Nace en Cádiz el 14 de Mayo de 1947. De madre cordobesa y padre malagueño, viene a vivir a Málaga desde muy niña. Estudia en los colegios de San Carlos y La Goleta y en el de Zamarrilla, con D. Esteban Guillén y Araceli Escobar Piñero. Con 11 años va a la Academia CEDEM donde cursa el Bachiller bajo la supervisión de Doña Dolores Molina, estudios que alterna con los del Conservatorio de Música, completando el ciclo de Solfeo con Doña Carlota Hurtado y hasta 3º de Piano. Escribe desde muy joven y desde 1993 comienza a frecuentar los ambientes literarios de la ciudad. Fue socia desde los inicios de la Asociación Malagueña de Escritores “Amigos de Málaga” y del Colectivo “Noray”, participando en la mayoría de poemarios que estas entidades han editado. Pertenece a la Asociación Cultural Literario-Flamenca “Calle del Agua” ocupando el cargo de secretaria y participando en la elaboración de la publicación periódica que la identifica, alcanzado los once números editados.
Ha sido requerida por varios programas de la televisión local malagueña, así como por la Biblioteca del Distrito Palma-Palmilla, Peña “Los Verdiales”, Casa de Álora-Gibralfaro y distintas asociaciones culturales. Fue invitada de honor en el Colegio Salvador Rueda. Ha protagonizado numerosas tertulias, conferencias y recitales. Pregonera de la Fiesta Sanjuanera de Verdiales (Santo Pitar, 2005), de la XV Exaltación de la Semana Santa de Málaga en el Centro Cultural “La Malagueña”, 2009, lugar donde recordamos juntas al cantaor Pepe de Cañete en su 2º Aniversario. Siendo ambas responsables y colaboradoras de la Revista “Calle del Agua”, fuimos acogidas para su presentación por el Ateneo de Málaga, Jornadas Culturales de Villanueva de la Concepción, Centro Cultural Provincial de Málaga, Tertulia “Manuel Benítez Carrasco” de Granada, Jornadas Poéticas de Flamenka, y en el Ciclo Poético “Cuaresma y Poesía” realizado en el Centro Cultural “Vicente Aleixandre” de Alhaurín de la Torre, lugar donde presentó también el II Salón de Otoño de las Bellas Artes junto al poeta Juan Miguel González del Pino.
Su poesía íntima alcanza el corazón de todos, su misticismo y particular lenguaje dan singularidad a esta poeta que también ha destacado en la poesía popular, tal como reflejan sus distintas incursiones y premios en ésta y en el flamenco, tales como: I Premio del Concurso de Letras Flamencas “Hijos de Almáchar” (Baracaldo, Vizcaya, 2006), 2º Premio del Concurso “Torre del Cante” de Letras Flamencas (Alhaurín de la Torre, 2003 y 2004), 3er Premio del II Concurso de Villancicos por Cantes de Málaga (Málaga, 1997), I Premio “Feria de Málaga 1999” y varias veces premiada en el Certamen “Molina Granero”, Casa de Melilla a la Cruz de Mayo y en el de Semana Santa “Málaga a sus Titulares”. En 2008 se presentó el espectáculo de danza y flamenco “Málaga de Leyenda” al que aportó sus letras (Sala Gades, Málaga). Sus coplas flamencas y poemas están publicados en trabajos colectivos: Calle del Agua, Rebalaje, Homenaje a diez poetas malagueños, Atril, Atril Flamenco y destacan en la Colección Poética “Noray” y el poema “Desarbolado” fue musicado por Juan Alberto Gómez y editado en el CD titulado “Llegaré tarde ” (Málaga, 26-12-2012).
Pilar llama a sus libros "Los dormidos". Desde "Primeras palabras" a "Un hilo de voz que sube", median trabajos dedicados a diversos mundos poéticos: No puede la muerte, Versos al aire, Soledades que son mías, Poemario de lo absurdo, Flamenco escrito, Soleares y clarines, que pueden dar una idea de lo dicho si un día despiertan en el escaparate de alguna librería y un lector anónimo tiembla en su sillón mientras descubre el secreto de unos versos felizmente editados.
A sus sesenta y siete años sigue escribiendo con el mismo acierto, ahora aderezado con la experiencia de los años. De estos últimos tiempos dan fe los poemas que acompaño.
Texto: Su amiga y poeta Mariví Verdú
Desarbolado
Desarbolado,
el dormitorio te extraña,
no se acomodan los muebles nuevos,
como si el lugar no les fuera propio
y el ayer, dibujándose en el cúbico espacio,
viniera a incomodarlos.
¿Qué más dan tus doce años de ausencia
ni el remolino que aniquila nuestra
casa desde entonces?
Nuestro cuarto tiene tu alma;
por más que pinte las paredes
despiden tu aroma
y el vaho de tu aliento empaña los cristales
las noches de frío.
No quiero importunarte,
paso mis sueños en el sofá de la sala.
Apenas abro la puerta,
no sea que se rompa el milagro.
Cuantas nubes pasaron
-alegres unas, ¡que tristes otras!-
por el cielo de estrellas que yo tenía.
Ya no sé si hay estrellas,
si se borraron bajo el sol
mortecino de una tarde de otoño
como este mío.
Vuela el águila, todo cumplido,
consumiendo ese tiempo
que es de otras alas;
si en un risco se posa
no halla descanso,
rumia nostalgias,
ve el precipicio.
¿Y si Dios no me salva?
¿y si yo le traiciono...?
Calla, calla, conciencia:
válgame la esperanza.
Para ti mi verso,
mi palabra rota,
mi silencio abierto y extendido,
páramo insonoro,
álamo partido por el rayo.
Vivo acurrucada en la nada,
acallando un grito que no cesa.
Tiemblan los visillos
de la única ventana
por donde la aurora intenta levantarse
y río, a pesar de todo,
como el pájaro canta en su jaula,
como la barca varada sueña
rapto de agua y espuma.
Fue una edad y es un latido
de tiempo y de esperanza en las alforjas.
Ardía el corazón, ardían las estrellas,
las flores ardían y las palomas.
Era el paraíso del sí en las paredes.
En las esquinas te asaltaban potros de alegría,
caballos de aleluya y buen sueño.
Manaban leche y miel las aspidistras del patio,
y el agua era verde y azul por los silencios.
No quemaba aquel amor: resplandecía;
no hería la cintura
ni mutilaba amapolas con los ojos
que era de auroras y jazmines,
de sábanas al sol y nardos en los pechos,
de sándalos volcados a orilla de las piedras.
Fue un suspiro sostenido,
un pétalo de flor que trajo el aire,
una ráfaga, quizás, de verso eterno.
Yo pude respirar tu aire,
pudimos respirarnos
ya sin conocernos,
sin saber que éramos,
sin intuir que existiríamos
alguna vez que fuera todo
y todo se supiera a sí mismo
como se conocen las piedras y los días.
Yo pude abrazarte,
como el sol al mundo abraza
sin que le hiera su fiebre,
tibio y amoroso.
Pudimos abrazarnos,
podemos todavía:
tú, la fría luna, desde otra parte;
yo, la sombra que te busca:
noche viva.
Se agotó
todo aquello que parecía interminable,
todos sus minutos cumplidos,
las horas aquellas
en que todo era repetible.
Ay, si posible fuera
vivir lo vivido cuando quisiéramos,
asir con las manos retazos felices de tiempo,
existir como existimos en ellos
sin que murieran nunca por usados
como han muerto puros
sin que fueran solo mi nostalgia,
este nudo terrible en el pecho,
la lágrima impotente que mi cara moja
¡oh! lágrima despeñada desde mis ojos,
¡oh! consecuente con la pérdida.
Para ser tú,
en ti vives y mueres,
respiras y te ahogas,
hablas y te callas sobre todas las palabras,
oculta, te dibujas en la nada,
te precipitas sobre ti
y la nada eres tú que se define.
Parece
como si anduviéramos los dos
recogiendo silencios por los prados
en una mullida mañana
gris y soñolienta
de un verano claro, en paz e interminable.
Como si sentados en una dulce orilla,
ésta gris del Mare Nostrum
contra la franja azul del agua,
contáramos despacio
las minúsculas partículas que hacen la arena,
como si el tiempo no existiera,
en una tarde lisa y apacible
-el espacio todo de nosotros-
y nos viéramos de espaldas
en el centro equilibrado del paisaje.
Parece hoy que despierte
e imperceptiblemente respiro
en una paz que llueve generosa
sobre mi cama.
Afuera brama el mundo
y no lo siento.
Lengua de la nada
que me lame,
soledad ya, casi vacío,
quieto ademán que al alma rinde
¿dónde las estrellas se posaron
de tu bóveda inmensa huidas,
negrura de la noche en mi alba silenciosa,
aplastándome, cegando mis oídos
al eco de pájaros y aulagas?
Esta es la hora
en que toda la tarde es luz.
Sobre los tejados se acomoda infinita
como si nunca hubiera de irse,
ajustada a los más leves recodos.
Adiós, tristeza. Llueve la ternura,
amarillenta miel solar
que inunda la casa,
todo el paisaje entra por las ventanas,
huelen a nostalgia los cajones.
Qué poblado el alero de mi tiempo
en la terminal ya cercana de mi vida,
acampada la luz en las paredes,
atardeciendo
y florecido
su tibio candor de canela.
El amor reviste la sombra tuya,
acontece sobre tu silencio.
Tu ausencia, muda y cercana, respira.
Yo no sé si tú me ves,
si me acaricias y vivo por ti donde habitas.
Algo presiento de otro espacio que tú me nombras,
de otra misma hora que sucede
donde el tiempo no se mide,
no se profana con flechas ni esferas.
La arena detenida entre cristales fluye,
vacío que huye del final y el principio.
Flores sobre el piano son mis palabras,
mi voz perenne ante tu retrato.
No dudo de que existes.
Llámame aliento,
rumor de agua o caricia,
levedad primera del día que amanece
y aparta el silencio oscuro y cansino
que vino a posarse sobre los tejados.
Llámame ala,
que el vuelo está prendido, tierno y verde,
en la punta de mis dedos
-todavía tierno, todavía leve-
a pesar del tiempo viejo sobre mi camisa,
a pesar de los dardos y el vacío que quiso atraparme.
Parte a ser como niña,
como sombra en el desierto,
como espumilla en el rebalaje,
ésta amarilla tez de mis días.
Ya solo importa,
por encima de la flor,
su aroma.
No me parece que fue ayer,
aquel momento amargo del adiós de tu respiro.
El tiempo va pasando lentamente,
masticando la ausencia,
exhibiéndola frente a mi con saña
como si fuera una bandera
entre dos manos extendida.
Faltas tú sobre el paisaje,
entre el aroma del jazmín y las damas de noche
de todos los veranos.
Mudas, tus camisas
en el armario te siguen esperando.
No saben las pobres
que antes de que vuelvan a rozar tu carne
podrán las piedras decir lo que te extraño
entre el frío
y la humedad grisácea
de todos los inviernos.
Pilar Bugella
Buenos dias Pilar. Soy Mila- Rusa. Me gustas tus poemas. Es real y sencillos. Gracias
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