Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

martes, 10 de marzo de 2015

DOMINGO MANFREDI CANO [2.068]




Domingo Manfredi Cano 

Nació en Aznalcázar, Sevilla, en 1918. Periodista, novelista, ensayista, poeta y conferenciante. Publicó cerca de dos centenares de libros, habiendo sido su obra traducida al francés, inglés y alemán. Sus colaboraciones periodísticas fueron publicadas en infinidad de revistas de España y el extranjero; sus novelas sirvieron como fuente de posteriores trabajos en las principales universidades de los Estados Unidos.
   
Fue Redactor de Radio Nacional de España, entre 1947 y 1971; y, posteriormente, Redactor-Jefe de Radio Nacional de España, desde 1971 hasta 1981. Anteriormente, desde 1964 a 1966 fue Director del Centro Emisor del Atlántico, de Radio Nacional de España, en Santa Cruz de Tenerife; y Director del Centro Emisor del Sur de Radio Nacional de España en Sevilla, entre 1966 y 1968. También fue Corresponsal de Radio Nacional de España y de Televisión Española, TVE, en Lisboa, en el periodo 1968-1971. Igualmente, fue Profesor de la Sección de Periodismo de la Escuela Oficial de Periodismo en la Universidad de La Laguna, Tenerife, entre 1964 y 1966.



Falangista, militó en FET y de las JONS y fue Director de varios periódicos y publicaciones de la Prensa del Movimiento. Geógrafo del cante jondo, pregonero de la Semana Santa, y padre de Juan Luis Manfredi, ganó el premio Ciudad de Sevilla de novela con La rastra. Hombre con cultura de campo, tomó como símbolo de la vida a la rastra, que en el lenguaje de los tratantes de ganado es la cría de una yegua, que mama todavía y que tras la compraventa ferial debe seguir a su madre para la lactancia.



Entre sus numerosas obras, destacan: La banca o el quinto jinete del Apocalipsis; ¿Lorca?… ¡y 200 más!; La Causa General; La Guardia Civil, Benemérita de España; La tierra quemada; Pornografía y drogas; Biografía del estrecho; Momentos estelares de España; Blas de Lezo; Balmes; San Francisco Javier; Martín Alonso Pinzón; Un andaluz en la Gomera; Rutas de España; Bailes Regionales; El moro vizcaíno; El golfo de Vizcaya; y Peor que descalzos. Entre sus numerosas obras literarias destacan las novelas: Jeremías; Historia de Blas; A los pies de los caballos; Las lomas tienen espinos; La piedra; De sangre y de cenizas; Juan el Negro; Las lobas; Las ataduras del diablo; Hombres de ciruela; y Lusitania Show. Los libros de poemas: Pan de tus espigas; Hombre soy; y Flor de la marisma; y los estudios sobre el flamenco: Gente de bronce y seda; Geografía del cante jondo; y Silueta folklórica de Andalucía. También fue autor de la letra de la canción Mi Huelva tiene una ría.
  
Realizó traducciones de obras de autores como: Yukio Mishima, John Steinbeck, Harold Robbins, William Faulkner o Erskine Caldwell.

Durante su vida recibió numerosos premios y galardones, entre los que se pueden destacar: Premio “Ateneo de Valladolid”; “Ciudad de Sevilla”; “Ciudad de Oviedo”; “Pedro Antonio de Alarcón”; “Juan Valera”; Premio “Azorín”; “Machado”, en la modalidad de cuentos; en dos ocasiones Premio “África”, de Literatura, en dos ocasiones; etcétera.
  
En 1991, el Ayuntamiento de Aznalcázar, su pueblo natal, le dedicó un homenaje dentro de la Semana Cultural de aquél año, procediendo también a la inauguración de una calle con su nombre. Estuvo casado con Magdalena Mayoral Pérez, y tuvieron cuatro hijos: Juan Luis, Ángel, Inmaculada y Javier. Falleció en Alicante, el 23 de mayo de 1998, a los 79 años de edad.  





IGNACIO SÁNCHEZ MEJÍAS: TORERO Y ESCRITOR. SU RELACIÓN CON LA VANGUARDIA Y CON LA GENERACIÓN DEL 27

Tesis doctoral: SUSANA MARÍA TERUEL MARTÍNEZ



DOMINGO MANFREDI CANO Y SUS SEGUIRIYAS A IGNACIO SÁNCHEZ MEJÍAS


Como buen andaluz, Domingo Manfredi Cano127 se sintió fuertemente atraído por el folclore de su tierra, así como por el mundo del flamenco. En este contexto, no es difícil imaginar a este personaje escribiendo unas seguiriyas en honor a Ignacio Sánchez Mejías, que tuvieron una buena acogida en la Peña Flamenca de Huelva, presidida por Antonio Toscano, según informan Antonio García-Ramos y Francisco Narbona.

Este poema posee las características propias de este tipo de composiciones folclóricas. Por ello, estamos ante una copla flamenca de
tono muy triste, de carácter trágico, cuya letra dolorida es el reflejo de la muerte de Ignacio Sánchez Mejías. Es un cante puro y hondo, en el que prima el sentimiento sobre la forma. De ahí que, aunque esta composición tenga una métrica de versos hexasílabos, exceptuando el tercero que es endecasílabo, presente alguna pequeña variante.

El dolor que ha causado la pérdida de Ignacio en el mundo de los toros y en el pueblo español palpita en el poema. En su inicio, aparece el toro de la ganadería de Ayala, causante de la muerte del torero. El poeta  habla de él como “el torito” “bravito”, haciendo uso del diminutivo para conferirle a la copla un tono más apenado y, al mismo tiempo, más rítmico.

Dicho toro está sentenciado a muerte e Ignacio lo espera en el cielo una vez que éste fallezca:


Torito de Ayala,
que bravito era,
en el palco del cielo, sentao,
Ignacio te espera.
(vv. 1-4, p. 282.)


El sentimiento trágico es palpable en los versos porque el diestro andaluz ha sido muy llorado, especialmente en la plaza de toros de Manzanares, que lo ha visto morir. El calor de agosto es un calor de tragedia, manchado de la sangre que Ignacio derramó por toda la plaza:



Llora Manzanares,
el agosto de sangre y de pena
que tú le dejaste.
(vv. 5-7, p. 282.)



El pueblo gitano ha llorado su nombre y su desgracia. Por eso, el poeta nos dice que los gitanos hablan de Ignacio Sánchez Mejías como del torero-escritor de “versitos de oro”. Él no era un lidiador cualquiera, sabía escribir y lo hacía bien:



De Sánchez Mejías,
dicen los gitanos,
que versitos de oro escribía
con aquellas manos.
(vv. 8-11, p. 282.)



Sin embargo, todo ese arte para los toros y para la poesía se ha visto deshecho por la muerte del diestro. Domingo Manfredi Cano se lamenta de  la tremenda y fatídica cornada que le ha truncado la vida a un hombre de habilidades extraordinarias:



Qué mala corná,
que él, talento de España,
cortaba
mitá por mitá.
(vv. 12-15, p. 282.)


En definitiva, Domingo Manfredi Cano le ha otorgado a Ignacio Sánchez Mejías el papel de héroe popular y flamenco. Ignacio forma parte de la pena de la canción y del folclore andaluz. Gracias a esta seguiriya de Manfredi, el diestro es el cante hondo, puro y sentido que ya podrá cantar el pueblo español en las noches tristes de guitarra y flamenco. 





Premios del Tren de Poesía y Cuento: Obras premiadas
Premio de narraciones breves "Antonio Machado" (1983)



VII Premio de Narraciones Breves "Antonio Machado" - Primera edición de 1983 (AGOTADA)

          

VII Premio de Narraciones Breves "Antonio Machado" - edición de 1995 


Primer premio

Tú, Guiomar
Domingo Manfredi Cano

Nacido en Aznalcázar (Sevilla), es un literato polifacético. Poeta, periodista, conferenciante, novelista, traductor, cuentista y flamencólogo, fue finalista del Premio "Antonio Machado" en su tercera edición. En su currículum figuran galardones como el Ateneo de Valladolid, el Ciudad de Sevilla, el Juan Valera, el Ejército, el Azorín y cuatro Huchas de Plata, entre muchos otros.


Primera carta

Querida Guiomar:

No te enfades. Ya sé que no te gusta que te llame Guiomar. Que tú no eres Guiomar. Que ni siquiera te habría gustado haber sido Guiomar en la vida real, ni aún con un amante como Antonio Machado. Pero me gusta llamarte así, porque entre tú y yo corren torrentes de sangre caliente y viva como la que calentó hasta el hervor las venas del poeta. Bien sabes que sólo por ti he iniciado esta aventura hermosa a la vez que caso absurda de intentar rehacer para ti las experiencias ferroviarias de don Antonio Machado. Tú eres una maestrita linda y yo un viejo poeta que si no tu padre, bien podría ser tu hermano mayor, y sin embargo te amo entrañablemente, con toda mi alma. Sólo Dios y yo sabemos lo que me cuesta separarme de ti, y sólo Él y yo contigo sabemos que mi viaje es un pretexto, que no es un viaje de estudios para escribir un libro. Es llana y sencillamente una huida, una escapada, una fuga. Como una canción que no me abandonará porque quiere hacerme daño, el ruido del tren me va cantando mi copla por soleá:


"Yo me quedo y tú te vas,
pero el camino del Puente
nunca se te olvidará".


¿Te has olvidado un solo minuto del Puente de Hierro, y de las veces que ha pasado sobre nosotros como un monstruo escandaloso de otro mundo el tren de Sevilla a Huelva? ¿Podrás olvidar algún día que algunas voces te asustabas tanto que tu abrazo era feroz como el de una tigresa? Pero son cosas pasadas. Tú has vuelto a tu escuela y yo a la realidad después del sueño maravilloso. Me ha consolado mucho, porqué sé que en hacerlo te has consolado tú también de nuestra separación, saber que has tomado parte con otros maestros en esa experiencia nueva de enseñar a los niños a amar el tren, organizando para ellos clases teóricas y visitas a las estaciones y a los depósitos de las locomotoras, explicándoles cómo era y cómo es el Ferrocarril. Lo he leído en el Periódico y me he ilusionado con la idea de que algún día mis cartas puedan servirte para un guión en alguna clase especial sobre el Ferrocarril como elemento vivo del acontecer diario de los grandes poetas. En este caso, Antonio Machado.

Tú y yo hicimos el índice, ¿te acuerdas? No debajo del Puente, por supuesto, sino en tu Escuela, cuando todo el mundo creía que yo estaba dándote clases de inglés. ¡Pobre de mí! Si todo el inglés que vas a saber en tu vida ha de ser el que hayas aprendido en aquellas clases mías, nunca sabrás otra cosa que decir en voz baja que me amas. El índice es muy extenso, porque entonces o ibas en tren o no ibas en nada. Como sabes, Antonio Machado había nacido en la Casa de las Dueñas, en Sevilla, el 26 de julio de 1875, y en junio de 1883, con sus padres, quizás sólo con el padre, don Antonio, el chiquillo monta por primera vez en un tren para ir desde Sevilla a Huelva. En tren irían en septiembre del mismo año a Madrid, para quedarse en la Corte, en Claudio Coello esquina a Villanueva, días antes de ingresar en la Institución Libre de Enseñanza.

En marzo de 1898 Antonio y Manolo van desde Madrid a Sevilla. Hermoso viaje en tren, ahora. Discutible, entonces, ¿no te parece? Si les hablas a los niños de aquellos trenes tienes que ser discreta. No lo entenderían. En mayo volvieron a Madrid. En el verano siguiente, Antonio va a París en tren, para reunirse con Manolo que ya estaba allí desde unos meses antes. En octubre de 1899, Antonio regresa a España, antes de escribir Manolo su famosísima poesía "Adelfos". En abril de 1902, otro viaje en tren hasta París. En agosto vuelve Antonio a Madrid. En diciembre, con Baroja, va Antonio a Granada. Hermoso viaje en tren, ahora, como te he dicho antes. Mayo de 1907, un tren lleva al poeta a Soria, a su cátedra, y un tren le regresa a Madrid. Vuelve a Soria en septiembre y conoce a Leonor. Va de Soria a Madrid y de Madrid a Soria muchas veces. En sus poesías y en sus prosas, el tren estará para siempre clavado como un cuchillo imposible de arrancar.

El 30 de julio de 1909 hace su viaje de bodas a Barcelona. En el tren, claro. Ese mismo año va y viene a Madrid. En diciembre del 1910 va con Leonor a París. Pienso que los Jefes de Estación acabarían conociéndole. Más viajes en tren: Leonor enferma de tisis, el poeta regresa con ella, Leonor muere. Antonio vuelve en tren a Madrid con su madre. Más trenes en su vida: el 29 de octubre de 1912 va a Baeza, a cuyo instituto ha sido destinado. En diciembre regresa a Madrid para pasar la Navidad y el Año Nuevo. Durante el verano viaja por Andalucía. Es ya el año 1916. Al siguiente vuelve por Andalucía: Puerto Real, Chipiona, Rota, Sevilla. En noviembre de 1919 llega en tren a Segovia. En el año 1920 va a Córdoba. En el verano recorre otra vez Andalucía. En Segovia, en 1928, conoció a Guiomar. Su vida y su muerte, como tú para mí, amada mía.

En 1931 regresa a Madrid, ya catedrático en el Instituto Calderón de la Barca. Sus biógrafos dicen: "comienza su alejamiento de Guiomar". Y me duele cuando lo leo, porque es talmente lo que me está pasando contigo. Y si a Machado le dolió tanto como me duele, no tengo palabras para expresar mi pena por él. Estuvo en Soria en agosto de 1932. En el verano de 1936, Antonio se queda en Madrid y Guiomar se marcha a Estoril. El tren se la lleva. Viaje a Valencia. Viaje a Barcelona. Viaje hasta Gerona en una ambulancia. Ya no habrá más trenes en su vida y en su muerte. El 22 de febrero de 1939 fallecería en Collioure. Sus últimas palabras: "Adiós, madre". Eran las cuatro de la tarde. Tres días después moriría su madre, doña Ana. Fin absoluto del viaje. Todas las locomotoras y todos los trenes y todos los vagones de tercera de todos los ferrocarriles del mundo llevaron un luto de siete días con banderas negras que nadie podría haber visto sin secarse las lágrimas.

Te prometo una segunda carta con fichas que he ido reuniendo sobre el tren tomadas de las obras del propio don Antonio Machado. No digo que la cosa sea para ganarme el Premio Nobel, pero para tus lecciones a los muchachos de tu Colegio en esos días que vas a llevarles a ver los trenes puede que te sirvan. Háblales de mí, aunque sea de pasada y sin decir mi nombre. Diles sencillamente que conociste a un poeta que amaba el tren y que bajaba cada tarde al Puente de Hierro de su pueblo para ver pasar los trenes de Sevilla a Huelva, que bajaban enloquecidos por la cuesta y tomaban la curva sobre el río tal como si fueran a escaparse de la vía, y los trenes que subían de Huelva para Sevilla, asmáticos porque la cuesta era tremenda. No les digas que a esos paseos hasta el puente y a su apostadero entre las adelfas y los álamos le acompañaba una maestrita del pueblo, linda como un sol, que cuando se asustaba del ruido del tren o del silbido de la locomotora se abrazaba a él y le besaba apasionadamente. No les digas nada de esto, porque ya será agua pasada.

No es preciso que me escribas, aparte de que no podría decirte ahora dónde podrías enviar tus cartas. Reza por mí, aunque sólo sea para que así tengas la obligación de acordarte de este pobre poeta siquiera sea el tiempo de tres Padrenuestros cada día. Yo estaré pensando en ti, Guiomar querida; a todas horas, minuto a minuto. ¿Qué digo?, segundo a segundo. Te quiere entrañablemente, con locura real, tu

Antonio



Segunda carta

Querida Guiomar:

Todas estas fichas están en cierto modo descabaladas. Las había puesto una tras otra por riguroso orden pero se me han caído al suelo y ya no me siento con ánimos para ordenarlas de nuevo. Prefiero que lo hagas tú, porque como hay distintas maneras de darles un orden, tú elegirás el mejor. Fechas, lugares, situaciones, cualquiera de estas temáticas valdrán para poner estas fichas según tu mejor saber y entender. Son breves, pero algún día las haremos mayores. Bastarán unas vacaciones juntos, tú y yo a solas, lejos del mundo, pero cerca de donde haya un Puente de Hierro por el que varias veces durante el día y la noche pase un tren y silbe una locomotora. Ya me entiendes.

Primera ficha: "Las dos familias dejan la casa de la calle de las Navas, se trasladan a la estación, donde suben al tren, que en larga, estrepitosa y fatigante jornada las llevará a la Capital". Esto era a mediados de 1883. No puede darse en menos palabras una descripción más ortodoxa de lo que era entonces un viaje en tren. Antonio tenía ocho años. Estas fichas puedes tú redactarlas de nuevo, dándoles más extensión, e incluso subrayando aquello que de una manera más concreta tenga relación con el ferrocarril.

Segunda ficha: "París ofrecía escasas perspectivas. Es en el fondo una ciudad egoísta y sórdida. Baroja y los dos jóvenes andaluces deciden buscar de nuevo el calor de la Patria. El primero cuenta que emprendió el viaje de vuelta desfallecido y hambriento. Que al llegar a Burdeos estuvo varias horas sin comer y que llegó a Irún en un tren de mercancías con cuatro o cinco pesetas en los bolsillos".

Querida Guiomar: los dos jóvenes andaluces eran Manuel y Antonio Machado, por supuesto, y la presencia del tren en el suceso no deja de ser un indicio agudo, fino como un estilete, de la bohemia de aquellos poetas. Por fortuna ya no andamos los poetas en trenes de mercancías. Hemos mejorado en medios de transportes, pero desgraciadamente, el corazón nos sigue doliendo como a ellos. ¿Verdad?

Tercera ficha: "Antonio y Joaquín partieron en tren para Madrid el 1 de agosto. En la estación les esperaban la madre, doña Ana, y sus hermanos Pepe y Paco. Una tartana los trasladó a Fuencarral". Otra vez el tren en la vida de Machado. Y una escena que es fácil de adivinar: la llegada a la estación y el encuentro con su madre y sus hermanos que les esperaban. Un mundo muy particular, que en 1912 podría haber sido y acaso lo fue como un extraño escenario de una vida de ensueños. Unos metros más allá, la tartana a paso de jamelgo, y el mundo cambiaría para los recién llegados. Porque el mundo de las estaciones de Ferrocarril no tiene nada que ver con el mundo de los más mortales. Es único, trasminado de historias que si se contaran no se acabaría nunca.

Cuarta ficha: "Llega el poeta a la ciudad soriana y sube en la estación a la pajarilla, el cochecito de caballos cascabeleros, que le conducirá hasta la fonda principal". Tres líneas solamente, y en ellas, querida Guiomar, toda una larga historia. Esto era en el año 1907, y Antonio ya había cumplido los treinta años. Esa llegada a una Estación ferroviaria desconocida, con la gente que va y viene, los mozos, los ferroviarios con sus gorras y sus uniformes, y sobre todo los viajeros, unos tristes y otros alegres, aquéllos y éstos cargados de maletas y bultos, para encontrarse luego en la salida con la "pajarilla". Habría en todo esto para escribir una larga novela.

Quinta ficha: "Los novios parten en viaje de luna de miel rumbo a Barcelona, donde estaba Manuel. El poeta va feliz: Y alegría de un viajar en compañía". Querida Guiomar, ¡qué maravilla! Un viaje en tren en compañía. Su compañera recién casada era Leonor, su esposa malograda pronto. ¿Qué me dirías si te pidiera algún día que viajaras conmigo en un tren hasta Barcelona? No aquel tren del año 1909. Un tren de ahora mismo. ¿Sabes cómo eran aquéllos trenes? Mejor que no lo sepas, en cuanto a la comodidad de los de ahora, pero ojalá lo supieras por haber viajado en ellos conmigo, tú casi recién salida de la adolescencia como Leonor, yo treintón como Antonio. ¿Puedes imaginarlo, amor mío?

Sexta ficha: "Pisan tierra española, quedándose unos días en Irún. Van a Madrid y luego a Soria, adonde llegan el 20 de septiembre". Era en 1911, Guiomar amada, ¡cuánto sufriría Machado en aquellos trenes que le retornaban a Soria para que Leonor muriera en tierra castellana! Puedo imaginarlo haciendo un esfuerzo de imaginación, pensando que fuera yo quien viajara contigo, y tú vinieras a morirte cerca de mi pueblo, quien sabe si viendo desde tu cama, por el balconcillo, el Puente de Hierro. No quiero ni pensarlo, y he de confesarte que he tenido una pesadilla sobre el particular. Creí morirme de pena.

Séptima ficha: (ésta es una ficha muy hermosa, toda ella cargada de sugerencias para una gran película de amor...) "Subió a la pajarilla, marchó con su madre a la estación el ocho de agosto, despidiéndose de la ciudad con esta plegaria: "Adiós, campos de Soria, donde las rocas sueñan..." (el resto es fácil que lo encuentres en el tomo de obras completas de Manuel y Antonio Machado que te dejé). No viaja sólo; le acompañan el dolor y la gloria: el sufrimiento que le produjo la muerte de su amada y la gloria que le ganó "Campos de Castilla", uno de cuyos ejemplares -el que fuera de Leonor- va mirando en su asiento. Corre el tren por la campiña soriana ese ocho de agosto...! ¡Qué hermoso, verdad! ¿Por qué no podríamos encontrar en alguna parte aquel vagón de ferrocarril para poner en el departamento que fuere una placa que dijera algo parecido a esto: !Aquía, sentado en este lugar, camino de Madrid desde Soria, fue leyendo Antonio Machado los versos que había leído su amada Leonor en su lecho de muerte".

Octava ficha, última por hoy: "¡Y otra vez el tren!". Viaja de Madrid a Baeza.



"Ya en los campos de Jaén:
amanece. Corre el tren
por sus brillantes rieles
devorando matorrales.
La luz en el techo brilla
De mi vagón de tercera..."



Querida Guiomar: ¿Te imaginas a aquél hombre en un vagón de tercera rumbo a Baeza? Un poeta atormentado por el dolor mirando a un lado y a otro de su tren en marcha los campos de Jaén en la amanecida. ¿qué pensaría? ¿Y el maquinista sabía que llevaba en su tren a un gigante de la poesía del mundo? ¿Y cuando el revisor le picara el billete sabría que picaba como un punzón uno de los corazones más lastimados de España? Nunca lo sabremos, pero sí estamos en condiciones de saber que el poeta se quedó en la estación de Baeza a diez y nueve kilómetros de la ciudad. Así eran entonces los ferrocarriles. Menos mal que unos caritativos viajeros, se lo llevaron en un tranvía. ¡La vida!

Tengo que acabar esta carta, Guiomar querida.

El chaval del Casino espera que la termine para llevarla al Correo. Un tren la llevará a su destino, a tus manos.

Te quiere,

Antonio



Tercera carta

Querida Guiomar:

No me abandones, por el amor de Dios. Si estoy haciendo este recorrido machadiano es porque quiero hacerte caso, alejarme de ti. No me perdonaría nunca el haberte hecho algún daño en tu honra o en tu pensamiento. Quiero recordarte siempre tan pura como te conocí. Sabes que te amo hasta lo más profundo de mi alma pero que no romperé nunca ñas vallas de alambres de púas que nos separan como un increíble muro de la vergüenza absolutamente nuestro, pro completo desconocido para los demás. Recuérdame como un amante fiel, platónico a la fuerza, y no dejes de amar a tu esposo ni un instante. No te negaré que me despierta de noche el tormento de pensar que en tus entregas legítimas al hombre que comparte tu cama conyugal haya un recuerdo de nuestros encuentros en las adelfas del Puente de Hierro que pueda lastimarte.

Pero hemos de resignarnos. Estas fichas te servirán de algo o de nada, pero en ellas va un rescoldo de mi cariño que como en el brasero tradicional de cisco picón, apenas lo remuevas despedirá chispas y ofrecerá como una granada recién abierta su corazón al rojo vivo, mi propio corazón. La última ficha tenía el número ocho. Ña primera de hoy es la número nueve. "De nuevo el tren en la vida de Antonio Machado, llevándole por toda la Andalucía baja, de Puerto Real a Sanlucar, de Sanlucar a Sevilla". Supongo que te será fácil imaginar este viaje, y te dará oportunidad en uno de tus paseos con los chicos de la Escuela para que conozcan y amen el tren, de explicarles cómo eran aquellos trenes, aquellos vagones de tercera, aquellas estaciones ferroviarias. Si puedes, al hablarles de Machado, háblales de mí, poeta desterrado y atormentado por culpa de un amor imposible, en el que tú eres la imposibilidad.

Ficha décima: "Machado conoció en su Fonda de Baeza a un viajante de relojería llamado Monterrey, con quien hizo amistad, y habló muchas veces de todo lo que podía hablarse entre dos personas tan distintas. Monterrey era amigo de la Poesía y Machado le hablaba de ella. Es lícito suponer que hablarían de los viajes del viajante. Y si fue así, ¿cómo iba a estar el tren ausente de la conversación? Sería un buen ejercicio de redacción para tus chicos el rehacer las conversaciones del viajante y sus alusiones al ferrocarril. Te cedo la idea".

Ficha número once: "La llegada a Segovia, destinado al instituto. El viaje en tren. Final de trayecto, el 26 de noviembre de 1919". Ficha número doce, que puede estar integrada en la anterior: "Cada sábado, el poeta dejaba Segovia, para regresar los lunes. Llegaba a la estación, a veces después de larga caminata, rodeado de sus amigos, que lo empujaban al destartalado vagón de tercera del tren de la tarde que bajaba a Madrid. Durante una gran parte del año se repetía esta escena cada semana". ¿Dónde habrá acabado sus días aquel, o aquellos, vagones de tercera que tanto llevaron y trajeron al poeta de Segovia a Madrid y viceversa? "Te dejo un margen de posibilidades de meditación en el binomio "tren/Machado". Valdría la pena reconstruir sus andanzas ferroviarias en aquella época y aquel camino.

La ficha número trece es un poema:



"El tren, ligero,
rodea el monte y el pinar; emboca
por un desfiladero,
ya pasa el borde de tajada roca,
ya enharca, enhila o su convoy ajusta
al serpear de su carril de acero.
Por donde el tren avanza, sierra augusta,
Yo te sé peña a peña y rama a rama...!




Es muy hermoso el poema, y pienso que en los despachos de los altos ejecutivos ferroviarios debería estar este canto al tren como un homenaje al poeta que tanto viajó en él que llegó a conocerse el camino peña a peña y rama a rama.

Ficha número catorce: "Guiomar ordena y manda en el corazón de Antonio Machado. Como un adolescente, el poeta pasa y pasa una y otra vez por delante de la casa de la amada. Un día que viajaba en el tren, escribió este poema, breve como una copla de soleá:



"Hora del último sol.
La damita de mis sueños
Se asoma a mi corazón".



Está escrito camino de Segovia para Guiomar, acaso mientras levantaba la vista del papel en que escribía los tres versos reconocía como a viejos amigos que le saludaran a las peñas y a las ramas, que siempre eran las mismas para él". Nunca hemos hablado del tema: ¿Quién sería Guiomar? Esto he leído sobre ella: "Su nueva amada era Guiomar, en la vida real P. de V. ¿Quién era? Había nacido en Madrid en el seno de una familia rica y de alcurnia. Quedó huérfana de padre a los cuatro años; recibió una educación esmerada en el Sagrado Corazón, de Chamartín. Vivía en la Capital, pero pasaba las temporadas de verano en Montilla (Córdoba). Casó cuando tenía veinte años y tuvo tres hijos. "Era escritora". Le regalo la información. ¿Te recuerda algo, cualquier cosa, un sitio, una persona, un amor imposible? A mí me recuerda tantas cosas...

Ficha número quince: "Se acerca el final, y el tren está junto al poeta. La guerra civil es ya franca derrota pata el Ejército de la República. Las fuerzas nacionalistas estaban a punto de cortar el camino Valencia-Barcelona. A Valencia fueron a buscarle algunos amigos. Y le encontraron en la Estación. Como un símbolo, la Estación, el tren, el vagón de tercera. Dicen que le encontraron viejo y enfermo. La arterioesclerosis había hecho estragos en su organismo. Pesado, congestionado, arrastrando las piernas. Pero siempre sus ojos llenos de luz, de bondad y de nobilísima inteligencia". Esta ficha está cargada de tristeza. Lo siento. Te dejo en libertad para comentarla con tus alumnos.

Ficha número diez y seis: "Como si el tren hubiera querido serle fiel hasta el final, cuando en los últimos días de enero de 1939 es abandonado con su madre y sus amigos en la carretera, porque la columna de vehículos es interminable y no puede avanzar, Antonio Machado pierde un pequeño y frágil maletín, que se llevó al fondo de un barranco versos, apuntes, notas, y los retratos y cartas de Guiomar. El tren nunca le hubiera gastado tan tremenda broma, y con seguridad, el maletín de su vagón de tercera. No le habría dejado el tren en mitad del campo abandonado, y aunque fatigosa y hambrienta de carbón, no habría faltado una vieja locomotora que le llevara hasta la frontera, antesala de su muerte".

Última ficha: "Es como un milagro. El tren siempre esperándole. Ya estaba en Francia su madre y él. El poeta sólo llevaba encima diez pesetas. Iba a cumplirse su profecía poética: "Y cuando llegue el día del último viaje/ y esté al partir la nave que nunca a de tornar/, me encontraréis a bordo, ligero de equipaje/, casi desnudo, como los hijos de la mar". En el despacho del comisario francés, el poeta y su madre comieron casi de limosna pan y queso, y como en Cerbere no encontraron hospedaje, madre e hijo durmieron en un vagón de ferrocarril. Es tremendo, ¿verdad? Sólo faltó para redondear el milagro que Machado hubiera muerto allí, en el vagón de tercera. Total, era ya cuestión de días. Moriría en Colliure el 22 de febrero, y su madre, el 25".

Adiós, Guiomar, te escribiré cuando pueda. La historia de Antonio Machado me ha entristecido. Tengo ganas de llorar.

Te quiere hasta lo más hondo de su alma, tu

Antonio







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