Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

miércoles, 24 de agosto de 2011

798.- RAFAEL PORLÁN MERLO


Rafael Porlán Merlo nació en Córdoba el 9 de abril de 1899. Miembro del grupo literario sevillano Mediodía, su primer libro, Pirrón en Tarfía, se publicó en 1926. En 1934 se traslada a Jaén, donde permanece hasta su muerte acaecida en Jaén el 8 de agosto de 1945. Su libro Romances y canciones había aparecido en 1936.
La colección "Al verde olivo", de Jaén, edita en 1948 un bello volumen, Poesías, con una cuidada selección de toda su producción poética. También en Jaén, en 1983, aparece el fundamental Poesía y prosa, preparado por Manuel Urbano. La selección Siete sonetos y un romance inédito aparecida en Cuadernos de Ulía (Fernán Núñez, 1992), es la primera obra de este poeta cordobés aparecida en su tierra.
Nota a la edición de Siete sonetos y un romance inédito.- Hasta tiempos relativamente recientes, sólo quienes vivieron el vanguardismo de anteguerra y algunos atentos poetas cordobeses y jaeneros -Ricardo Molina Tenor, Cesáreo Rodríguez-Aguilera, Mariano Roldán- guardaban irregateable constancia de lo que en la Sevilla de los primeros veintes significó Rafael Porlán, secretario y eje de "Mediodía", una de las revistas nodrizas y primer herbario de aquel movimiento artístico que darían en llamar "Generación del 27".
El cordobés Porlán adelantado de la prosa y poesía surrealista, de un refinado andalucismo, fue, también, uno de los primeros en resucitar romances y canciones, al igual que, luego, regresaría a la sobriedad clásica con una elegancia y señorío realmente modélicos. De aquí que su magistral "A Córdoba" fuera calificado por Mario López como el mejor soneto dedicado a la capital califal después del que le esculpiese Góngora.
Ojalá que esta sucinta muestra del cordobés sirva para divulgar su voz, una de las más personales y de limpios registros poéticos de la literatura contemporánea del Sur.
Manuel Urbano.







A CÓRDOBA

Jerusalén del patio y la calleja
si Roma del nivel y la plomada;
meditación en bulto levantada
si llama que en la alberca se refleja;

en andas de ciprés y plata vieja
va la cal de su tarde, ya morada,
gozando, padeciendo la afilada
vacilación de cirios que la aqueja.

Santa Inés en su calle; y en su huerto
la albahaca que sostiene el Martes Santo
de tu Plaza Mayor de los Dolores.

Con ojeras de ver el cielo abierto
transcurre de su dolor a su quebranto
la gente de los ojos almanzores.






La vertical somnolencia

A Juan Sierra

La vertical somnolencia
que el verano atirantaba
cómo ve llegar la piedra
-piedra en el lago- de octubre!
La tierra huele señales
con narices de caballo;
desde los palos mayores
cantan el agua a la vista
las hojas soliviantadas;
hielos se rompen y velas
se rizan, por fin, al verde
soplo que las desencanta;
y aquel rostro que tan terso
clareaba en la otra orilla
del prisma -cristal de roca-
que era la calle en agosto,
vive de pronto vivido
por muchos años de lluvia.
El monumento perenne
retrocede complacido
a la era de sus croquis;
y ese amor a la aventura
que estrena la geometría,
y esa prisa de los brazos
por salir de entre cadenas,
sólo copian una prisa
de otras veces, de otra vez
en que canta el mismo barco
-308-
su libertad por los mares,
con rumbo a los mismos hielos
que volverán a cuajarlo
en el sueño de un tapiz
cuando dé la vuelta al mundo.

[Romances y canciones]










La vida mística de los peces

Quién sabe qué vida vive lo que no hace más que ir por su camino
Con los ojos vendados como un grifo corriendo en una casa deshabitada
O con el éxtasis activo de una esmeralda siempre en su guarida
Siendo y siendo no obstante su destierro de los manuales de conservación
Para la vista de aumento no existen alrededores
Nada fertiliza al pensamiento como la poda de los brazos
Y la ausencia de piernas es la distancia más corta entre dos puntos
Con tal de que no estén en un mismo paisaje
Quién podría volar con alas
Toda carne se lima por la rotación como los astros
A fuerza de viajar alrededor de sus permisos
Cada choque de un cuerpo contra la esquina de su sangre
Le enseña a buscar salida por el agujero de una mutilación
Así van dirigidos y pavorosos rumiando
La historia en mil volúmenes de la brizna de hierba
Ya con forma de tumba para resolver problemas de ajedrez
Densos de amor a distancia y ocupaciones japonesas
Siempre recién lanzados del arco que ellos saben
Hacia las yedras de sangre blanca hacia las sombras
Sin sombra mercuriales Budas vivos









Gratitud a los muertos

Oyendo bien, se escucha su paciente
labor entre los negros espesores
para que los tomemos como flores
o para consolarnos como fuente.

Sintiendo bien, lo trémulo se siente
del tacto con quien ciñen rondadores.
La marcha de su yedra de rumores
suena, como reló, familiarmente.

¡Dulce pueblo que espera y acompaña
tras el temblor sin aire de la rosa
y el nocturno crujir de la madera!

Prendido por su viva telaraña,
siento lo vegetal de toda cosa
crecer bajo su tibia cristalera.










A Orfeo

Imitación de Rilke

¿Cómo no ver en ti lo que sustenta
la sola fortaleza que no yace
si el mundo como nube se deshace
o rómpese en furor como tormenta?

Cuanto por inmutable nos contenta
sigue el ayer perfecto de que nace.
No hay cúpula de fe sin que la trace
la calma que tu mármol fundamenta.

No dura más que el humo de su hora
lo que en amor se funda, si parece
de puro Dios la llama que levanta.

Ni salva de morir lo que se llora
ni siquiera lo muerto permanece.
Sólo sigue de pie lo que se canta.








El mundo

El mundo ya vivido
por otros, arrugado,
maltrecho por el suelo,
¿cómo has podido tú
curármelo, ponerlo
nuevo, como una plana
matinal, donde llego
a escribir, como todos,
los nombres de las cosas
con letras de colegio?

[Poesía completa]




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