Los poetas Fernando Sabido Sánchez, Mariano Rivera Cross, Carlos Guerrero, Domingo Faílde y Dolors Alberola en Jerez de La Frontera (Cádiz), Primavera 2013

domingo, 14 de agosto de 2011

744.- FRANCISCO RODRÍGUEZ MARÍN



Francisco Rodríguez Marín
Francisco Rodríguez Marín (Osuna, 1855 - Madrid, 1943), poeta, folclorista, paremiólogo, lexicólogo y cervantista español.

Cursó la carrera de Leyes en las aulas de la Universidad Hispalense y comenzó a interesarse por los cantos populares españoles. Hasta 1904, sin embargo, se dedicó al periodismo en Osuna (por entonces usó el seudónimo de El bachiller Francisco de Osuna), a la poesía y a la abogacía en Sevilla; entonces perdió la voz casi por completo a causa de una operación de laringe, con lo que se dedicó íntegramente a las letras, aunque había publicado ya treinta y nueve obras, número que creció hasta las ciento cincuenta que dejó a su muerte. Le interesaron sobre todo la literatura popular tradicional, los estudios cervantinos y la literatura andaluza del Siglo de Oro; a estas tareas consagró una excepcional capacidad de trabajo. En 1905 fue nombrado académico de la lengua. También dirigió la Biblioteca Nacional de Madrid (1930-1936). Octogenario ya, pero aún lúcido, durante la Guerra Civil se refugió en el pueblo manchego de Piedrabuena (Ciudad Real). Falleció en 1943 cuando se le preparaba un homenaje.
Publicó tres ediciones de Don Quijote, las dos últimas denominadas «críticas», pero en realidad no depuraban el texto con métodos filológicos que no conocía ni había estudiado, sino que se limitaba a glosarlo documentalmente y explicarlo con notas eruditas según la metodología positivista. La cuarta edición, hoy la más recomendable, apareció póstumamente, en 1947-1949. Su primera edición, todavía disponible sin actualización en la serie Clásicos Castellanos de Editorial Espasa-Calpe, es inferior a tres siguientes. Publicó ediciones también de otras obras de Miguel de Cervantes y colecciones de documentos cervantinos inéditos, así como muchas colecciones de cantos, coplas y refranes españoles. También fue concienzudo biobibliógrafo de Pedro Espinosa, de quien editó además su famosa antología Flores de poetas ilustres (1605), de Luis Barahona de Soto y de Mateo Alemán. Estudió además a Cristóbal Suárez de Figueroa y a Garci Sánchez de Montalvo e imprimió con caudalosa anotación y útiles estudios preliminares las poesías de Baltasar del Alcázar y El diablo cojuelo de Luis Vélez de Guevara. Perteneció a muchas sociedades literarias, entre ellas la Hispanic Society of America.
Como poeta escribió entre otras obras madrigales y sonetos muy reminiscentes en temática y estilo del Siglo de Oro, e imitaciones en prosa del estilo barroco como en Nueva premática del tiempo (1891). Como lexicógrafo recogió Dos mil quinientas voces castizas y bien autorizadas que piden lugar en nuestro léxico (1922), entre otras obras.
Sin embargo, su fama, que llegó a ser inmensa como cervantista, ha sido reevaluada modernamente: se le imputan por lo general los defectos de la metodología positivista decimonónica en cuanto al abuso de la documentación y la escasez de rigor filológico y ecdótico: no se molestó en informar al lector de las diferencias textuales entre las ediciones de Juan de la Cuesta y las cuestiones textuales y la depuración del texto de Miguel de Cervantes le tuvieron sin cuidado, arreglándolo todo a su manera y sin dejar constancia de sus cambios; hizo pasar por «ediciones críticas» de Don Quijote unas obras que no lo eran según los cánones de la filología. Ninguneó en ese sentido la edición de las Obras de Cervantes de Adolfo Bonilla y San Martín y Rodolfo Schevill, muy estricta en la depuración del texto hasta la edición más amplia en ese sentido de Francisco Rico. También arrinconó o se aprovechó de la labor de otros cervantistas como Cristóbal Pérez Pastor o James Fitzmaurice-Kelly. Igualmente certificó que un feísimo cuadro, en realidad falsificado, era el verdadero retrato de Cervantes pintado por Juan de Jáuregui. Por otra parte, no ofreció una visión global de la obra de Cervantes e ignoró obras tan importantes como el Persiles, el teatro o la mitad de las Novelas ejemplares.

Obras

Auroras y nubes: poesías Sevilla: 1878.
Cantos populares españoles recogidos, ordenados e ilustrados por Francisco Rodríguez Marin, Sevilla: Francisco Álvarez y Ca, 1882-1883.
Nueva premática del tiempo (1891).
Flores y frutos: poesías (1879-1891) Sevilla: 1891.
De rebusco : sonetos Sevilla: 1894.
Ciento y un sonetos de Francisco de Osuna y de Francisco Rodríguez Marín Sevilla: 1895.
Madrigales Sevilla: 1896.
Edición de Primera parte de las flores de poetas ilustres de España ordenada por Pedro Espinosa Sevilla: 1896.
Mil trescientas comparaciones populares andaluzas recogidas de la tradición oral: concordadas con las de algunos países románicos y anotadas Sevilla: 1899.
Luis Barahona de Soto : estudio biográfico, bibliográfico y crítico Madrid : Estab. tip. Sucesores de Rivadeneyra, 1903.
Rinconete y Cortadillo, novela de Miguel de Cervantes Saavedra. Edición crítica por Francisco Rodríguez Marín. Obra honrada con el premio, en certamen público extraordinario, por votación unánime de la Real Academia Española é impresa á sus expensas. Editio princeps. Tipografía de Francisco de P. Díaz, Sevilla, 1905.
Pedro Espinosa : estudio biográfico, bibliográfico y crítico Madrid: 1907.
Edición de Obras de Pedro Espinosa Madrid: 1909.
Edición del Don Quijote de «Clásicos La Lectura», en ocho tomos, de 1911-1913.
Edición de Cristóbal Suárez de Figueroa, El Pasajero: advertencias utilísimas a la vida humana Madrid : Renacimiento, 1913.
Edición del Don Quijote, en seis tomos (1916-1917).
Edición de Luiz Vélez de Guevara, El diablo cojuelo Madrid : Ediciones de «La Lectura», 1918.
Dos mil quinientas voces castizas y bien autorizadas que piden lugar en nuestro léxico, Madrid: Tipografía de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, 1922.
Nuevos datos para las biografías de cien escritores de los siglos XVI y XVII Madrid : 1923.
Más de 21000 refranes castellanos no contenidos en la copiosa colección del maestro Gonzalo Correas allegolos de la tradición oral y de sus lecturas Madrid: 1926.
Edición del Don Quijote, en siete tomos (1927-1928).
El alma de Andalucía en sus mejores coplas amorosas escogidas entre más de 22.000 Madrid: 1929.
Modos adverbiales castizos y bien autorizados que piden lugar en nuestro léxico Madrid: 1931.
12.600 refranes más : no contenidos en la colección del maestro Gonzalo Correas ni en «Más de 21.000 refranes castellanos» Madrid: 1930.
Los 6.666 refranes de mi última rebúsqueda : que con «Más de 21.000» y «12.600 refranes más» suman largamente 40.000 refranes castellanos no contenidos en la copiosa colección del maestro Gonzalo Correas Madrid, 1934.
Edición póstuma del Don Quijote con correcciones y nuevas notas, en diez tomos (1947-1949).





Este varón provecto, de aguileña
nariz y negros ojos penetrantes,
canosas barbas y color cenceña,
como su vida al declinar Cervantes…







Anhelos

Agua quisiera ser, luz y alma mía,
que con su transparencia te brindara;
porque tu dulce boca me gustara,
no apagara tu sed, la encendería.

Viento quisiera ser: en noche umbría
callado hasta tu lecho penetrara,
y aspirar por tus labios me dejara,
y mi vida en la tuya infundiría.

Fuego quisiera ser para abrasarte
en un volcán de amor, ¡oh, estatua inerte,
sorda a las quejas de quien supo amarte!

Y después para siempre poseerte,
tierra quisiera ser, y disputarte
celoso a la codicia de la muerte.






A un bien efímero

¡Oh inesperado bien que a mi viniste!
¡Cómo en mi corazón te aposentaste,
y en céfiros efluvios lo inundaste,
y en un mar de delicias lo meciste!

Pues en tu fuego el alma me encendiste,
¿por qué, al irte, encendida la dejaste?
Para durar tan poco, ¿a qué llegaste?
Y si llegar te plugo, ¿por qué huiste?

Relámpago fugaz, ¡oh, bien!, has sido,
que aún no del todo el fulgurar se advierte,
cuando ya es apagado y fenecio.

Pero aún así bendeciré mi suerte,
!oh, bien!, porque perdiéndote he perdido
el receloso miedo de perderte.







Soneto

   Yo quiero revelarte en un soneto
un secretillo a nadie confiado;
pero ¿cómo, si, apenas comenzado,
el fin ya toco del primer cuarteto?

   Empezaré el segundo, y me prometo  
ser en él mucho más afortunado;
y es el caso, Juanilla, que he soñado...
Mas se acabó también. ¡Vaya un aprieto!

   Me avendré con seis versos, Juana mía;
que aunque mi secretillo es importante...  
¿Con seis? ¡Si quedan tres, Virgen María!

   ¿Hay en el mundo cosa más cargante
que un soneto? Acabóse, no hay tu tía,
con el verso que escribo en este instante.






Cálamo currante

   Si escribir te propones un soneto,
ve haciendo lo que yo, que, a fe, no es harto;
tras el verso tercero saldrá el cuarto...
¡Si es coser y cantar! ¡Mira: un cuarteto!

   Haz otro igual después, que te prometo  
que si aquesto es parir, es fácil parto;
van seis versos, y el séptimo ya ensarto;
otro, y van ocho, y al primer terceto.

   Todo es que el verso nono venga al baile
y el décimo en la rueda esté metido.  
¿Hay consonante a baile y fraile? Haíle.

   Pues entonces, ya es esto pan comido,
y cata a Periquillo hecho fraile,
y cata el sonetejo concluido.





Chismografía

   Dícenme que decís, ex reina mía,
que os dicen que yo he dicho aquel secreto.
Y lo que yo os digo en un soneto,
que es decir por decir, tal tontería.

   ¡Qué tal cosa digáis! ¡Quién lo diría!  
¿Digo? ¿Iba yo a decir? Digo y prometo
que digan lo que digan, yo respeto
lo que decís que dije el otro día.

   No digo que no digan (y me aflige)
lo que decís que dije, pues barrunto  
que dicen que hay quien dice por capricho:

   Mas decís vos que digo que no dije
lo que dicen que dije de este asunto;
ni dije, ni diré. ¡Lo dicho, dicho!


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