Elia Martín Castro, Esther Garboni y Alicia Jurado Quesada
ALICIA JURADO QUESADA
El Rubio (Sevilla),1973. Profesora titular de Lengua y Literatura, ejerce en un instituto de la capital hispalense. Sus versos han sido publicados en revistas como Anuario del Mediodía y Conversos. Algunos de sus poemas se recogen en las antologías Nosotros (Lautaro Editorial Ibero-Americana, Sevilla, 1996), Poesía viva en Andalucía (Guadalajara, México, 2006), Homenaje a la
Fiesta del Soneto celebrada en el Ateneo de Sevilla en 1912 (Ateneo de Sevilla, 2006), Homenaje a la Fiesta Literaria de la Belleza Andaluza celebrada en el Ateneo de Sevilla en 1923 (Ateneo de Sevilla, 2007), Homenaje a la Fiesta del Ultra celebrada en el Ateneo de Sevilla en 1919 (Ateneo de Sevilla, 2008). En la actualidad forma parte del grupo de teatro Al-Margen, que tras el rodaje del corto La boca de Umberto de Raúl Vaca Rey, trabaja en el estreno del próximo titulado La vacuna, del mismo autor.
Poética
Mi verso crece esforzándose en la búsqueda de un decir preciso, abrazado de forma natural al ritmo en una suerte de papirofl exia de palabras que re-crean la belleza de lo imperfecto y el conocimiento del yo en el refl ejo del otro.
CUADERNO DE BITÁCORA
No perder la cordura,
el norte de los sueños,
lo que sí existió
aunque ya es ido.
Dejar que la memoria
haga bien su trabajo.
Y que de vez en cuando
aneguen los recuerdos
los diques del olvido.
AMBROSÍA
Porque anda tu nombre suelto
y va de boca en boca
abriéndose
como la jara dulce, así me ciega.
De punto a consonante,
con su licor sedoso
pegado ya a mi cuerpo,
ando perdida
en una cama tierna de vocales.
No menos espejismo que falsedad buscada.
No menos realidad que lo que nunca ha sido.
LOS AMANTES
Huyó la Aurora. Un aguijón sonoro
mudó sus trinos de aire en la ventana.
Su voz, frágil canción de porcelana,
fue quebrándose en gritos sin decoro.
Templó su resplandor el Sol, y el oro
que adornaba los brazos de su hermana,
ya lo oculta una niebla gris y urbana,
como guarda un avaro su tesoro.
Y apenados despiertan los amantes.
Se desvisten de besos y latidos.
Se despiden con prisa, casi a oscuras.
Y a los dioses suplican, anhelantes,
y huérfanos de mitos y abatidos,
que no acaben sus noches de locuras.
SECRETO DE CIUDAD
Yo que nací a la luz de la campiña
en las sombras llevé hasta tus murallas,
como un judío, mi alma de lamentos.
Naufragar quise, en negro desvarío,
mas los ojos del puente vigilaron
—atento al navegar de cada día—
mi rumbo, del olvido al abandono.
Tu torre fue fanal en mi desvelo,
alminar sostenido en un milagro
de vencejos fugaces y campanas.
Abril dejó en mi gesto dolorido
el acento encalado de tu risa
y tu voz de ciudad iluminada
me contó entre naranjos su secreto:
vivir sin tedio, caminar sin prisa
y disfrazar de gozo las miserias.
PAISAJE VESPERTINO
Cuando la tarde cae y se hace moradura
en el cielo de la plaza, al borde de los bancos
acuden quirománticos pájaros que buscan,
a la luz de un mechero, su pastoso destino.
Caballeros embozados nos liberan
del miedo al muro en blanco
esgrimiendo arcoiris gaseosos.
Masajean, liban, auscultan las aceras
mecánicos insectos que esquivan
deportivas hipertensas
de permanente cana.
El adonis del barrio corre,
con su porte de velociraptor,
prendiendo almas, calorías,
incinerando el sentido común
que aún le queda.
Regresa el obrero,
con su nevera azul,
a ver si hay suerte y esta noche
le trasplanta su mujer el corazón.
Y el tiempo se apiada en la ventana
de este pobre mirón empedernido,
fi ngidor de poeta que caza lo sublime.
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DE ORIFLAMA
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