radica en la literatura dramática, faceta de la que nos han llegado dieciséis comedias, tres autos sacramentales y uno navideño de autoría segura. Otras cinco comedias y un auto suscitan dudas sobre su atribución.

Godínez no se responsabilizó de la publicación de ninguna de sus obras teatrales. Estas han llegado hasta hoy en manuscritos - alguno autógrafo-y ediciones sueltas o insertas en diversas partes de las colecciones conocidas como de Diferentes Autores o de Nuevas Escogidas.

El repertorio hoy disponible ratifica la especialización en comedias «divinas» que señalan sus contemporáneos: todas las conservadas, excepto seis, son religiosas.
De ellas destacan especialmente las bíblicas, con un total de siete: las dos de autoría aún sin sancionar definitivamente, La milagrosa elección (sobre Moisés) y La paciencia de Job; y las cinco seguras, La Reina Esther, Amán y Mardoqueo, Los trabajos de Job, Las lágrimas de David y El primer condenado (sobre Caín). Ningún dramaturgo del teatro español del siglo XVII llevó a las tablas los asuntos del Antiguo Testamento con la insistencia y singularidad de planteamientos e intenciones de Godínez.

Las demás comedias religiosas son hagiográficas, de las que sobresale la tríada compuesta por De buen moro buen cristiano, O el fraile ha de ser ladrón, o el ladrón ha de ser fraile y Ha de ser lo que Dios quiera. Son piezas de «santos y bandoleros», y están conectadas por temas y aspectos dramáticos. El escritor aprovechó este modelo para difundir entre sus conciudadanos algunas de las ideas nucleares tras el proceso inquisitorial: la posibilidad del arrepentimiento, la misericordia de Dios, su capacidad de perdonar y de lograr una auténtica conversión.

La Virgen de Guadalupe, San Mateo en Etiopía y la dudosa Celos son bien y ventura (sobre San Albano) completan el apartado hagiográfico.

La traición contra su dueño.De las seis comedias profanas, la primera cronológicamente es Ludovico el Piadoso, de historia extranjera (sobre los problemas sucesorios carolingios). Las otras cinco presentan también rasgos conectivos: podrían calificarse de obras serias de enredo palaciego, a las que no faltan personajes de referencia histórica. Entre ellas el éxito editorial y la propia valía artística han destacado Aún de noche alumbra el sol. Las otras son La traición contra su dueño, Cautelas son amistades, Basta intentarlo y Acertar de tres la una.

Su repertorio teatral acoge también los autos sacramentales El divino Isaac, El premio de la limosna y Rico de Alejandría, y El príncipe ignorante discreto; y el navideño Los pastores de Belén. Hay otras dos piezas sacramentales dudosas: Los toros del alma y Los trabajos de Job.

Se le han atribuido otros títulos de obras no localizadas: Judit y Olofernes, La mejor espigadera, Adquirir para reinar y El soberbio calabrés. También en este apartado dominan las comedias bíblicas. La segunda es homónima de la que se atribuye a Tirso de Molina, por lo que es posible que se trate solo de una atribución espuria, motivada por el prestigio de que gozó Godínez entre sus contemporáneos como autor veterotestamentario; algo así pudo ocurrir también con La venganza de Thamar que se la atribuye en una suelta del XVIII y que presenta pocas variantes, pero no sin intención, con la de Tirso de Molina. Cabría, asimismo, que el tercer título correspondiera a una comedia suya sobre Jacob y Raquel que menciona Pérez de Montalbán en el Para todos (1632).

Germán Vega García-Luengos
Universidad de Valladolid



De San Mateo en Etiopía


Jornada III - Seleuco


   Hombre empréstito breve de la vida,
de la muerte común deuda forzosa,
sueño en la fantasía mentirosa,
máquina en vanidades sostenida.

   Luz tan presto mortal, como encendida,
polvo con altivez, farsa engañosa,
ceniza hinchada, arena revoltosa,
humo en el aire, flor desvanecida.

   Tierra inconstante, barro movedizo,
vapor caduco, miserable viento,  
centella breve, fábula soñada.

   Soplo sin fuerza, vidrio quebradizo,
sombra sin ser ligero pensamiento.
Hombre te llaman. Yo te llamo nada.














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