Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013
viernes, 24 de junio de 2011
431.- CRUZ MAÑAS PEÑALVER
Cruz Mañas Peñalver nació en Córdoba, en Mayo de 1968. Ha vivido entre Córdoba y Madrid, ciudad esta última donde realizó sus estudios de Ciencias de la Información y Arte Dramático. Es hija del poeta cordobés, Jacinto Mañas Rincón. Actualmente reside en Córdoba.
En 1984, con 16 años, obtiene el Primer Premio Floral, “Ciudad de Montoro”. Fue finalista del Premio de Nacional de Poesía Vicente Núñez en 1993. Sus publicaciones poéticas son Noveno Planeta, editada en Fernán Núñez en 1994, por Jorge Huertas, en la colección “Cuadernos de Ulía”; Mar de Fondo, que fue galardonado con el Premio Nacional de Poesía Mario López, 1998, y La Casa de Humo.
Cruz Mañas es colaboradora asidua de diversas revistas, podemos encontrar su poesía en la guía de artistas y escritoras contemporáneas andaluzas editada por la Junta de Andalucía y el Instituto de la Mujer. Actualmente, simultanea la elaboración del que será su cuarto libro de poemas, Cortometraje, con la preparación de su primer documental como realizadora.
La casa de humo
“Limpia su pequeño cuarto,
mas el patio aguarda, negro.”
Los Malditos,
George Trakl
Marcha Nupcial
-Mi calle-
Los corazones tristes
recorren las calles.
Arriba, hip!,
abajo, hop!,
¡marchando!...
-A donde sea-.
Mitch
-El porche-
Yo sé, padre,
que el huracán Mitch,
el malparido viento,
es como aroma fresco.
Un ancho remolino
nacido de la vida
para dar voz
a la ancha muerte,
para airear
ese montón de olvido
que solamente somos.
Polvo sobre escombros.
Difusos lodos duermen,
sueñan tras la almohada
de los cuerpos proscritos.
A Sylvia Plath
-El recibidor-
Creo en mí.
Mi corazón no duda
de este frente porque es
la única lucha.
Escribo
para desgracia mía
y de los míos,
porque la soledad
va a ser el huésped
de las almas.
Mis manos
van abriéndose paso
entre las zarzas.
Mis dedos malhadados,
trenzados,
malqueridos,
engarzan los retales
de alfombras voladoras.
Mi corazón no duda.
Béndigame el dolor
cada umbral de esta casa,
porque él es el amigo.
El Angel de la Guarda
que todo lo consagra.
La cenicienta
- La cocina-
¿A qué extraña galaxia
voló el hada madrina?.
Las estrellas fugaces,
cuyos semblantes eran
las perlas del palacio,
gruñen como una bruja
de verrugas de sapo,
y verdor de lagarto.
Hoy las constelaciones,
de miles de millones
de llamas deslumbrantes
se apagan a mi paso,
esconden sus anhelos
a este maltrecho canto.
Me ruge la patraña,
ciertamente me espanta.
La Cenicienta lava,
a estas horas del día,
las soledades granas.
Atlantes
- El cuarto de estar-
Somos dos,
dos en la misma casa.
Tú norte, yo sur
y entre medias
kilómetros de agua.
Un barquero viene y va,
al océano arrumba
sobre hilvanes de sal.
Y yo hablo y tú callas.
Por el piso anegado,
el amor se desgrana
como río en la mar.
Gota a gota vivimos.
Levantamos un mundo
a medida del llanto.
Otoño
- Por la ventana del cuarto...-
He cerrado los ojos.
Algo ha volado largo.
Ha llegado a mis santos,
a mis ángeles,
a mis guardas hidalgos,
esos que vi trotando
por las nubes de Mayo.
- Era una blanca estela,
cordel del viento era -.
He cerrado los ojos.
He visto como ardían
las hojas de los álamos
prendiéndose hacia abajo.
- La entraña de Septiembre
gotea entre tus manos-
Hoy
sean malditas siempre
las púberes memorias
Septiembre
-La televisión-
- Una paloma vuela
y atraviesa a lo ancho,
una paloma blanca,
granando el altozano. -
El hermano dolor
nos coloca en la suerte.
Enfrente,
una ventana.
Se abre
como un abismo
que enmarca sus dos brazos
al hueco del vacío.
Una pequeña brecha
vierte lo suficiente
para quebrar los vientres
de los enamorados.
Amanece Septiembre,
Enola Gay , el gánster,
cruza veloz,
certero,
rumbo a ninguna parte.
La Casa de Humo
-El baúl-
Una niña con hambre
se vislumbra entre el humo
de la casa de nadie.
Ellos van a encontrarte.
Aún escucho las salves
a través del pasillo.
Recuerdo el sitio exacto,
allí suelo tumbarme.
Forzaré las compuertas
del patio del colegio.
Un pasadizo se abre,
lentamente, a lo lejos.
Un corredor hermoso,
donde jugar sin miedo
durante los recreos.
A través del convento
doña Santa se acerca.
Va vestida de luto,
del color de la abuela.
Conozco un sitio oscuro.
Tal vez el más brillante
de todos los palacios.
- La Habitación del Mirlo
encubre un negro engaño -.
Una escalera envuelve
mi caracol del llanto.
Huéspedes
- El cuarto de invitados-
Nos reíamos tanto
que jugábamos a hacernos el muerto
entre cientos de nenúfares
blanquísimos.
Y yo te amaba,
y me contabas cuentos
al lucero del alba,
y aquel chismoso céfiro
susurraba a las almas
que estábamos tan vivos...
Y, sin embargo,
suenan cantos de cisne
sobre el gélido lago
que apenas presentimos.
Hoy
somos como príncipes
de la marchita historia,
coronados en huéspedes
de la casa vacía.
Rojo
- EL tapizado del sofá-
El rojo son tus ojos.
Correré las cortinas.
El carnicero es otro;
El acero se esmera
furtivo en las repisas.
Tengo pavor y es tanto,
que me tiemblan las manos
y podrías cortarte.
Ay!, por este agujero
de la luna de Enero
se deslumbran los miedos.
El hospital apenas
funcionará a estas horas.
Rojo tinto en los partes
de los médicos ciegos.
Al final del pasillo,
como siempre, dos puertas.
Ofelia vive
-la biblioteca-
Para todos aquellos
que un día me enterrasteis
bajo estancos tablones
de tristes estaciones.
Para todos los héroes,
-no olvidaré a ninguno -
Anuncio mi regreso.
Miradme, que estoy viva.
Bien viva, como siempre.
Llegué entre la corriente
del olvido de tantos.
Mi corazón ha arrancado
de cuajo las esquirlas;
Las manos entrelazadas,
ahora se han desplegado.
Las aguas estancadas
donde cabellos fueron
algas de un mausoleo,
son fresquísimos caños
de un fértil manantial
que hacia los prados baja.
Hoy Ofelia despierta.
Mi voz ahora os alcanza.
La semilla del dolor
-La escalera-
Mira, amor, hacia abajo
y contempla asombrado
tu gravedad certera.
Los años,
no son campos de siembra
que enterraran tus miedos.
Son peldaños granates,
de rubíes, de sangre.
Mira, amor,
hacia abajo.
Ese hijo que corre
hacia donde conoce,
se refugia del llanto
de la madre del hombre.
A Bram Stoker
- El dormitorio -
Yo sé que algo se acerca
sin remedio al acecho.
- Entre tú y yo jamás
ciclones caminaron -.
Sé que hay hilvanes sueltos
que a los cuerpos jalean.
Sé
que afuera la muerte
camina entre las flores,
que sobrevuela el suelo
con su silbante trote.
Yo sé lo que desea,
el amor de los hombres.
-¡Nos vendará los ojos!-.
Sé
que la muerte mata
con su cesta de hambre.
Mata de olvido puro,
mientras planea el luto
sobre la estera blanca.
Sobre la noche anda
la faz del asesino.
Mambrú
- La cama -
Te has ido.
Un nudo se atraganta
de nuevo en los pasillos.
Acaso no encontramos,
un bancal en el tiempo
de los enamorados.
El corazón oscila.
Tiñe de sangre nuestra
la alameda perdida.
Todavía quedamos,
queda la vida amarga
parida con el llanto.
-Limpiarás con tus manos
estas manos mojadas-.
Los jóvenes emergen,
sus cuerpos como soles
que mañanitas tejen.
Podríamos dejarnos,
marchar mar adentro,
sobre el lecho del viento
a babor...
desgranados...
Despertar
- El baño-
Anoche el granizo
caló hasta lo más hondo.
Nos despertamos pronto
de la clara mañana.
Los sueños,
de temprano nacientes,
hoy languidecen albos.
Ya
puebla el azabache
de tus ojos,
la oscura
tempestad del lucero.
La reina de las nieves
- El desván-
Revolotean las hadas
sobre el tul de la escarcha.
Alrededor maraña,
el desván del vacío.
El corazón, un brío,
prendido a las espaldas.
Recuerdo que partiste,
y arrojaste tus lienzos
al cuarto de los niños.
Te fuiste,
como el mirlo del cielo,
en alborada.
Con el alba, te fuiste.
Te llevaste las ganas.
Como siempre,
te fuiste,
despeñado a la nada
del país encantado
de tu Nunca Jamás
Más llegarán los tiempos
en que amores hambrientos
treparán las mil zarzas
del castillo de cuento.
Veleta
-La terraza-
Llegaste desde el Norte,
anclado a la deriva.
La lluvia de la nieve
pegada en tus zapatos
enlodaba la casa.
Fue en un año bisiesto
cuando Febrero renco
escalaba los cabos
y las puntas feroces
de los enamorados.
La tempestad bramaba
salándonos las llagas.
Los charcos del dolor,
criaturas del invierno,
virtiéronse de tinte.
Pero, ven, primavera,
y acúnate en la blanca
coraza de mi huerto,
que aún se mecen guirnaldas,
redondas como soles,
que aderezan los sueños.
Ven, Primavera, Ven
- El jardín-
Paréceme que vuelves,
dulzona primavera.
De nuevo me sorprendes
y llamas a mi puerta.
Tú llegas de repente
oh! primavera amarga,
como si perla blanca
esta casa escondiera.
¡Mi cimentada casa
sobre añicos de vértigo!
Canción de Primavera
-Bajo el ficus-
Del canario oigo el canto.
Mi corazón de hormiga
llora su mismo llanto.
- Jaulas para el amargo
batir de alas rotas-
Por la estación Noviembre
el anhelo encaramado
de patitas de plata,
pudo llegar más alto.!
...
la voz suena en el patio.
Tu boca me dispara
por la garganta pétalos
- Del canario oigo el canto,
lágrimas se derraman -.
Por mi pecho son puñales,
Soles del alba engarzan.
Cuchillas, son tus labios.
Claro de Sol
- La mudanza-
Muda nueva,
nuevo canto.
Cambiamos el cuarto
mojado de los llantos
por la casa de Mayo.
Los pájaros han vuelto
a trinar a sus anchas.
Los nidos ya se anidan
sobre el nuevo tejado.
Las cumbres del olvido
al fin nos piden paso.
Canto nuevo
nueva casa.
Con el jardín brotado
buscaremos un huerto
donde plantar la planta
de los enamorados.
Casa nueva,
nuevo harapo
y alas de primavera
sobre el viejo costado
Epílogo
-Canción infantil-
Marchar siempre hacia dentro,
¡oh soles que venís
de la lejana infancia!
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