Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

martes, 15 de mayo de 2012

1277.- JUAN DE ARJONA




Juan de Arjona
(Granada, c. 1560-?, c. 1603) Poeta español. Es autor de una versión en octavas reales, elogiada por Lope de Vega y por Pedro Espinosa, de los nueve primeros libros de la Tebaida, de Publio Papinio Estacio.


LA TEBAIDA DE JUAN DE ARJONA SEGÚN EL MANUSCRITO
DE RIPOLL
Transcripción, edición y notas
de Jesús M. Morata


Sobre la figura de Juan de Arjona
Antes de seguir adelante, quizá convenga recordar aquí algunos datos biográficos (en realidad se dispone de poquísimos) sobre este gran poeta granadino.
Se ignora la fecha de su nacimiento y se apunta sin demasiada seguridad la de
su muerte: 1603. Esa fecha la aporta por primera vez J. Cejador en su Historia de la Lengua y la Literatura Castellana, t. IV, Madrid, 1935, p. 234: “En 1603 murió el licenciado Juan de Arjona, cuando llevaba seis años traduciendo la Tebaida”. J. Hurtado y A. González Palencia, en su Historia de la Literatura Española, Madrid, 1943, p. 517, se muestran menos categóricos: “Juan de Arjona (murió hacia 1603) invirtió seis años en la composición de esta obra, que terminó Gregorio Morillo después de 1618”.
Juan de Arjona fue citado y alabado por los principales ingenios de su tiempo,
desde Cristóbal de Mesa hasta Lope de Vega.


FRAGMENTO LIBRO I

Las armas, el furor de dos hermanos,
en pertinaz discordia divididos
contra ley natural, odios profanos,
reinos a veces entre dos regidos,
delitos, sin disculpa, de tebanos,
por injuria del tiempo no sabidos,
para que al mundo su memoria espante,
me incita Apolo que renueve y cante.
¿Por dónde, oh musas, del Parnaso gloria,
mandáis que dé principio al triste cuento?
¿Cantaré en el principio de mi historia
de esta gente feroz el nacimiento?
¿Trairé el robo de Europa a la memoria,
la ley invïolable y mandamiento
de Agenor, y, forzado del destino,
a Cadmo, navegante peregrino?

Largo fuera el discurso si dijera
(tomando tan de lejos la corriente)
de aqueste labrador la simentera
que tuvo por cosecha armada gente,
cuando, no sin temor de que naciera
el fruto semejante a la simiente,
dientes sembró en los surcos de esta tierra,
que guerra nace donde siembran guerra.
Ni es bien agora que despacio cante
con cuál, pudo Anfïón, dulce armonía
cercar de muros la ciudad triunfante,
si tirios montes a su voz traía;
ni el triste fin de Sémele ignorante,
obra de Juno, que celosa ardía;
ni por cuál ocasión, con rigor grave,
al propio hijo dio la muerte Agave.
Ni diré contra quién, con desatino,
arco flechó Atamante desdichado,
ni cómo, por hüir sus furias, I no
las olas no temió del mar hinchado,
y en los brazos del Jonio cristalino
fïada (más que del marido airado),
se arrojó con su hijo do Neptuno
dio nueva vida y nombre a cada uno.

Por tanto, pues, de Cadmo dejar quiero
la contraria fortuna o suerte buena,
el mal presagio o el feliz agüero,
la causa de su llanto y de su pena;
que, si otra lira le cantó primero,
la morada de Edipo, siempre llena
de confusos gemidos y de llanto,
ha de ser el principio de mi canto.
Agora, pues, mi mal templada lira
armas de Tebas bastará que cante,
cetro de dos tiranos, cuya ira
no halló en la muerte límite bastante;
llama que juntos abrasar no aspira
reyes muertos en odio semejante;
vivos sin reino, y sin sepulcros, muertos,
pueblos de gente viudos y desiertos.
Digo en aquel infausto y triste día
cuando, con griega sangre, sus raudales
tiñeron Dirce bella, que solía
adornar sus corrientes de cristales,
y el claro y manso Ismeno, que corría
mojando apenas secos arenales,
que a Tetis admiró cuando a su seno
llegó de tanto estrago y muertes lleno.

Musa, con cuyo aliento los afanes
renovar de la antigua Tebas quiero,
decidme a quién de tantos capitanes
daré en mis versos el honor primero.
¿Al destemplado en iras y ademanes
Tideo, ilustre, si soberbio y fiero,
o al sacerdote que, en la injusta guerra
armado, vivo le tragó la Tierra?
De Hipomedón me llama el gran trofeo,
contra el rigor de un río, opuesto en vano;
y del de Arcadia el pertinaz deseo,
que su muerte obligó a llorar temprano;
y el soberbio furor de Capaneo,
despreciador de Jove soberano,
sujeto digno de inmortal memoria
y de cantarse en más heroica historia.
Ya el lecho incestuoso había dejado
de Layo el sucesor, y a noche obscura
él mismo había sus ojos condenado
quitando con sus manos su luz pura;
y, dando nombre de infernal pecado
a lo que fue ignorancia y desventura,
en parte obscura y lóbrega vivía
con larga muerte, aborreciendo el día.
Allí donde esconder piensa su afrenta
y llorar, aun sin ojos, sus delitos,
el triste día se le representa
principio de sus males infinitos.
Y allí con viva muerte se atormenta,
porque siempre en el alma dando gritos
le está, hecha verdugo, la conciencia.
¡Duro castigo, extraña penitencia!
Y viendo que con ánimo insolente
triunfan sus hijos de su pena y llanto,
con la rabia y dolor que el alma siente,
venganza pide al reino del espanto.

Y al fin, hiriendo la arrugada frente,
sus ojos enseñando al Cielo santo
(castigo de su error), de luz vacíos,
así dijo, haciéndolos dos ríos:
«Escuchad, negra Estige y Flegetonte,
y vosotras, deidades infernales
que gobernáis el reino de Caronte
(angosto reino para tantos males);
tú, mi siempre invocada Tesifonte,
para alivio en mis penas inmortales
tu auxilio en mi crüel intento pido,
si algún bien de tu mano he merecido.
»Tú, que cuando nací, mi cuerpo tierno
de la tierra en tu gremio recibiste,
y después el amparo y el gobierno
de mi desamparada vida fuiste;
tú, que con aguas de tu lago Averno
no esperada salud y fuerza diste
a mis heridas plantas traspasadas
por que seguir pudiera tus pisadas;
»tú, que, de Cirra en la corriente fría,
para buscar mi padre diste aliento,
con Pólibo pudiendo, a quien tenía
por padre (aunque fingido), estar contento;
y en Fócida, llevándote por guía,
la vida con injusto atrevimiento
quité a mi viejo padre deseado,
con daño suyo, por mi mal hallado;
»si el enigma intricado y los rodeos
130 vencí por ti de Esfinge, y satisfecho
con nobles, aunque infames, himeneos,
alegres furias escondí en mi pecho;
si hijos te engendré que son trofeos
de tu maldad, y si el infausto lecho
de mi madre ocupé mil noches frías,
con triste error gozando alegres días;
»después, por castigar mi vida errada,
si con mi mano, un tiempo tan temida,
entre las de mi madre desdichada
dejé mis ojos (luz aborrecida),
oye mis ruegos, pues sin ser rogada,
tan conforme a tu gusto y a mi vida
es lo que pido, si, aunque no me oyeras,
por ser venganza, tú la concedieras.

»Aquellos que engendraron mis pecados
(que no me excusa la ignorancia en esto),
hijos propios al fin, pero engendrados
en lecho infame de nefando incesto,
viendo mis ojos de la luz privados,
y a mí del reino, que ocuparon presto,
en tanta pena, ¡ay triste!, y dolor tanto,
alegres triunfan de mi amargo llanto.
(...)

TEXTO COMPLETO:
http://www.antequerano-granadinos.com




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