DORA HERNÁNDEZ MONTALBÁN
Granada
Mi corazón no puede con la noche del mundo
La violencia del mundo me arroja a la cárcel de los peces,
a las profundidades de la sal.
El corazón no puede con tanto fusil,
ni con el silencio de los muertos.
No puede con la sutileza de la tiranía,
ni con el estado de sitio.
Sin embargo, ha de haber otro horizonte posible,
y los héroes han de saber por dónde queda.
La mujer africana, ha de saberlo,
cuando disfraza la muerte
con ropas de vivos colores,
cuando amamanta a sus hijos
con las ubres secas,
cuando prolonga en su delgadez
cual jirafa humana, intentando alcanzar
el ansiado cielo de la abundancia.
Despavorida por el miedo a desvanecerse súbitamente,
y únicamente erguida por la férrea voluntad de sobrevivir.
Ellos deben saberlo, aquellos a quienes ni Dios ampara,
los que se desvanecen sobre la tierra
y a pesar de la misma tierra, vuelven a levantarse,
Pegajosas moscas, pozos secos,
señorean la injusticia del hambre.
El corazón no puede con la noche del mundo,
ni con el miedo de alquitrán.
No puede con el frío de los cuerpos convulsos
por la intemperie del mar,
ni con el insondable misterio de los ojos africanos.
El corazón no conoce mayor violencia
que la indiferencia del ser humano ante el sufrimiento de otro ser.
El ECO DEL UNIVERSO
No estés triste. No des asilo a la tristeza,
Un día tendrás lo que para ti guarda el universo
Y sabrás oír en varias direcciones,
hablar todas las lenguas. Porque sabrás ver
con tus propios ojos,
comerás de tus manos
y le darás la razón a tus sentimientos.
Debes tener paciencia en lo indecible, en lo oscuro,
en lo más íntimo, porque de ello nacerá
una nueva claridad que te abrirá
las puertas de la sabiduría.
No busques más lo que no existe. Tal vez
no haya nada que buscar. Descansa, abre los ojos y
mira.
No te empeñes en no verlo, pues todo lo que te rodea
es un milagro.
Haz lo que debas hacer, no pienses que lo que
tú has de hacer otro lo hará. Nadie puede andar
el camino por ti
Sortilegio de la Alhambra
Por el misterio insondable, oculto
y la tierra roja doblemente ungida,
sobre el corazón del agua en huida,
tras el camino del arrayán más alto.
Por la clarividencia del instinto
y el rumor de la piedra devastada,
erigirás un palacio en Granada,
espejo del cielo, delirio exacto.
Allí el ocaso de la luz turquesa,
invadirá celosías y balcones,
la palabra Alláh quedará impresa.
Llave y mano: hermética promesa,
enigma que descifrarán los halcones
tras el vapor de la niebla que no cesa.
Flotando sobre las cárcavas
Flotando sobre las cárcavas,
el sol se va lejos ante el asombro de una hembra muda,
que de tanto conspirar con el silencio,
se le fue agrietando la conciencia.
y una vez más la rebelión de Eva que grita al fin:
Yo soy el edén,
hembra de sal,
ninfa del eco,
agua del diluvio,
exilio del hombre.
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