VIRGINIA SALAS RUANO
Sevilla, 1974. Licenciada en Filología Clásica por la Universidad de Sevilla, ejerce como profesora de Latín y Griego en un instituto de secundaria. Desde 1998 ha sido coeditora de la revista literaria Ágora que nació en la Facultad de Filología, publicando diversos poemas, artículos y cuentos. También ha colaborado con otras revistas, como Mester de Vandalía o las revistas digitales Palabras descalzas de Jirones de Azul y Observatorio de poesía. Sus trabajos han sido incluidos en las antologías No quedará la noche, auspiciada por la revista Ágora, o Poesía viva de Andalucía, que se presentó en la feria internacional del libro en Guadalajara (México).
Por último, presentó su plaquette Chatarra en la sala sevillana El Cachorro, con motivo de las jornadas de poesía organizadas por Ágora.
EN TODAS LAS TIERRAS DEL MUNDO
EN todas las tierras del mundo
crecen flores de papel
sin raíz.
Adornan tumbas sin nombre
y cadáveres sin cara.
Las madres sin llanto
clavan cruces en el desierto
Cadenas sin grilletes
atan la voracidad de los lobos.
No hay lágrimas ni rosas
para el miedo de una mujer.
La esencia está dentro,
el tiempo está fuera…
(Chambao)
No existe el tiempo
cuando cierro los ojos
y me pliego.
Cuando en silencio
me deslizo,
y me licuo,
y fluyo…
por la sangre de mis venas,
como el soplo en mi vientre…
No es posible que la arena me sepulte,
la guadaña de las horas no puede tocarme,
mi propia inmensidad me envuelve,
protegiéndome…
Porque las dunas de mis desiertos
son eternas…
el reloj no llega hasta ellas.
Mi peso es una roca.
Ahí, atada,
pegada al suelo.
Que no corre,
no vuela,
no navega.
Que no se mece con las olas que tú envías,
que no puede volar porque no te ve.
No tiene mástil,
no tiene vela,
no tiene tela para henchirla con tu soplo.
Mi peso es una roca
dura
insomne en las mareas,
inmutable ante los acontecimientos.
Campanilla llora triste
en un rincón.
Los tintineos, las plumas,
las luces o los acantilados
de nada sirvieron
esta vez…
ni los vuelos en picado,
ni los indios,
ni los barcos piratas.
Campanilla rompe los espejos
y deforma su cara.
Arruga en una cajita
su alegría brillante
y su bondad ruidosa,
para que los niños perdidos
jueguen con ella
en sus guerras de almohadas.
Campanilla arranca sus alas
para no volar Jamás.
Porque él,
después de todo,
(con su ridículo gorrito verde)
escogió el siempre fácil y anodino
camino
de lo cotidiano.
la luna la mira, mira,
la luna la está mirando…
(F. G. Lorca)
Los huesos de la luna
encarcelan mis noches.
Mi vientre blanco,
deshabitado,
opaco,
se pudre en mi cama.
Toda yo arrastrándome,
toda yo rajada,
ensangrentada.
Yo roja,
yo escarcha,
descarnada.
Toda yo arañando mi espalda.
La luna mira mi angustia
y ríe a carcajadas.
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