Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

jueves, 16 de junio de 2011

420.- LUCI GARCÉS



Luciana Garcés Sánchez 
Periodista de La Voz de Galicia en A Coruña, nació en 1949 en Córdoba, España, en una familia de periodistas. A los tres años participaba, recitando en Radio Chupete, un programa radiofónico en el que logró su primer y único premio de declamación.
En el Diario Córdoba publicó su primer relato a los cuatro años. A partir de ahí se dedico a sus estudios alternándolos con apariciones en recitales.
En Madrid estudio realizó la carrera de Periodismo, parte de ella becada por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. En esa etapa trabajó en el periódico Informaciones, como actriz semiprofesional y en tareas de ayudante de producción en una serie televisiva coproducida por España y Francia.
Ha desempeñado tareas informativas en numerosos medios de comunicación, entre ellos: Avui, agencias de noticias Pyresa y Europa Press, Hermandad, Antena 3 Radio: Oasis (México). Durante más de 17 años jefe de área del Anuario de La Voz de Galicia.

Obra impresa individual

Me basta con mirar ( Pontevedra 2002)
Versus perversus (Ourense 2004)
De yantares y yaceres (Ourense 2006)

Otras publicaciones

Prosa

Callejón de las palabras (Ourense 2002)
Elecciones Gallegas 1987 (agotado)
Coautora de Galicia: Raíz y Horizonte (1987)

Integrada en el equipo de la novela La Memoria de los triángulos creó a una de las protagonistas: Ninfula.
Escritora invitada y creadora de uno de los finales alternativos de la novela Mudayyan.
III Antología de Prosa Entre Eros y Tánatos (Venezuela 2006, realizada por la Asociación de Escritores de Mérida y el Centro Nacional del Libro)


Poesía

Letras de la Conjura (Buenos Aires, 2002)
Poemas quietos (Ourense 2002)
V Antología Internacional de Sensibilidades
Antología Internacional Sensibilidades Oro.
III Antología de Poesía Entre Eros y Tánatos (Venezuela 2006, realizada por la Asociación de Escritores de Mérida y el Centro Nacional del Libro)
Antología La mujer rota (Guadalajara, México 2008)

Encuentros

Invitada cuatro veces a participar como poeta en Horas de Junio (México)
Literatti Jaén (España) 2007
Ponente en el Congreso de Literatura Virtual en la Universidad de Mayagüez (Puerto Rico)



SOLITARIO VA EL CAMINO

Qué triste el camino va,
sin bueyes ni peregrinos,
sin carro que lleve trigo
sin vino que trasegar.

Qué triste el camino está,
sin lanzas y sin pendones
sin caballos ni calesas,
sin guerreros ni doncellas.

Qué sólo el camino va,
de la sierra hasta el llano,
de la vaguada hasta el río,
por la ribera hasta el puente,
qué sólo madre, qué sólo.

Quedó tan lejos mi amor.
Mi único horizonte,
qué sólo madre, qué sólo.








TATUAJE INVERSO

Añado a mi costado
el perfil de una virgen enlutada,
ofrecida al arrogante inquilino de la hoguera.

Danza alrededor del fuego,
emulando el retorcerse de la llama,
brillante la piel por el esfuerzo,
por el calor que va a abrasarla,
por el miedo que ya quema
esas lágrimas evaporadas antes de mojar
la dulce piel de sus mejillas.

Alrededor de mis muslos
tatúan el hermoso equilibrio
de una cadena de triángulos
Padre, Hijo y el Espíritu
siempre perenne, mirando
desde el único ojo que no parpadea.

Gimen los cangilones de la madrugada
que suben las aguas turbias del río
de los deseos, de las ansias oscuras,
de los trasgos disfrazados de duendes.

Y bailan también en la fresca hierba
mientras reparten placer
y olvido con sabor a menta.

Morir

Meritorio camino el de los mártires
que se suicidan antes de que los maten,
valerosamente, fuertes en su debilidad.

La muerte es un premio, un juego,
es mirarte a los ojos y dejarse llevar:
a tus labios, a tus venas. Al tic-tac
de tu corazón exacto y preciso solo a ratos.

Santos.

Vacío ya el limbo de los que carecen de nombre,
bendecimos los cañones y coleccionamos cadáveres
momificados, veneramos esqueletos
que armoniosos decoran criptas monacales
en vez de devolver al polvo lo que es polvo.

Pecadores.

Me maquillaría de ti y para ti,
tu fuego para dar color a mis mejillas,
tu alma para ennegrecer las pestañas.

Muérdeme los labios, cómeme.
Encuentra los hoyuelos de mi espalda,
el vértigo de mis pantorrillas
alzadas sobre unos tacones pecadores.








NANA DEL LIMONERO

¿Qué juegas al alimón?

Salta de la almohada
a la nube del corazón.

¿Al alimón?

Refresco amarillo y dulzón.
¡Al alimón!, ¡al alimón!

Canela en rama
trae el aguador.
Y del limonero
flor de azahar
une te quieros.

Niño del algodonal,
corta la caña
y ven a jugar
al pasemisi,
pasemisá,
en el limonar.










EN LAS ACERAS DE LA SOMBRA

Cuando ardo en ti.
Estrecho tu cuerpo leve, con mis ojos-brazos
y sobre el hielo de tus pupilas escribo criptogramas.

Nunca me hallaras en las veredas oscuras
donde la hierba desdibuja tus huellas.
Camino hacia la luz.

Corro en tu busca esgrimiendo el machete de mi lengua,
y sosteniendo la brea de calafatear las grietas de la vida.

Asciende hacia la luz, como un águila real

Tus ojos hacen renacer el día,
dorar las arenas, manar agua, crecer trigo

Mientras deambulo lejos de las veredas oscuras
Bebo tus palabras, las sílabas ocultas,
el jeroglífico tatuado sangre y tinta.


Anoto para ti, las voces rotas del olvido,
carcajadas agrias de plañideras.

Regreso contigo y para ti,
desde la noche y siempre hacia la luz.

Soy tu razón, tu excusa, tu catón silabeante,
la serpiente de tu Edén, yo, tú.












LA ELIPSIS DEL OLVIDO

No puedo aproximar mi yo al baldío.
No iré, desdibujo la tristeza bajo el párpado adormecido.
Con sonrisas, memoria, descubierta...

Tiño de fuego mi aletear y abanico las sombras.

(Vuelo y marco el espacio con mi luz
cercana a las nubes y al infinito
Vuelo acortándole espacio que me separa
de la incandescencia, soy Fénix).

Voy, para beber aguas límpidas,
alejándome de las engañosas adelfas,
veneno de anochecida.

(Gravito hacia la elipsis del olvido
arrastrando fuegos chispeantes
y me calcino al intentar llegar a ti).

INSANIA
Dios se asomó ayer a mi ventana,
descorrió el encaje del visillo
y miró hacia el futuro, desnudándolo.

Así, él tiritaba en cueros vivos,
tratando de alcanzar las guedejas
del manto que cubría el hoy y el ayer.

Pero Dios sonreía como un chiquillo
travieso, mientras los ángeles
descolocaban megatones para contar almas.

¡Renovarse o morir! y se desclavaba,
y arrojaba su corona de espinas
al estéril desierto que florecía
con zarzamoras, sembradas a voleo
entre el ejército de cactus.

Pero en mi desierto no hay nada,
ni siquiera arena, ni lagartijas
dorándose al sol implacable.

En mi desierto la verdad
se teje con cristales de sílice,
y la mentira se acomoda en el césped
a la espera que pase el arcángel
Miguel con su espada flamígera
y apague el sol en una explosión
causada por el vacío de la implosión.

Y los querubines volarán de mis sueños
a tu locura, trazando autopistas
con la cola de los cometas.

Leeremos los salmos y cantaremos
el Apocalipsis, mientras los niños,
si sobrevive alguna criatura,
buscan los bofes paternos
para jugar un partido de fútbol.

Y no habrá nada, las delicias
de la insana cordura se evaporarán
como las carnes y las cabelleras,
y los huesos pálidos como la médula.

Regresará el magma primigenio,
los horrores de la vida
en las amebas voraces
que aparecerán
un,
dos,
mil
siglos después.













DELIRIOS

Me descubro atornillandome los pezones,
devolviendo en eruptos equivocados besos.
Masticar cada porción de piel acariciada
hasta formar un bolo que atasque la epiglotis.

Muerte por asfixia, por moco verde,
por lupus, por herpes genital.
La locura no cuenta.
Se muere loco, pero eso no importa.

Autosuicidio, mis trenzas de lana
sujetas alrededor del cuello,
la papada oculta con grapas de lifting,
entre los dedos, el diccionario de inglés.

Ahora puedo deambular, espesamente etérea.
Fantasma desnudo, polvo y ceniza
en el raso rojo del féretro, putrefacto
mi cuerpo se olvida de haber existido.


¿Lloras? Te deshidrataras ante mi resurrección

Los ocasos de los dioses siempre precisan un Wagner
y un órgano de tubos de plata en escalera tonal
que un esqueleto desnudo hace sonar castañeando los dientes.
A sus espaldas, un coro muestra la blancura de sus voces afiladas/
escapando horrorizadas de su obesidad de castrados.
Los ojos de los amantes dejan escapar serpientes liquidas.
Ella se abre el corsé para permitir un respiro a sus pechos
y, estos, golpean sin pudor la boca del amador,
que engulle duro pezón, olfatea agrios sudores
y siente empinarse su varal.

En los atriles, las corcheas danzan enloquecidas
al vaivén de una batuta que el mago de Oz
mueve a fuerza de soplidos.

¿Vienes a bailar? Los osarios se vacían a tu paso.








¿AGONIZO?

Las sombras se desnudan solas
en un horario canoso e irregular.
Destilan cansancio en un alambique
en el que el cobre da latigazos de luz.
Sueño con retorcidos zarcillos de vid
trepando por las vigas del emparrado.
Te corono con amapolas y espigas
que punzan hábiles mis dedos.

Sangro.

Una gota de salada inmensidad
danza de mi lacrimal
al borde de mi labio tembloroso.

Gimo.

La elipsis del ocaso se cierra en añil,
violetas jubilosos, rasgos rojizos
y amarillos y puntos brillantes sin azar.
Llega la noche mientras te alejas.

Muero.









LOS SILENCIOS CREAN EL INFINITO INCIERTO

Y los silencios como agujas,
como fieras lanzas de hielo,
como olvidos desgajados
de la memoria muerta de las cosas.

Los silencios agujerean las ideas,
hielan las innumerables palabras
y convierten en jirones de niebla
los recuerdos, tu presencia, yo.

Los silencios crean el infinito incierto,
la duda descalza, desnuda, fría,
columpiando la idea, arriba-abajo,
al borde dentado del suicidio.

Los silencios cubren los odios,
los rencores, las guerras, los desafíos
entre tu y yo, guerreros heridos
en esa tuerca que nos une implacable.

Los silencios nacen gigantes
abrazados es eslabones candentes
en la fragua enloquecida
donde chispea tu amor, mi deseo, tu, yo







AMOR, QUÉ NEGRA

Duérmete lucero
que la muerte va sola
por el sendero.

Amor, que va sola
la muerte helada.

Lorquiana noche,
de jazmines enrojecidos,
sin camino la vereda,
qué oscuro,
amor, qué oscuro.

Qué negra es la pena,
amor, qué negra,
como una mina enterrada
en el olvido,
la pena en las venas,
amor, qué negra.










NANA DEL CAPITÁN

Jugaban los ángeles con flores de azahar,
con gasas, con corpiños blancos,
las niñas soñaban con el capitán:
Vendrá navegando allende del mar.

Y las albas velas desplegadas
al viento del sur, distantes de todo,
llevaban mi barco hacia la borrasca
de brillantes luces y atronador retumbar.

¡Madre, llevadme al mar!
Quiero ser viento, agua,
albura temblando en el palo mayor.










SILENCIO TRANSPARENTE

Arrojo a mis silencios palabras pensadas
ordenadamente, reflexivas, conscientes,
lo mismo que una calculadora de textos
y

el silencio se torna espeso como chocolate
frío adornado con densa nata helada.
Entonces, sólo entonces, bullen
los amordazados fantasmas
como los gusanos en la olla de las brujas,
pálidos, transparentes con ligero resplandor.
Hermosos.

Dentro de mi cráneo se deshacen
las volutas impías del deseo:
pasiones hirientes, suicidios inacabados…

¡Cómo amo a la parca¡
Tan silenciosa.
Tan blanca.
Tan transparente
Como la opaca mirada
con la que te contemplo.









DIÁLOGO OSCURO

Vaga sombra, luna vaga.
Bajo el mosquitero, el niño
mira sin mirar y sonríe serio.

¿Qué ocurre?, pregunta
la luna lunera cascabelera,
haciendo un mohín risueño.
La sombra se desliza al corredor.

¿Qué ocurre?, pregunta aburrida
la luna semioculta en el jardín.
Perdí mi inocencia silabea el niño.

La luna lunera palidece de furia:
¡No pienses en la muerte!

Está en el pasillo gime el chaval.
Esperaré contigo hasta que amanezca...

Entra la sombra despacio,
un ballet oscuro de gasas y tules.
Danzan los huesos del tiempo,
mientras que la arena se consume.
Duerme la casa, la luna, el niño,
sólo baila la sombra ocultando todo.








FIERO CIPRÉS

Se mueren mis noches
contra las ventanas ciegas
de amaneceres blancos y rojos.

La muerte, la noche, gemelas
enlazadas por los suspiros
de los que, como yo, no creen.

Despertad es aumentar la tortura
unos minutos más, unas horas...
Permanecer cuando deseo ir hacia ti,
reflejarme en tus cuencas vacías,
abrazar tus harapos y tus huesos,
sentir que estamos, otra vez, juntos.
Regalarte mi piel para cubrir
tu desnuda existencia.

Me oigo llorar con tus cenizas
sofocando mis sollozos.

La vida sin ti era sólo muerte,
la muerte contigo, es sólo silencio.

Entiendo ahora la fiera postura del ciprés
protegiendo la paz del cementerio.










PACIENTE ESPERA

Reposan sobre el camino,
apoyados en las tapias,
haciendo dibujos en el empedrado
ante el claustro silencioso.

Los muertos esperan pacientes,
solitarios en sus habitáculos unipersonales.

Caoba engualdrapada de rasos mullidos,
pino cepillado con forro de lona,
sacos de plástico con inscripción guerrera,
recipientes rectangulares de aluminio,
kayaks húmedos de piel y caña,
todos con su traje de carne dentro,
todos esperando,
todos los muertos
todos.

Al este, el cielo aclara su azul.
minuto a minuto, amarilleando.
El viento se cuaja en las ramas de los robles,
que sostienen a duras penas
una bandada de cuervos inmóviles.

Suena un tañido lejano,
murmura quejumbroso un gemido.

Las gárgolas despiertan y guiñan
bajo el sol ya brillante, ya lejano.

Una gota de rocío tiembla sobre el musgo.

Acomodo mi carne y mis huesos
y espero que suenen las trompetas
que me separen como cieno,
o me atesoren como trigo.

Espero.












TERRORES

La gárgola babea
porque no puede
cerrar la mandíbula
y quiere musgo.

Anochece, el miedo
coagula el aire
mientras los fantasmas
tiñen de negro lo azul.


II

Camina una sombra
sin hombre cosido
a sus pies oscuros
leves como plumas.


Etéreos espíritus
silabean espantos
y amortajan el horizonte
con gemidos y ayes.

III

Ahíta de musgo
la gárgola se petrifica
con la vacía mirada
ahuecando el cerebro.

La sombra ajusta
sus andares y se grapa
a un hombre sin sombra
colgado de un olivo.


IV


Muere la sombra
sin los estertores humanos,
simplemente se desliza
y queda en el suelo.

Recortando el césped
ella atrae las miradas
de los que la contemplan
abanicados por el ahorcado.









PASAN LOS DÍAS

Sin mi regreso, tu jamás te has ido.
Soy yo quien embadurna el almanaque
de cruces rojas tachando fechas.

Regresaré cualquier día al atardecer
con la tierra caliente y el olvido fresco.
Barreré con los jirones de mis ropas
el zaguán de la casa que fue nuestra.

Me recostaré en la banca de la pérgola
sobre las hojas secas de otros otoños
y esperaré,
descalza y desnuda,
el rocío que me limpie del no ser,
de este vagar fantasmagórico
de mi tumba a tu recuerdo,
de tu memoria a mi disuelta condición
de polvo y ceniza,
de cristal perfumado,
de pétalo agitado en el viento,
revoloteando como una mariposa dislocada.











FEROCIDAD SALADA

Como un pez feroz, escamas y púas,
muerde, alancea la carne que no comerá.
Me mata e impide mi suicidio húmedo.
Lloro y se bebe mi sal como agua,
lame hasta la última gota de alcohol.
Erupto, abanico el aire con mi vendaval,
y las mieses esparcen olor a pan
sobre el salitre que cuartea los caminos,
las ondas, el abismo, la voracidad
con la que te beso cuando fingimos amarnos.










MAREA

El agua de la vida me ahoga,
desdobla mi condición de pez,
de sirena, de mujer náufraga
a la espera de la pleamar
que la conduzca a las estrellas.

La arena se desliza bajo mis plantas,
siempre desnudas, siempre danzantes
entre la espuma y la sal
que agrieta mi piel, y curte mis entrañas.

Danzarina de algas y caracoles
entrenada en bailes húmedos
con innombrables cuerpos.
Camarera de muertes silenciosas,
plagadas de gritos sofocados por las olas.

Un trago de mar,
un trago de olvido.











EL AGUA ES AUSENCIA DE AMBOS

Gime el día en cuadrantes oscuros
cuando humean las almas calcinadas
por fatuos fuegos radiactivos.

Te miro.

Desconsolada, la noche amplía su espectro
y busca con ahínco el radar de los murciélagos.

Te beso.

La piel se ampolla por la lluvia envenenada,
goteo impiadoso de lágrimas sulfuradas.

Te toco.

Se desmorona tu carne convertida en ceniza,
en pan de hambriento, migajas humanas.

Te imagino.

Risas cantarinas como el agua que golpea el cristal,
murmullos del liquido que desciende por el canalón.

Y sigues ausente.










BOMBAY, BOMBAY...

La música no dice nada.
La torre del silencio, de los silencios todos,
destaca en lo azul, petrificada, solitaria.
No la rodean deudos ni velas,
ni embriagadores inciensos borrando el otro olor.

Bombay, Bombay, con las campanillas tintineantes y un olor a azafrán, el mismo de las vestiduras sigue y persigue las parihuelas donde los difuntos se acercan a la torre, alejados del río, a cumplir con el rito más ecológico, devolver los cuerpos a la cadena alimenticia. Los buitres disputan por los despojos humanos y, algunas veces, no siempre, huesos escarnecidos vuelan junto a plumas. Pero la torre sucumbe al tiempo y no hay escaleras, ni roldanas que permitan el ascenso de los no vivos, en una procesión
fantasmal de sudarios..


Bombay, Bombay

En la torre del silencio, de los silencios todos,
sólo los quebrantahuesos se pelean entre ellos,
convirtiendo picos y garras en armas sanguinarias.

Y la muerte, solitaria, otea el horizonte impasible.








RELACIÓN EN ARCILLA

Hammurabi clavó el cincel sobre la tablilla,
como quién atraviesa el corazón de su enemigo,
y escribió la relación de los crímenes
que convierten al hombre en reo,
adjudicando castigos a las culpas.

Dejó sin grabar el pequeño espacio
que los dioses dedicaron al amor.
Prosiguió por los vericuetos de las pasiones,
sin dejar fuera ninguno de los odios.

Cuando me alejo de ti,
Él sonríe
y
cincela.











TORMENTA

Llueve.
Por el alerón desgajado rebota
un arroyuelo de agua cantarina.
Arrullos de palomas ensordecen
el clin clan de las gotas sobre las tejas
como si temblase el tamborileo
de las palmas húmedas de ángeles
escapados de cielos eternamente azules
y demonios sudorosos libres
de sus avernos personales.

Llueve.
Delicado sollozo de nubes
coloreando en dieciséis matices
de gris, el plomo de mis ideas.
Algodón convertido en catarata,
rasgado por rayos y centellas,
que atruenan cercanas lejanías.

Llueve.
Y mi corazón, amor, se desborda.












BESOS

El vino escancia,
embriágate de amor
con pámpanos, anúdame.
Riega mi dulzura
con tu licor
y bebe hasta el olvido.

Acuna mi deseo,
leche y miel sobre tu piel
embelesa tu ambrosía
el sueño concupiscente.
Ven, bebamos juntos,
nadaremos en mosto
extraído en lagares
donde la pasión reposa.

Camina por las viñas,
mezcla el polvo del surco
con el sudor de mi ansia,
construye nuestro nido:
labio sobre labio, besos.









ANGUSTIA

Las piedras golpean al caminante
tomando un instante sus plantas
y dejándolas caer, de súbito,
contra la redondez del mundo.

El dolor penetra desde el calcañar
a la nuca horadando los tejidos,
haciendo trizas las arterias.
Establece los límites del quejido,
de la lágrima, del alarido atroz.

Las huellas humedecen la roca,
mojan de sudor y sangre la hierba,
acortan los senderos metro a metro
acercando su tragedia a mi descanso.

Me arrodillo y los beso.
Curo sus llagas con mis labios.
Limpio su miseria con mi lengua.

Me desprendo de la túnica
y me extiendo sobre el camino
para que me usen de alfombra.

Cuando se alejan los pasos
y las huellas borran mis pisadas,
mi cuerpo se hunde en el polvo,
como si jamás hubiera existido.










DEL DOLOR DE CRECER

Me doblo hacia ti, mis manos atadas,
encadenadas al dolor de no amarte.

Alzo la mirada, el mentón, el orgullo
de estar así, como víctima ofrecida,
a la espera del rayo que, cortando
el aire, los suspiros, el ara enmohecida,
decapite cualquier esperanza.

Me doblo en ti, como el cordón,
ceñidor de tu tobillo al esparto
de esa sandalia que levanta el polvo
en el que sosegadamente me disuelvo.

Me doblo, como la caña,
como el mimbre que forma cestos
en los que se multiplicarán los peces
y los panes nos sabrán a trigo,
a ocasos dorados, a frías auroras.

Sin partirme, me doblo y crezco.









MENTIRAS

No matemos los sueños locos,
no asesinemos el canto del amor
entre las serpientes que buscan
el calor del nido del encanto.
¡Ay, compañero!
Es tan largo el camino,
tan lento mi caminar,
que jamás podré encontrarte.

Cargo mis deseos como losas
en la mochila sin fondo
de mis desatinos.
Tú y yo paralelos.

El azogue refleja nuestras imágenes.
Cada uno a un lado, frente a frente
en el espejo que nos mata.

¿Te he dicho que te amaba?
¡Cuántas veces miento!










VIAJE ALREDEDOR DE MI ALMA

Me duele la herida que enmarco
entre una llaga purulenta
y el dolor punzante de la cerbatana.
¿Dolor?
Escarbo en el interior de las carnes abiertas,
con hambre y babas en las fauces,
con mirada de sesgado odio
en las pupilas que sangran mis despojos.

Primero, la piel se arruga, después se seca,
y esta presta para ser tamborileada.
Después, con las fibras de músculo,
el pico del quebrantahuesos ovilla
la comida que llevará al nido.

Más tarde, garras y colmillos
quiebran la dureza del hueso
y sorben la medula como postre.
¿Dónde el ácido gástrico disuelve mi alma?
¿Qué queda de mi ahora que soy nada?
DEPRESIÓN

Mi mar se orilla lentamente.
Borda arrecifes coralinos,
teje playas somnolientas,
enmarcadas con algas.

Los cadáveres de peces y náufragos
flotan en deriva ondulada
empujados por los devoradores
de carnes y sueños.

Navego, cabalgo las olas,
remonto los orígenes,
ameba indivisible y solitaria.
Lloro para crear madreperlas,
saladas, nacarinas, dolientes.

Arrastro tras de mí deseos olvidados,
tristes ahorcados con trenzas
de las que penden aún sus amores,
con los sexos neutralmente vacíos.












PESADILLA

El flagelante golpea su espalda
hasta que la piel no se resiste
y se amorata, rasga y gotea
lenta y deslizante sangre.

El látigo, un siete colas manejable,
sigue su trasiego con un ritmo
acompasado a los tambores nocturnos
con los que el oscuro oficiante
llama a los dioses oscuros, a las bestias
de dientes afilados y belfos enrojecidos,
a los comedores de corazones niños,
sedientos de lágrimas núbiles.

Caen las rejas y la angustia
se enseñorea del cuerpo que espera,
lo humedece de sudor, con la pesadilla de vivir,
y dulce como un amante, en un abrazo,
me asesina lentamente.

Abro los ojos, te miro y vuelvo a odiarte.











LA ESPERA

Cada noche, cada noche,
en su largo silencio,
con sus horas eternas,
desmigajándose
en los brillos burlones
de las lámparas celestiales,
te espero, me duermo
y te espero.

Mi cuerpo desnudo
se funde en la oscuridad,
como un jaguar al acecho.

Llegas y te desnudas,
doblas con cuidado
los amores, los perfumes
los recuerdos de otras pieles.

Deslizas de tus labios
besos desconocidos,
salivas dulces, saladas,
acres, biliosas.

Sacudes con cuidado
piernas que cubren
las tuyas, lenguas
suavizando tu dermis,
gotas de esperma
olvidadas.

Ya vacío,
te fundes conmigo,
morosamente,

para ser cada una
de mis grietas, recovecos,
dobleces, arrugas, miedos.

Tu y yo,

en blanco y negro,
hasta el amanecer:

uno.






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