Ibn Abd Rabbihi
Abu ˁUmar Ahmad ibn Muhammad ibn ˁAbd Rabbihi o al-Rabbihi (Córdoba, 860-940) fue un poeta hispanoárabe, conocido fundamentalmente por su enciclopedia didáctica y poética ˁIqd al-farīd (El collar único).
Descendiente de un esclavo liberto del emir de Córdoba Hisham I, ejerció como reconocido maestro de retórica. Aunque no se conserva diwan alguno de Al-Rabbihi, en el Ud-Dahr de Yatimat (Damasco, 1887), se pueden leer sus poemas.
Más que por su poesía, es relevante por su antología en verso y prosa ˁIqd al-farīd (El collar único), obra enciclopédica dividida en veinticinco secciones que incluye más de mil trescientos versos propios que establecen una comparación con la poesía oriental cuyo propósito es mostrar que la calidad de la poesía de al-Ándalus era equiparable al del resto de la cultura árabe.
El ˁIqd al-farīd es una antología de adab (manual misceláneo didáctico) que funciona como epítome del Bayān wa at-tabwīn, el tratado de retórica y poética del erudito polígrafo basorí del siglo IX Al-Ğājiż. Esta importante poliantea ha sido editada modernamente varias veces desde fines del siglo XIX en El Cairo.
En su vejez compuso un conjunto de (mumaḥḥiṣāt), un tipo de casida que imitaba las de su juventud pero dando a su asunto un sentido contrario.
En general su poesía es de estilo modernista. Siguiendo los pasos del maestro del modernismo poético árabe Abū Nuwās, cultivó los géneros floral (waṣf) o báquico (jamriyyāt).
Fue, asimismo, autor de lírica genuinamente andalusí, ya que fue uno de los primeros creadores de moaxajas junto con Muqadam de Cabra.
Fue elogiado por el compilador persa de poesía Azzaˁlibī en su Yatimat ad-dahr y por el célebre Al-Mutanabbi, paradigma de la poesía clásica árabe, en los términos: «¡Oh, Ibn ˁAbd Rabbihi! ¡El ˁIrāq habrá de ir, sin duda, arrastrándose hacia ti!».
LA TEZ BLANCA
Jamás vi ni oí cosa como ésta: una perla que por pudor se
transforma en cornalina.
Tan blanca es su cara, que, cuando contemplas sus perfecciones,
ves tu propio rostro sumergido en la claridad.
Ibn ‘Abd Rabbih y El collar único
[Por M.ª Jesús Rubiera Mata / Literatura hispanoárabe
En al-Andalus se va escribir un importante libro de ádab, obra de Ibn ‘Abd Rabbih (860-940), que fue uno de los kuttāb del califa ‘Abd al-RaGrafíamān III y su poeta oficial. No es casualidad que Ibn ‘Abd Rabbih escriba esta obra al comienzo del califato, es decir, en la época en que la arabización e islamización de al-Andalus es plena, por lo que, en palabras de Emilio García Gómez, la Hispania musulmana se puede doctorar en cultura árabe.
El libro de Ibn ‘Abd Rabbih se titula Al-‘iqd (El collar), por lo que sus admiradores añadieron el apelativo de El collar único y alguno de sus cordiales enemigos, como el poeta El Calafate, le llamó La ristra de ajos. El título, nos referimos al de El collar, no es gratuito, porque su estructura simula metafóricamente un collar de veinticinco piedras preciosas: los doce primeros capítulos tienen cada uno el nombre de una piedra preciosa con el ordinal primero: perla primera, esmeralda primera; el capítulo número trece es una piedra única, como si fuera el centro del collar, y los doce siguientes repiten el nombre de los doce primeros con el ordinal segundo: perla segunda, esmeralda segunda, etc. El contenido de estos veinticinco capítulos es el siguiente: el primero trata sobre el gobierno de los pueblos, el segundo sobre la guerra, el tercero sobre la generosidad, el cuarto habla de las embajadas, el quinto de cómo hay que dirigirse a los soberanos. El número seis está dedicado completamente a la paremiología, siguiendo a continuación dos capítulos con modelos literarios orientales: sermones y temas ascéticos, pésames y oraciones fúnebres. A continuación hay otros dos dedicados a la Arabia pre-islámica: uno sobre las genealogías y virtudes de los árabes pre-islámicos y otro sobre el lenguaje de los beduinos. El siguiente trata sobre respuestas ingeniosas y los que vienen a continuación están dedicados a la oratoria y al arte epistolar. El capítulo siguiente cuenta una serie de anécdotas de los califas de Oriente -hay algunas noticias sobre los de al-Andalus- y a continuación les toca a los ministros y gobernadores. El siguiente capítulo recoge los Ayyām al-‘Arab, o hazañas de los árabes pre-islámicos, con lo que El collar se convierte en una de las fuentes más antiguas del texto de estas narraciones épicas pre-islámicas. Los capítulos siguientes hablan de la poesía, de la métrica -a pesar de ser autor de moaxajas Ibn ‘Abd Rabbih no nos habla de este género poético-, de la música y el canto. A continuación hay un capítulo o piedra preciosa dedicado a las mujeres, en donde hay un intento de equilibrar la feroz misoginia medieval. A continuación, un capítulo dedicado a los avaros y, curiosamente, a los niños. El siguiente habla de la naturaleza del hombre y de los animales. El penúltimo está dedicado a la dietética y el último cuenta una serie de anécdotas chistosas.
Curiosamente, esta importante obra apenas ha sido estudiada desde el punto de vista de la cultura andalusí por el hecho de no hablar explícitamente de la misma cuando presenta algo más importante que una serie de hechos históricos: el modelo literario y moral donde los andalusíes aprendían la arabicidad, la enciclopedia andalusí del humanismo árabe.
La prueba es el interés del estudio del capítulo paremiológico realizado por Emilio García Gómez. Ibn ‘Abd Rabbih inicia el capítulo con los proverbios o refranes atribuidos a Mahoma, para después seguir con unos apólogos de origen indio seguramente, ya que al menos dos de ellos se encuentran en la versión árabe de Barlaam y Josafat: el del asceta que cazó una avecilla y el del hombre que cazó y soltó una alondra, relatos explicativos de los dos proverbios «No te aflijas por el pasado» y «No creas lo que no es», cuento que pasó a la literatura española en el Libro de los Eixemplos, a través de Pedro Alfonso. Otro de los apólogos (un hombre que se descuelga en un pozo con una rama que roían dos ratas, con cuatro serpientes y un dragón en el fondo; a pesar de su situación, el hombre se distrae comiendo la miel de un panal que también está en el pozo) es también de origen indio y se encuentra en el Barlaam y en el Calila.
Luego hay toda una serie de refranes atribuidos a AkGrafíaam ibn Sayfī -poeta longevo pre-islámico como Luqmān- y a Buruŷmihr, personaje mitificado persa, al que se atribuyen toda clase de conocimientos.
Siguen otros refranes transmitidos por el coleccionista Abū ‘Ubayd y algunos refranes con forma poética que García Gómez prometió estudiar algún día.
Hay muchos refranes muy interesantes como «Es más necio que una verdolaga», que Emilio García Gómez pone en relación con el refrán español «Más tonto que una mata de habas», posible calco del árabe, pues el origen de la tontería de las verdolagas es crecer en las torrenteras o ramblas, de forma que se las llevan las aguas.
La importancia del libro de Ibn ‘Abd Rabbih es también grande respecto a la transmisión de textos literarios orientales. Ya hemos hablado de su edición de los Ayyām al-‘arab o hemos reproducido su versión de la ocasión en la que Imru-l-Qays compuso su más famosa casida el día en que su amada y sus amigas se bañaron en una laguna. Pero la obra de Ibn ‘Abd Rabbih tiene una gran cantidad de facetas. Como ejemplo, reproducimos una parte de su capítulo dedicado a la dietética, es decir, «La gema segunda sobre la alimentación», donde aparecen las características generales de este libro de ádab: utilización de autoridades que van desde la Arabia pre-islámica (los judíos de Jaybar), a Roma (César), pasando por el mítico persa Buruŷmihr. El uso de axiomas, especialmente de estructura tripartita y cuatripartita (tres cosas hay, cuatro cosas hay...), y la transmisión de una sabiduría ajena tanto a la tradición religiosa como científica. Así es el ádab.
«Política de los cuerpos con lo que les conviene»
Dijo al-Grafíaaŷŷāŷ ibn Yūsuf a Bādūn su médico: «¡Dime qué cosas me van bien y que no me hagan daño!». Y le dijo: «No te cases con —180→ mujer que no sea joven; no comas carne que no sea de animal joven; no comas hasta que la cocción no la haya ablandado; no bebas medicina si no es por enfermedad; no comas fruta que no esté madura; no tragues sin masticar; come lo que quieras y bebe después; cuando bebas, no comas; no retengas las defecaciones, ni la orina. Cuando comas de día, duerme, y cuando comas de noche, camina, antes de dormir, por lo menos cien pasos».
Preguntaron a los judíos de Jaybar: «¿Con qué curáis las enfermedades, los de Jaybar?». Contestaron: «Comiendo ajo, bebiendo vino y descansando ligeros como nubes. Evitamos el fondo de los valles y salir de Jaybar cuando las estrellas salen y se ponen».
César preguntó a Quss ibn Sa‘īda: «¡Dime la medida de la alimentación!».
«Llenarse al máximo o quedarse con apetito», contestó. «¿Y el mejor axioma?», volvió a preguntarle, y le respondió: «El conocimiento del hombre es su poder». «¿Qué es entonces lo más inteligente?». «Buscar la ciencia», respondió.
‘Abd al-Malik ibn Marwān preguntó a Abū-l-Mufawwiz: «¿Te has empachado alguna vez?», y le respondió que no. «¿Cómo es eso?», le volvió a preguntar, y respondió: «Nosotros cocinamos cociendo las cosas, y luego, cuando masticamos, las deshacemos finamente; no llenamos el estómago, ni lo dejamos vacío».
Preguntaron a Buruŷmihr: «¿Cuál es el mejor tiempo para comer?», y respondió: «Cuando se tiene hambre, si es posible, y si no es posible, cuando lo sea», y añadió: «Hay cuatro cosas que matan: el baño tras el hartazgo, la cópula tras la panzada, comer cecina seca y beber agua helada cuando se está sudando».
Ibrāhīm el poeta dijo: «Tres cosas estropean la inteligencia: mirarse mucho en el espejo, reírse exageradamente y permanecer mucho tiempo en el mar».
Al-Asma‘ī contó que Hārūn reunió a cuatro médicos: un babilonio, un bizantino, un indio y un griego, y les dijo: «Decidme cada uno la medicina que no hace daño». El babilonio dijo: «El grano de berro blanco no hace ningún daño»; el indio dijo: «El mirobálano negro»; el bizantino dijo: «El agua caliente», y el griego, que era el que más sabía de medicina, dijo: «El berro blanco produce humores; el mirobálano negro afina el estómago y el agua caliente lo ablanda. La mejor medicina es la que se asienta sobre la comida, cuanto tú quieres, y que se aparta de ella, si tú lo deseas».203
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