Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

viernes, 24 de junio de 2011

430.- ANTONIO MOCHÓN


Antonio Mochón (Armilla, Granada, 1980) cursó estudios de Traducción e Interpretación y de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada.
Ha publicado los poemarios Cruel y mimosa (Diputación de Granada, 2004), La estación perdida (Diputación de Granada, 2005), Lugares de tránsito (Universidad de Granada, 2005), Alguien empieza a hablar en una casa (Point de Lunettes, 2008), ganador del XI Premio Internacional de Poesía Paloma Navarro, y Carretera blanca (Pre-textos, 2010), poemario galardonado con el VI Premio de Poesía Javier Egea.
Sus poemas han sido traducidos al árabe y al ruso con motivo de las Jornadas hispano-palestinas y las Jornadas hispano-rusas de poetas jóvenes realizadas en los años 2006 y 2009. También han sido traducidos al polaco e incluidos en una reciente antología de poetas granadinos (Ilez dlugish sierpni, 2010).
Ha colaborado en algunas publicaciones literarias (Extramuros, Entrerríos, Letra Clara y en Salina, dentro de una antología de poesía joven granadina). En el año 2007, una selección de sus poemas formó parte de la antología de poetas andaluces editada por la Diputación Provincial de Huelva. Actualmente trabaja como profesor de Enseñanza Secundaria en la provincia de Granada.




SI ALGUIEN quisiera compartir
su vida con la mía,
que sepa, antes de nada,
que ya no escribo
cartas de amor.
Probablemente
lo pase mal cuando le explique
que aún pienso en enviarle a alguien
un avión diario por mensajería;
que veo niñas nadando entre las fuentes
–aunque sólo dijera que las veo–
y chapotean su ombligo y mis tambores;
que un cuentacuentos se deprime al sur
de su ansiedad, diciendo: no sé nada.

Tendría que aceptar algunas cosas.

No sólo decidir, de mutuo llanto,
el pliegue en la camisa y el botón
que desabrocho antes, qué rodilla
amaso ahora
y luego qué hago.
Aún habría más.

Que a veces crea estarme deshaciendo
y necesite
frotar los pies debajo de las sábanas;
o echar una carrera sobre un puente
en la que pierda yo y tú ganes,
y así algún tiempo.

O que en las calles
me agarre por la piel
que recubre mi codo
y me susurre:
cuando llueve
tengo nueve años.

El mundo qué mal vive, le diré
de vez en cuando.
Pero
siempre me gustará, lo digo aquí,
entre Dios y nosotros, y esto es cierto.

Tal vez me canse.
Y no nos restará calor saberlo.
Tendré bolsillos llenos aun sin manos.
Abriré algún paraguas para que me acompañe.
Pero nunca diré: misu misu, y después
un cielo y otro cielo, para que salga el gato
y me comprenda, y nada más que eso,
por si alguien, digo, quiere compartirla,
su vida con la mía.







REMIENDO

Me acompaña y no está. No tiene gesto,
ni nombre, ni siquiera a sí se tiene,
y absorbe, no sé cómo, este lenguaje
de calandrias sin tiempo. Porque esto
de darse es lo del campo, y es que viene
enero y los olivos con su traje
arrasado, y nosotros caminando
un año más. ¿Quién me acompaña? ¿Quién
este verso me ha escrito y se está dando
como lluvia, como consuelo que en
su compañía abrevo? No tenía
gesto ni nombre, pero está latiendo
a golpes de calor, callada entraña
donde mi boca estorba a la alegría,
yo lo oigo venir y es mi remiendo:
pensaba que iba solo y me acompaña.





LA MESA

CREO que la trajo papá
del secadero de tabaco.
Allí había saltamontes
y un carro con arena
que sólo era un carro con arena.

Ahora acumula libros,
cartas del banco, planes sin hacer.

La puso al lado de la cama
donde se abraza la impaciencia.
La que me recogió al entrar
en tus respiraciones, tus nubes rojas,
cuando vestías el traje de limosna.

"Mi mapa mudo, mamá, ¿lo has visto?"
Pero nadie se asoma a mi alma.

"¿Sabes la hora que es?",
me contesto, no hay nadie.
Sigue el mal sueño y la comida
encima de la mesa.

Al acostarnos,
ocupa el lado izquierdo de la cama.
Pon la cabeza aquí, no apagues todavía,
podríamos poner
los países, colorearlos,
y quizá nos arrastren
al lugar de ternura.

No te duermas,
es decir, duérmete.

Todo irá bien
en esta mesa de madera.

"Mamá, ¿te gusta?"

De Carretera blanca (Pre-textos, 2010),
poemario galardonado con el VI Premio de Poesía Javier Egea






MY BLUE PENINSULA

Que hoy te dé esta margarita o no
depende de que el dueño de la tienda
se dé prisa:
tú cumples quince años cada año.

De si llenamos el vacío
con la vida:
si nos ponemos serios o jugamos
a que tú la maestra y yo el alumno.

O de si yo prefiero
rezar así:
tu voluntad
gobierne cuatro de mis cinco estados
porque la mía me avergüenza;
Ondina
escucha
mi península azul:
como le pidas
habitaciones te dará vacío;
como la obligues, se hará fuerte
y ofrendará esta luz de las persianas
neurasténica, endeble, sucia, pídele.

De Carretera blanca (Pre-textos, 2010),
poemario galardonado con el VI Premio de Poesía Javier Egea


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