Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

sábado, 20 de agosto de 2011

755.- MANUEL PACHECO SEGURA


MANUEL PACHECO SEGURA. (Sevilla)
Para hablar de él habría que comenzar destacando su inmenso amor a Triana, todo en él respiraba trianerismo puro, visión amorosa del caserío, de su gente, de sus costumbres. Y habría que decir, y mucho, de su humildad sentida, yo diría que casi vocacional, y de su extraordinario y fino sentido del humor. Manolo era amigo de mi padre y yo tuve la suerte de continuar esa amistad hasta su pronta muerte. Podíamos llevarnos horas al teléfono leyéndonos uno a otro nuestros poemas, que siempre giraban en torno al arrabal. Él, Ángel Vela, Manuel Lauriño y yo formábamos un excelente cuarteto de amigos que, entre poemas y poemas y grandes realizaciones, se desvivía por el barrio. Fue precisamente Ángel quien lo animase a que colaborase en la revista "Triana". Sus poemas eran siempre los mejores, los más clásicos, los de mayor hondura.

Estando yo enjaretando mi libro "Triana en labios de la copla", que apareció en julio de 1992, recibí una carta autógrafa suya en la que, sin darse cuenta, se retrataba a la perfección. Como no tiene desperdicio, y para conocerlo mejor, ahí van íntegros sus renglones:

"Triana, 2 de mayo de 1991. Querido amigo Emilio: por un error de interpretación no te he mandado antes los "ripios". Nuestro Ángel Vela me ha hecho saber que debo mandártelos pronto y... ahí van.
Triana -¡TRIANA!- está presente en todo lo que te envío. Faltan los que publiqué en la Revista porque he supuesto que están a tu alcance y, por tanto, puedes echarles una ojeada. Si así no fuera, dímelo y te hago llegar sus correspondientes fotocopias.
Me apresuro a decirte, Emilio, que la Poesía es algo importantísimo en mi vida, es meta -siempre inalcanzable-, circunda mis límites, enciende mis sueños, fortalece mis latidos, amarga mis labios, endulza mi corazón, juega conmigo sin tocarme, me trae risas y lágrimas con inevitable alternancia. Quiero decirte, pues, que sin ella no sé vivir...
Me doy también prisa en confesarte que todo mi amor hacia la Poesía, todo mi esfuerzo por adentrarme en su edénico recinto y todas mis astucias para convertirla en mi amante... no han logrado, en absoluto, mi primordial anhelo: ser poeta.
Sigo mancillando la blancura virginal de los papeles con la ilusión de encontrar la palabra justa, el verso adecuado, la rima certera. Hasta ahora la inspiración brilla cegadoramente por su inexistencia. No es que las fugitivas y puñeteras Musas se hayan enojado conmigo, no; es que me desconocen.
Si esto es así, viviendo en Triana, imagínate si residiera en Portugalete, en Chamberí o en Harlem... ¡catastrófico! Últimamente -osadía estúpida- ando por otras sendas de la lírica, pero hazme el favor de tranquilizar a los verdaderos poetas -que en Triana, en Sevilla, abundan como los jazmines en el estío o como las sonrisas ocultas en el plenilunio; haz el favor de anunciarles que mis "poemas" no se elevarán más allá de los talones.
Si fuera cuestión de hormonas, me las inyectaría. Se trata de corazón, de pensamiento, de sentimiento, de idiosincracia, de...
Me tendrían que fundir de nuevo. Y ¡ya no sería yo!
Un abrazo así de grande: Manolo".

Y me mandó todo un manantial de poemas inéditos, que son los que estamos dando a conocer en nuestro blog. A continuación de aquel hermoso envío le mandé un poema humorístico y cameloncio, macarrónico, porque él era un enamorado del humor sincero:

Nervioso y cimbreante, cual palmera.
De lineal bigote breve y cano.
Jamás le he visto sin algo en su mano:
periódicos, papeles o cartera.

Va de aquí para allá, mas no se altera.
Un apretón de amor su amor ufano,
y dos labios felices el arcano
jazmín de su bendita primavera.

Poeta de los pies a la cabeza,
con pudor infantil dice que empieza
cuando a todos nosostros nos alcanza.

Su humildad franciscana es inquietante,
porque es vate tan pulcro y elegante
que ya más que humildad parece chanza.

No se pueden construir poemas más completos que los que él hacía. Trabajaba de bedel en la Diputación de Sevilla, y desde su domicilio en la calle Maestro Guridi de Santa Cecilia se iba andando siempre a su trabajo. Como él me decía, para cruzar las calles del barrio, para atravesar el puente andando y para, desde el Paseo de Colón, sentarse en un asiento y llevarse más de media hora mirando, obeservando, enamorándose aún más de su Triana. A la vuelta, igual. Por la tarde, lo mismo; porque solía decir que las posiciones del sol cambiaban a las buenas hembras...

"Cuando, por fin, se acerca por todos los caminos/ la noche ya sin frenos, con ansiedad de luna.../ Tú y yo nos sonreimos porque es la hora del día/ en la que Dios desea pasear por Triana".

¡Que gran poeta! ¡Y qué gran sentido del humor con su sonrisa amplia!. Me recordaba hace unos días Ángel Vela que, cuando habitualmente paseaban despaciosos por las calles trianeras, al pasar por el lugar de nacencia de Ángel, Manolo le decía: -"Ángel, un día en esta casa habrá una placa que dira: Aquí nació un amigo de Manolo Pacheco". Pasaban por las distintas casas de tantos y tantos amigos y decía lo mismo. Cuando pasearon por su casa, el genial Manuel le dijo a Ángel: -"Lo ves, aquí pondrán una placa muy grande proclamando sin más estas dos palabras... Aquí nació".

Imborrable Manolo al que la vida asestó una puñalada terrible que nunca pudo remontar: la muerte en accidente de una hija. Inmarchitable Manolo, porque sus poemas habitan en nuestras almas y siguen frescos como su mirada amorosa ante el barrio. Amigo Manolo, eterno, imprescindible, al que siempre llevamos al lado, de maestro, para aprender de él cómo, con qué sentido principal es necesario amar a TRIANA.

EMILIO JIMÉNEZ DÍAZ

[http://desdemitorrecobalto.blogspot.com/2010/03/
desde-mi-torre-el-gran-poeta-manuel.html]




LA DUDA

Tú que vives, hermano, en la otra orilla
de este Guadalquivir que ya no es río,
sino un espejo turbio, roto y frío
en el que no se mira ya Sevilla.

Dime si ante la luz del alba brilla,
con el oro del sol, el barrio mío;
si se llenan los aires con el brío
de su presencia cálida y sencilla.

Noches de insomnios cruzan por mi frente
y un rosario de sombras se desgrana
por mi cansado pecho tristemente.

Te ruego que me digas si mañana,
aunque no exista río, ni haya puente,
no morirá mi barrio, mi... ¡Triana!







MARTINETE

Hubo un silencio que llevó a la noche
un preludio de anhelos contenidos.
En el aire quedaron
fijamente los trémulos jazmines,
las miradas,
las manos encendidas por la luna,
el amarillo aroma de los vinos,
el frío de la madrugada abierta
-como una inmensa flor en la penumbra-
y un descenso de estrellas
hermosas e implacables.
El río, melancólico y sereno,
camino de horizontes de esmeraldas.
Un óvalo de fiebre y de azabache
va envolviendo las horas.
Desnuda las palabras
y desnuda de sueños,
la noche se quedó terrible y quieta.
Hasta el cielo las sombras se elevaron.
El tiempo agonizaba
ante los ojos llenos de misterio,
perdiéndose en auroras imposibles.
De pronto, como el rayo
-inevitable y límpido-,
hubo un grito perfecto, claro, hiriente,
que taladró la noche, el cielo, ¡todo!

Y se murió el silencio
al borde de la fragua.
Alguien cantó, en el barrio de Triana,
un martinete.
Dios bajó a la tierra.








ATARDECER EN TRIANA

Hay tierras con crepúsculos altivos
que imponen su alta luz con ufanía
y allí los hombre, al morir el día,
desprecian a mi cielo. Despectivos.

Entre águilas y lirios fugitivos,
dicen "Tu cielo es triste, Andalucía..."
Venid, hermanos, a esta tierra mía
donde el ocaso enciende los olivos.

Y son antorchas de oro, aquí, en Sevilla,
una rosa infinita se desgrana
sobre el Guadalquivir, junto a su orilla.

Una paloma trémula se afana
por beber en sus ondas. ¡Cómo brilla
la cal en éste barrio de Triana!


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