Ibn Darray
Ahmad ibn Muhammad ibn Darray
al-Qastalli
(Cazalilla, JAÉN 958-Denia 1030). Es un poeta de origen bereber, natural del Algarve, en el año 992 entra en el séquito de Almanzor, gracias al mérito de una casida improvisada con tema y rima forzados.
Ahmad ibn Muhammad ibn Darray
al-Qastalli
(Cazalilla, JAÉN 958-Denia 1030). Es un poeta de origen bereber, natural del Algarve, en el año 992 entra en el séquito de Almanzor, gracias al mérito de una casida improvisada con tema y rima forzados.
Almanzor y los poemas de Ibn Darray Al - Qastalli.
Margarita LA CHICA GARRIDO.
Valencia, 1973 (‘Anales de la Universidad')
Estuvo dieciseis años al servicio de Almanzor y de sus hijos en Córdoba. Su poesía en este periodo se dedica a ensalzar la actividad bélica de Almanzor en sus campañas contra los reinos cristianos. En sus diwanes, o colecciones de poesías, aparecen casidas compuestas al hilo de los acontecimientos, pues Darray formaba parte del ejército. Por eso, aparte del valor literario, interesan por su valor histórico, pues describe pormenores del caudillo andalusí, acompañándole en las expediciones militares y cuyas victorias canta:
Tu victoria en Santiago llena de luz la tierra,
Igual que el sol extiende el día.
Vuelve ahora a peregrinar con los musulmanes
Tras haber destruido el centro
de peregrinación de los cristianos,
pues Cairuan, Egipto y el Hiyaz
fijan en ti sus ojos, esperando
A la muerte de Almanzor, sigue componiendo panegíricos a su hijo y sucesor, al que le sigue acompañando en sus luchas contra León y Cataluña. A partir del 1.008, con el comienzo de la guerra civil, se acabo con la tranquilidad que disfrutaba Darray y este tuvo que emigrar de la ciudad. Tras una estancia en Ceuta, con los hammudies, vino de nuevo a la Península, muy decepcionado por la falta de refinamiento de los beréberes. Su nostalgia de la época de Almanzor hace que acuda en primer lugar a las cortes donde gobiernan los eslavos (antiguos generales de Almanzor), como Almería, Valencia, Tortosa, Játiva y Zaragoza desde donde escribe poemas nostálgicos de Córdoba, siendo acogido por Mundir I en 1018 donde trabajo como visir-secretario y como panegirista de su corte. En 1021 se celebrara la boda entre los condes Berenguer Ramón I de Barcelona y Sancha, la hija del conde Sancho García de Castilla. En ellas Darray destaca como Mundir I se gana la alianza de estos dos condados, para así oponerse a Sancho el Mayor de Pamplona.
A la muerte de Mundir I le sucede en 1022 su hijo Yahya al hayib al-Muzaffar, e Ibn Darray continuó a su servicio como poeta de su corte hasta su marcha a Valencia.
No están claras las razones de su descontento de Zaragoza y al final vuelve a Valencia, ciudad donde gobierna un nieto de Almanzor. Después se trasladará a Denia en 1028, ciudad donde encontró la muerte en 1030.
Cultivo una poesía preciosista. Su estilo manierista estaba inspirado en el gran poeta neoclásico al-Mutanabbu, pero la producción de Darray, ejemplo de la sofisticación que alcanzó la poesía andalusí en la época de taifas, muestra una mayor complejidad.
Es una de las primeras veces que se expresa en Al-Andalus la desesperanza y la incomodidad de los escritores ante la situación política que los margina, con estrechez y la falta de apoyo social. Mas adelante, expresiones así se escucharan repetidamente en Al-Andalus, cuando los escritores padezcan los efectos de las crisis políticas.
Si en los jardines que habita
me impiden ver a mi dueño,
en los jardines del sueño
nos daremos una cita.
Es Ibn Darray Al - Qastalli, poeta oficial de Almanzor, el verdadero «Mutanabbí» de al-Andalus, a veces superior al maestro, según el editor de su Dīwān, Mamūd Makki. Como ejemplo, incluimos una de sus casidas, obra ya de vejez, cuando caída Córdoba, halló efímero refugio en Valencia, gobernada por dos fatas eunucos, Mubārak y Muaffar, a los que, sin ningún rebozo, dedica sus sonoros versos, sin tener en cuenta, como el poeta de Cufa, la distancia entre el homenaje y los homenajeados.
El poema se inicia con un nasīb donde la amada se transfigura en espectro etéreo de una mujer que no se ve, sino que se adivina, como luz de astro o reflejo de joya. Es el nasīb estilizado por el lenguaje modernista y por la concepción cortés del amor.
¿Te ilumino yo o enciendes tú la luz en la noche
para el que desea ser tu huésped o tu vecino?
¿Es tu aroma o es el perfume de los pebeteros
que has hecho arder con madera de incienso y áloe?
¿Es tu sonrisa deslumbrante o es la luz del relámpago,
al que mi llamada impulsa a ser generoso con tu morada?
¿Es la ajorca que te quitas o es la luna que sale?
¿Es el sol o es tu brazalete que brilla?
¿Es el borde de la aurora o es tu frente sin velo?
¿Te ha prestado el alba su luz
o tú se la has prestado a ella?
Tú acoges a la noche, cuando la claridad ha derrotado,
a sus escuadrones, y a la aurora, cuando te pide asilo.
La aurora tiene su orto entre tus zarcillos,
allí donde la negra noche ha extendido su velo;
sus tinieblas no desaparecen con el día,
y el día no desaparece con las tinieblas.
¿Son estrellas de las Pléyades tus manos, cuando las unges?
Tiene un bello poder que captura a los corazones fugitivos.
Eres reina, pero no Bilqīs, cuya historia conoces,
ni tampoco Zenobia, que no te supera.
En las primeras estrellas de Géminis contemplo,
en la mitad de la noche, el ardor de tu amor o imagino tu morada.
El lenguaje es modernista con toda una serie de comparaciones astrales y la original estructura de la interrogación. Las alusiones históricas a Bilqīs, la reina de Saba, y a Zenobia, reina de Palmira, son muy neoclásicas, pues los poetas de este estilo hacen continuas alusiones al pasado mítico de los árabes, de la misma forma que los poetas del renacimiento citan a los personajes de la mitología grecolatina.
Tras la descripción de la mujer astro, Ibn Darrā ŷ inicia el rail, donde singularmente no es el poeta el que viaja, sino el espectro de la amada, en un viaje por un desierto conceptual:
Tu espectro vino de noche, excitó mi pasión
y aumentó mi amor por ti.
¿Mi propia respiración me inquieta
o es el viento el que trae mi inquietud?
¡Cuántos mares y desiertos has cruzado hacia mí,
que casi me ha hecho olvidar tu amorosa llegada!
¿Ha sido la escritura de los libros de ciencia la que te ha traído
a mí o la esfera giratoria la que te hizo girar hacia mí?
¿Cómo has podido ocultar tu rostro en la noche oscura,
apagando la luminosidad que es tu distintivo?
¿Cómo te has empeñado en viajar sin palanquines
sin una pequeña litera, sin usar los animales de viaje?
Aunque el pastor del vado te diese su camella preñada,
que no brama en el abrevadero, contestando al relincho de los caballos
que están en el aprisco de tu caravana;
los viajeros no te quitaron ojo, precavidos de unos ojos
que no duermen, por tu cuidado.
¿Estás satisfecha de la noche con ropaje de viajero?
El sol no aparece,
si no toma luz de ti.
Y termina con el madi, el elogio plenamente hiperbólico, de los señores de Valencia, Mubārak y Muaffar, clientes de los amiríes, la familia de Almanzor:
Mi visita a palacios encalados me ha vedado recibirte;
a mi alrededor rugen leones y la constelación de Leo
musita que debo abstenerme de tu visita;
mi tierra son los torrentes de los caballos de Muaffar,
mi noche son las estrellas del cielo de Mubārak,
donde he encontrado la seguridad que gritaba mi deseo:
¡Ven a estas dos fuentes, que dan la mejor agua;
Ven a estos dos mares, en los que la generosidad agita las olas
y que no hacen desesperar a tu espera;
ven a estos dos nobles corceles, que llegan a la meta
que tú habías elegido;
saluda a estos dos árboles frondosos, cuya generosidad
te sirve de sombra y te acerca al fruto apetecido;
albricias porque has dado en el blanco de tus deseos
y has recibido lo mejor que da la humanidad!
Están asociados, pero cuando entran en liza con sus pares
luchan en solitario.
Ambos escuchan tus peticiones, cuando el tiempo aleve
te hace prisionero. ¡Oh guía de la buena dirección!;
desenvainan espadas que se inflaman de compasión por tu desquite,
hasta que logran vengarte.
¡Felicidades, oh mansión del califato,
pues son dos lunas que brillan,
elevando tu alminar!
Hacia ti se dirige una caballería de potros enjutos e hirsutos,
que te ofrecen fuerte ayuda en tu victoria;
son los primeros en la batalla, como si sus relinchos
contestaran, bajo los golpes, a tu grito de guerra.
Han probado con Almanzor la victoria y la fuerza,
y te hacen probar el día de la prueba, lo que has elegido;
el día de las lanzas se afilian a los amiríes
y tu vida, ¡oh enemigo!, no durará...
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