Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

martes, 19 de noviembre de 2013

1842.- JOSÉ RIENDA

José Rienda

José Rienda 

(Granada, 1969). Doctor en Filología Hispánica, es profesor del Departamento de Didáctica de la Lengua y la Literatura de la  Universidad de Granada y miembro numerario de la Academia de Buenas Letras de Granada, desarrollando igualmente su labor en el ámbito de  la edición cultural como director de publicaciones de Ediciones Dauro. Fue Premio Federico García Lorca de Poesía de la Universidad de  Granada en 1994 y finalista del Premio Gustavo Adolfo Bécquer de la Junta de Andalucía (1992). Ha publicado los poemarios En las hondas  lejanías... (Cuadernos del Laurel, Granada, 1991; 2ª edición con el título Margen y deriva: Cooperativa Editorial, Granada, 2004, donde incluye  además la plaquette homenaje a Javier Egea Itinerario al mar); Inventario de Octubre (Fundación Federico García Lorca/Universidad de  Granada, Granada, 1995; 2ª edición en: Granada Literaria, Granada, 2004, prólogo de Juan J. León) y El porvenir es tarde (Silene Libros,  Granada, 2001, prólogo de Ángela Olalla). También es autor del libro de literatura infantil El buen amigo (Port-Royal, Granada, 2004, prólogo  de Ian Gibson), del libro de artículos Nuestra ciudad literaria (Mirto Academia, Granada, 2007) y de los ensayos Museo marítimo itinerante:  analectas del mar como elemento funcional en la poesía española contemporánea (Universidad de Granada, Granada, 2006) y Defensa de la  tematología literaria del mar (Silene Libros, Granada, 2006). Sus últimas publicaciones corresponden al ámbito de la didáctica de la lengua y la  literatura. 



AHORA MIRA LA LLUVIA ESPARCIDA POR EL MES 
DE NOVIEMBRE 




Ahora es cuando puedes empezar a morirte… 
Ahora puedes abandonar los brazos a lo largo del tiempo… 
Ahora mira la lluvia esparcida por el mes de noviembre… 

 BLAS DE OTERO 





Llovió poco y las últimas 
hojas verdes que aún tiemblan en los árboles 
son tan sólo un paisaje 
para otros bosques más lejanos. Tú, 
porque eres quien transita amanecidas 
las páginas en ti bajo los ojos, 
apurarás la copa del otoño 
cuando incendie la vieja soledad, 
el dolor que desvive en la impaciencia 
de sabernos al borde del suicidio 
y la tarde templada 
herida en lentitud hacia la historia. 



II 
  
Hoy dueles y a lo lejos el cansancio 
del agua que emborrona los papeles 
pregunta adormecido en tu mirada: 
el tiempo, amor, el tiempo 
y un abismo que aturde los sentidos 
como un caer bestial hacia la tierra. 




III 

Aceptamos la vida como extraña renuncia 
de otra historia o ciudad, 
como factura eterna por los bosques 
que insensatos blandimos ante el mundo 
en mitad de una lluvia inexplicable. 

A veces nos amamos, 
delincuentes tal vez en el descaro 
que exhibimos por grandes avenidas, 
fuertes de juventud, resueltos siempre 
y gozosos, prohibidos con la tarde 
y arrestados al fin en las horas de invierno. 

A veces nos amamos, sólo a veces, 
temerarios 
que pedimos las cuentas a los años 
y pagamos un saldo amortizado 
en la traición al bosque que tuvimos, 
el refugio imposible contra el tiempo 
de esperas y dolor que nos acecha 
si vivimos la historia a nuestro modo. 



IV 

Anoche preguntaron por la lluvia, 
la tuya amanecida, adolescente 
por mucho que pretenda envejecernos 
en esta realidad que se oscurece 
con manos alargadas a la luz 
contaminada y débil. 




Te buscaron por bosques y avenidas y tú lograste huir hacia la noche 
a través de un cristal que desconoce 
el nombre de los fríos que mendigan 
con un cuchillo azul en la garganta, 
con otra historia vieja y la derrota 
de sabernos el frente de las voces 
que serán esta lluvia que transcurre 
como llueve en las páginas vencidas 
sobre un mármol raído en la memoria. 



VI 

Acepta entonces tú también como nosotros 
esta historia que ocurre en mitad de la lluvia 
de otro tiempo o ciudad. 

Y perdona el abismo en que te envuelvo 
cuando expongo al temblor de tu mirada 
unos versos que dudan la traición 
de comprenderse versos en la muerte, 
de saber sin embargo que pudieron 
saltar de pronto a ti, 
crecer al par que un libro, 
vivir en otros bosques. 



VII 

Puede tal vez la lluvia ser un pueblo 
de aquellos que se encuentran sin querer 
y ofrecen como niños la sonrisa 
a quien pasa con sueño. 

Puede tal vez la lluvia ser un canto 
que te empuja hacia dentro de la ropa 
y se alza indeleble en el final 
de un pasillo olvidado. 

Tú vas, detrás el agua. 
No me pensaste aún 
pero en la tarde llueve. 




VIII 

Imagina 
que en este sol atrapases un instante del ocaso 
y el alba caudalosa de tu cuerpo se volcara hacia mí. 

Imagina, 
bajo el himno humedecido de los besos o las hojas, 
que algún ave aterida se acercase hasta el cielo 
para hablarnos del amor 
esta tarde. 

Un horizonte se deshace en tus manos, 
un otro mundo lloviznando por dentro. 

Imagina que tan sólo 
una sílaba restase 
para rozar un poema 
de pequeña libertad. 




IX 

Es lo que más me duele de todo lo que amo: 
tu juventud incierta, el cruzar estaciones 
sin pensar en saberlo, el poder olvidarnos 
de la lluvia callada que los campos precisan, 
el ponerle una acera 
al sinfín de tu calle. 

Y lo que más me duele de todo lo que amo 
resiste en el quizás 
del llegar a quererte para estar indefenso 
y pedir que me abraces 
mientras cierro los ojos 
y susurras hermosa 
que me quede tranquilo, 
que tendrás tú cuidado 
del reloj y la tarde. 

Es lo que más me duele, 
el tener que llamarte porque a veces no estás, 
el buscarle una entrada a la historia prohibida, 
el vivir al acecho de tu amable palabra. 




Vas de nuevo al amor que en la calle ganamos. 
Ya no estás en la enorme facultad si me atrapan. 

Es ayer más lejano y tu pueblo una isla. 
Vas de nuevo al amor, a la paz, a la casa.  
Te preguntan por mí, pero el mar nunca vuelve. 
Nuevamente el dolor de la historia me calla. 

Y te dije que el tiempo era sólo un recurso. 
Y dijiste que a veces tanta vida se paga. 

Te preguntan por mí, pero ya no lo sabes. 
Es sencillo olvidar un poema de nada. 

Porque ya no respondes en el bosque incendiado. 
Nuevamente el dolor de la lluvia... Mañana... 



XI 

Cuando los árboles, 
recuerdo 
que fue cuando los árboles pusieron 
su esperanza y la luz en otro espacio 
de nuestras iniciales. 

Porque aquellas primeras, tus canciones 
primeras sobre el tiempo de las calles, 
sobre la delgadez de los amantes 
y la censura al mar, 
vinieron con el bosque 
como un resto de vida que guardamos. 

Lo recuerdo 
siempre dándonos tarde 
allí bajo la historia 
que hubieron rescatado del incendio 
para nosotros solos, 
allí sobre los mares 
y caminos que aún nos pertenecen 
(allí supimos ir con el traje encogido, 
en la precoz esquina de la lluvia, 
sin miedo a tanta paz, 
tranquilamente allí, 
lentamente hacia allí). 

Lo recuerdo sí grave por la luz, 
sí golpeado a ciegas por los siglos, 
y sé que la vejez de aquellos árboles, 
 árboles por la tarde, 
 árboles en el hombro del cansancio, 
 árboles en tu voz tan desmayada, 
nos empujó hacia el mar y nos dejó en un final de sueños destrozados 
como quizá las nuevas estaciones. 



XII 

Otra vez con la lluvia me ha llegado tu nombre, 
con la encina gigante arropada en las nubes, 
esta encina testigo, camarada del tiempo, 
de ese tiempo imperfecto que habitamos despacio; 
y despacio alcanzamos, por detrás de las calles, 
por detrás de la historia que jamás nos leyeron, 
este libro más tuyo aunque lleve mi daño 
o las horas enfermas en los bares perdidos; 
y he perdido en los trenes de noviembre a noviembre, 
compañera callada, tu política triste 
y tus mapas ocultos o tu espalda pequeña, 
tempestad sin imagen, compañera sincera; 
y el paisaje se aleja y tus labios dormidos 
se despiertan al tiempo y recobran la herencia 
corrompida de siglos, de semanas absurdas, 
y recuerdas mi nombre pero tú no lo sabes 
porque no me conoces ni siquiera en un verso: 
yo jamás he leído con mi voz esos ojos 
que inventamos un día que olvidaste de pronto 
porque vino el verano y tu pueblo una isla, 
y mi brazo cansado, y otra vez me preguntan, 
y otra vez que te fuiste, y otra vez que sin prisa. 



XIII 
  
Trastienda infinita el mar, 
cerca se escucha llorar. 

Lunas de sal prisioneras 
de horizontes de escolleras 
cuando abaten cordilleras 
buscadoras de otro hogar. 

Trastienda infinita el mar, 
cerca se escucha llorar. 

Soledad impertinente, 
pasajero delincuente, 
navegante adolescente, 
¿quién te quiso rescatar? 
 Trastienda infinita el mar, 
cerca se escucha llorar. 

Sólo triste indumentaria, 
sólo lluvia literaria, 
sólo duna milenaria..., 
¿quién te pudo desarmar? 

Trastienda infinita el mar, 
cerca se escucha llorar. 



XIV 

Sí. 
El porvenir es tarde, 
tarde porque de golpe fue muy tarde, 
tarde porque mañana 
será siempre ya tarde para el último muerto, 
para los muertos de ahora mismo tarde, 
tarde. 

¿Dónde están todos? 
¿Dónde la voz, los árboles? 
¿Adónde la esperanza? 

El porvenir es nunca. 
Y este mar que mendiga bajo siglos de miedo. 

El porvenir es nada. 
Y este abismo que anuncia el dolor de los huesos. 

Otra historia vencida y extraña sin embargo 
y otros ojos cansados que apenas rozan cuerpos, 
son muertes, sangre en estas páginas, 
en esta luz de hogar deshabitado, 
en este bosque frágil sobre el tiempo, 
en estas manos tensas 
y en estas calles, 
en estas lluvias, 
en estos restos... 



XV 

Por si acaso los bosques de un exilio en la playa 
o prefieres entonces renombrar la derrota 
y retomas en cueros nuestra noche canalla 
y decides de pronto que te llamas gaviota.  
Por si acaso los ecos de una vieja muralla 
o descubres un libro, una cumbre y te agota. 
Por si acaso la tarde, el dolor, la batalla. 
Por si acaso concluyes y me dices idiota. 

Y las voces cansadas y también el invierno, 
la vejez de la lluvia y el amor por si acaso 
te requiero un camino que te lleva al infierno. 

Y los gestos vencidos y también el desierto 
y la cama tremenda y la paz del fracaso 
por si acaso te llaman y te dicen que he muerto. 



NOTA DEL AUTOR: 

Estos poemas, unidos en lluvia, fueron recitados el 16 de julio de 2009 en el Carmen Aljibe del Rey, dentro del ciclo “El Agua y la Palabra”. 

Poemas I a VI y XIV: de El porvenir es tarde (2001). 
Poemas VII a IX: de En las hondas lejanías (1991). 
Poemas X, XI, XII y XV: de Inventario de octubre (1995). 
Poema XIII: de Itinerario al mar (2000). 











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