Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

martes, 2 de febrero de 2016

MARÍN ARANDA [2.150]


Marín Aranda

Marín Aranda es el seudónimo de José Luis López Jiménez, (Algeciras, Cádiz, 1946).

Con carácter previo al ámbito en el que ahora trabaja de la poesía y la pintura, su carrera profesional se ha desarrollado en empresas de diferentes sectores durante más de 35 años. Ha ocupado cargos en los consejos de administración y en la gestión como alto directivo en empresas de banca, mutuas, formación y consultoría, y tiene amplia experiencia docente en centros de formación, escuelas de negocios y universidades. Cursó estudios superiores de banca y su trabajo se ha centrado, fundamentalmente, en el área de Dirección y Desarrollo de Personas y Organización. 

También ha sido consultor estratégico y conferenciante en diferentes foros, empresas e instituciones, así como ha publicado múltiples artículos sobre estas materias en prensa y en revistas especializadas.

Poeta y pintor de siempre, como él mismo comenta, gran parte de su tiempo se fue por las ventanas de los despachos y los recovecos de sus ocupaciones porque eran otras sus prioridades. Su obra literaria y pictórica, aunque data prácticamente de toda su vida, con carácter público lleva varios años de visibilidad. Ahora el tiempo ha hecho que pueda sacar al papel y al lienzo sus poemas y sus pinturas. 
Además del poemario “Las Raíces del Tiempo”, de DeTorresEditores y “24 poetas tímidos” de Amargord ediciones, ha publicado poemas en diferentes revistas de poesía como la cordobesa “Suspiro de Artemisa”, o la Mallorquina “La bolsa de Pipas”. 

Es socio fundador de la Galería Liebre, de Madrid, en el año 2011, para la exhibición, divulgación y comercialización de obras de arte y diseño contemporáneo.

www.marinaranda.com
marinaranda@marinaranda.com



Las décimas de Marín Aranda a los relojes que Góngora no conocía
“Medida del tiempo por diferentes relojes (Góngora)”

Despertador de pilas (I)

Ingrato despertador
que al sueño en horas tempranas
despiertas por las mañanas
con tu solemne rigor
y repetido gorgor.
Tu regular paso fallas
y tus agujas encallas
sin batería o dañado.
Mas con el reloj parado
tú, tiempo, pasas y callas.



Reloj atómico (II)

Por mucho que algún brillante
sabio en la moderna ciencia,
intentara su cadencia
encerrar en rimbombante
nombre “atómico”, bastante
atrevido fue; ¡No crean
dominarle! Pues bromean
queriendo en trabajo audaz
parar al tiempo fugaz
porque tanto le desean.




Reloj sumergible (III)

¡Oh tiempo! Protagonista
del pasado y del futuro
vives en tierra y mar; puro
observador y cronista
fiel de esta vida hedonista.
Con relojes han podido
medirte, mas escondido
tras alboradas y ocasos
tú, tenaz, sigues tus pasos
hasta en agua sumergido.




Reloj de pulsera (de cuerda) (IV)

Reloj cuadrado o de esfera
del tiempo te crees dueño
en mi muñeca, hogareño,
silencioso. A tu manera
nuestra vida se acelera.
Yo al olvido te convoco
y al destierro te provoco
que por ignorarte lucho,
pues si quieres corres mucho
y cuando quiero yo, poco.




Reloj de pulsera (automático) (V)

Caja plana de metales,
mides Tiempo y tus agujas
marcan mi frente. Dibujas
con trazo lento en cruciales
pasos, vidas desiguales.
Mi brazo mueve tus ruedas
sin que tregua me concedas
pues, un día como hoy,
la muerte viene y me voy
así que parado quedas.




Reloj digital (VI)

Al tiempo invisible aporta
orden tu puntual medida.
En su concierto la vida
te requiere y te soporta.
¡Ingrato reloj! ¡Qué importa
ser de cuerda o digital!
Pensando como mortal
de tus bondades disiento:
Ni avisas del nacimiento
ni tampoco del final.




Al reloj del milenio (VII)
(Museo Nacional de Escocia, Edimburgo)

Tus campaneos ufanos
abrazaron al Milenio
como obra de arte, de ingenio
hecha por expertas manos.
Mas ¿Sabrán tus artesanos
que la vida es desengaño?
¿Que el hombre ya desde antaño,
cuánto tiempo viviremos
se pregunta? ¿Si estaremos
aquí un día, un mes, o un año?




A todos los relojes (VIII)

Son maquinarias perfectas
de engranajes y dentadas
ruedas, estandarizadas
piezas de metal selectas
que al medir son imperfectas.
¿Para qué tan atrevida
medición? Si su medida
no retrasa ni adelanta
la existencia, el tiempo aguanta
lo que nos dura la vida.




Al tiempo (IX)

Mirando al limpio camino
del sol y algunas estrellas
el hombre siguió tus huellas
para burlar su destino.
¡Humano! Qué desatino,
pues tiempo en reloj ofreces
mas sabes que son sandeces
que sus cadencias se innoven,
él siempre se queda joven
y tú pasas y envejeces.



Otros poemas 

Soneto al primer beso

Aún recuerdo el último verano
eras un sueño sobre aquella roca,
esa tarde llevé con torpe mano
poco a poco mis dedos a tu boca.

Había niebla baja por el llano
con tu aroma, que aún tienta y trastoca
mis caprichos, tu cuerpo así cercano
perfuma mi pasión y la provoca.

Y atolondrado en súbito temblor
encendido mi cuerpo en fuego y llama
entregué la razón a mi embeleso.

Mas respondiste rápida al amor
y en mis labios, aún hoy, se derrama
la brasa primeriza de tu beso.




Málaga

Del este llega el sol que te alimenta.
Del norte y el oeste alcornocales
y algarrobos, quejigos y nogales.
Antigua tierra, ruta polvorienta
de arrieros por los montes de tormenta
y parques naturales.

El mar Mediterráneo solea
tus costas por el sur. Y en tu bahía,
tan fenicia y romana, tan judía
y mora, la biznaga se cimbrea
al ritmo del levante que ventea
la playa y la Axarquía.

Del sol eres amiga. De la luz
blanca novia. Del mar enamorada.
Y Andalucía, patria y tierra amada.
¡Qué bella es tu bahía al contraluz
del sol en Gibralfaro! ¡Qué andaluz
tu acento y tu mirada!

Málaga del jazmín, hospitalaria,
acrisolada mezcla de culturas,
bandera de colores con que juras
a España tu nobleza legendaria.
¡Málaga! Marinera y centenaria
¡Brillan tus hermosuras!




Desahuciados

Van por la calle abajo con las sombras
caminando sin rumbo. Llevan plomo
en sus zapatos. Quiebran fantasías
con tristeza y sollozos.
La tarde se oscurece y se camufla
silenciosa en las hojas del otoño.
Tibia calma del miedo que deprime
la mirada en sus ojos.

Ingrato desconsuelo que atormenta
y angustia. Pesadilla de un boscoso
maleficio, de quienes solo tienen
peso sobre los hombros.
Bajo la arquitectura enrevesada
de leyes y de acuerdos, un cerrojo
invisible derrama en sus cabezas
la miseria y el polvo.

Derivan su camino hacia la oscura
silueta de la iglesia. Su acomodo
es vacío y de ausencias, al resguardo
del tiempo y de los lobos.
De inútiles recuerdos un silencio
les amordaza. Sopla un viento torvo
sobre la ennegrecida madrugada
que habita sin retorno.





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