Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

lunes, 22 de agosto de 2011

768.- AVELINO OREIRO VÍLCHEZ


AVELINO OREIRO VÍLCHEZ. Almería, 1971.
«Como creo que el umbral de la vida está en el momento de la concepción y no en el del parto, me considero más gallego que andaluz. Sea como fuere, vine al mundo en Almería bien entrada la primavera de 1971, en el seno de una familia corriente y moliente que no ha cogido nunca un libro ni por un casual. No he sido precoz en nada. Comencé a leer literatura a principios de la carrera de Derecho y a escribir ya casi terminándola. Gracias a mis colaboraciones literarias en la prensa de Almería y de Pontevedra, he ido aprendiendo poco a poco el oficio y a disfrutar de una especie de callada correspondencia con los lectores. Me han dado dos premios, que, por su poca importancia, no viene al caso mencionar, y hasta el día de hoy, acaso por un espantoso pudor o porque creo que es cierto que “más vale un poeta de menos que un libro de más”, no he movido un solo dedo para publicar mis poemas. Pero también dicen que mudar de opinión es de sabios».






A UN ÁRBOL

(seguidillas especulativas)

¿Cómo vas a ser algo,
así tan quieto?
El ser se forma gracias
al movimiento.
Si quieres ser
(árbol o lo que sea),
debes correr.

Conque no serás nada,
fijo en el suelo,
a menos que te mueva
un jardinero.

En realidad,
un árbol es más árbol
en la ciudad.

Tú, no te abrumes, que,
por otra parte,
es imposible que algo
se mueva o ande.

Quien dude lea
lo que sobre esto dijo
Zenón de Elea.

Aunque seas un caso
de extraña vida,
humano me pareces…,
y que me miras.

Te he falseado:
quien observa penetra
en lo observado.

Te desnudas conforme
llega el invierno,
y recibes a abril
con traje nuevo.

Tú te deshojas
y vas cubriendo el suelo
de paradojas.




COLIBRÍ DE LOS PÉTALOS DE CARNE

COLIBRÍ de los pétalos de carne,
mi lengua recobraba la inocencia
anterior a las míseras palabras
en el brocal perdido entre tus piernas.

Nos poseía un dios desconocido
cubierto de corales y culebras,
en cuyo vientre oscuro se debaten
inútilmente mariposas ebrias.

Dos sombras batallaban confundidas
en el frente febril de tus caderas,
sembrando al paso heridas invisibles
con metralla fragante a primavera.

La noche, suspendida en el instante
en que la eternidad se despereza,
entreabría la flor de los arcanos
al mínimo contacto de la lengua.

A través de tus ojos ¿quién, sin ver,
miraba desquiciarse las estrellas?
¿quién, sin ver, vislumbraba las semillas?
¿quién miraba con ojos de pantera?

En vano, me afanaba en remontar
el río hasta la clara nube incierta,
en desleírme en tu matriz rosada,
en donde se consuma, al fin la tierra.

Naufragando en tu cuerpo descubrí
que la vida transciende la materia,
que el amor habla cuando nos callamos,
que solamente hay paz en plena guerra.

Del poemario “Décimas de fiebre y Otros poemas”







EL PRIMER POEMA


UN recién nacido llora,
grita su primer poema:
Una soledad suprema
se inaugura en cada aurora.
Al nacer, un niño añora
un mundo vivaz, eterno,
el paraíso materno,
el vientre de la mujer…
Un niño llora, al nacer,
como saludo al infierno.


(DeL Poemario “Décimas de fiebre y otros poemas”)


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