Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

lunes, 22 de agosto de 2011

770.- MARIO JURADO


Mario Jurado
(Baeza, (Jaén) España, 1972)
En su destacada faceta como traductor podemos nombrar los Poemas escogidos (Plurabelle) de A. R. Ammons, la novela El circo del Dr. Lao (Berenice, 2006) de Charles G. Finney y la novela Alfred y Ginebra (Pre-Textos, 2006), el poema Himno a la vida (Luis Burgos, 2006) y otras obras del escritor norteamericano James Schuyler. Actualmente trabaja como profesor de enseñanza secundaria.
Como creador ha publicado el libro Membrana (2009).
Este poema es inédito.





El galgo

Primer plano de un ojo de perro. Color.
Siguiente plano: se ve la cabeza, completa. Es un galgo.
Se oye fuertemente aumentado el jadeo del animal.
Aunque cierre la boca, se oye el jadeo.
Gira un poco la cabeza, de pronto. Está atento: en guardia,
o asustado.
Corre. La cámara se separa más y muestra que está corriendo
en una habitación.
Corre en una única dirección, de izquierda a derecha de la imagen.
Pasa por delante de una larga fila de sillas, mesas, sofás.
Todos distintos, todos dispuestos en la habitación,
interminablemente larga.
Esto ocurre durante 1’ 12’’.

Se oyen, superpuestos, el jadeo y música de fanfarria.
El perro choca con una superficie transparente.
No se ve, no la registra la cámara: es aire solidificado.
No hay lentitud deleitante en el choque: ocurre con la violencia veloz
del tiempo real.
El jadeo cesa. Sólo se oye ahora una trompeta tocando
con la misma intensidad que sonaba antes en la jauría de instrumentos.
Se va desvaneciendo su sonido poco a poco.
El perro se tambalea; va de un lado a otro,
como cuando se imita a un borracho.
La cámara, fija, registra. No se acerca, no se mueve.
El perro cae de lado. Fundido en negro

La cabeza del perro en el suelo aparece en un círculo,
como los que D. W. Griffith usaba para resaltar detalles.
Silencio.
El círculo se va ensanchando. Se oyen ruidos metálicos, d
e raíles y gritos de niños que lloran agudamente.

Los sonidos metálicos provienen de cinco autos de choque.
Llegan a la escena, desde distintos ángulos, esparciendo chispas
desde sus mástiles.
Rodean al galgo. Se acercan, se separan, se acercan.
En todo momento que se mueven, se oyen ruidos metálicos
(finos, como clavos cayendo en montón, y envolventes
como la reverberación de planchas de metal golpeadas).
Lo cubren con movimientos entusiastas, sacudidos y nerviosos,
como los de las hormigas, de forma tal que no se ve el cuerpo de galgo.
Se oyen sonidos de voracidad cómica,
ostentosas malas maneras al masticar; se oyen “ñam, ñams” de tebeo,
emitidos por voces infantiles y adultas.
La cámara no busca detalles: sigue enfocando la escena.
Los autos de choque se retiran, dando marcha atrás. Se van.
En el centro de la imagen aparece el esqueleto, completo y mondo,
del galgo.
Durante 12’’ se le enfoca, en silencio.
Después, el cráneo blanco del galgo se alza.
El esqueleto del galgo se pone en pie sobre sus cuatro patas.
Comienza a andar en el sentido contrario al que corría antes.
Mueve la cabeza, altiva, de lado a lado; camina pavoneándose,
moviendo las caderas exageradamente. Y se va silbando.
Fundido en negro.






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