Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

martes, 8 de octubre de 2013

1832.- JOSÉ LUIS MARTÍNEZ CLARES

José Luis Martínez Clares

José Luis Martínez Clares

José Luis Martínez Clares nació en 1972 en Gor (Granada), lugar del que pronto emigró, junto a su familia, para disfrutar la infancia en Barcelona. A los nueve años, regresó a la tierra que le vio nacer para terminar de criarse y, posteriormente, cursó estudios de Ciencias de la Educación en la Universidad de Granada. Desde 2002, reside en Roquetas de Mar (Almería), donde ejerce como maestro. 

Amante del cine, fotógrafo amateur y poeta, con el comienzo del nuevo siglo crea y dirige la revista digital CineGor.com, página web, ya desaparecida, que fue durante años lugar de encuentro para los amantes del cine clásico. En esa misma época, emprende una fructífera colaboración con diversos medios escritos de ámbito local y provincial. Además, desde 2004 es director de la revista Puerta de la Villa.
Como fotógrafo, ha participado en numerosas exposiciones y es miembro de la Asociación Fotográfica Másdeluz de Roquetas de Mar.

Autor de los libros de poesía “Palabras efímeras” (2010) y “Vísperas de casi nada” (2011), y del libro de crónicas "Versos para descreídos" (2013). Ganador del VII Premio “Águila de Poesía” de Aguilar de Campoo (Palencia) en 2011.
ccbaxter02@hotmail.com
martinezclares.blogspot.com/



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Del libro "Palabras efímeras" 


Ronda de noche


A Antonio Muñoz Molina,
aquel caminante infatigable, absorto,
de las Ventanas de Manhattan.


Aquel café, hospedaje ilustrado
de la decadencia,
aquellas servilletas donde garabatear
lo que nunca supo decirte,
las calles mimadas por la compañía apócrifa
     gélida
de la madrugada,
aquella iracunda pleamar de los silencios.

Él convivía con esas habitualidades y
con frecuencia
tomaba prestados los pasos aturdidos
que desdibujan al caminante entre la multitud.

Así, dejaba correr las tardes efímeras
del fin del milenio y sólo se detenía
allí donde la fantasía conversa
con sus semejantes,
próximo a los lugares donde no habría
de encontrarte.

De esos sueños,
extrajo el optimismo estéril
de un recluso que ya no atiende al calendario y
        sin pretenderlo
se adueñó de una libertad, tan ingenua,
como la del primer homínido
que, alzándose sobre sus patas,
creyó dominar el horizonte.




Declaración de amor

Querida:
desconozco qué te sugerirán
estas líneas tan carentes de estilo
como el amor antes de convertirse
en diplomacia,

pues, aunque nada deseo más
que estos versos derrumben
el muro de tus emociones
y muerdan a la costumbre
con saña,

de sobra sabes que te escribo
en la clandestinidad
para que no me leas,
que te miro
       con hurto
para que no te adiestres,
que te quiero de cara
para que no lo dudes.



EL ESPEJO DE LA SEÑORITA KUBELIK

- Está roto.
- Así me veo como me siento.
(Billy Wilder)

En los espejos rotos de la memoria
van muriendo todas las variantes de la inocencia:

el transitorio amago de la dulzura,
aquellas omisiones piadosas de la costumbre,
la atroz expectativa de los días venideros
donde anidará forasteramente la decepción,

la perennidad de cada instante
consagrado al diálogo con los crepúsculos.

Así se manifiesta la supervivencia - señorita Kubelik -,
arrastrada por la sed hasta las inmediaciones del ascensor
donde languidecen los sueños.

Que absurda manera de demorar el destino.




El administrativo

No le gustaba beber en casa
porque los hielos adquieren una musicalidad
cristalina
cuando se sirven en esos vasos amplios
que tan de moda se han puesto
en los cafés.

Allí, la soledad parecía desvanecerse,
como se desvanecen los malos sueños
al despertar, cada vez que ella
le servía una copa o cuando,
desde el fondo de la barra,
junto a la caja, le devolvía una mirada
clandestina.

Aquella tarde, se atrevió a escribirle
apenas sin emoción,
con ese tono irónico que atenúa
el miedo a las consecuencias,
como quien despacha con una sonrisa
un trámite casi innecesario por la obviedad
de la negativa.

Adjunto remito el certificado
de mis desvelos,
lo que comunico a usted
para su conocimiento y efectos.

Y ella
de inmediato
lo recibió con una risita experta
para después depositarlo
en los anaqueles del olvido,
cerca de ese lugar inhóspito donde habitan
todas las palabras que ha traspapelado
la indiferencia.




Del libro Palabras efímeras. 
Instituto de Estudios Almerienses. Almería, 2010


Anuncio por palabras

Se precisa cariátide
para sustentar la bruma.


                                            
Cortijo del Fraile

Me orientan sus palabras
    nocivamente,
como un manual de instrucciones
de la tragedia.

Alrededor murmura el silencio,
sólo mancillado por el pálpito árido
de los campos de ceniza.

¿Cómo excusar la sangre
que derrama el amor cuando no muere?

Paradójico,
callo y escucho como, por entre las pitas,
me transmite el tiempo sus consignas.



Tardes en silencio

A veces te callas sin previo aviso,
enmudeces para repentinamente
dejar de existir,
te asfixias,
igual que se asfixia la melodía
de los diversos seres
que pueblan la Tierra
para anunciar la llegada de un seísmo.

Hablo de esas tardes
en las que el silencio se alimenta
de todo lo que vas callando,
y crece gelatinoso
saboreando, a cada minuto,
el caudal inquietante
de las respuestas que no se dan,
de los pensamientos que no hacen ruido.

De este modo, fronteriza a tu
destierro,
la tarde transcurre sin palabras,
sigilosa y cobarde,
dilapidando la ternura
como una marisma
de la que ya emigraron todos los pájaros.


Las cosas que no deberían suceder 


La sed

Sus ojos acumulaban la sed
de quienes sólo han visto el desierto.

Había abierto el grifo y tiraba de él
con esa energía
desvergonzada
que siempre reservamos
(sin saberlo)
para la última oportunidad.

Hayat me aclaró que no regresaría
sin él: ella les llevaría al fin
el agua.

Nos miramos un instante
y el silencio fue un reloj de arena.

Traté de mostrarle su error
y, como hicieron otros antes que yo,
le cerré el grifo.




Madre

Insinúa que
si nos callásemos
sería capaz de distinguir
los distintos matices del silencio,
o los sonidos
que preceden a las cosas
que nunca deberían suceder.

Y yo la creo,
porque lo que ella no pueda escuchar
sencillamente
no existe.

Del conjunto de poemas Las cosas que no deberían suceder (2º Premio del XVI Certamen Literario Mujer y Literatura). Ayuntamiento de Vicar, 2013.



Inéditos 


Lo que les pasa a los niños malos

Abre el periódico.
Sección Internacional.
Fotos de Álvaro Ybarra Zavala.
Ahí están:

muertos de hambre,
degollados,
cargando sus armas,
olvidados en las cunetas
de la memoria.

Y siempre hay alguien
(en todos los barrios encontramos
un listo)
que, quizás adueñándose
de algún dogma
   indiscutible,
les sermonea mientras agonizan:

mira lo que les pasa a los niños malos. (*)

En cambio,
en esta esquina plácida del mundo,
los niños
han adquirido ciertos privilegios
y, por eso, lloran amargamente
(pongamos por caso)
cuando una madre
decide que ahora
no es buen momento para poner
el maldito deuvedé de Peppa Pig.

(*) William Hitchcock


  

Del libro Vísperas de casi nada. 
Ayto. de Aguilar de Campoo. Palencia, 2011.


Novilunio

Los he visto nacer cargados de venenos.

No creo que sepan tanto de mí
como aseguran,
pero amenazan con contarlo todo.

Ah, necios.
Apenas podrían intuirme vagamente
en este hombre cálido
que anhela la llegada del invierno
o en el cronista desmemoriado
que ha olvidado tantas miradas inolvidables.

¿Acaso ignoran que
        cuando escribo
tomo prestada la transitoria cordura de los errabundos?

Desde ahora les dejo la puerta abierta.
Lleváoslos lejos de aquí.
Sé que han prometido volver
para desorientarme
definitivamente
en estas vísperas de casi nada.




Cuento chino

No te lo vas a creer,
pero la juventud
se acaba largando con otros
y deja un rastro
indeleble
de libros ultrajados,
de páginas marcadas,
de rimas pretenciosas.

Pero tú
naturalmente
aún no puedes entenderme
porque, cuando eres niño,
los cuentos no se leen;
los cuentos se descorchan.



Del libro "Versos para descreídos" 
Issuu.com, 2013.

Versos para descreídos

A un poeta
no se le debería juzgar
por lo que afirma
sino por aquello que se cuestiona,

porque la Poesía es
en esencia
una incesante pregunta
planteada con discutible armonía.

Si te dedicas a ella,
las dudas deberían ser

tus únicas certezas.






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