Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

sábado, 13 de febrero de 2016

ISIDORO CAPDEPÓN FERNÁNDEZ [2.152]



Poemas de Isidoro Capdepón Fernández: Antología "Modelna" ; Colección de canciones populares antiguas García Lorca, Federico.  Literatura española. Poesía lírica. Siglo XX.  RBA. 1998. 22 cm. 158 p. Encuadernación en tapa dura de editorial. Colección 'Obras completas / Federico García Lorca', 7. García Lorca, Federico 1898-1936. Poesía. Miguel García-Posada, introducción, prólogo y notas. García-Posada, Miguel. 1944-2012. Antología "Modelna". Colección de canciones populares antiguas. 1998. 


Isidoro Capdepón Fernández

Granada, 1918 - 1928.

Isidoro Capdepón, participó en la tertulia del Rinconcillo, en la que estaban Federico García Lorca, su hermano, o Vicente Mora Guarnido, en torno a 1918. Su poesía era rancia, anodina, llena de tópicos, con versos engominados y relamidos. Eso sí, técnicamente perfectos.


La extraordinaria vida de Isidoro Capdepón Fernández

Isidoro Capdepón Fernández retorna a su ciudad. Sean estas líneas, mal hilvanadas como nuestras, la expresión de nuestra admiración más sincera, y sirvan al par de saludo al ilustre vate que regresa de Guatemala lleno de lauros y de gloria. 

Capdepón, es de todos bien conocido, granadino amantísimo de su ciudad, no ha despreciado nunca la menor ocasión de cantarla en brillantes estrofas llenas de la arrebatada inspiración que colocólo a la cabeza de los poetas de su tiempo. A la edad de veinte años marchó a la América fecunda apremiado por una apuradísima situación económica. Fue la vida dura para él, pero la realidad no logró mustiar aquella fragancia que se desbordo especialmente en un libra titulado "Auras guatemaltecas", en las que ya se acusa su característica manera, conocida en lengua castellana con el nombre de capdeponismo.

Logró influir en toda la poesía americana y [en] un fuerte núcleo de poetas españoles.

Su vida está admirablemente narrada en varios libros y en articulos de José Mora Guarnido, Melchor Fernández Almagro, Antonio Espina García y Eugenio d'Ors. El año de 1919, si la memoria no nos es infiel, fue proclamado por unanimidad Académico de la Real Academia de la Lengua para ocupar la vacante del insigne y tierno poeta don José Selgas que no se había ocupado por no encontrar digno sucesor.


Los rinconcillistas

La reina de las tertulias tanto por la altura intelectual de sus componentes y su trascendencia allende las fronteras granadinas fue la de El Rinconcillo, que se desarrollaba en el Café Alameda, que estaba en la Plaza del Campillo, en una casa que hoy se encontraría junto al restaurante Chikito. Mora Guarnido describe el ambiente de aquel lugar en el libro 'Federico García Lorca y su mundo'. Se denominó de tal manera debido a que sus miembros se situaban al fondo del café, detrás de un pequeño tablado donde actuaba un quinteto musical, en un rincón que bien podría acoger a dos o tres mesas. 

El personaje dinamizador, como se diría en la actualidad, de aquellas reuniones era Francisco Soriano Lapresa, un hombre leído y provocador de la 'carcundia', que abastecía a los jóvenes de literatura rusa y de lo último de la música europea contemporánea. Al grupo, además de los hermanos Federico y Francisco García Lorca, se sumaba Melchor Fernández Almagro, Antonio Gallego Burín, Miguel Pizarro Zambrano, el filólogo José Fernández-Montesinos, José María García Carrillo, Fernando de los Ríos, el arabista José Navarro Pardo, Manuel Ángeles Ortiz, Ismael González de la Serna, Hermenegildo Lanz, Juan Cristóbal, Ramón Pérez Roda, Luis Mariscal, Ángel Barrios y un jovencísimo Andrés Segovia. El compositor Manuel de Falla también frecuentó aquellos encuentros, aunque en muy pocas ocasiones porque era un maniático de los ruidos. Otro de los más veteranos de aquel jovencísimo grupo era el socialista Fernando de los Ríos, quien fuera ministro de Justicia e Instrucción Pública, y una especie de tutor de los hermanos García Lorca. 

Fruto de esta tertulia es la creación de un poeta apócrifo, Isidoro Capdepón Fernández, cuyos textos se atribuyen a Lorca; y los primeros dibujos que de él se conocen. Los 'rinconcillistas' hicieron recibimientos 'apócrifos' a Capdepón, un poeta llegado de las 'Américas' y que venía a representar toda aquella poética que denostaban los jóvenes vanguardistas granadinos. 

La tertulia acogió la llegada de personajes tan variopintos como Wels, Rudyard Kipling, Rubistein y Wanda Landovska. Entre los rinconcillistas visitantes se encontraba Nakayama Koichi, alias 'Nakita', 'Torero de Emoción', tal y como rezaban sus tarjetas de visita, y es que era un gran aficionado a los toros. Uno de los personajes escasamente mencionados era el camarero que atendía al rincón, Navarrico, quien había servido en los barcos de la Compañía Transatlántica y decía: «Yo sé llamar hijo de puta a una persona en cincuenta lenguas». Era parecido a la imagen del bufón 'Don Antonio el inglés', de Velázquez. Cuando los 'rinconcillistas' se la mostraron dijo: «Soy yo 'pintao', pero el malángel que lo hizo me pudo poner en un traje decente y no esas ropas de payaso».

Los poemas de Isidoro Capdepón Fernández  

San Nicolás

Sobre el cerro gentil de la Chumbera, 
frente a la ingente mole plateada, 
altiva y colosal Sierra Nevada, 
una iglesia se yergue placentera.

Su Santo Nicolás allí venera 
la sublime piedad de mi Granada, 
y lo van a adorar santa manada, 
desde el rico que goza, a la cabrera.

¡Oh Santo Nicolás! Hasta el lejano 
monte de Guatmozín llegan los ecos 
del pensil granadino que te adora:

aquí los oye un español cristiano 
que, rodeado de guatemaltecos, 
piensa, gime, suspira, reza y llora.


Soneto al eximio arquitecto Palacios, autor del portentoso edificio del Círculo de Bellas Artes (Madrid), que tiene la admirable propiedad de mantenerse todo sobre una pequeña columna

¡Oh, qué bello edificio! ¡Qué portento!
¡Qué grandeza! ¡Qué estilo! ¡Qué armonía!
¡Qué masa de blancura al firmamento 
para hacer competencia con el día!

La ciencia con el arte aquí se alía 
en tanta perfección, según yo siento,
que en aqueste soneto sólo intento 
a mil enhorabuenas dar la mía.

En Guatemala existe un edificio
de menor importancia en mi concepto,
y no obstante tuvieron el buen juicio

de nombrar general al arquitecto.
Mas en Madrid yo no he encontrado indicio
de que piensen honrar a tu intelecto.

Ya lo sabes, Palacios, ¡gran patricio!, 
que a Babilonia antigua has resurrecto.



[Lamento por la decadencia de las artes]
Fragmento

¿Dónde están las febrífugas canciones 
y los sonetos de pujante brío 
que encadenando el estro a su albedrío 
arrebataban nuestros corazones?

¿En dónde los poetas verdaderos? 
¿Adónde la pureza de la lira
donde el alma de amor triste delira 
entre una apoteosis de luceros?

Todo murió. Llorad con desconsuelo. 
Derramad vuestras lágrimas ardientes 
e inclinad silenciosos vuestras frentes, 
la vista fija en el desierto suelo.

En su estertor la lira agonizante 
el ambiente llenó de imprecaciones. 
Ya no cantan, valientes cual leones, 
Lucrecio, Herrera, Campoamor y el Dante.

Por doquier yace roto el sentimiento, 
no queda del pasado apenas nada, 
Euterpe se retira avergonzada 
y ni el valle recoge su lamento.

Se acabaron las musas, los amores, 
los artistas, las artes, los poetas, 
ya no suenan las épicas trompetas 
y el mundo se quedo sin ruisenores.



Granada como sultana

Granada, bello pensil, 
pebetero singular, 
que esparces aromas mil 
por las aguas del Genii 
adonde voy a llorar.

Ciudad de los torreones 
y de las puestas de sol 
cuando entre Bellas canciones 
engalanada te pones 
de púrpura y arrebol.

Como la plata brillante 
que cubre el Muley Hacén, 
es Granada tu semblante 
mucho mejor que el diamante 
purísimo del Edén..

Más que el claror de la luna 
en noche de primavera, 
mucho más que el palor de una 
mano romántica y bruna 
que en mi frente se pusiera.

Tanto me gustas, Granada, 
tan prendado estoy de ti, 
que yo ya no encuentro nada 
que complazca mi mirada, 
Granada, desque te vi.

¡Oh sultana transparente 
de mármoles y coral, 
donde se escucha la fuente
en la cantata silente 
del aura primaveral!

Cesaron las armonías
muslímicas del muecín 
cuando al son de chirimías 
tus gremios y cofradías 
bajaban del Abaicín.

Cesó la guzla sonora
en los patios de la Alhambra.
Calló la música mora
que se agita seductora
con el compas de la zambra.

Yo, Isidoro Capdepón,
venido de Guatemala,
se me quiebra el corazón
al ver tu desolación
que [a] nada en el mundo iguala.

Soy un granadino errante 
y un poeta impenitente, 
y he de ser yo quien te cante, 
que no es caballero amante 
quien no dice lo que siente.

Granada bella, ¡Granada!, 
emporio de ruiseñores, 
hoy gimes abandonada,
la media luna enterrada 
de tus príncipes mejores.

¡Sultana cautiva y presa 
en tus ajorcas de plata, 
cantada por Villaespesa 
en su poética empresa 
de lírica catarata!

Cientos de intelectuales 
de España y del extranjero
han bebido los raudales 
de tus aguas musicales 
que fascinan al viajero.

Tus morunos torreones 
y líricos ajimeces 
han fascinado a montones 
de rubios anglosajones 
y de extáticos ingleses.

Y aquí se han dado las manos 
sobre tu Alhambra de trinos, 
como sin fueran hemanos,
melancólicos germanos 
y bulliciosos latinos.

Porque eres, Granada mía, 
santuario universal.



Segunda visita de Capdepón a la bella ciudad de Granada

LLEGADA

Heme otra vez. Segunda vez mi frente 
recibe los efluvios de Granada, 
odalisca que sueña recostada 
sobre la falda de la mole ingente.

Pebeteros y aromas del Oriente 
envuelven tu belleza nacarada 
y el suspiro del ave en la enramada 
al compás del sollozo de la fuente.

Deja a este bar do triste y sin ventura, 
al regresar de su postrer viaje, 
que en tu suelo reclame sepultura.

Que si en Colombia dejo mi linaje,
yo vuelvo a ti con mi emoción más pura
para morir como un Abencerraje.



Soneto

«Gaceta Literaria», gran locura 
en el solar divino de Cervantes, 
papel que servirá de sepultura 
a los artistas que escribieron antes.

Titular a eso prosa es impostura.
¿Cómo te entiendes con tus semej antes 
si en vez de pan castizo y agua pura

¡Vuelve a la luz, Giménez Caballero,
olvida tu «Gaceta Liter aria »
y escribe en castellano verdadero!

Oye la voz cansada de un poeta, 
granadino, católico y viajero. *

La primera versión del soneto, tachada en el manuscrito y también inconclusa, dice:



SONETO SATÍRICO A GIMÉNEZ CABALLERO, DIRECTOR DE «LA GACETA LITERARIA»

No sabe castellano. Yo lo digo.
Y no sabe escribir. Yo lo sostengo.
Y aunque es Ernesto al fin un buen amigo
yo por las luces del idioma vengo.

¡Atrás la recua de escritores vanos! 
¡Paso a los hombres de cabello luengo!

Protector de menores escribientes 
en su «Gaceta» loca y sefardita 
con la que se prepara una visita 
por las tierras de cinco continentes.



NOTAS A LOS POEMAS DE ISIDORO CAPDEPÓN FERNANDEZ 

(Miguel García Posada, editor)

Parte de estos textos fueron publicados por Francisco García Lorca en Federico y su mundo, donde explicó la génesis y las circunstancias del nacimiento de este poema apócrifo y burlesco, parodia de la tradición poética «pseudogranadina», modelo también de poeta putrefacto, por utilizar el término lorquiano. «Es evidente – escribe el hermano del poeta – que los poemas no son enteramente de él, sino producto [...] de colaboración; pero no deja de ser curioso que en papeles irregulares Federico, lápiz en mano, dirigiese el curso del poema.» El nacimiento de Capdepón está ligado a la tertulia del Rinconcillo, en los primeros años veinte, pero los poemas, tal como se conservan en el archivo García Lorca (en adelante, G L) son, por su letra, del año 1928. El soneto a la iglesia de San Nicolás no es de letra de Lorca, sino de su hermano Francisco. Sigo mi edición de estos y otros poemas festivos recogidos en Federico García Lorca, «Antología modelna», precedida de «Los poemas de Isidoro Capdepón Fernández» (Granada, Editorial Comares, 1995), a la que remito al lector para otras precisiones sobre el asunto. Anoto aquí los tercetos de un soneto hoy perdido, salvados por la memoria de José Mora Guarnido (Federico García Lorca y su mundo, Buenos Aires, Losada, 1958, p. 68), que Capdepón, según Mora, dirigió al poeta sevillano Juan Antonio Cavestany: 

«Amigos fuimos en el Uruguay; 
lustros pasaron desde entonces, ¡ay!, 
que en acíbar trocaron nuestras mieles.

Hoy en Madrid, en tu presencia mudo, 
te hago una reverencia y un saludo
frente al carro triunfal de la Cibeles». 

Y digo «segun Mora» porque Melchor Fernández Almagro en su artículo paródico «E1 poeta Capdepón, académico» (España [Madrid], núm. 369 [12-V-1923], pp. 278-279) «atribuye» el texto a Cavestany, que reproduce con variantes en los tercetos, e incluye otro de respuesta de Capdepón. Vease para todo esto mi citada edición.


Isidoro Capdepón, el poeta inventado de Lorca
Por JESUS ARIAS 

Federico García Lorca no es ya sólo un personaje que sirve para material de ficción, sino que él mismo también construyó personajes para la pura ficción. Es el caso de Isidoro Capdepón, un poeta granadino, emigrante retornado de las Américas, para quien Lorca y sus compañeros de tertulia pidieron, en 1923, el ingreso en la Real Academia de la Lengua. Muchos se interesaron por el poeta y hasta quisieron conocerlo... Sólo que Isidoro Capdepón no existía, no existió nunca. Era un personaje inventado.

Ahora lo ha rescatado el catedrático granadino de Literatura Andrés Soria, que última su libro Fábula de fuentes (La tradición y la vida literaria de Federico García Lorca), una obra en la que analiza las influencias en el poeta granadino. Capdepón es uno de los personajes que aparecen en ese libro.

Isidoro Capdepón fue inventado por la tertulia del Rinconcillo, en la que estaban Federico García Lorca, su hermano, o Vicente Mora Guarnido, en torno a 1918. Su poesía era rancia, anodina, llena de tópicos, con versos engominados y relamidos. Eso sí, técnicamente perfectos.

Uno de esos poemas, titulado Segunda visita de Capdepón a la bella ciudad de Granada, comenzaba así: "Héme otra vez. Segunda vez mi frente/ recibe los efluvios de Granada/Odalisca que sueña recostada/ sobre la falda de la mole ingente". "Los versos los solían escribir entre todos, aunque era Francisco quien más trabajaba en ellos", explica Soria. "Era su forma de burlarse de los poetas viejos, del estilo a la usanza. Se reunían y comenzaban a hacer poemas al estilo de... Aquello debía ser bastante divertido".

De Isidoro Capdepón Fernández se sabía que había emigrado a Guatemala, en donde escribió su "ingente obra", plagada de nostalgia por los rincones de Granada, y que luego regresó a la ciudad. Hablaban de él en el periódico El Defensor de Granada y hasta su director, Constatino Ruiz Carnero, gran amigo de Lorca, hacía referencia al "insigne" poeta en sus columnas de opinión.

Andrés Soria explica que el personaje de Capdepón, que existió hasta el año 1927, en que fue sustituido por otro no menos rimbombante, Emiliano Sandoval y Lindoré, respondía al criterio de los nuevos poetas: burlarse de la Granada rancia y mogigata. Bajo ese principio inventaron también una revista, gallo, con minúscula, absolutamente revolucionaria para su época, con colaboraciones de Dalí. Inmediatamente inventaron una réplica, pavo, que era una reacción a gallo por parte de la juventud más reaccionaria y bien pensante de la ciudad.

El hecho es que por Isidoro Capdepón se interesó un poeta sevillano, de parecido estilo, y Lorca y sus amigos lo tuvieron engañado durante meses. Este poeta incluso no llegó a ver mal la propuesta hecha desde Granada de que se nombrara académico de la Lengua a Capdepón Fernández. Luego se enfadó al comprender que todo había sido una broma.





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