Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

miércoles, 24 de agosto de 2011

800.- MARIANO ROLDÁN



Mariano Roldán (Rute, Córdoba, 1932) es un poeta español. 
Mariano Roldán Roldán, poeta andaluz nacido en Rute (Córdoba) en 1932, miembro de la llamada promoción de los años 50 y del que muchos opinan que las modas sociales de la literatura y las redes políticas arrinconaron injustamente y perjudicaron a este poeta cordobés. 
Periodista, traductor y, sobre todo, poeta, su extensa obra incluye un grupo de versos considerados entre los mejores de la poesía española contemporánea. Con su obra "Uno que pasaba" se dio a conocer tres años antes de alcanzar el premio Adonais con "Hombre nuevo" en 1961. 
De su obra escribió Alberto Acerada: "La poesía de Roldán es lírica contenida, sabios versos del corazón que, como el buen vino, se suben a la cabeza y nos hacen soñar y meditar. Son estrofas lúdicas, capaces de darnos una imaginada introspección del mundo y de la vida, más allá de las heces y las sombras del aplauso interesado e hipócrita". 
En su honor, en fechas próximas a la Navidad, desde 1990 se entrega cada año el Premio Nacional de Poesía Mariano Roldán, que es la cita cultural más importante de Rute. 

Sus obras (relación no exhaustiva) :

Memorial en tres tiempos (1955) 
Uno que pasaba (1957) 
Hombre nuevo (1961) 
Ley del canto (1970) 
Elegías convencionales (1974) 
Inútil crimen (1977) 
Alerta, amantes (1978) 
Asamblea de máscaras (1980) 
Nuevas máscaras y utopías (1988) 
La nunca huyente rosa (1996) 
Súbita luz del verbo (2003) 





Broma para alegrar a una vieja

No te entristezcas porque alcances
a oír, cercanos de tu cuerpo,
borrosos pasos: ya ves, todos
nos moriremos... No estés triste.
Olvida. Olvida...
Tú recoge
tu desdentado sonreír,
ponte a la hora en el recuerdo,
sal a vivir, pero al contrario:

¡qué sonrosadas tus mejillas!
¡cómo te miran hoy los hombres!
¡tu hombre, hoy, cómo te mira!
Su hermoso impulso por tu vientre.

O bien el pueblo:
"¡qué bien huele
el campo ya; cuántos colores!".
O bien los hijos:
"el Antonio
va debilucho; ay, Felipe,
¿otra vez andas sin las suelas?".

... Pero tus canas, tu reúma,
no existen. (Dalos al olvido.)
Anda, prepara el cucurucho.
Que estén calientes. Como estas
palabras mías.
(Olvida. Olvida...)
¡Dios, qué sabrosas tus castañas!
No me des cambio. Ilusionados
caramelillos de los nietos.
Adiós. Sonríe. Así.
Recuerda,
cuando me vaya.
¡Tú también
puedes ser joven todavía…!





ELLAS

Las putas cerca, altas cañas verdes.
iba el sexo afirmándose. No es todo
la amanaza, ya están las putas limpias
y con jazmines, a correr, muchachos,
que hemos roto el cristal:
Libres nos íbamos
a bañarnos, violento sol, las putas,
pueblo de anís, las putas y los niños,
qué amarga la sed y qué dulces las putas.






Pavesas

Tu sexo negro. Blancas tus caderas.
Tus dos pechos caídos, pero duros aún.
La habitación, pequeña. Tu voz ronca...
Ya nunca más nos consumirá,
bella mujer, que un día hiciste
pavesas vanas de mis sentimientos;
de mis deseos, hielo contra tus prejuicios.






Nuevo mito de Narciso

Rompe,
rompe el espejo de una vez,
pobre Narciso que te angustias
no por la realidad de tu presencia
sino por el humilde pensamiento
de suponer cómo te ven los otros,
ya que esos otros siempre te verán
distinto del que eres,
al contemplar, como tu reflejo propio,
la ajena figura encarnada
en el azogue frío de las almas.




SOLEARES DEL PARADO TERMINAL

¿Cómo quieres que me guste,
poeta, lo que tú cantas?
Con hambre, hasta Dios se aburre.

¿Valen, pintor, tus colores
para remediar el hambre
que, día a día, me roe?

Músico, no toques más,
que, con el hambre, me suena
tu música a celestial.

Devolvedme mi trabajo,
el que me debéis por ser,
como vosotros, humano.

Que la dignidad del hombre
no se puede contentar,
como a los muertos, con flores.

¡Si estoy parado, y no oigo
más que mis tripas sonar,
a otro perro con el hueso,
dejad que me muera en paz!

(1979)





Homenaje a Mariano Roldán 

Por Alberto Acereda 

El poeta andaluz Mariano Roldán (Rute, 1932) es otro de los miembros injustamente arrinconados de la llamada promoción de los años 50. Su extensa obra incluye un grupo de versos que resultan ya de obligada inclusión entre los mejores de la poesía española contemporánea. El medio siglo de su obra requiere, al menos, un breve homenaje. 
Resulta justo recordar ahora el medio siglo de poesía que nos ha brindado Roldán, desde su Memorial en tres tiempos (1955) hasta hoy, cuando echamos de menos una necesaria y verdadera edición de sus obras completas. Periodista, traductor y, sobre todo, poeta, estamos ante otro claro ingenio andaluz: otro poeta al que las modas sociales de la literatura y las redes políticas quisieron silenciar más de una vez. 

En aquel Madrid de la posguerra Roldán celebraba travieso la vida juvenil junto al otro gran poeta, Manuel Mantero. Juntos crearon satíricamente en la Puerta del Sol la "Orden de la Meada" –de la que ha escrito con gracia ya Antonio Burgos, al hilo de las memorias del sevillano–. Roldán y Mantero se orinaban –como requisito para el caballeresco ingreso en la Orden– en las paredes de la entonces franquista Dirección General de Seguridad. Era un símbolo de rebeldía, de celebración de la vida y, de paso, de la libertad. Esa poesía celebratoria –entre ironía y seriedad– es justamente lo que mejor define la obra de Roldán. 

Con Uno que pasaba (1957) saltó el genio de un joven poeta que alcanzaría, tres años después, el importante premio Adonáis con Hombre nuevo (1961), primeros pasos de una extraordinaria trayectoria poética que debe ser recordada. Sin embargo, nunca hemos tenido la sensación de que en España se haya hecho verdadera justicia con Mariano Roldán. El servilismo de unas agendas y escuelas poéticas predispuestas y organizadas perjudicaron siempre al poeta cordobés. 

Roldán, como escribimos ya sobre Mantero, se negó a ser parte de esos círculos que, con los aires de un hatajo de poetastros sofisticados y andarines, miraban con arrogancia hacia Andalucía, y también la palabra clara de este poeta de Rute. Desde su soledad creadora y su gusto por los clásicos, Roldán fue trazando su obra con paciencia, sobre la base de un conocimiento de la tradición literaria anterior, desde los clásicos como Catulo hasta los modernos cementerios marinos de Paul Valéry. 

En Roldán no había ni realismo crítico, ni poesía social –al menos, no la que querían vender algunos–. Tampoco líricas concretas, ni gritos ásperos de sociologías efímeras. Había siempre poesía del hombre y para el hombre, sin cabildeos ni adulaciones, sin artificialidades ni servilismos. Cincuenta años después, Mariano Roldán es ya –aunque hay que escribirlo más veces– otra de esas voces poéticas que han de quedar para siempre en nuestra historia literaria contemporánea. 

La poesía de Roldán es lírica contenida, sabios versos del corazón que, como el buen vino, se suben a la cabeza y nos hacen soñar y meditar. Son estrofas lúdicas, capaces de darnos una imaginada introspección del mundo y de la vida, más allá de las heces y las sombras del aplauso interesado e hipócrita. En su libro Ley del canto (1970) aparece el poema 'Texto sobre la humana esperanza', prodigiosa alegoría del ciclo vital donde el padre anima al hijo a vivir: 

Acude a ese festín que te convoca 
tu destino de hombre, sorbe el jugo 
de la fragante pulpa de la vida, 
procura merecerla, comprenderla, 
hacerla clara y necesaria y alta... 

De Elegías convencionales (1974) extraemos un poema magistral ("Fue tu vida vulgar, doméstica, sin brillo…") que sirve de epitafio a la madre pero que se torna homenaje de esperanza: "Pero no todo muere. La luz alumbra siempre". Es desde ahí de donde Roldán avanza una convicción de la vida como celebración y donde van cuajando después libros como Inútil crimen (1977), confesión del hombre que reconoce la inutilidad de intentar conocerse a través de las palabras. Se trata de versos que funcionan como esclarecimiento y búsqueda, hasta llegar a Alerta, amantes (1978), poemario donde el amor aparece como centro en clave de categorización existencial. 

En Roldán hay a menudo una búsqueda de conocimiento que resulta personalísima y que se conecta con una modulación de plena autenticidad. Es poesía fina, redonda, cuidada, reflexionada: versos que dicen lo más tierno con los medios más secos y como vía para implicar al lector, según se comprueba en Asamblea de máscaras (1980) y otros libros posteriores: La nunca huyente rosa (1996) o Súbita luz del verbo (2003). Al imaginar su muerte, Roldán nos invita a brindar alegremente en su funeral, para gritar secretamente "por el terrible gozo de estar vivo". 

Al escribir en Nuevas máscaras y utopías (1988) su 'Sonata de aniversario para Ricardo Molina', otro gran poeta cordobés de la primera posguerra, Mariano Roldán saca lo mejor de sí y le confiesa al amigo ido la importancia del amor humano: 

que me parece tiempo perdido todo el tiempo 
no empleado en amar; que el amor es lo único 
que del hombre hace un dios, o un demonio dichoso. 

Esto es sólo algo del mejor Mariano Roldán, un poeta insuficientemente recordado y una voz que hace falta recuperar y leer. 

Cuando en la antología de La poética del 50, preparada por Antonio Hernández en 1978, la gran mayoría de los poetas recogidos y encuestados se definieron políticamente como hombres "de izquierda" (incluido algún caballero banal y algún otro que se juzgó "de extrema izquierda"), Mariano Roldán prefirió definirse como liberal. Hoy sabemos que, por encima de todo eso, lo primero que fue y que sigue siendo es un magnífico poeta, y que su obra resulta ser ya fuente tan ejemplar como de necesaria lectura.





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